EL NUEVO DÍA DE LA PALABRA DE DIOS, Y EL PAPA FRANCISCO
por Francisco Henares Díaz
El papa instituye el “Domingo de la Palabra” en una Carta Apostólica. Estará dedicada a tres dones del Espíritu: celebración, reflexión, divulgación de la Palabra de Dios. “Estamos invitados – nos dice- a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos”, y añade que es “un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica, a los que se ponen en actitud de escucha, el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad”. Expresa también el papa que crear un día tal, busca “responder a las numerosas peticiones que me han llegado del pueblo de Dios”. También recuerda que el Vaticano II impulsó (en la Dei Verbum) un “redescubrimiento” de las Palabra de Dios. Otro tanto hizo después Benedicto XVI en la Verbum Domini.
Hasta aquí los papas. Porque ahora nos toca a nosotros cuidar la homilía, cumplir el magisterio papal. Yo recuerdo que cuando éramos jóvenes en el Teologado franciscano, algún que otro profesor nos hablaba de la “dejación” de la homilía, y que eso traería grandes vacíos en la Pastoral y en la espiritualidad. La Palabra es como un cuchillo que raja, porque escruta, a la vez y cura. La homilía nos pide hablar de Dios con palabras de Biblia. Una riqueza gratis.
Y ya puestos a recordar, admitamos que los fieles cristianos no tenían biblias en casa, y quizás no disponían de muchos sacerdotes que supieran entrar en la homilía y sacar su fruto. Tan es así que era voz común decir con las luchas del siglo XVI, que hubo un reparto: el protestantismo se quedó con la Biblia, y los católicos romanos se quedaron con los sacramentos. No supieron o no fueron capaces de reunir Palabra y Sacramento casi hasta el Vaticano II que proclamaba el don de la reunión, es decir, la misa es Pan de la Palabra y Pan de la Eucaristía sin los cuales dos no hay culto que halague al Padre.
Y aquí otra reprimenda que deberíamos hacernos: por lo general, las homilías del domingo y fiestas de guardar dejan bastante que desear. Lo dice más de un creyente. Quizás porque se echa de menos la preparación bíblica del sacerdote ante las tres lecturas, o por falta de expresión en el habla, o falta de acomodación al público. Tuvimos en el Siglo de Oro magníficos predicadores (que apenas se consultan). Aquellos sermones eran homiléticos, a diferencia de otras naciones, en las que el sermón era de un solo tema. Los siglos han ido pasando, el Vaticano II en esto se ha visto poco, y las mejoras de la homilía es un maná que apenas llega al pueblo de Dios. De ahí que surjan necesidades en parroquias, conventos, enseñanza, catequesis de adultos. Daré unas pocas esperanzas.
1.- Hubo tiempo (tras el Vaticano II) que en los Teologados existía el profesor de homilética (yo mismo fue uno de ellos).
2.- Hoy es un vacío de la carrera de Teología, no existe.
3.- Sería bueno curarse de esa dejadez, ya que cada día hay más seglares que estudian Teología.
4.- También será útil, y muy ecumenista, que la homilía no sea territorio total de la clerecía, sino de seglares (mujeres y hombres, ¿por qué no!). Pueden preparar hermosas homilías.
Razón: el Reino de Dios se parece a un granito de mostaza, se siembra, y sabe crecer. Y fíjate, hasta las aves se empinan y moran en el arbolillo. Claro que es parábola, pero el que entienda que entienda.
Francisco Henares Díaz, profesor de Ecumenimo Teológico OFM de Murcia
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