Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

jueves, 31 de agosto de 2017

DEFENSA DEL MEDIO AMBIENTE

El Papa anuncia mensaje conjunto con el Patriarca Bartolomé en defensa del medio ambiente


El Papa Francisco anunció que el 1 de septiembre, con motivo de la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación, se hará público un mensaje ecuménico firmado por el Santo Padre y por el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, en el que se invitará a desarrollar un comportamiento respetuoso con el medio ambiente.

Tras pronunciar su catequesis en la Audiencia General de este miércoles en la Plaza de San Pedro, Francisco recordó la celebración de la Jornada y adelantó una parte del contenido del mensaje.

En él “invitamos a todos a asumir una actitud respetuosa y responsable con la creación. Hacemos también un llamado a todos los que desempeñan responsabilidades a escuchar el grito de la tierra y el grito de los pobres que más sufren como consecuencia de los desequilibrios ecológico”, indicó el Pontífice.

El Papa Francisco estableció la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación en agosto de 2015 y desde entonces se celebra cada 1 de septiembre. De esta manera, el Papa quiso compartir la defensa del medio ambiente junto con la Iglesia Ortodoxa, que celebra esta jornada desde el año 1989, y otorgarle de esa manera un componente ecuménico.

En la carta enviada en 2015 al Cardenal Turkson, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, y al Cardenal Koch, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el Santo Padre indicó que la institución de esta Jornada para la Iglesia Católica se trata de una iniciativa en consonancia con su Encíclica Laudato Si’ sobre el cuidado de la casa común.

“Compartiendo con el amado hermano Bartolomé, Patriarca Ecuménico, la preocupación por el futuro de la creación y, acogiendo la sugerencia de su representante, el Metropolita Ioannis de Pérgamo, que intervino en la presentación de la Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, deseo comunicarles que he decidido instituir también en la Iglesia Católica la ‘Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación’, que, a partir del año en curso, será celebrada el 1 de septiembre, tal como acontece desde hace tiempo en la Iglesia Ortodoxa”, señaló en la misiva.

FUENTE:
https://www.aciprensa.com/




miércoles, 30 de agosto de 2017

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN


JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN

CUSTODIOS DEL AGUA

INVITACIÓN

La Asamblea Episcopal Ortodoxa de España y Portugal y el Arzobispado de Madrid (Iglesia Católica Romana) tienen el honor y el placer de invitarles a la

Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación

Se celebrará en Madrid el sábado
2 de septiembre de 2017


MESA REDONDA

Lugar: 
Colegio Cristo Rey. 
C/ Santa Úrsula,5. 
MADRID
Metro: Puerta del Angel (L6)
Bus: 1,33,36,39,65,500

17'00 horas: Acogida y limonada ecológica
17'30 horas: Panel de expertos: Custodios del Agua  
Ponentes:
  • Archimandrita P. Demetrio. Iglesia Ortodoxa 
  • Dña. Soledad Suarez. Manos Unidas
  • Dña. Amaya Sánchez. Custodia del Territorio 
  • Don Alberto Garrido. Observatorio del Agua de la Fundación Botín
19'00 horas: Peregrinación a la Casa de Campo

ORACIÓN ECUMÉNICA 

Lugar: 
Casa de Campo
Cerro de la Torrecilla (junto al lago).
MADRID 
Metro: Lago (L10) 

19'30 horas Oración Ecuménica presida por: 
  • Cardenal Arzobispo, D. Carlos Osoro. ICR 
  • Metropolita Monseñor Policarpo. IOPEC 
  • Obispo Monseñor Timotei. IOR 
  • Arzobispo Monseñor Nicolaos Matti, ISO 
Con la participación musical de SIQUEM

Para más información Telf.: (+34) 619 285 243






martes, 29 de agosto de 2017

EL VALOR DEL SILENCIO


El valor del silencio

por Hno. Alois, prior de Taizé



Tres veces al día, todo se detiene de Taizé: el trabajo, los estudios bíblicos, los intercambios. Las campanas llaman para la oración en la iglesia. Centenas, a veces miles de jóvenes de países muy diversos de todo el mundo, rezan y cantan con los hermanos de la Comunidad. La Biblia se lee en varias lenguas. En medio de cada oración común, el largo tiempo de silencio es un momento único de encuentro con Dios.



Silencio y oración

Si nos dejamos guiar por el libro más antiguo de oración, los salmos bíblicos, encontraremos en ellos dos formas principales de la oración. Por un lado, la lamentación y la llamada de auxilio, y por otra el agradecimiento y la alabanza. De un modo más escondido, existe un tercer tipo de oración, sin súplica ni alabanza explícita. El Salmo 131, por ejemplo, no es más que calma y confianza: «Mantengo mi alma en paz y en silencio… Pon tu esperanza en el Señor, ahora y por siempre.»

A veces la oración calla, pues una comunión apacible con Dios puede prescindir de palabras. «Acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.» Como un niño privado de su madre que ha dejado de llorar, así puede ser «mi alma en mí» en presencia de Dios. La oración entonces no necesita palabras, quizás ni reflexiones.

¿Cómo llegar al silencio interior? A veces permanecemos en silencio, pero en nuestro interior discutimos fuertemente, confrontándonos con nuestros interlocutores imaginario o luchando con nosotros mismos. Mantener nuestra alma en paz supone una cierta sencillez: «No pretendo grandezas que superan mi capacidad.» Hacer silencio es reconocer que mis preocupaciones no pueden mucho. Hacer silencio es dejar a Dios lo que está fuera de mi alcance y de mis capacidades. Un momento de silencio, incluso muy breve, es como un descanso sabático, una santa parada, una tregua respecto a las preocupaciones.

La agitación de nuestros pensamientos se puede comparar a la tempestad que sacudió la barca de los discípulos en el mar de Galilea cuando Jesús dormía. También a nosotros nos ocurre estar perdidos, angustiados, incapaces de apaciguarnos a nosotros mismos. Pero también Cristo es capaz de venir en nuestra ayuda. Así como amenazó el viento y el mar y «sobrevino una gran calma», él puede también calmar nuestro corazón cuando éste se encuentra agitado por el miedo y las preocupaciones (Marcos 4).

Al hacer silencio, ponemos nuestra esperanza en Dios. Un salmo sugiere que el silencio es también una forma de alabanza. Leemos habitualmente el primer versículo del salmo 65: «Oh Dios, tú mereces un himno». Esta traducción sigue la versión griega, pero el hebreo lee en la mayor parte de las Biblias: «Para ti, oh Dios, el silencio es alabanza.» Cuando cesan las palabras y los pensamientos, Dios es alabado en el asombro silencioso y la admiración.

La Palabra de Dios: trueno y silencio

En el Sinaí, Dios habla a Moisés y a los israelitas. Truenos, relámpagos y un sonido te trompeta cada vez más fuerte precedía y acompañaba la Palabra de Dios(Éxodo 19). Siglos más tarde, el profeta Elías regresa a la misma montaña de Dios. Allí vuelve a vivir la experiencia de sus ancestros: huracán, terremoto y fuego, y se encuentra listo para escuchar a Dios en el trueno. Pero el Señor no se encuentra en los fenómenos tradicionales de su poder. Cuando cesa el ruido, Elías oye «un susurro silencioso», y es entonces cuando Dios le habla. (1 Reyes 19).

¿Habla Dios con voz fuerte o en un soplo de silencio? ¿Tomaremos como modelo al pueblo reunido al pie del Sinaí? Probablemente sea una falsa alternativa. Los fenómenos terribles que acompañan la entrega de los diez mandamientos subrayan su importancia. Guardar los mandamientos o rechazarlos es una cuestión de vida o muerte. Quien ve a un niño correr hacia un coche que está pasando tiene razón de gritar lo fuerte que pueda. En situaciones análogas, han habido profetas que han anunciado la palabra de Dios de modo que resuene fuertemente a nuestros oídos.

Palabras que se dicen con voz fuerte se hacen oír, impresionan. Pero sabemos bien que éstas no tocan casi los corazones. En lugar de una acogida, éstas encuentran resistencia. La experiencia de Elías muestras que Dios no quiere impresionarnos, sino ser comprendido y acogido. Dios ha escogido «una voz de fino silencio» para hablar. Es una paradoja:

Dios es silencioso, y sin embargo habla

Cuando la palabra de Dios se hace «voz de fino silencio», es más eficaz que nunca para cambiar nuestros corazones. El huracán del monte Sinaí resquebrajaba las rocas, pero la palabra silenciosa de Dios es capaz de romper los corazones de piedra. Para el propio Elías, el súbito silencio era probablemente más temible que el huracán y el trueno. Las manifestaciones poderosas de Dios le eran, en cierto sentido, familiares. Es el silencio de Dios lo que le desconcierta, pues resulta tan diferente a todo lo que Elías conocía hasta entonces.

El silencio nos prepara a un nuevo encuentro con Dios. En el silencio, la palabra de Dios puede alcanzar los rincones más ocultos de nuestro corazón. En el silencio, la palabra de Dios es «más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu.» (Hebreos 4,12). Al hacer silencio, dejamos de escondernos ante Dios, y la luz de Cristo puede alcanzar y curar y transformar incluso aquello de lo que tenemos vergüenza.

Silencio y amor

Cristo dice: «Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Juan 15,12). Tenemos necesidad de silencio para acoger estas palabras y ponerlas en práctica. Cuando estamos agitados e inquietos, tenemos tantos argumentos y razones para no perdonar y no amar demasiado y con facilidad. Pero cuando mantenemos «nuestra alma en paz y en silencio», estas razones se desvanecen. Quizás evitamos a veces el silencio, prefiriendo en vez cualquier ruido, cualquier palabra o distracción, porque la paz interior es un asunto arriesgado: nos hace vacíos y pobres, disuelve la amargura y las rebeliones, y nos conduce al don de nosotros mismos. Silenciosos y pobres, nuestros corazones son conquistados por el Espíritu Santo, llenos de un amor incondicional. De manera humilde pero cierta, el silencio conduce a amar.





sábado, 26 de agosto de 2017

REUNIÓN EN ROMA DEL PAPA FRANCISCO Y DIRIGENTES DEL CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS

El papa Francisco y los dirigentes del CMI se reúnen en Roma


Durante una audiencia con el papa Francisco, en el Vaticano, la moderadora del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), Agnes Abuom, y el Secretario General del CMI, el Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, discutieron sobre la importancia de la unidad de los cristianos para aportar un verdadero sentido de justicia a los asuntos que el mundo afronta hoy. En la reunión se habló también sobre la forma de intensificar las relaciones en el movimiento ecuménico único.

El Rev. Tveit dijo tras la reunión: “Estamos muy agradecidos por la reunión mantenida hoy con el papa Francisco, que ha sido muy constructiva y fructífera. Vivimos en una época en que el propósito y los objetivos del movimiento ecuménico son de gran relevancia. Teniendo en cuenta esa realidad, es necesario iniciar una nueva búsqueda de la unidad”, dijo. “A través de las múltiples dimensiones de su labor, el CMI contribuye a la unidad de la iglesia y, la unidad que el propio Consejo es capaz de expresar, a su vez, contribuye a la unidad de la humanidad”.

Tveit añadió: “Existe una voluntad por parte de las iglesias miembros y consejos asociados del CMI y otras entidades, en la Iglesia Católica Romana, de buscar un testimonio unido y un servicio común para unir nuestras metas y nuestros recursos en beneficio de quienes más necesitan nuestra atención”.

El Rev. Tveit afirmó que “tenemos una visión común del papel del movimiento ecuménico y de las necesidades de las iglesias en un mundo dividido y frágil”.

La Dra. Agnes Abuom subrayó: “La unidad de la iglesia y la unidad de la humanidad están conectadas entre sí”, a lo que añadió que “los esfuerzos ecuménicos no pueden lograr sus objetivos sin una comprensión profunda de lo que significa vivir juntos en el cuerpo de Cristo, en el amor de Cristo. Estamos trabajando, caminando y orando juntos”.

“Las numerosas manifestaciones de polarización, las brechas aun más profundas entre ricos y pobres, el extremismo y la violencia, la inquietud sobre el futuro del planeta Tierra y la supresión de la rendición de cuentas por nuestro hogar común y nuestro futuro generan una alerta constante por todo lo que defendemos”.

Además de destacar el importante papel de los líderes religiosos en la búsqueda de soluciones a los conflictos del mundo, Abuom y Tveit hablaron también sobre el cambio climático y la justicia económica como principales preocupaciones de la peregrinación de justicia y paz.

“El futuro de la humanidad está amenazado, los más pobres de entre nosotros ya están sintiendo las peores consecuencias. Le animamos a usted y a la Iglesia Católica Romana a unirse a nosotros para poner en marcha un verdadero cambio de las mentes, los corazones y las prioridades”, dijo Tveit.

El encuentro con el papa Francisco incluyó una oración común por la unidad, la paz y la reconciliación. La audiencia concluyó con el deseo compartido de buscar nuevas ocasiones para reunirse en 2018.

Visita a Roma los días 23 y 24 de agosto

La visita a Roma fue organizada por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos de la Iglesia Católica Romana. Se celebró asimismo una reunión especial con el cardenal Kurt Koch sobre el Grupo Mixto de Trabajo con la Iglesia Católica y el CMI.

El Rev. Tveit dio al cardenal Koch el documento del CMI “Growth in Agreement IV: International Dialogue Texts and Agreed Statements, 2005 – 2013”, que resume la historia del ecumenismo de la última década.

La delegación del CMI se reunió con la Dra. Flaminia Giovanelli, subsecretaria del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz. La conversación se centró en la justicia climática y la COP23 en Bonn, las armas nucleares, la próxima consulta sobre migración y xenofobia, en diciembre, y las iniciativas de consolidación de la paz.

El miércoles la Dra. Abuom y el Rev. Tveit también visitaron la Comunidad de Sant'Egidio.

El Rev. Tveit relató: “Conocimos a cuatro jóvenes en Roma que han llegado a Italia como refugiados tras un peligroso viaje por el Mar Mediterráneo. Dos cristianos y dos musulmanes”.

“A través de la participación en los programas de Sant'Egidio han aprendido italiano, han llevado a cabo trabajos como voluntarios y ahora tienen un empleo”, añadió el Secretario General.

El Rev. Tveit expresó su preocupación por el hecho de que “hoy, para muchos en Europa, estas cuatro personas suponen un problema, e incluso un riesgo. Son cuatro seres humanos. Cuatro jóvenes encantadores y fuertes que aportan a Europa haciendo el trabajo que hace falta hacer”.

FUENTE:
Consejo Mundial de Iglesias
http://www.oikoumene.org




jueves, 24 de agosto de 2017

EL ECUMENISMO: PRINCIPIOS, CONDICIONES y PRÁCTICA


El ecumenismo: principios, condiciones y práctica


La búsqueda del entendimiento, superando posibles equívocos fraguados en la historia 

por José Ramón Villar 

I. Noción de ecumenismo

El Decr. Unitatis redintegratio (UR) explica así el "problema ecuménico": "única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo" (UR 1). Esta división contradice la voluntad de Cristo; es un escándalo para el mundo y un serio obstáculo para la evangelización. Reconoce que el "movimiento ecuménico" está impulsado por el Espíritu Santo, y considera que el deseo de restablecer la unidad es una "divina vocación y gracia" (UR 1).

Se entiende por "movimiento ecuménico", "las actividades e iniciativas que, según las variadas necesidades de la Iglesia y las características de la época, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos" (UR 4/b). No se trata de un movimiento indefinido, sino que posee un objetivo -la plena unidad visible-, y unas maneras de actuación. El movimiento ecuménico se da entre las Iglesias y Comunidades cristianas como tales. Se participa en él desde la identidad confesional respectiva, aunque sea a título personal.

Con la palabra Ecumenismo se designa también una dimensión de la tarea salvífica de la Iglesia, en cuanto distinta de la dimensión "pastoral" entre los fieles católicos (misión ad intra) y de la "misionera" con los no cristianos (misión ad extra). La dimensión ecuménica de la Iglesia se refiere a la responsabilidad que la Iglesia tiene respecto de las comunidades cristianas separadas con vistas a alcanzar la unidad. Entre los cristianos propiamente no se "misiona" como entre los no cristianos para que se "conviertan": en cambio, se ofrece la fe plena y la perfecta incorporación visible; a los no cristianos, se les propone la fe que lleva a la conversión. El "diálogo ecuménico", de otra parte, se distingue por su naturaleza y finalidad del "diálogo interreligioso".

El Decr. exhorta a la participación de los católicos en el movimiento ecuménico (cfr. UR 4/a). Juan Pablo II ha afirmado el compromiso ecuménico irreversible de la Iglesia Católica, y afirma que es "un imperativo de la conciencia cristiana iluminada por la fe y guiada por la caridad" (US 8). Afecta a todos los cristianos. No se trata de una tarea para especialistas. Todos pueden y deben participar, ante todo por la oración, pidiendo al Señor por la unidad de los cristianos. Pero también desterrando modos de actuar que dañan la causa de la unidad, incluso aunque parezcan quedar limitados a la vida interna de la comunidad cristiana propia.


II. Los principios católicos del Ecumenismo

Existe un único movimiento ecuménico en el que cada Iglesia y Comunidad cristiana participa desde su propia identidad. No existe un "ecumenismo católico", sino unos principios católicos sobre el ecumenismo que versan sobre: 1) la unidad y unicidad de la Iglesia, 2) la valoración teológica de los demás comunidades cristianas, y 3) la comprensión del Ecumenismo a la luz de esos presupuestos.

1. La unidad y unicidad de la Iglesia

El Decr. conciliar parte del designio divino de unidad. La unidad es la finalidad de la encarnación, el objeto de la oración de Jesús y del mandato de la caridad; la unidad es el efecto de la Eucaristía, así como de la venida del Espíritu Santo, "por medio del cual (Jesús) llamó y congregó al pueblo de la Nueva Alianza, que es la Iglesia, en la unidad de la fe, de la esperanza y de la caridad" (UR 2).

Dios mismo ha dado a la Iglesia -continúa el Decreto- principios invisibles de unidad (el Espíritu Santo que habita en los creyentes, uniéndolos a Cristo y, por El, al Padre); y también principios visibles (la confesión de la misma fe, la celebración de los "sacramentos de la fe", y el ministerio apostólico). El Colegio de los Doce es el depositario de la misión apostólica; de entre los Apóstoles, destacó a Pedro, al que Jesús confía un ministerio particular (cfr. UR 2). El Decreto considera a continuación el momento sucesorio enraizado en la voluntad de Jesús: "Jesucristo quiere que por medio de los Apóstoles y de sus sucesores, esto es, los Obispos con su Cabeza, el sucesor de Pedro, por la fiel predicación del Evangelio y por la administración de los sacramentos, así como por el gobierno en el amor, operando el Espíritu Santo, crezca su pueblo; y perfecciona así la comunión de éste en la unidad" (UR 2). Termina aludiendo a la raíz trinitaria, fuente y modelo de la unidad.

Estas afirmaciones se mueven en el marco de la "eclesiología de comunión", es decir, consideran la Iglesia como un todo orgánico de lazos espirituales (fe, esperanza, caridad), y de vínculos visibles (profesión de fe, economía sacramental, ministerio pastoral), cuya realización culmina en el Misterio eucarístico, signo y causa de la unidad de la Iglesia.

a) La unidad y sus rupturas

Por fuertes que sean estos principios de unidad, la flaqueza humana ha contrariado el designio divino, "a veces no sin culpa de ambas partes" (UR 3). Sin embargo, la Iglesia una no se ha disgregado en fragmentos varios. "La Iglesia católica afirma que, durante los dos mil años de su historia, ha permanecido en la unidad con todos los bienes de los que Dios quiere dotar a su Iglesia, y esto a pesar de las crisis con frecuencia graves que la han sacudido, las faltas de fidelidad de algunos de sus ministros y los errores que cotidianamente cometen sus miembros" (Juan Pablo II, Enc. Ut unum sint, 1; =US).

Es éste un principio decisivo: la Iglesia de Jesucristo "establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, si bien fuera de su estructura se encuentren muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica" (Const. dogm. Lumen gentium, 8).

b) La Iglesia de Jesucristo subsiste en la Iglesia Católica. Grados en la comunión

Con la expresión "subsistit in" el Concilio ha querido honrar la realidad cristiana que existe en los demás Iglesias y comunidades, a la vez que afirma ser ella la presencia plena de la Iglesia de Jesucristo en la tierra. Esos "elementos de santidad y verdad" (elementa seu bona Ecclesiae) se hallan presentes "fuera del recinto visible de la Iglesia Católica" (UR 3), y permiten hablar de verdadera comunión entre los cristianos, aunque imperfecta. "La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro". "En efecto -dirá Juan Pablo II- los elementos de santificación y de verdad presentes en las demás Comunidades cristianas, en grado diverso unas y otras, constituyen la base objetiva de la comunión existente, aunque imperfecta, entre ellas y la Iglesia católica. En la medida en que estos elementos se encuentran en las demás Comunidades cristianas, la única Iglesia de Cristo tiene una presencia operante en ellas" (US 11).

c) Los elementos o "bona Ecclesiae"

El Decreto enumera algunos de estos bienes de santidad y de verdad: "hay muchos [cristianos] que honran la Sagrada Escritura como norma de fe y de vida, muestran un sincero celo religioso, creen con amor en Dios Padre todopoderoso y en Cristo, Hijo de Dios Salvador; están sellados con el bautismo, por el que se unen a Cristo, y además aceptan o reciben otros sacramentos en sus propias Iglesias o comunidades eclesiásticas. Muchos de entre ellos poseen el episcopado, celebran la sagrada Eucaristía y fomentan la piedad hacia la Virgen, Madre de Dios".

Los bienes de santidad y verdad en ellos existentes son ya verdaderos elementos de comunión: "la Palabra de Dios escrita -sigue diciendo el Decreto-, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y otros dones interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles: todas estas realidades, que provienen de Cristo y a El conducen, pertenecen por derecho a la única Iglesia de Cristo". "Provienen de Cristo y a El conducen": cuando son genuinamente vividos despliegan el dinamismo hacia la unidad plena.

Lumen gentium n. 15 añade todavía "la comunión de oraciones y otros beneficios espirituales, e incluso cierta verdadera unión en el Espíritu Santo, ya que El ejerce en ellos su virtud santificadora con los dones y gracias y algunos de entre ellos los fortaleció hasta la efusión de la sangre". Esta alusión a los mártires, como patrimonio común de todos los cristianos, viene desarrollada en la Encíclica Ut unum sint: "la comunión no plena de nuestras comunidades está en verdad cimentada sólidamente, si bien de modo invisible, en la comunión plena de los santos, es decir, de aquellos que al final de una existencia fiel a la gracia están en comunión con Cristo glorioso. Estos santos proceden de todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, que les abrieron la entrada en la comunión de la salvación" (US 84).

Juan Pablo II (en US 12) subraya la afirmación de UR 15 sobre celebración de la Eucaristía en las Iglesias ortodoxas, y recogida en la Carta Communionis notio: "Esta comunión existe especialmente con las Iglesias orientales ortodoxas, las cuales, aunque separadas de la Sede de Pedro, permanecen unidas a la Iglesia Católica mediante estrechísimos vínculos, como son la sucesión apostólica y la Eucaristía válida, y merecen por eso el título de Iglesias particulares (cfr. UR 14 y 15). En efecto, "con la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de estas Iglesias, la Iglesia de Dios es edificada y crece" (UR 15), ya que en toda válida celebración de la Eucaristía se hace verdaderamente presente la Iglesia una, santa, católica y apostólica" (n. 17).

2. La situación de los demás cristianos

El Decreto (n. 3), partiendo de esos principios, se fija, primero, en los cristianos que ahora nacen en esas Iglesias y comunidades. Estos: 1. no tienen culpa de la separación pasada; 2. la fe y el bautismo les incorpora a Cristo y, por tanto, a la Iglesia, aunque esta comunión no sea plena por razones diversas; 3. son auténticos cristianos, amados por la Iglesia y reconocidos como hermanos. Pero el Concilio también considera la función de las Iglesias y comunidades cristianas en cuanto tales en el misterio de la salvación.

a) Las Iglesias y comunidades cristianas...

En efecto, los bienes de salvación alcanzan a los cristianos precisamente en cuanto miembros de sus respectivos grupos. Son esas Iglesias y comunidades cristianas como tales las que, aun padeciendo deficiencias según el sentir católico, "de ninguna manera están desprovistas de sentido y valor en el misterio de la salvación. Porque el Espíritu de Cristo no rehúsa servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad que fue confiada a la Iglesia católica" (n. 3). El fundamento de este valor salvífico no se halla en estas comunidades en cuanto separadas, sino en cuanto son partícipes de la única economía salvífica. La razón estriba -como decía la Relatio conciliar a estas palabras del Decreto- en "que los elementos de la única Iglesia de Jesucristo conservados en ellas pertenecen a la economía de la salvación". "La única Iglesia de Jesucristo, está presente y actúa en ellas, si bien de manera imperfecta..., sirviéndose de los elementos eclesiales en ellos conservados".

Refiriéndose a estos principios, dice Juan Pablo II: "Se trata de textos ecuménicos de máxima importancia. Fuera de la comunidad católica no existe el vacío eclesial. Muchos elementos de gran valor (eximia), que en la Iglesia católica son parte de la plenitud de los medios de salvación y de los dones de gracia que constituyen la Iglesia, se encuentran también en las otras Comunidades cristianas" (US 13).

b) ...separadas

Esa valoración no ignora lo que todavía separa: "Sin embargo, los hermanos separados de nosotros, ya individualmente, ya sus Comunidades e Iglesias, no disfrutan de aquella unidad que Jesucristo quiso dar a todos aquellos que regeneró y convivificó para un solo cuerpo y una vida nueva, que la Sagrada Escritura y la venerable Tradición de la Iglesia confiesan. Porque únicamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es el auxilio general de la salvación, puede alcanzarse la total plenitud de los medios de salvación. Creemos que el Señor encomendó todos los bienes de la Nueva Alianza a un único Colegio apostólico, al que Pedro preside, para constituir el único Cuerpo de Cristo en la tierra, al cual es necesario que se incorporen plenamente todos los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios" (UR 3).

Juan Pablo II recoge esta convicción en sus palabras: "De acuerdo con la gran Tradición atestiguada por los Padres de Oriente y Occidente, la Iglesia católica cree que en el evento de Pentecostés Dios manifestó ya la Iglesia en su realidad escatológica, que El había preparado ´desde el tiempo de Abel el Justo´. Está ya dada. Por este motivo nosotros estamos ya en los últimos tiempos. Los elementos de esta Iglesia ya dada, existen, juntos en su plenitud, en la Iglesia católica y, sin esta plenitud, en las otras Comunidades" (US 14).

La Carta Communionis notio señala -en relación con la falta de comunión con el sucesor de Pedro-, "como la comunión con la Iglesia universal, representada por el Sucesor de Pedro, no es un complemento externo de la Iglesia particular, sino uno de sus constitutivos internos, la situación de aquellas venerables comunidades cristianas implica también una herida en su ser Iglesia particular. La herida es todavía más profunda en las comunidades eclesiales que no han conservado la sucesión apostólica y la Eucaristía válida" (n. 17).

Tenemos así los siguientes principios fundamentales para la comprensión católica del Ecumenismo:
  1. La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica romana (LG 8);
  2. "Fuera de su recinto visible" (UR 3), hay verdaderos bienes de santidad y verdad ("elementa seu bona Ecclesiae");
  3. Por estos bienes, las Iglesias y Comunidades son verdaderas mediaciones de salvación (es la única Iglesia de Cristo la que actúa por medio de esos "bienes" salvíficos);
  4. No obstante, les falta la plenitud de los medios de salvación, y no han alcanzado la unidad visible querida por Cristo, por lo que se hallan en comunión imperfecta o no plena con la Iglesia Católica Romana.
  5. Considerando los cristianos individualmente, el Decr. da contenido positivo al sustantivo "cristiano": la fe y el bautismo comunes son ya elementos de comunión cristiana real aunque imperfecta.
3. El Ecumenismo a la luz de estos principios

a. Conocimiento entre los cristianos

El Decreto señala algunas implicaciones de sus afirmaciones dogmáticas cuando se refiere, por ejemplo, a "los esfuerzos para eliminar palabras, juicios y acciones que no respondan, según la justicia y la verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por lo mismo, hacen más difíciles las relaciones mutuas con ellos" (UR 4/b). Juan Pablo II señala aquí que los cristianos no deben minusvalorar "el peso de las incomprensiones ancestrales que han heredado del pasado, de los malentendidos y prejuicios de los unos contra los otros. No pocas veces, además, la inercia, la indiferencia y un insuficiente conocimiento recíproco agravan estas situaciones" (US 2). Juan Pablo II ha querido contribuir p. ej., al conocimiento por parte de "los hijos de la Iglesia Católica de tradición latina" de la tradición oriental, con la Carta Orientale lumen (1995) sobre la riqueza litúrgica y espiritual del Oriente cristiano, y con la Encíclica Slavorum apostoli (1985) y otros gestos importantes.

b. Diálogo especializado

El Concilio alude a las "reuniones de los cristianos de diversas Iglesias o Comunidades organizadas con espíritu religioso, el diálogo entablado entre peritos bien preparados, en el que cada uno explica con mayor profundidad la doctrina de su Comunión y presenta con claridad sus características" (UR 4/b). La finalidad de este diálogo viene descrito así: "Por medio de este diálogo, todos adquieren un conocimiento más auténtico y un aprecio más justo de la doctrina y de la vida de cada Comunión; (...) Finalmente todos examinan su fidelidad a la voluntad de Cristo sobre la Iglesia y, como es debido, emprenden animosamente la tarea de la renovación y de la reforma" (ibid.).

Las consecuencias de este diálogo son: la búsqueda del entendimiento, superando posibles equívocos fraguados en la historia; la percepción exacta de las divergencias, y de si realmente afectan a la fe o a la legítima diversidad en su explicación; la confrontación fiel con la voluntad de Cristo para su Iglesia, etc. "El diálogo ecuménico, -dice Juan Pablo II- que anima a las partes implicadas a interrogarse, comprenderse y explicarse recíprocamente, permite descubrimientos inesperados. Las polémicas y controversias intolerantes han transformado en afirmaciones incompatibles lo que de hecho era el resultado de dos intentos de escrutar la misma realidad, aunque desde dos perspectivas diversas. Es necesario hoy encontrar la fórmula que, expresando la realidad en su integridad, permita superar lecturas parciales y eliminar falsas interpretaciones" (US 38). El Papa abunda en este sentido positivo del diálogo: "Dialogando con franqueza, las Comunidades se ayudan a mirarse mutuamente unas a otras a la luz de la Tradición apostólica. Esto las lleva a preguntarse si verdaderamente expresan de manera adecuada todo lo que el Espíritu ha transmitido por medio de los Apóstoles" (US 16).

c. Integridad en la exposición de la fe católica

El Decreto considera la exposición íntegra de la fe católica como una condición para el diálogo respetuoso y sincero: "Es de todo punto necesario que se exponga claramente la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso irenismo, que daña a la pureza de la doctrina católica y oscurece su genuino y definido sentido" (UR 11).

Pero, a la vez, el modo de exponer la doctrina ("que debe distinguirse con sumo cuidado del depósito mismo de la fe", UR 6) no debe provocar dificultades innecesarias: "La manera y el sistema de exponer la fe católica no debe convertirse, en modo alguno, en obstáculo para el diálogo con los hermanos" y, en sentido positivo: "la fe católica hay que exponerla con mayor profundidad y con mayor exactitud, con una forma y un lenguaje que la haga realmente comprensible a los hermanos separados" (UR 11).

d. La "jerarquía de verdades"

El Decreto habla en ese contexto de la "jerarquía de verdades" en la articulación de la fe cristiana: "en el diálogo ecuménico, los teólogos católicos, afianzados en la doctrina de la Iglesia, al investigar con los hermanos separados sobre los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al comparar las doctrinas, recuerden que existe un orden o ´jerarquía" en las verdades de la doctrina católica, ya que es diverso el enlace (nexus) de tales verdades con el fundamento de la fe cristiana" (UR 11; US 37).

No se trata de que unas verdades sean "más verdaderas" que otras, o que existan verdades fundamentales de la fe, y otras "secundarias", sino que en la exposición de la fe ha de tenerse en cuenta que los aspectos particulares están orgánicamente vinculados ("nexus mysteriorum": cfr. Conc. Vaticano I) con los núcleos de la fe: por ej., las afirmaciones sobre santa María se comprenden desde su condición de Madre de Jesucristo, Dios y hombre verdadero; el misterio de la Iglesia se entiende desde las misiones del Hijo y del Espíritu Santo; etc. La exposición de la fe aspira a mostrar, además, la armonía y proporciones debidas de cada aspecto dentro del conjunto del Misterio. Así, por seguir con el ejemplo, sería una visión deformada de la fe una exposición sobre la Iglesia centrada casi exclusivamente en la jerarquía, etc.

e. La Iglesia Católica y las escisiones

El Concilio dice que las rupturas de la unidad también afectan -de otra manera: no a su esse constitutivo- a la Iglesia Católica: "las divisiones de los cristianos impiden que la Iglesia realice la plenitud de catolicidad que le es propia en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión. Incluso le resulta bastante más difícil a la misma Iglesia expresar la plenitud de la catolicidad bajo todos los aspectos en la realidad de la vida" (UR 4). La ruptura de la unidad -abunda la Carta Communionis notio-, "comporta también para la Iglesia Católica, (&), una herida en cuanto obstáculo para la realización plena de su universalidad en la historia" (n. 17).

Si "catolicidad" es la capacidad de la fe y de la Iglesia de asumir la legítima diversidad humana, y encarnarse en la variedad de naciones y culturas, entonces las rupturas impiden la "expresión histórica" de esa capacidad. Juan Pablo II gusta de repetir, por ej., que la Iglesia tiene que respirar "con los dos pulmones", en referencia al Oriente y Occidente cristianos. En otro sentido, el cristiano no católico, debería encontrar y vivir en la Iglesia Católica lo verdaderamente evangélico que haya en su comunidad; la Iglesia ha de acoger todo aquello que, en consonancia con el Evangelio y la disposición del Señor, pertenece a su "catolicidad".

f. La reconciliación en la plena comunión católica

El "trabajo de preparación y reconciliación de todos aquellos que desean la plena comunión católica" se distingue de la actividad ecuménica. En efecto, "se diferencia por su naturaleza de la labor ecuménica; no hay, sin embargo, oposición alguna, puesto que ambas proceden del admirable designio de Dios" (UR 4). Se mueven en órdenes diversos. El Ecumenismo se dirige a las Comunidades como tales, y busca la perfecta unión institucional: su fin es "el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los bautizados" (US 77). La tarea de "preparación y reconciliación en la plena comunión católica" afecta a la conciencia individual y a la libertad religiosa. Tal proceso responde también al designio divino, y es obra del Espíritu Santo. Es una grave deformación del ecumenismo despreciar o evitar las conversiones individuales, por estimarlas contrarias a la obra ecuménica; y, a la vez, el ecumenismo no es una táctica para conseguir conversiones con mayor facilidad. Ambas tareas son distintas.

Para la recepción en la Iglesia Católica de un bautizado válidamente existe una fórmula específica en el Ritual de la Iniciación cristiana de Adultos.


III. Condiciones para el ecumenismo

Tras exponer los principios dogmáticos, UR 4 enumera algunas condiciones espirituales y pastorales del ecumenismo.

1. La renovación institucional. "(los fieles católicos) deben examinar con sinceridad lo que hay que renovar y hacer en la misma Familia Católica para que su vida dé un testimonio más fiel y patente de la doctrina e instituciones recibidas de Cristo a través de los Apóstoles".

2. La santidad personal. "Aunque la Iglesia Católica posea toda la verdad revelada por Dios y todos los medios de gracia, sus fieles no viven de estos bienes con el fervor que corresponde, de modo que el rostro de la Iglesia tiene menos esplendor a los ojos de los hermanos separados... Por esta razón, todos los católicos deben tender hacia la perfección cristiana, y cada uno, según su condición, contribuir con su esfuerzo a que la Iglesia... se purifique y renueve cada día".

3. La unidad y diversidad. "En la Iglesia, si se guarda la unidad en lo necesario, todos conservarán la debida libertad, correspondiente al cometido confiado a cada uno, tanto en las diversas formas de la vida espiritual y de la disciplina como en la diversidad de los ritos litúrgicos e, incluso, en la elaboración teológica de la verdad revelada; y guardarán en todo la caridad. Obrando de este modo, manifestarán cada día con mayor plenitud la verdadera catolicidad y apostolicidad de la Iglesia".

4. La admiración. "Es necesario que los católicos reconozcan y aprecien con alegría los bienes auténticamente cristianos, procedentes del patrimonio común, que se encuentren en poder de los hermanos separados...: debemos admirar a Dios en sus obras. Y no puede pasarse por alto que todo cuanto realiza la gracia del Espíritu Santo en los hermanos separados puede contribuir a nuestra edificación".


IV. La práctica del ecumenismo

1. Renovación de la Iglesia y ecumenismo espiritual.- 

Según el Decreto (nn. 7 y 8) es necesaria la renovación en la Iglesia que "consiste esencialmente en un aumento de la fidelidad de la Iglesia a su propia vocación" (n. 6). Además, "no se da verdadero ecumenismo sin conversión interior. Los anhelos de unidad nacen y maduran a partir de la renovación espiritual, de la abnegación de sí mismo y de la efusión generosa de la caridad. Recuerden todos los fieles católicos que contribuirán -más aún, realizarán- tanto más la unión de los cristianos cuanto más se esfuercen en llevar una vida más pura con arreglo al Evangelio" (n. 7). En el 8 se trata de la oración común de los católicos con los demás cristianos: "La conversión interior y la santidad de vida junto con la oración privada y pública por la unión de los cristianos deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico".

2. Formación ecuménica, mutuo conocimiento y colaboración entre cristianos.- 

El n. 10 del Decreto afirma que la Teología y la Catequesis han de estar orientadas por auténtico espíritu ecuménico. Sobre este aspecto el Cons. Pont. para la Unidad de los Cristianos ha publicado un importante documento para la formación teológica: "La dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en el ministerio pastoral" (1995).

En la tarea del mutuo conocimiento el Concilio señala dos formas: el estudio "de la doctrina y de la historia, de la vida espiritual y cultural, de la psicología religiosa y de la cultura propia de los hermanos separados" (n. 9); y el diálogo entre teólogos "a condición de que quienes participan en él bajo la vigilancia de los obispos sean realmente peritos" (n. 9).

La colaboración con los demás cristianos es la acción conjunta en el campo del testimonio ante el mundo de los vínculos que ya unen a pesar de las separaciones. Además, "con esta colaboración, todos los que creen en Cristo pueden aprender fácilmente a conocerse mejor y a apreciarse más unos a otros y a preparar el camino que conduce a la unidad de los cristianos" (n. 12).

3. La communicatio in sacris.- 

Se trata de un tema que no puede exponerse aquí con detalle. Recordemos sólo los principios que establece el Decreto n. 8: "En ciertas circunstancias especiales, como sucede cuando se ordenan oraciones ´por la unidad´, y en las asambleas ecumenistas es lícito, más aún, es de desear que los católicos se unan en la oración con los hermanos separados". Asunto distinto es la comunicatio in sacris sacramental: "no es lícito considerar la comunicación en las funciones sagradas como medio que pueda usarse indiscriminadamente para restablecer la unidad de los cristianos. Esta comunicación depende, sobre todo, de dos principios: de la significación de la unidad de la Iglesia y de la participación en los medios de la gracia. La significación de la unidad prohíbe de ordinario la comunicación. La consecución de la gracia algunas veces la recomienda".

Estos dos principios están concretados en lo relativo a los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Unción de los enfermos en el Código de Derecho Canónico, c. 844, y en el "Directorio para la aplicación de principios y normas sobre el Ecumenismo" (1993). También se trata en este documento de las normas relativas a la celebración de los matrimonios mixtos.


V. Declaraciones conjuntas de la Iglesia católica y otras Iglesias y confesiones cristianas

Tras la clausura del Concilio Vaticano II se constituyeron Comisiones oficiales de diálogo teológico entre la Iglesia Católica y otras Iglesias (Iglesias Ortodoxas, Comunión Anglicana, Federación Luterana Mundial, Alianza Reformada Mundial, etc.). Los documentos redactados por las Comisiones están publicados en las lenguas más importantes(1). Estas Comisiones suelen establecer una agenda de temas doctrinales, sobre los que tratan posteriormente, y así llegan a unos acuerdos que remiten a las respectivas autoridades para su eventual aprobación, con la que alcanzan autoridad eclesial.

Esa aprobación ha sucedido hasta el momento -en el caso de los diálogos de la Iglesia Católica- sólo con un documento. Se trata de la "Declaración común sobre la doctrina de la justificación por la fe", firmada el 31 de octubre de 1999 por la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica en la ciudad de Augsburg. Declara que esa doctrina contenida en esa Declaración común no cae bajo las condenas doctrinales de las Confesiones de fe luteranas ni del Concilio de Trento, que se mantienen vigentes para el tenor de las doctrinas condenadas(2).

Otros documentos firmados por las autoridades eclesiales son algunas Declaraciones cristológicas con las Antiguas Iglesias Orientales (las llamadas "precalcedonianas"). Como se sabe, estas Iglesias se separaron con motivo de la doctrina cristológica de los Concilios de Efeso (Iglesia asiria del Oriente) y de Calcedonia (coptos, antioquenos, armenios, etíopes). Con la Iglesia copta-ortodoxa existe la "Declaración común" de Pablo VI y Shenuda III (1973), y la "Fórmula Cristológica común" (1988). Con la Iglesia siria ortodoxa, la "Declaración común" de Pablo VI y Mar Ignacio Jacobo III (1971), y la "Declaración cristológica común" de Juan Pablo II y Mar Ignatius Zakka I Iwas (1984). Con la Iglesia armenia apostólica., la "Declaración común" de Juan Pablo II y Karekine I (1996). En fin, con la Iglesia asiria de oriente, la "Declaración cristológica común" de Juan Pablo II y Mar Dinkha IV (1994)(3).


José Ramón Villar

Licenciado en Derecho Civil por la Universidad de Zaragoza (1980). Ordenado sacerdote en 1986, desde 1987 desempeña su labor docente en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, donde se doctoró al año siguiente, con Premio Extraordinario. Durante el curso 1994-95 amplió sus estudios en Munich (Alemania). Actualmente imparte las asignaturas Eclesiología y Teología Ecuménica.

Ha sido miembro del Comité de Dirección de la Revista Scripta Theologica, subdirector del departamento de Teología Dogmática y director de Investigación de la Facultad de Teología. Fue nombrado perito de la X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el ministerio episcopal (Roma, 2001).

Ponente habitual en congresos, especialmente en reuniones ecuménicas dentro y fuera de España, algunos de sus libros son: Teología de la Iglesia particular, Eclesiología y Ecumenismo y El Colegio episcopal. Estructura teológica y pastoral. Junto con el teólogo Pedro Rodríguez, es editor en España de las obras de J. A. Möhler La Unidad en la Iglesia y La Simbólica. También ha escrito casi medio centenar de artículos y obras de colaboración en diversas revistas teológicas españolas y europeas.


Nota bibliográfica
  • Consejo Pont. para la Unidad de los Cristianos
  • "Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo" (1993)
  • "La dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en el ministerio pastoral" (1995)
Teología
  • P.. Rodríguez, Iglesia y Ecumenismo, Rialp, Madrid 1979
  • G. Thils, El decreto sobre Ecumenismo, Desclée de Brouwer, Bilbao 1968
Documentación
  • A. González Montes, Enchiridion oecumenicum, 2 vols. Salamanca 1986/1993
  • K. Algermissen, Iglesia Católica y Confesiones cristianas, Rialp, Madrid 1964
Notas
  1. En español están publicados en A. González Montes, Enchiridion Oecumenicum, 2 vol., Salamanca 1986/1993. Desde 1993 los documentos de las Comisiones pueden encontrarse en la revista "Diálogo Ecuménico", de Salamanca.
  2. Para mayor información vid. J. R. Villar La declaración común luterano-católica sobre la doctrina de la justificación, en "Scripta Theologica" 32 (2000) pp. 101-129.
  3. Para mayor información vid. J. R. Villar, El diálogo teológico católico/ortodoxo oriental, en A. González Montes (dir.), Las Iglesias Orientales, BAC, Madrid 2000.

FUENTE:
http://es.catholic.net




miércoles, 23 de agosto de 2017

¿ACERCAMIENTO ENTRE ROMA Y RUSIA?

  • Parolin y Kirill anuncian “una nueva etapa” en las relaciones entre Roma y el Patriarcado Ortodoxo
  • Vladimir Putin respalda el "diálogo constructivo" entre Moscú y la Santa Sede

El secretario de Estado espera “nuevos gestos”, sin descartar la visita del Papa a Rusia

Paso de gigante, uno más, en las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia Ortodoxa rusa. El cisma más antiguo de la Cristiandad, de casi un milenio de duración, deja paso a "la voluntad por parte de todos por continuar el camino y consolidarlo", según apuntó el cardenal Parolin, tras un histórico encuentro, en Moscú, con Kirill.

"El encuentro entre Francisco y el Patriarca Kirill era importante, pero también el viaje de las reliquias de San Nicolás en Rusia; se ha iniciado una dinámica positiva, hacen falta otros signos y gestos que puedan consolidarla", añadió el secretario de Estado vaticano en una declaración conjunta.

Preguntado sobre una hipotética visita del Papa a Moscú, Parolin ha subrayado que "no hemos hablado de cuestiones concretas, ni de la visita del Papa ni de otras cosas específicas. Lo veremos más adelante, el Espíritu del Señor sugerirá cuáles son los pasos mejores". "Estamos en camino", concluyó.

Por su parte, el patriarca ortodoxo destacó tras la reunión que "realmente ha comenzado una nueva etapa en el desarrollo de nuestras relaciones, marcada por importantes acontecimientos". Kirill apuntó la posibilidad de que la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Iglesia Católica desarrollen proyectos conjuntos para aliviar la situación de las personas que sufren las consecuencias de los conflictos armados en Oriente Medio.

Con anterioridad, Parolin se encontró con el ministro de Relaciones Exteriores de Ruisa, Serguey Lavrov, quien recaló que "desde un primer momento hemos respaldado las iniciativas de la Santa Sede para reconciliar a las partes en Venezuela, y ese enfoque sigue siendo totalmente válido en en la situación actual". En este sentido, el número 2 del Vaticano incidió en que "Rusia puede ayudar en ese momento difícil, porque tiene unas estrechas relaciones con Venezuela, y por ello puede contribuir al diálogo".

El cardenal Parolin recordó que "la Santa Sede ha buscado comprometerse de manera muy activa en lo que respecta a la situación de Venezuela, a partir de la búsqueda del bien de la gente y la población que sabemos vive una situación de gran sufrimiento, sobre todo desde el punto de vista de la falta de alimentos, medicina, la crisis de seguridad, tantos muertos y tanta violencia".

Asimismo el purpurado resaltó que, en medio de la situación actual de crisis, "la propuesta es siempre la misma: es necesario lograr un diálogo entre el gobierno y la oposición de modo serio y llegar a un acuerdo político, que permita encontrar juntos una solución democrática y pacífica actualmente para el país".

En declaraciones a un medio local, el cardenal Parolin reiteró que "la comunidad internacional puede jugar un papel para facilitar esta negociación y lo pueden hacer los países que tradicionalmente están ligados y son amigos de Venezuela. En este sentido también Rusia tiene un rol importante y ciertamente el tema está en las conversaciones con las autoridades rusas".

Por su parte, la Oficina de Prensa del Santa Sede difundió una declaración del Secretario de Estado Vaticano sobre sus primeras actividades en Rusia en las que "resaltó el avance en las relaciones entre la Santa Sede y Rusia; y se refirió a otros temas de interés internacional de ambos estados".

"He reiterado mi apoyo a la búsqueda de soluciones justas y duraderas para conflictos que afligen en particular a Medio Oriente, Ucrania y otras regiones del mundo" siguiendo los parámetros "de la justicia, la legalidad, la verdad de los hechos y la abstención de manipularlos".

El cardenal Parolin subrayó que "la Santa Sede, si bien no intenta ni puede identificarse con alguna postura política, reclama el deber de atenerse rigurosamente a los grandes principios del derecho internacional, cuyo respeto es imprescindible para proteger el orden y la paz mundial, ya sea para la recuperación de una atmósfera sana de respeto recíproco en las relaciones internacionales".

"La Santa Sede -continuó- nutre la constante preocupación para que se preserve la libertad religiosa en cualquier estado y en cualquier situación política". 

La primera actividad de la visita del Secretario de Estado del Vaticano comenzó este lunes 21 de agosto, con un encuentro en la sede del Patriarcado de Moscú, con el metropolita Hilarion de Volokolamsk, presidente de las Relaciones Exteriores del Patriarcado.

En un ambiente distendido el cardenal Parolin felicitó al metropolita Hilarión por los 30 años de ordenación sacerdotal y le dijo que "la ordenación sacerdotal para mí fue el momento más bello de mi vida".

Por su parte el Metropolita expresó "su gratitud" por "los esfuerzos conjuntos para preparar el encuentro entre el patriarca y el Papa en La Habana" del año pasado. Y añadió su esperanza de que el impulso que ese encuentro dio a nuestras relaciones, tendrá un ulterior desdoblamiento.

El presidente ruso recibió al secretario de Estado vaticano

El presidente ruso, Vladimir Putin, avaló el "diálogo constructivo" entre la Santa Sede y Rusia, durante un encuentro con el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, con motivo de la visita del cardenal al país.

La reunión, celebrada en el balneario de Sochi, sirvió para estrechar los lazos entre Moscú y Roma, en un momento "basado en la confianza entre la Santa Sede y Rusia", dijo el jefe del Kremlin. Parolin se había encontrado ayer con el patriarca de la Iglesia Ortodoxa, Kirill.

"Los acuerdos alcanzados durante mis contactos con el Papa Francisco están siendo implementados de manera consistente, y estamos muy contentos de que el diálogo entre iglesias continúe", afirmó Putin.

Durante su reunión de ayer, el patriarca ortodoxo reveló la posibilidad de que su Iglesia y la Iglesia de Roma desarrollen proyectos conjuntos para aliviar la situación de las personas que sufren las consecuencias de los conflictos armados en Oriente Medio.

Putin cerró su declaración señalando que su gobierno "recibe con beneplácito el diálogo directo que se inició entre la Santa Sede y la Iglesia ortodoxa", y observó que "los valores universales y humanitarios protegidos por la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa son la base de las relaciones entre ambas iglesias y los dos estados".

FUENTE:
http://www.periodistadigital.com