Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

lunes, 31 de julio de 2017

¿CÓMO DEBE SER EL DIÁLOGO ECUMÉNICO?


Cómo debe ser el diálogo ecuménico

José Ramón Villar

Todos los cristianos deben ser protagonistas, en primer lugar con la oración

Unica es la Iglesia fundada por Cristo, pero son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo. Así describe el Decreto Unitatis Redintegratio, en su primer capítulo, el núcleo del "problema ecuménico". Esa división cristiana contradice la voluntad de Cristo; es un escándalo para el mundo y un serio obstáculo para la evangelización. De ahí que el Espíritu Santo no cese de impulsar el "movimiento ecuménico". La Iglesia, además, considera una "divina vocación y gracia" el deseo de restablecer la unidad que surge entre los cristianos; y no sólo individualmente, sino también en cuanto reunidos en asambleas o iglesias. Pero, ¿cómo ser fiel a esta vocación ecuménica? ¿Qué criterios ha señalado la Iglesia?

Los "principios católicos" del Ecumenismo se centran en varios aspectos: la unidad y unicidad de la Iglesia, la valoración teológica de los demás comunidades cristianas, y la comprensión del Ecumenismo a la luz de esos presupuestos.

Unidad y unicidad de la Iglesia

La unidad es la finalidad de la encarnación, el objeto de la oración de Jesús y del mandato de la caridad; la unidad es también el efecto de la Eucaristía, así como de la venida del Espíritu Santo, por medio del cual Jesús congregó al pueblo de la Nueva Alianza (la Iglesia) en la unidad de la fe, de la esperanza y de la caridad (cf. Unitatis Redintegratio 2).

Dios mismo ha dado a la Iglesia principios invisibles de unidad (el Espíritu Santo)y también principios visibles (la confesión de la misma fe, la celebración de los "sacramentos de la fe", y el ministerio apostólico).

El Colegio de los Doce es el depositario de la misión apostólica; de entre los Apóstoles, Jesús destacó a Pedro. A él confió un ministerio particular. Cristo quiere que, por medio de los Apóstoles y de sus sucesores, operando el Espíritu Santo, se perfeccione la comunión de su pueblo en la unidad: en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios (cf. Unitatis Redintegratio 2).

Estas afirmaciones se mueven en el marco de la "eclesiología de comunión", es decir, consideran la Iglesia como un todo orgánico de lazos espirituales (fe, esperanza, caridad), y de vínculos visibles (profesión de fe, economía sacramental, ministerio pastoral), cuya realización culmina en el Misterio eucarístico, signo y causa de la unidad de la Iglesia. La Iglesia está allí donde están los Apóstoles, la Eucaristía, el Espíritu.

Santidad y verdad fuera de la Iglesia

Pero a pesar de lo fuertes que son estos principios de unidad, la flaqueza humana ha contrariado el designio divino, "a veces no sin culpa de ambas partes" (Unitatis Redintegratio 3). Sin embargo, la Iglesia una no se ha disgregado en fragmentos varios: "durante los dos mil años de su historia, ha permanecido en la unidad con todos los bienes de los que Dios quiere dotar a su Iglesia, y esto a pesar de las crisis con frecuencia graves que la han sacudido, las faltas de fidelidad de algunos de sus ministros y los errores que cotidianamente cometen sus miembros" (Juan Pablo II, Encíclica Ut unum sint, 1). Es éste un principio decisivo: la Iglesia de Jesucristo "establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, si bien fuera de su estructura se encuentren muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica" (Constitución dogmática Lumen gentium, 8).

Comunión imperfecta

Tenemos aquí la célebre expresión "subsistit in", con la que el Concilio ha querido dar cuenta de la verdadera realidad cristiana que existe fuera del marco visible de la Iglesia Católica Romana, a la vez que afirma ser ella la presencia plena de la Iglesia de Jesucristo en la tierra. Esos "elementos de santidad y verdad" se hallan presentes "fuera del recinto visible de la Iglesia Católica" (Unitatis Redintegratio 3), y permiten hablar de verdadera comunión entre los cristianos, aunque imperfecta.

¿Cuáles son estos bienes de santidad y de verdad? El Decreto enumera algunos: "La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro. Pues hay muchos que honran la Sagrada Escritura como norma de fe y de vida, muestran un sincero celo religioso, creen con amor en Dios Padre todopoderoso y en Cristo, Hijo de Dios Salvador; están sellados con el bautismo, por el que se unen a Cristo, y además aceptan o reciben otros sacramentos en sus propias Iglesias o comunidades eclesiásticas. Muchos de entre ellos poseen el episcopado, celebran la sagrada Eucaristía y fomentan la piedad hacia la Virgen, Madre de Dios". Juan Pablo II subrayará la afirmación de Unitatis Redintegratio 15 que, en relación con las Iglesias ortodoxas, dice que "por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de esas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios" (Ut unum sint, 12).

Situación de los hermanos separados

Partiendo de estos principios, Unitatis Redintegratio, 3 se fija, primero, en los cristianos que ahora nacen en esas Iglesias y comunidades. 
Éstos: 
  1. no tienen culpa de la separación pasada; 
  2. la fe y el bautismo les incorpora a Cristo y, por tanto, a la Iglesia, aunque esta comunión no sea plena por razones diversas; 
  3. son auténticos cristianos, amados por la Iglesia y reconocidos como hermanos.
Los bienes de santidad y verdad en ellos existentes son ya verdaderos elementos de comunión, aunque imperfecta. Provienen de Cristo, a Él conducen y pertenecen por derecho a la única Iglesia. Lumen gentium n. 15 añade a esto "la comunión de oraciones y otros beneficios espirituales, e incluso cierta verdadera unión en el Espíritu Santo, ya que Él ejerce en ellos su virtud santificadora con los dones y gracias". Estos bienes, cuando son vividos genuinamente, despliegan su dinamismo interior hacia la unidad plena

Valor salvífico

Los bienes de salvación alcanzan a los cristianos precisamente en cuanto miembros de sus Iglesias y comunidades respectivas. Son esas Iglesias y comunidades cristianas como tales las que, aun padeciendo deficiencias según el sentir católico, "de ninguna manera están desprovistas de sentido y valor en el misterio de la salvación. Porque el Espíritu de Cristo no rehusa servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad que fue confiada a la Iglesia católica" (n. 3). El fundamento de este valor salvífico no se halla en estas comunidades "en cuanto separadas", sino en cuanto son copartícipes de la única y misma economía salvífica. La razón estriba –como decía la Relatio conciliar a estas palabras del Decreto– en "que los elementos de la única Iglesia de Jesucristo conservados en ellas pertenecen a la economía de la salvación". "La única Iglesia de Jesucristo, está presente y actúa en ellas, si bien de manera imperfecta…, sirviéndose de los elementos eclesiales en ellos conservados".

Refiriéndose a estos principios, dice por su parte el Papa: "Se trata de textos ecuménicos de máxima importancia. Fuera de la comunidad católica no existe el vacío eclesial. Muchos elementos de gran valor (eximia), que en la Iglesia católica son parte de la plenitud de los medios de salvación y de los dones de gracia que constituyen la Iglesia, se encuentran también en las otras Comunidades cristianas" (Ut unum sint, 13).

Lo que les falta

Esta valoración positiva no ignora lo que todavía separa:

"Los hermanos separados de nosotros, ya individualmente, ya sus Comunidades e Iglesias, no disfrutan de aquella unidad que Jesucristo quiso dar a todos aquellos que regeneró y convivificó para un solo cuerpo y una vida nueva(…). Porque únicamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es el auxilio general de la salvación, puede alcanzarse la total plenitud de los medios de salvación. Creemos que el Señor encomendó todos los bienes de la Nueva Alianza a un único Colegio apostólico, al que Pedro preside, para constituir el único Cuerpo de Cristo en la tierra, al cual es necesario que se incorporen plenamente todos los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios" (Unitatis Redintegratio 3).


Principios ecuménicos

Tenemos así los siguientes principios fundamentales para la comprensión católica del Ecumenismo: 
  • 1º La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica romana (Lumen gentium 8)
  • 2º "Fuera de su recinto visible" (Unitatis Redintegratio 3), hay verdaderos bienes de santidad y verdad ("elementa seu bona Ecclesiae")
  • 3º Por estos bienes, las Iglesias y Comunidades son verdaderas mediaciones de salvación (es la única Iglesia de Cristo la que actúa por medio de esos "bienes" salvíficos)
  • 4º No obstante, les falta la plenitud de los medios de salvación, y no han alcanzado la unidad visible querida por Cristo, por lo que se hallan en comunión imperfecta o no plena con la Iglesia católica romana.
  • 5º Considerando los cristianos individualmente, el decreto da contenido positivo al sustantivo "cristiano": la fe y el bautismo comunes son ya elementos de comunión cristiana real aunque imperfecta.
Ecumenismo católico

El Ecumenismo afecta a todos los cristianos ad intra y ad extra de su propia Iglesia. No se trata de una tarea para especialistas, o un ámbito lejano de la existencia cotidiana. Así lo indica el Concilio: "este santo Sínodo exhorta a todos los católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, participen diligentemente en la labor ecuménica" (Unitatis Redintegratio 4/a). Y Juan Pablo II añade que estamos ante "un imperativo de la conciencia cristiana iluminada por la fe y guiada por la caridad" (Ut unum sint, 8).

Como implicaciones de este imperativo están "los esfuerzos para eliminar palabras, juicios y acciones que no respondan, según la justicia y la verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por lo mismo, hacen más difíciles las relaciones mutuas con ellos" (Unitatis Redintegratio 4/b). Juan Pablo II señala aquí que los cristianos no deben minusvalorar "el peso de las incomprensiones ancestrales que han heredado del pasado, de los malentendidos y prejuicios de los unos contra los otros. No pocas veces, además, la inercia, la indiferencia y un insuficiente conocimiento recíproco agravan estas situaciones" (Ut unum sint, 2).

Primero, rezar

Todos, pues, pueden y deben tener protagonismo, en primer lugar por medio de la oración, pidiendo al Señor por la unidad de los cristianos. Y también desterrando modos de actuar que dañan la causa de la unidad, incluso aunque parezcan quedar limitados a la vida interna de la propia comunidad cristiana. En este sentido, la vida de la Iglesia católica debe ser ya una puesta en práctica de un cierto –valga la expresión– ecumenismo "interior": "Conservando la unidad en lo necesario, todos en la Iglesia, según la función encomendada a cada uno, guarden la debida libertad, tanto en las varias formas de vida espiritual y de disciplina como en la diversidad de ritos litúrgicos e incluso en la elaboración teológica de la verdad revelada; pero practiquen en todo la caridad. Porque, con este modo de proceder, todos manifestarán cada vez más plenamente la auténtica catolicidad, al mismo tiempo que la apostolicidad de la Iglesia" (Unitatis Redintegratio 4/g).

El Concilio señala que, por medio de encuentros entre cristianos de diversas Iglesias o Comunidades y el diálogo entablado entre peritos bien preparados, en el que cada uno explica con mayor profundidad la doctrina de su Comunión y presenta con claridad sus características (cf. Unitatis Redintegratio 4/b), "todos adquieren un conocimiento más auténtico y un aprecio más justo de la doctrina y de la vida de cada Comunión; además, consiguen también las Comuniones una mayor colaboración en aquellas obligaciones que en pro del bien común exige toda conciencia cristiana, y, en cuanto es posible, se reúnen en la oración unánime. Finalmente todos examinan su fidelidad a la voluntad de Cristo sobre la Iglesia y, como es debido, emprenden animosamente la tarea de la renovación y de la reforma" (ibid.).

No son pocas las consecuencias de este diálogo: la búsqueda del entendimiento en las interpretaciones de la fe, superando los equívocos fraguados en la historia; la percepción exacta de las divergencias, y de si realmente afectan a la fe o a la legítima diversidad de su explicación; la confrontación fiel con la voluntad de Cristo para su Iglesia, etc. "El diálogo ecuménico, –dice Juan Pablo II– permite descubrimientos inesperados. Las polémicas y controversias intolerantes han transformado en afirmaciones incompatibles lo que de hecho era el resultado de dos intentos de escrutar la misma realidad, aunque desde dos perspectivas diversas. Es necesario hoy encontrar la fórmula que, expresando la realidad en su integridad, permita superar lecturas parciales y eliminar falsas interpretaciones" (Ut unum sint, 38).

No a un falso irenismo

La Iglesia siempre ha considerado que la integridad en la exposición de la doctrina católica es una condición para el diálogo respetuoso y sincero: "Es de todo punto necesario que se exponga claramente la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso irenismo, que daña a la pureza de la doctrina católica y oscurece su genuino y definido sentido" (Unitatis Redintegratio 11). Pero, a la vez, el modo de exponer la doctrina ("que debe distinguirse con sumo cuidado del depósito mismo de la fe", Unitatis Redintegratio 6) no debe provocar dificultades innecesarias: "La manera y el sistema de exponer la fe católica no debe convertirse, en modo alguno, en obstáculo para el diálogo con los hermanos (…); la fe católica hay que exponerla con mayor profundidad y con mayor exactitud, con una forma y un lenguaje que la haga realmente comprensible a los hermanos separados" (Unitatis Redintegratio 11).

Se señala también una "jerarquía de verdades" en la articulación de la fe cristiana: "en el diálogo ecuménico, los teólogos católicos, afianzados en la doctrina de la Iglesia, al investigar con los hermanos separados sobre los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al comparar las doctrinas, recuerden que existe un orden o ‘jerarquía" en las verdades de la doctrina católica, ya que es diverso el enlace (nexus) de tales verdades con el fundamento de la fe cristiana" (Unitatis Redintegratio, 11; Ut unum sint, 37). El Concilio reconoce que las rupturas de la unidad también afectan –ciertamente de otra manera- a la Iglesia católica: "las divisiones de los cristianos impiden que la Iglesia realice la plenitud de catolicidad que le es propia en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión. Incluso le resulta bastante más difícil a la misma Iglesia expresar la plenitud de la catolicidad bajo todos los aspectos en la realidad de la vida" (Unitatis Redintegratio 4). Si "catolicidad" es la potencialidad de la fe cristiana de asumir la diversidad legítima, entonces las rupturas impiden la "expresión histórica" de esa capacidad.

En este sentido, la Iglesia Católica ha de ofrecer todo aquello que, en consonancia con el Evangelio y la disposición del Señor, pertenece a su "catolicidad".En fin, merece la pena mencionar algo que a veces no ha sido bien entendido, aunque el Concilio se expresó con precisión. Se trata del "trabajo de preparación y reconciliación de todos aquellos que desean la plena comunión católica"; una tarea legítima, que hay que distinguir de la actividad ecuménica, sin oponerlas.

Se mueven en órdenes diversos. El Ecumenismo se orienta a la relación entre las Comunidades como tales, y busca la perfecta unión visible e institucional. Su naturaleza y objeto son, pues, distintos de la tarea de preparación a la plena incorporación individual en la Iglesia católica, que también responde al designio divino, y es obra del Espíritu Santo.

Quién dirige el ecumenismo

Corresponde en primer lugar a todo el Colegio de los Obispos y a la Sede Apostólica fomentar y dirigir entre los católicos el movimiento ecuménico, cuyo fin es reintegrar en la unidad a todos los cristianos, unidad que la Iglesia, por voluntad de Cristo, está obligada a promover (c.755 - 1).

Fruto del empeño del Papa en el proceso ecuménico, en marzo de 1993 se publicó el Directorio para la Aplicación de los Principios y de las Normas sobre el Ecumenismo.

Antes y después del Concilio

Antes del Concilio Vaticano II, la Iglesia buscaba el restablecimiento de la unidad cristiana exclusivamente como "un regreso de nuestros hermanos separados a la verdadera Iglesia de Cristo (Pio XII, en Mortalium animos). El Concilio Vaticano II llevó a cabo un cambio radical: en lugar del antiguo concepto del ecumenismo de "regreso", hoy domina el de un itinerario común, que orienta a los cristianos hacia la meta de la comunión eclesial, entendida como una unidad en la diversidad reconciliada.





domingo, 30 de julio de 2017

JUDÍOS, CRISTIANOS Y MUSULMANES, JUNTOS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO


Judíos, cristianos y musulmanes, juntos contra el cambio climático
  • "Es una herejía pensar que nuestra cultura del malgasto es sostenible"
  • Los representantes cristiano y judío no estuvieron de acuerdo en que el cambio climático sea un castigo divino, pero sí compartieron la responsabilidad que tienen, como líderes religiosos, de educar para erradicar prácticas nocivas.
  • El cambio climático: Resultado de una crisis humana
Tres referentes de las religiones monoteístas se reunieron en Jerusalén para hablar sobre el deber de educar a sus fieles en lo referente acambio climático e instaron a los gobiernos a instrumentar políticas que preserven el planeta.

El custodio en Tierra Santa, fray Francesco Patton, el cadí (juez) de la corte musulmana Sharía en Israel, Iyad Zahalka, y el rabino jefe del Comité Judío Americano, David Rosen,señalaron que el cambio climático no es resultado de una crisis natural, sino humana.

Los tres ponentes citaron fuentes de sus textos sagrados y tradiciones religiosas para apoyar el argumento de que cualquier actitud ética pasa por preservar el lugar donde viven los seres humanos, más allá de sus credos. También coincidieron en argumentar que la obligación de los fieles garantizar el bienestar de las futuras generaciones.

"El Papa Francisco se ha referido en diversas ocasiones en su encíclica Laudato si' a la obligación que tenemos de cuidar a nuestros hermanos y hermanas, y nuestro hogar", dijo el franciscano Patton.

El rabino Rosen citó el Deuteronomio y subrayó que "siempre hay que elegir la vida por encima de todo, preservar el lugar donde vivirás y donde vivirán tus hijos".

En tanto, el cadí Zahalka interpretó el calentamiento global como un castigo divino por no haber cuidado de la tierra que dios nos dio. "El Corán dice que los seres humanos hemos recibido la gran responsabilidad de cuidar del planeta y cuanto peor está la situación más claramente vemos que hemos sido negligentes con nuestro deber y que Dios nos está castigando".

Los representantes cristiano y judío no estuvieron de acuerdo en que el cambio climático sea un castigo divino, pero sí compartieron la responsabilidad que tienen, como líderes religiosos, de educar para erradicar prácticas nocivas para el medio ambiente y de exigir a los gobiernos que "fuercen" a las personas a ponerlas en práctica.

"Es una labor de todos, y urgente, y es una herejía pensar que se puede vivir aislado y que nuestra cultura del malgasto es sostenible", dijo el rabino, tajante. Y fray Patton concluyó: "Si no nos importa la naturaleza, a la naturaleza no le vamos a importar nosotros, como se está viendo".


FUENTE:
http://www.periodistadigital.com


jueves, 27 de julio de 2017

CONTRA EL ECUMENISMO DEL ODIO


Contra el ecumenismo del odio

  • El Vaticano critica a los fundamentalistas xenófobos e islamófobos en un artículo de la revista de los jesuitas visado por el propio Papa y por el secretario de Estado
  • El papa Francisco rechaza la narrativa del miedo y de la inseguridad, sobre la que Trump y su derecha alternativa construyen muros ideológicos
  • El pontífice no solo discrepa de sus propuestas sobre ecología, inmigración o impuestos, sino que rechaza su estrategia en favor de Riad
por Lluís Bassets
El País 21/07/2017

¿Quién se acuerda de Charles Maurras? Murió hace más de 60 años mientras cumplía cadena perpetua por complicidad con el enemigo alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Fue extraordinaria su influencia intelectual sobre las derechas más extremas europeas, incluidas las españolas, a través e su partido antisemita, ultra y monárquico, Action Française sobre todo entre las dos guerras mundiales. Igual de extraordinaria fue su tormentosa relación con la Santa Sede, que terminó con su excomunión y las de su seguidores y con la inclusión de un puñado de sus escritos y de la propia revista que dirigía en el Índice de Libros Prohibidos.

El tiempo de las excomuniones y del Índice de los Libros Prohibidos queda lejos, olvidado ya. Roma ya no hace cosas así, al menos desde el Concilio Vaticano II. Pero si las hiciera, no hay duda de que ahora tendríamos algo parecido a un caso Maurras a propósito de las turbulentas ideas y propuestas políticas del presidente Trump y más concretamente de su consejero estratégico Steve Bannon, un príncipe de las tinieblas que inspira las políticas más extremistas de la actual Casa Blanca, como el muro con México y el muslim ban o prohibición de entrada a EE.UU. a ciudadanos de seis países musulmanes. 

Steve Bannon es católico, mientras que Donald Trump nació en una familia presbiteriana. La religiosidad personal de ambos es más que dudosa, como le sucedía a Maurras, hasta el punto de que fue el agnosticismo del escritor francés el que le condujo a la condena eclesial. Bannon se ha divorciado dos veces a pesar de la indisolubilidad del matrimonio católico, y de Trump se desconoce si practica o si tiene siquiera alguna idea religiosa. Pero en ambos cuenta la religión como visión política del mundo, y ahí es donde el Vaticano tiene algo que decir y lo ha dicho, uniendo además en una misma crítica al catolicismo integrista y al fundamentalismo evangelista que tan buen servicio les ha rendido al Partido Republicano para ganar en las elecciones presidenciales.

Aunque el mensaje es bien claro, en cuanto a quien lo emite y a lo que dice, la vía escogida por el Vaticano es sutil e indirecta. Ha sido la revista de los jesuitas Civiltà Cattolica la que lo ha transmitido, a través de un artículo, titulado ‘Fundamentalismo evangélico e integrismo católico en Estados Unidos, un ecumenismo sorprendente’, firmado por su director, el italiano Antonio Spadaro, y por el protestante argentino Marcelo Figueroa. Un católico y un protestante denuncian precisamente la colusión de católicos y protestantes extremistas estadounidenses en un mismo pensamiento al que califican de “ecumenismo del odio”. Según el diario italiano La Repubblica, el papa francisco en persona, el secretario de Estado Pietro Parolin y el secretario para las Relaciones con Estados Unidos, Paul Richard Gallagher, han corregido y visado el artículo.

La primera característica de esta desviación teológica es el maniqueísmo, un “lenguaje que divide la realidad entre el Bien absoluto y el Mal absoluto”, cuestión en la que los autores citan al propio presidente Trump y que sitúa a los inmigrantes y a los musulmanes entre las amenazas al sistema de vida de Estados Unidos. Una segunda característica que denuncian Spadaro y Figueroa es el carácter de Teología de la Prosperidad que comparten los dos extremismos católico y evangelista. Su evangelio para ricos, difundido por organizaciones y pastores multimillonarios, predica una idea autojustificativa de que “Dios desea que sus seguidores tengan salud física, sean prósperos y personalmente felices”. La tercera característica es una defensa muy peculiar de la libertad religiosa, en la que extremistas católicos y protestantes se unen en cuestiones como la oposición al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo o la educación religiosa en la escuela, y propugnan un sometimiento de las instituciones del Estado a las ideas religiosas e incluso a la Biblia muy similar al que inspira al fundamentalismo islámico.

Esta visión del mundo proporciona una justificación teológica a la guerra y alienta la esperanza religiosa con la expectativa de un enfrentamiento apocalíptico y definitivo entre el Bien y el Mal. Las afinidades con la idea islamista radical de la yihad son bien claras. El artículo denuncia la web de extrema derecha Church Militant, que atribuye la victoria de Trump a las oraciones de los estadounidenses, propugna la guerra de religiones y profesa el llamado dominionismo, que es una lectura literalista del Genésis en la que el hombre es el centro de un universo a su entero servicio. Los dominionistas consideran anticristianos a los ecologistas y observan los desastres naturales y el cambio climático como irremediables signos escatológicos de un final de los tiempos apocalíptico, que no hay que obstaculizar, sino todo lo contrario.

No es posible comprender esta fuerte arremetida del Vaticano contra la extrema derecha estadounidense sin recordar la intervención de Steve Bannon en una conferencia celebrada en el Vaticano en 2014, en la que denunció la secularización excesiva de Occidente y anunció “la proximidad de un conflicto brutal y sangriento, (…) una guerra global contra el fascismo islámico”, en la que “esta nueva barbarie que ahora empieza erradicará todo lo que nos ha sido legado en los últimos dos mil o dos mil quinientos años”. También hay que situarlo en el marco de tensiones entre la Casa Blanca y el vaticano a propósito de Oriente Próximo, especialmente tras el primer viaje de Trump en el que pretendió conectar con las tres religiones, islam, judaísmo y catolicismo, pero terminó convirtiéndose en un reforzamiento de la alianza con Arabia Saudí y un estímulo al enfrentamiento con Teherán, con consecuencia inmediatas en el bloqueo a Qatar. 

Curiosamente, Spadaro y Figueroa defienden las raíces cristianas de Europa, pero con una argumentación inversa a la que se escuchaba en tiempos de Ratzinger, de la que ha desaparecido el supremacismo cristiano y blanco. “El triunfalismo, la arrogancia y el etnicismo vengativo son exactamente lo contrario del cristianismo”, aseguran. El artículo termina recordando que el papa Francisco combate la narrativa del miedo y la manipulación de la inseguridad y de la ansiedad de la gente, evita la reducción del Islam al terrorismo islamista y rechaza la idea de una guerra santa contra el islam o la construcción de muros físicos e ideológicos. Con la denuncia del ecumenismo del odio, el Vaticano sitúa a Steve Bannon y Donald Trump en un infierno ideológico análogo al que abrió las puertas a Maurras en 1927, ahora hace justo 90 años, en el que se encuentran condenados los políticos que utilizan la religión para dividir en vez de unir a los seres humanos.


Lluís Bassets (Barcelona, 1950) ejerce el periodismo desde 1972. Se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona y en Ciencias de la Información en la Autónoma barcelonesa. Es director adjunto de El País al cargo de la edición de Cataluña. Ha trabajado en los periódicos Tele/Expres y Diario de Barcelona y fundó el semanario El Món. Se incorporó a El País en 1982, donde ha ejercido, entre otras funciones, como jefe de Cultura, corresponsal en París y en Bruselas o director de Opinión. Es autor de los ensayos ‘La Oca del señor Bush', 'Cómo los neocons han destruido el orden internacional desde la Casa Blanca’, ‘El año de la revolución. Cómo los árabes están derrocando a sus tiranos’ o ‘La Gran Vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ y de dos libros de conversaciones: ‘Reivindicación de la política’ con Javier Solana, y ‘Aún podemos entendernos’ con Miquel Roca y Felipe González.





sábado, 22 de julio de 2017

ECUMENISMO HUMANISTA


Ecumenismo humanista

por Guillermo Sánchez Vicente

El ecumenismo humanista, además de difundir esperanzadores mensajes sobre la unidad de la familia humana, se perfila cada vez más como un movimiento de objetivos políticos, con tendencia al sincretismo y conexiones con la Nueva Era.

Aparte de las tradiciones de diálogo y encuentro interreligioso que se han dado a lo largo de la historia en Oriente y en Occidente, el ecumenismo contemporáneo, caracterizado por su institucionalización, tiene sus orígenes en los acercamientos entre las distintas confesiones protestantes en el siglo XIX. Actualmente la principal representación de este proceso ecuménico corresponde al Consejo Mundial de las Iglesias.

Desde hace varias décadas se ha desarrollado un ecumenismo más global, al que denominaremos “ecumenismo humanista”, basado en el diálogo entre todas las religiones del mundo. Auspiciado por la ONU (especialmente por su agencia cultural, la UNESCO) y por instituciones como el Parlamento de las Religiones, viene promoviendo encuentros y foros de los que emanan numerosos documentos (ver la compilación de la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso: F. Torradeflot [ed.], Diálogo entre religiones. Textos fundamentales, Madrid: Trotta, 2002). Todas estas declaraciones están inspiradas en altísimos valores éticos y comparten encomiables objetivos personales y sociales: la libertad religiosa, la paz, la justicia, la igualdad, el perdón, la compasión...

Ahora bien, un análisis cuidadoso y crítico revela fallas conceptuales de las que se podrían derivar consecuencias graves, en caso de aplicación de las medidas propuestas. En primer lugar, se tiende a fomentar la tolerancia (el año 1995 estuvo consagrado a ella por la ONU) más que el respeto. Aunque la “Declaración de principios de la tolerancia” de aquel año lo define de forma muy amplia, el concepto de tolerancia podría implicar una actitud permisiva hacia los derechos ajenos; antes o después, por su parentesco terminológico, puede derivar hacia la adopción de una posición de superioridad: indicando que se "tolera" que otro piense de modo distinto que nosotros, sin aceptar realmente su derecho inalienable. Como dice mi buen amigo Juan Fernando, los derechos ajenos no se toleran, sino que se respetan. Son los defectos ajenos los que, con vistas a una sana convivencia, han de ser tolerados. Invocando la tolerancia se puede cuestionar que las minorías defiendan sus ideas como verdaderas, sobre todo si quieren difundirlas (aun cuando no pretendan imponerlas). El relativismo subyacente a algunas declaraciones contempla como alguien sospechoso a quien pretende convencer a los demás en materia religiosa. De ahí que se acuse de "proselitismo", o incluso de "fanatismo", a algunas comunidades religiosas en crecimiento.

El tono general de las declaraciones ecuménicas es idealista; las expectativas de futuro son optimistas, incluso contra los signos que nítidamente auguran tiempos difíciles para la humanidad. En 1989, meses antes de desatarse todos los conflictos que han seguido a la disolución de la URSS, un año antes de la guerra del Golfo, dos años antes del comienzo de las guerras de los Balcanes, cinco años antes de la gran matanza de Ruanda, y doce años antes del 11-S y del inicio de la campaña “Maldad Duradera”, la “Declaración de Melbourne” de la Conferencia Mundial sobre Religión y Paz afirmaba con ilusión: «Empieza a tomar forma el sueño de una comunidad mundial». Este mismo texto anuncia, como es característico del movimiento ecuménico humanista, la superación de las religiones tradicionales y el advenimiento de lo que podemos considerar la Época Neorreligiosa: «Debemos mantener viva la convicción de que lograr la felicidad y la realización humanas depende de poderes espirituales superiores, poderes que nos capacitan para creer que la paz es posible.»

Es más, algunos documentos de la Conferencia Mundial sobre Religión y Paz, en su pretensión de construir un «nuevo orden económico internacional» (“Declaración de Melbourne”) parecen fomentar, o al menos asumir, la vinculación entre la religión y el estado: «Conscientes de que las estructuras económicas y políticas están muy a menudo entrelazadas con las estructuras religiosas de la sociedad, hacemos un llamamiento a las comunidades religiosas del mundo para que examinen sus vínculos con las estructuras de poder, así como sus propias actividades económicas» (ibíd.). La “Declaración de Riva del Garda” afirma: «Cuando el Estado apoya un ethos interreligioso y pluralista, se fomenta el bienestar de las minorías, así como el de la nación entera» (cursivas añadidas).

En relación con la acción política, es loable el llamado constante a la búsqueda de soluciones según el principio de la no violencia, si bien en algunos casos subyacen concepciones pragmáticas basadas en la confrontación, incluso violenta. Por ejemplo, la declaración inicial “Hacia una ética mundial” (1993) del Parlamento de las Religiones del Mundo (documento estrechamente asociado al Proyecto de una ética mundial del teólogo disidente católico H. Küng) reconocer que «mientras haya dominadores que opriman a los dominados, instituciones que aplasten a las personas y un poder que sofoque el derecho, no habrá más remedio que recomendar una actitud de resistencia que, dentro de lo posible, se ejerza sin violencia» (cursiva añadida).

Este mismo organismo, en su “Llamamiento a las instituciones”, insta a los gobiernos a «participar en un diálogo y asesoramiento con las comunidades religiosas y espirituales en relación con la resolución pacífica de conflictos y los criterios (si los hubiere) para una “guerra justa”» (negrita añadida; ver un ejemplo de argumentación a favor de una “guerra justa” en El Vaticano y la guerra de Afganistán). Una muestra de cómo el idealismo dominante puede tornarse pragmatismo político, y dar paso a la justificación religiosa de fenómenos como la guerra.

Cada vez que se utilizan las palabras “paz” y “justicia” en este tipo de declaraciones hay que entenderlas en el sentido en que las emplean los políticos, no desde una dimensión exclusivamente espiritual. Las aproximaciones ecuménicas son primordialmente sociopolíticas, pues esto es lo que preocupa a la sociedad y a los dirigentes hoy, no la espiritualidad. Ésta se concibe, cuando es ineludible (hoy lo es cada vez más) como puro instrumento de transformación social, siempre sometido a los modelos políticos en boga.

Por otro lado, es de destacar que en muy pocas ocasiones se apela al principio de separación entre las organizaciones religiosas y el estado. Esta ausencia es comprensible si se tiene en cuenta que estas declaraciones oficiales intentan aglutinar a representantes de todas las tradiciones religiosas, algunas de las cuales no reconocen explícitamente este principio; y que lo hacen sugiriendo la necesidad de cooperar estrechamente con los estados y con organismos supranacionales. Pero, considerando que esta separación es un pilar básico en el desarrollo de la democracia y las libertades en Occidente, puede resultar preocupante que no se destaque como esencial. Estaríamos ante uno de los característicos riesgos de la búsqueda del consenso en torno a mínimos comunes.

El movimiento ecuménico, que nació, al menos en parte, de la inquietud por un conocimiento mutuo profundo y sincero, ha evolucionado hacia una institucionalización de proyección política, que amenaza con quebrar las frágiles fronteras con que a través de la historia algunas naciones han conseguido delimitar el poder político de la práctica religiosa. Desde la Reforma protestante, es patrimonio de Occidente haber circunscrito (que no “proscrito”) la religiosidad al ámbito privado (por contraposición al estatal), correspondiendo al estado solamente la protección de sus derechos. Ahora se quiere invertir esta concepción; según Raimon Panikkar, «el escándalo de Occidente [...] se pone de manifiesto en el hecho de que la religión se convierte en un fenómeno sectario en el sentido más estricto de la palabra, como si fuese una práctica privada. Ello constituye ya la degradación de lo que es el núcleo religioso del hombre» (en F. Torradeflot, op. cit., p. 177; cursiva añadida). La Modernidad supuso una privatización de la religión, entendida como el paso a un marco regido por la voluntad individual y no por la coacción pública; la globalización impulsa una imbricación de las religiones con el ámbito político o estatal. Esto podría implicar el peligro de querer establecer cuál es la función social de las religiones y, en gran medida, condicionar su propia identidad. Se contempla el ecumenismo cada vez más como vía de solución de problemas globales: desde el 11-S las referencias a los atentados acaecidos ese día y sus consecuencias geopolíticas son constantes en las declaraciones ecuménicas.

La superación del discurso religioso tradicional es una de las líneas de acción fundamentales en gran parte del ecumenismo humanista. Según la agencia vaticana Zenit, el fundador de la Iniciativa de las Religiones Unidas, William E. Swing, afirmó tras el 11-S que «los secuestradores no mantienen una versión corrompida del Islam porque las religiones –todas las religiones– son culpables de difundir el terrorismo». Proclamó que, tras los ataques terroristas, «ha llegado un nuevo día para la actividad interreligiosa en Estados Unidos». En una reunión en el Centro Eclesial de las Naciones Unidas otro de los participantes afirmó: «El problema es la religión, el entero concepto de religión que exige conformidad» (Zenit, 15.10.01).

Una consecuencia del relativismo de estas iniciativas, llevando al extremo el concepto de “tolerancia”, es la limitación de la libertad religiosa. Con la acusación de “proselitismo” se pretende prohibir el derecho a la expresión de las convicciones religiosas con fines de difundir una creencia. El propio Swing defiende que «el proselitismo debería ser ilegal en la zona de las Religiones Unidas» (ibíd.).

Sincretismo y Nueva Era

La búsqueda de una religión universal implica necesariamente el sincretismo. En este sentido, las declaraciones interreligiosas siempre “favorecerán” los postulados de las creencias más sincretistas; de ahí que sea frecuente encontrar expresiones que reflejan la “teología” de las religiones orientales.

El Templo de la Comprensión, una institución inspirada en las iniciativas del monje católico Thomas Merton, aspira a constituirse en unas “Naciones Unidas espirituales”; en su “Declaración sobre la Unidad de la Familia Humana” no habla de Dios, sino de «una única entidad de origen divino», y alude a «la tarea evolutiva de la vida humana y de la sociedad para moverse por la eterna corriente del tiempo hacia la interdependencia, la comunión y una conciencia cada vez mayor de la Divinidad». Esta cosmovisión orientalista se aproxima a la corriente universal de la Nueva Era, movimiento sincrético por antonomasia, y se aleja radicalmente de las religiones abrahámicas. 

Las invitaciones a “venerar la Tierra y todos los seres vivos” son también cada vez más frecuentes, y se tiende a buscar la unidad en aspectos simbólicos y hasta idolátricos: desde la oración ecuménica, la liturgia y la veneración de imágenes y reliquias, hasta la sacralización de espacios y ciudades (como Jerusalén). Muchas de estas iniciativas provienen de la Iglesia Católica Romana (ICR). El arzobispo de Viena, Christoph Shönborn, hablando del surgimiento de «una cultura alternativa a la dominante hoy día», defendía que podría reservarse «un papel privilegiado la liturgia, que es quizá la obra más bella de la cultura cristiana. Es un mundo de belleza, un espacio en el que se encuentra el sentido, la cercanía con Dios y entre los hombres» (Zenit, 25.5.01).

El Vaticano ha advertido sobre los riesgos del sincretismo, a pesar de que este estado es uno de los que más fomenta el diálogo interreligioso y está presente en casi todos los foros ecuménicos. El papa mantiene encuentros con representantes de creencias tan distantes a la suya como el hinduismo, el islam, el budismo, el sintoísmo, el zoroastrismo, los Baha´i, y de diversas religiones tradicionales de África y Norteamerica. Él mismo afirmó que «en vez de sorprendernos de que la Providencia permita tal variedad de religiones, deberíamos más bien maravillarnos de los numerosos elementos comunes que se encuentran en ellas» y ante la existencia de religiones animistas (tan radicalmente alejadas de la teología bíblica), se preguntaba: «¿Hay, quizá, en esta veneración a los antepasados una cierta preparación para la fe cristiana en la comunión de los santos, por la que todos los creyentes –vivos o muertos– forman una única comunidad, un único cuerpo?» (Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona: P&J, 1994, pp. 96-97).

Lo que es evidente es que la ICR no está dispuesta a perder sus esencias, especialmente en lo que concierte a la autoridad; otra cosa son algunos aspectos doctrinales menores, en los que no sería sorprendente que se aceptaran cambios, dado que así se han producido a lo largo de la historia de esta institución, cuya teología es profundamente sincrética. La condena del sincretismo debe entenderse en el marco de una lucha por el poder global.



FUENTE
La Excepción.com




jueves, 20 de julio de 2017

POR LA PAZ

Obispo Jung: “Nos comprometemos a prestar apoyo y colaboración a los esfuerzos no violentos para acabar con todas las guerras”


En un emotivo culto celebrado el 8 de julio en la Iglesia Betania de Leipzig (Alemania), un pastor de Corea del Norte y un pastor de Corea del Sur presidieron conjuntamente la sagrada comunión, poniendo fin a una reunión que subrayó la necesidad de formular respuestas ecuménicas urgentes ante la peligrosa escalada de las tensiones en la península de Corea.

El obispo Hee-Soo Jung, de la Iglesia Metodista Unida en los Estados Unidos, pronunció un sermón en el que observó que no podemos seguir viviendo como si las vidas de los demás no fueran de nuestra incumbencia.

“Nosotros, que seguimos a Jesús, estamos conectados porque Dios nos ha reunido”, dijo el obispo Jung, que también es presidente de la Junta General de Ministerios Globales. “Estamos conectados a Dios, a Jesús y los unos con los otros. Nuestras vidas están conectadas, nos guste o no”.

Con las palabras de Jung se clausuró oficialmente una reunión del Foro Ecuménico para la Paz, la Reunificación y la Cooperación al Desarrollo en la Península de Corea (abreviado Foro Ecuménico para Corea, FEC), celebrada en Leipzig (Alemania) el 7 y el 8 de julio. Treinta y dos representantes de iglesias y organizaciones afines de la República Popular Democrática de Corea, la República de Corea y siete otros países participaron en la reunión auspiciada por la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR) y el Consejo Mundial de Iglesias (CMI).

El FEC, convocado y moderado por el CMI, fue inaugurado en 2006 como una red de iglesias, consejos nacionales de iglesias, organizaciones misioneras y organismos de desarrollo relacionados con las iglesias.

Hacerse uno con Cristo empieza con nuestra propia práctica y con la aceptación incondicional de los demás, abrazándolos como si fueran nuestros parientes más cercanos, explicó Jung. “Este acto mutuo de aceptación sería amor, la entrada al reino de Dios. Amarlos tal como son. Alegrarnos de esta relación de amor en la casa de Dios”.

La invitación al amor es hacer que la vida de una persona se convierta en la búsqueda de un tesoro para encontrar todo lo que se puede amar en la vida de esa persona, observó. “Es una búsqueda que tiene por objeto descubrir lo que está detrás, debajo de los detalles desagradables”.

Jung y otros participantes en la reunión se comprometieron a irse con la determinación de trabajar juntos por la paz y la unidad.

“Creemos que las guerras y el militarismo hacen que estemos menos seguros en vez de protegernos, que destruyen, hieren y traumatizan a los adultos, los niños y los recién nacidos, causan graves daños al medio ambiente, erosionan las libertades civiles, y desangran nuestras economías, drenando los recursos de las actividades que afirman la vida”, explicó. “Nos comprometemos a prestar apoyo y colaboración a los esfuerzos no violentos para acabar con todas las guerras y preparativos bélicos, y crear una paz justa y sostenible”.


Promesas de todas las familias de iglesias y todos los países para asentar la paz en la península de Corea

Photo: Marianne Ejdersten/WCC

Al término de un foro para la paz en la península de Corea convocado por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), los participantes, venidos de todo el mundo en representación de muchas iglesias, se comprometieron a trabajar juntos para acompañar a los cristianos de Corea del Norte y del Sur en sus esfuerzos por la paz, la reconciliación y el desarrollo.

El Foro Ecuménico para la Paz, la Reunificación y la Cooperación al Desarrollo en la Península de Corea (abreviado Foro Ecuménico para Corea, FEC) se reunió en Leipzig (Alemania) el 7 y el 8 de julio en un momento de gran intensificación de las tensiones en la región. Por su parte, los participantes en el FEC reafirmaron tanto sus esperanzas como su determinación a favor de una resolución pacífica del conflicto.

En sus declaraciones, los participantes, de Mimi Han, representante de la YWCA en la República de Corea, que pidió un “espacio más seguro e inclusivo para los jóvenes y las mujeres en las instancias decisorias”, a Steve Pearce, coordinador de la colaboración con Asia de la Iglesia Metodista en Gran Bretaña, que reclamó “acciones concretas de paz por parte de la comunidad internacional”, expresaron la firme convicción de que las iglesias tienen un papel que desempeñar en la construcción de la paz.

“De esta reunión se desprende que como iglesias tenemos la responsabilidad de hablar de esta necesidad cada vez que se nos presente la oportunidad y de contribuir a la creación de una nueva y adecuada comprensión de la realidad actual”, dijo Pearce. “Habiendo escuchado el dolor de mis hermanos y hermanas tanto en el Norte como en el Sur, sin duda alguna, me comprometo a obrar en este sentido”.

Christine Elliott, directora de los programas eclesiales mundiales de Iglesias Unidas en Gran Bretaña e Irlanda (CTBI, por sus siglas en inglés), observó que “en estos tiempos de intensificación de las tensiones en torno a la península de Corea, es esencial que nos opongamos a la retórica del miedo y promovamos la confianza en el poder de la reconciliación y el amor a fin de construir una paz duradera en la región”.

La situación actual exige medidas inmediatas

Treinta y dos representantes de iglesias y organizaciones afines de Corea del Norte, Corea del Sur y siete otros países participaron en la reunión auspiciada por la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR).

El FEC se creó en 2006 como una red de iglesias, consejos nacionales de iglesias, organizaciones misioneras y organismos de desarrollo relacionados con las iglesias, en cooperación con el CMI, la Conferencia Cristiana de Asia y otros organismos ecuménicos, y es convocado y moderado por el CMI.

La CMIR y otras muchas iglesias mantienen desde hace mucho tiempo un compromiso con la península de Corea. En su recién concluida Asamblea General celebrada en Leipzig, la CMIR expresó su compromiso en una resolución titulada “Proceso de Acompañamiento Ecuménico para la Sanación, la Reconciliación y la Reunificación Pacífica de la Península de Corea”.

El Rev. Dr. Chris Ferguson, secretario general de la CMIR, dijo: “Apreciamos el acompañamiento ecuménico de larga data brindado a la relación, el diálogo y el intercambio entre los cristianos de Corea del Norte y del Sur como un recurso escaso –y ahora posiblemente único– para la paz en la región”.

Se prevé que la próxima reunión del FEC tenga lugar en Ginebra en junio de 2018, en el marco de la celebración del 70 aniversario del CMI.

Plan de defensa y promoción

En la reunión del FEC en Leipzig, los participantes perfilaron los elementos de un plan de defensa y promoción que esperan que ayude a promover la visión de una paz justa, duradera y sostenible en la península de Corea. “El plan aborda el anhelo colectivo del pueblo coreano de lograr una seguridad verdadera y una paz justa, en el norte y el sur de la península”, indicó el Rev. Dr. Liberato Bautista, copresidente del Foro Asia-Pacífico de Directivos Eclesiales Norteamericanos y subsecretario general para las Naciones Unidas y Asuntos Internacionales de la Junta General Iglesia y Sociedad de la Iglesia Metodista Unida de los Estados Unidos.

“Este plan es un llamamiento a proporcionar plataformas y espacios donde se pueda escuchar con fuerza y de manera urgente la voz del pueblo coreano y sus dificultades. Los dirigentes políticos y religiosos del mundo deben escuchar nuestra voz colectiva a favor de la distensión inmediata en la región a fin de abrir paso a la creación de un clima de confianza, algo crucial para la construcción de una paz duradera”.

En Alemania, la Iglesia Evangélica (EKD) y Pan para el Mundo participan en conversaciones con el Gobierno sobre las repercusiones del régimen actual de sanciones en la prestación de ayuda humanitaria en las situaciones de desastre.

“La campaña a favor de un tratado de paz cuenta con el apoyo de los organismos misioneros y grupos de colaboración en las iglesias que tienen relaciones con las iglesias en Corea”, explicó la Rev. Claudia Ostarek, secretaria ejecutiva de EKD para Asia Oriental, Australia y América del Norte. “La Iglesia Evangélica de Alemania propicia foros donde se pueda debatir sobre el proceso de paz en la península de Corea y se ha comprometido a promover el establecimiento de redes de contacto. Las experiencias alemanas de vivir en un país dividido y del proceso de reunificación constituyen una aportación importante al debate sobre la paz y la reconciliación en Corea”.

Judith Königsdörfer, representante de EKD y miembro del Comité Central del CMI, manifestó preocupación por el hecho de que las cuestiones geopolíticas y los mensajes de los medios de comunicación a menudo se presentan de manera unidimensional. A pesar de ello, precisó, “hemos vuelto a sentir que existe el empeño constante de avanzar juntos”.

Königsdörfer también destacó que el grupo ha confirmado el deseo de prestar una atención especial a la participación de las mujeres y los jóvenes. “Todas las partes interesadas del FEC deberían movilizar sus fuerzas; las voces de las mujeres y la nueva generación son esenciales para la paz y la reunificación de la península coreana”, dijo. “Estamos en una peregrinación de justicia y paz; deberíamos contribuir a que el mundo tenga una imagen más completa de la situación”.

Presencia de los creyentes

Los participantes en el foro convinieron que, cuando la paz se ve amenazada, los cristianos y creyentes de otras religiones deben estar presentes y actuar. “Debemos dar testimonio de este llamamiento, y buscar maneras positivas y justas de mitigar el conflicto. El Foro Ecuménico para Corea brinda un espacio único para el diálogo, el debate y el encuentro entre los cristianos de Corea del Norte y del Sur y los asociados internacionales”, observó Patti Talbor, jefa del equipo de colaboración eclesial de la Iglesia Unida del Canadá.

“Al reunirnos en Leipzig, y ante la intensificación de las tensiones políticas en Asia Nororiental, reconocimos el imperativo de redoblar los esfuerzos a favor de la paz, la reconciliación y la reunificación de la península de Corea”, explicó.

Los participantes lo calificaron de momento para la distensión, la desmilitarización y el diálogo.

Talbott añadió: “Juntos, oramos por la reconciliación y la paz, y nos comprometimos a abogar y adoptar nuevas medidas de colaboración. Sabemos que esto es esencial para la paz en Corea y a escala mundial”.

El Rev. Dr. Lee Hong-Jung, ex secretario general de la Iglesia Presbiteriana en la República de Corea, calificó la división de la península coreana de pecado estructural contra Dios, la humanidad y la naturaleza.

“La división está en contradicción con la voluntad divina de plenitud de vida para todos”, dijo. “Si contemplamos la historia del pueblo coreano desde la perspectiva de la historia de la acción salvífica de Dios y de lo que quiere para el mundo, la división de la península coreana no es el fin de la historia”.

Y añadió: “Al contrario, la división equivale a poner un punto final a hacer brotar la voluntad de renovación y transformación, en virtud de la cual el pueblo de Dios está llamado a participar en la sanación, la reconciliación y la reunificación pacífica de la península de Corea”.

Lutz Drescher, secretario de enlace jubilado para Asia Oriental y la India de la Misión Evangélica en Solidaridad (EMS) y coordinador interino del FEC, reflexionó sobre la diferencia conceptual entre unificación y reunificación. “No utilizo el término ‘reunificación’, que podría malinterpretarse como un intento de volver a una situación que ya ha existido en el pasado”, puntualizó Drescher. “La unificación será un proceso creativo del que surgirá algo nuevo”.

La unificación no será posible sin el apoyo de los Estados Unidos, China, Japón y Rusia, precisó Drescher. “Quizás las iglesias de esos países y de Asia Nororiental en general aquí presentes pueden tratar de influir en sus Gobiernos”, sugirió.

Muchos participantes en el FEC señalaron que la peregrinación de justicia y paz es una búsqueda mundial permanente, que no se limita a una sola reunión o nación. “La paz no es una idea que ayuda a soñar, sino un programa de vida que nos ayuda a diseñar un proceso con un destino”, reflexionó Salomon Benjamin, responsable de programas de EMS para Asia y la India.

“Enemigo no es aquel que te odia, sino aquel al que tú odias”, especificó. “Dios, ayúdame y ayúdanos a proseguir la búsqueda de la paz”.

Un camino hacia la paz

La tragedia de los conflictos del pasado todavía sigue viva para muchas personas, observó la Rev. Dra. Hyun Ju Bae, representante de la Iglesia Presbiteriana de la República de Corea y miembro del Comité Central del CMI. “La Guerra Fría del siglo XX provocó tragedias y un gran dolor en el pueblo de la península coreana, tal como atestiguan los tres millones de víctimas y los diez millones de familias separadas”, afirmó Bae. “El FEC constituye una plataforma única de gran valor que permite a los asociados ecuménicos reunirse para debatir asuntos estratégicos importantes y maneras de superar este dolor”.

La reciente fuerte escalada militar en la península de Corea, así como la agitada historia de esta región, han puesto de relieve la importancia de los esfuerzos encaminados a lograr la reconciliación, la coexistencia pacífica y la unidad.

En 2018, las iglesias coreanas invitarán a los miembros del FEC a celebrar el 30 aniversario de la Declaración de las Iglesias de Corea sobre la Unificación Nacional y la Paz, emitida por el Consejo Nacional de Iglesias de Corea en 1988. La declaración, pionera en su momento, ha seguido ejerciendo una importante influencia entre las iglesias y los políticos coreanos.

Los líderes religiosos de Corea también están planificando celebraciones con motivo del centésimo aniversario de la independencia coreana de Japón. Según se prevé, el fortalecimiento de las iniciativas interreligiosas ocupará un lugar central.

Los participantes en el FEC también hablaron de fomentar el diálogo entre todas las partes interesadas y los asociados internacionales mediante la celebración de una cumbre de dirigentes religiosos.

“El programa de la cumbre debería incluir un llamamiento al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a levantar las sanciones existentes”, dijo el Rev. Dr. Victor Hsu, subsecretario general saliente de la Iglesia Presbiteriana en Taiwán, responsable de las relaciones ecuménicas.

Hsu también instó al Consejo Nacional de Iglesias de Cristo en los Estados Unidos a movilizar a los líderes religiosos para que ejerzan presión en la Administración estadounidense a fin de que esta se abstenga de llevar a cabo intervenciones militares provocadoras en la región coreana.

“Recalcamos la necesidad de emprender acciones de defensa y promoción eficaces recurriendo a los medios de comunicación para poner de manifiesto el compromiso de la comunidad religiosa con la paz y la reunificación de Corea, y dejar claro que un camino alternativo a la paz es posible y deseable para el pueblo coreano”, señaló Hsu.

La reunión concluyó el 8 de julio con la celebración de un culto, durante el cual un pastor de Corea del Norte –el Rev. Kang Myong-chol, presidente de la Federación Cristiana Coreana– y un pastor de Corea del Sur –el Rev. Kim Young-ju, secretario general del Consejo Nacional de Iglesias de Corea– presidieron conjuntamente la sagrada comunión.

El obispo Hee-Soo Jung, de la Iglesia Metodista Unida en los Estados Unidos, pronunció un sermón en el que dijo: “Nosotros, que seguimos a Jesús, estamos conectados porque Dios nos ha reunido. Estamos conectados a Dios, a Jesús y los unos con los otros. Nuestras vidas están conectadas, nos guste o no”.

FUENTE:
Consejo Mundial de Iglesias
http://www.oikoumene.org