Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

domingo, 31 de mayo de 2020

PENTECOSTÉS 2.020 - VEN ESPÍRITU DIVINO



Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

VEN DULCE HUÉSPED DEL ALMA



sábado, 30 de mayo de 2020

LO QUE DICEN LAS RELIGIONES: LA VIOLENCIA


La violencia 
(Lo que dicen las religiones)

por José Luis Vázquez Borau

La religión es más determinante de lo que algunos se imaginan. Porque puede ser el origen de lo más sublime o de lo más peligroso. Con frecuencia, las religiones han estado asociadas a actos y formas de violencia, que no ha sido sólo la violencia de las guerras o de la Inquisición, sino también la violencia sobre las conciencias, los derechos y las libertades de las personas. O la violencia contra colectivos enteros de seres humanos: las mujeres, los leprosos, los homosexuales, los enfermos de sida... Pero es difícil precisar si el factor que desencadena la violencia es sólo la religión o también influyen la política, la economía o el nacionalismo. Cuando hablamos de religiones, no nos referimos sólo a nuestra relación con Dios, sino que estamos hablando de "instituciones", que tienen sus dirigentes y estos a veces, imponen a la gente sus propios intereses. 

1. Los ritos de ofrenda y de sacrificio en los animistas. 

Son actos que manifiestan el reconocimiento de la dependencia del ser humano respecto del creador. Estos ritos consisten normalmente en el ofrecimiento de las primicias de la cosecha, o en el momento de la siembra, para hacer que la semilla sea fecunda. También hay sacrificios de animales. Cada dios o cada antepasado tiene sus preferencias. Estos sacrificios son de acción de gracias y de petición de favores. A veces estos ritos tienen la función de calmar al dios ofendido. En este aplacamiento tiene un gran papel la sangre. Los animistas han conocido a veces los sacrificios humanos. La sangre de los sacrificios humanos o animales se ha representado simbólicamente, por ejemplo, entre los hombres prehistóricos con el color ocre o rojo. 

En ocasiones el sacrificio es una realidad que se impone como reparación de un desorden. El ayuno, practicado en todas partes, es la autopunición más frecuente, pero existen otras clases de privaciones voluntarias. Manifiesta que el ascetismo es una constante en toda vida religiosa, animista o no. 

El sacrificio tiene, finalmente, la misión de regenerar la fuerza vital, disminuida a veces por la enfermedad, la violación de un tabú, o dispersada por la muerte. En estas ocasiones es necesario restituirla derramando la sangre de una víctima. 

2. Significado de los juegos romanos. 

El romano primitivo interpreta en todos los elementos de la naturaleza y en cada suceso la intervención de un numen o poder activo de lo divino. Se cree que los numina eran el resultado de la fragmentación de las divinidades, o restos de un culto naturalista. Sea como fuere, la vida del antiguo romano estaba encerrada en una red de potencias innumerables, cosa que no había acontecido en Grecia, que, gracias a su antropomorfismo, supo poner cierto orden dentro de sus complejas creencias. No ocurre lo mismo en Italia central, en donde los restos indoeuropeos persisten, mezclándose con elementos mediterráneos y con las creencias etruscas. No obstante la importancia que se concede al rito es bastante mayor que en la religión griega. Dominados por el sentimiento de una presencia divina universal, activa y frecuentemente hostil, los romanos deseaban por encima de todo la “paz de los dioses” (pax deorum), y la mejor manera de obtenerla, según ellos, era mantener el orden establecido cumpliendo los ritos, que evitan o restablecen el equilibrio entre los dioses y los humanos. 

El sacrificio romano era semejante al griego, pero más reglamentado. Las ceremonias eran numerosas muchas conservaban un carácter mágico. Por ejemplo los “juegos”, que en un principio se realizaron para exaltar el poder divino, más tarde, en la época histórica, se realizaban para asegurar a los humanos la benevolencia del dios, a cambio del espectáculo que se le ofrecía. 

3. Las cabezas cortadas celtas. 

En el arte celtíbero son numerosas las representaciones de cabezas cortadas, ya sea sobre armas, pintadas en cerámicas, en la escultura y joyería. Es en el contexto bélico donde debemos ubicar esta práctica, lo que sirvió para granjearles el epíteto de “bárbaros” o “salvajes” a ojos de los romanos. No hay evidencia alguna que apunte hacia la práctica de sacrificios humanos, sino que estamos tratando con las creencias propias del mundo funerario. Por un lado cortarían las cabezas de los enemigos con el fin de apropiarse de la fuerza del enemigo o bien con fines disuasorios, exhibiendo los cráneos en las murallas y puertas del poblado. Sin embargo, también los arqueólogos han documentado la veneración de cráneos en contextos domésticos familiares, lo que nos indica la conservación de dicha parte del cuerpo como reliquia destinada al culto de los antepasados. 

4. El culto al dios Odin en la religión eslava. 

El culto activo de Odín estaba reservado para los caudillos y guerreros, en realidad para los vikingos. Odín da la victoria, pero, inconstante y caprichoso como es, la puede arrebatar igualmente. Por medio de las walkirias va recogiendo a los héroes en su gran salón, Valhala, donde se pasan los días guerreando y las noches festejando. Tiene un solo ojo, ya que el otro lo cedió por un sorbo del manantial de la sabiduría y de la inteligencia y estuvo suspendido nueve días de Yggdrasil, el árbol del mundo, para aprender a leer las misteriosas runas. Todo un complejo de ideas, como sabiduría, poesía, heroísmo en guerras, metamorfosis, estrangulamiento o muerte, va a asociado a su figura, y las crueles historias de muertes rituales por estrangulamiento o a golpes de lanza son indicios de formas antiguas de su culto. Quienes dependían de la agricultura practicaban el culto a Freyr, el dios de la fertilidad. 

5. El mitraísmo o el culto al toro. 

El dios Mitra era de origen iranio y único dios en la historia que ha recibido culto en cuatro religiones. El mitraísmo se desarrolló y difundió en todo el Imperio romano a partir del s. I de nuestra era. Los romanos celebraban rituales en oscuras cuevas en honor de Mitra. El emplazamiento estaba determinado por la convicción de que Mitra había sacrificado a un gran toro en una cueva al brotar de una roca con la lanza y una tea llameante, después de lo cual hizo las paces con el sol. El sacrificio del toro simboliza el modo en que la vida salía de la muerte desde la oscuridad uterina del suelo, pues creían que la sangre y el cuerpo de la bestia constituían el origen de la totalidad de los animales y los vegetales. Cada templo consagrado a Mitra era un refugio tenebroso que enlazaba imágenes de vida y muerte, oscuridad y luz. Los adoradores se reunían en el templo y consumían la sangre y la carne del toro sacrificial con la esperanza de acceder a la inmortalidad. 

El mitraísmo está centrado en el culto al toro. Esta tradición proviene del área balcánica donde se daba culto a un toro con cabeza humana, símbolo de la fertilidad, y que se difundió por todo el mundo mediterráneo y medio-oriental. Las “‘corridas de toros” en el sudoeste de Europa son probablemente reminiscencia de antiguos ritos del culto al toro. Con el triunfo del cristianismo el mitraísmo desapareció, pero ha sobrevivido una práctica mitraica: el 25 de diciembre se celebra en varias culturas el día del nacimiento del nuevo sol, y los mitraístas celebraban en esta fecha el nacimiento de Mitra. Los cristianos tomaron esta fecha para celebrar el nacimiento de Jesús. 

6. Los sacrificios aztecas. 

Los “mexicas”, llamados aztecas por los españoles, llegan al Valle de México con la convicción de ser el “pueblo del sol”. Según ellos el país entero pertenece a Quetzalcóatl, rey mítico luego divinizado como si fuera el sol, hombre blanco barbado fundador de la ciudad y predicador del bien; él desciende al mundo de los muertos y roba huesos humanos infundiéndoles nueva vida con su propia sangre, de ahí el posterior compromiso de los aztecas de hacer sacrificios para él. Sin embargo, otro dios rival consigue hacer pecar a Quetzalcóatl embriagándolo, siendo la embriaguez un crimen gravísimo penado con la muerte. En esa situación comete toda clase de indignidades, por lo que lleno de arrepentimiento y vergüenza se arroja al fuego para auto purificarse, no sin antes prometer volver para reasumir la posesión de sus tierras. Mientras tanto los aztecas toman posesión de ellas en nombre de su dios exiliado. Cuando los aztecas ven por vez primera a los españoles barbados y blancos con armas de fuego en sus manos creen que ha retornado Ouetzalcóatl. Por eso los indios, en lugar de atacar a los españoles, les ofrecen vasallaje; condicionados por su creencia. De no haber sido así la conquista no hubiera podido darse tan fácilmente. Los aztecas son un pueblo de agricultores y artesanos, a la vez que soldados; la guerra constituye para ellos un desafío presidido por las leyes del honor, de tal modo que el muerto en guerra se ve premiado con la salvación eterna. El usufructo de la riqueza y el control de la tierra lo distribuyen conforme a los méritos, así, reciben las riquezas los que logran honores por méritos y no al revés. Se atiende primero a los méritos y después a las necesidades. La religión azteca viene a ser una combinación de dioses astrales (el Sol, la Luna, Venus, etc.) con dioses agrícolas y domésticos, cuyo origen pudo ser el de espíritus invisibles que llegaron a personificarse en divinidades. Los seres sobrenaturales se asocian también con los puntos cardinales: El Este se asociaba con el color rojo: el Norte, con la región de los muertos y su señor Mictlantecuhtli, con el negro; el Sur con el azul y el Oeste con el blanco (Quetzalcóalt). El rito de los sacrificios humanos alcanzaba a veces proporciones desmesuradas. 

7. El de Sacrificio de Isaac. 

Se trata de una escena del Antiguo Testamento (Génesis 22), utilizada como tema iconográfico en pintura y escultura y también como texto dramático para la escenificación. Según recoge la Biblia, Dios le dijo a Abrahán que tomase a su hijo Isaac y lo ofreciese en holocausto, en el monte Moria. En aquel lugar Abrahán construye un altar y dispuso la leña, y cuando tomó el cuchillo para inmolar a su hijo, el Ángel de Yahvé le dijo: "No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único". Alzando la vista, Abrahán vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos y tomándolo lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo, siendo colmado de bendiciones por Yahvé al haber obedecido lo que le pedía. 

8. La Iglesia surgió como fruto de una experiencia de alegría. 

Jesús supo que moriría por la salvación de muchos. El hecho de que reuniera en torno a sí discípulos y la elección de los Doce nos indica su voluntad fundadora de la Iglesia, que en un principio se manifiesta en la llamada a participar en su movimiento anunciando que el Reino de Dios está con los pobres, con los marginados de Israel: “Dichosos vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios”. En su origen, la Iglesia no es más que el grupo de los seguidores de Jesús, entre los que se encuentran los doce apóstoles, separados del grupo de los discípulos y de la sinagoga. Muy pronto, Simón Pedro fue considerado como el jefe de la misma. Por eso se llama “apostólica”. Con la venida del Espíritu Santo, tanto a María, los apóstoles y los demás seguidores de Jesús se les iluminaron los ojos de la fe y comprendieron el sentido de todo lo acontecido. Descubrieron la presencia viva del Resucitado en medio de ellos que les daba su Paz y su fuerza para continuar su obra hasta el final de los tiempos. 

9. La guerra santa del Islam. 

La guerra santa tiene como elementos definitorios el que se predique en nombre de una religión y prometer una recompensa espiritual a los que se comprometen en ella. Sólo las autoridades religiosas pueden proclamar una guerra santa. Y una proclamación de este tipo sólo es posible en una sociedad controlada y dirigida por religiosos, como fue el caso de la sociedad cristiana medieval, y como es el caso todavía hoy en estados musulmanes cada vez más numerosos. 

10. La no-violencia jainista. 

Para el Jainismo, la ahimsa (no-violencia) es el primero y más importante de sus cinco votos: 
1.No herir ni matar a ningún ser viviente; 
2. Sinceridad; 
3. Rectitud; 
4. Vivir con castidad; y, 
5. Desapego de las cosas, es el principio central de todo su sistema ético. Para los seguidores del Jainismo, la ahimsa significa no causar de manera absoluta ningún tipo de daño o sufrimiento a cualquier forma de vida, tanto humana, como de otro tipo. Ello incluye, no sólo renunciar a causar daño o sufrimiento físico, sino también de otro tipo, como psíquico, moral, verbal. Pero, además, ahimsa implica una búsqueda, fundamentalmente personal, de la pureza, de la auto-perfección y de la autorrealización. En este sentido, el concepto de ahimsa se amplia con fuertes componentes espirituales.

PUBLICADO EN:
REVISTA HOREB EKUMENE
ISSN 2605 - 3691 - Junio 2020- Año III - No 21 
Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld





viernes, 29 de mayo de 2020

MENSAJE EN PENTECOSTÉS


"Olas de desesperación, lenguas de fuego"


En un mensaje de Pentecostés, titulado "Olas de desesperación, lenguas de fuego", los presidentes regionales del Consejo Mundial de Iglesias reflexionan sobre la poderosa presencia de Dios.

"La iglesia nació en medio del tumulto, y aun así, emergió del caos con un mensaje poderoso y, sin duda, transformador, que es relevante en todas las culturas y contextos", dice el mensaje. "Como en el primer Pentecostés, así ha de ser otra vez hoy".

Hay una fuerza natural silenciosa, invisible y letal; afirma el mensaje. "El nuevo coronavirus ha puesto al mundo entero en jaque, ha sembrado el pánico y el caos, ha enfermado a millones de personas y ha matado a cientos de miles", prosigue el texto. "La pandemia ha causado importantes estragos en las economías, ha trastornado las familias y la vida comunitaria, ha sorteado los más sofisticados sistemas sanitarios mudiales y locales, ha puesto a prueba el temple y la eficacia de los gobiernos, y ha provocado el hambre".

"Pero este Pentecostés, a lo largo de los siglos y en todo el mundo, nosotros, los cristianos, estamos vinculados entre nosotros y con los primeros discípulos para proclamar, como hicieron ellos, que el Dios de vida aún está con nosotros". "El Espíritu de Dios eleva nuestros corazones en oración y anhelo", dice el mensaje. "El Espíritu nos infunde el valor para hacer frente al dolor y al sufrimiento".

MENSAJE ÍNTEGRO

Olas de desesperación,
lenguas de fuego


Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas”. (Hechos 2:2-4)

El mes pasado, la isla de Pentecostés fue una de las islas de Vanuatu, en el Pacífico Sur, que más sufrieron los efectos del ciclón Harold, un huracán de categoría cinco cuyos vientos alcanzaron los 265 Km/hora y que generó olas gigantes de más de seis metros. El devastador y letal ciclón arrancó tejados, arrasó estructuras, inundó comunidades y se llevó vidas.

Cuando la feroz tormenta llegó a su isla, Moana, propietaria de un complejo turístico en la playa, se despertó con temor por su vida y por su propiedad. Durante dos horas, encaró el viento y el oleaje, e imploró a Dios que la salvara a ella y su propiedad. Por suerte, cuando la tormenta pasó, Moana aún estaba en pie y sus edificios, aún intactos.

En los Hechos de los apóstoles, el advenimiento del Espíritu se describe de una forma igualmente impresionante y trascendental. Los primeros seguidores de Jesús, que se ocultaban temerosos, se estremecieron, y luego se envalentonaron, ante la poderosa presencia de Dios, que les permitió superar incluso las barreras lingüísticas y culturales para proclamar el mensaje salvífico de la resurrección de Jesús. La iglesia nació en medio del tumulto y, aun así, emergió del caos con un mensaje poderoso y, sin duda, transformador, que es relevante en todas las culturas y contextos.

Como en el primer Pentecostés, así ha de ser otra vez hoy.

Ahora, mientras escribimos estas palabras, hay una fuerza natural silenciosa, invisible, pero aún más letal. El nuevo coronavirus ha puesto al mundo entero en jaque, ha sembrado el pánico y el caos, ha enfermado a millones de personas y ha matado a cientos de miles. La pandemia ha causado importantes estragos en las economías, ha trastornado las familias y la vida comunitaria, ha sorteado los más sofisticados sistemas sanitarios mudiales y locales, ha puesto a prueba el temple y la eficacia de los gobiernos, y ha provocado el hambre.

Pero este Pentecostés, a lo largo de los siglos y en todo el mundo, nosotros, los cristianos, estamos vinculados, entre nosotros y con los primeros discípulos, para proclamar, como hicieron ellos, que el Dios de vida aún está con nosotros. El Espíritu de Dios eleva nuestros corazones en oración y anhelo. El Espíritu nos infunde el valor para hacer frente al dolor y al sufrimiento. El Espíritu inflama nuestros corazones con amor, para servir a quienes sufren y a quienes están excluidos de los sistemas sociales de asistencia. El Espíritu ilumina nuestras mentes para que emprendamos y apoyemos intensas investigaciones científicas en busca de tratamientos y vacunas. El Espíritu nos hace capaces de afrontar y superar este virus a través de una generosa cooperación, con nuestra mejor asistencia médica y pastoral, y, sobre todo, con amabilidad amorosa para todos los hijos de Dios.

El Espíritu de Dios también es pan-demos. Llega a todas las personas y cruza todas las barreras, aunque de una forma que infunde vida, no muerte. Este Pentecostés, oramos para que la lucha contra esta pandemia derrame las energías del Espíritu sobre todo el pueblo de Dios y renueve, no solo la iglesia, sino la faz de la Tierra.

Los presidentes del Consejo Mundial de Iglesias

La Rev. Dra. Mary-Anne Plaatjies van Huffel, Iglesia Reformada Unida en África Austral (Sudáfrica)
La Rev. Prof. Dra. Sang Chang, Iglesia Presbiteriana en la República de Corea
El Arzobispo Anders Wejryd, Iglesia de Suecia
La Rev. Gloria Nohemy Ulloa Alvarado, Iglesia Presbiteriana de Colombia
El Obispo Mark MacDonald, Iglesia Anglicana del Canadá
La Rev. Dra. Mele'ana Puloka, Iglesia Wesleyana Libre de Tonga
Su Beatitud Juan X, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega de Antioquía y todo Oriente
Su Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catholicós de todos los Armenios

FUENTE:
https://www.oikoumene.org/




jueves, 28 de mayo de 2020

PENTECOSTÉS 2020



PENTECOSTÉS 2020 

El papa Francisco llama a todos los bautizados a la santidad «en el mundo actual», atentos y dóciles al Espíritu Santo, convencidos de que «El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. 

Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer. Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y en lo cotidiano. Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy» 

(Gaudete et exsultate Nº169)




miércoles, 27 de mayo de 2020

"UT UNUM SINT" CINCO LUSTROS DESPUÉS



Remembranzas de la «Ut unum sint» cinco lustros después

por Pedro Langa Aguilar

Se cumplen hoy (25 mayo 2020) cinco lustros de la encíclica «Ut unum sint», solemnidad de la Ascensión del Señor aquel 25 de mayo de 1995. Es la duodécima del largo pontificado de san Juan Pablo II y primera de un papa sobre el empeño ecuménico. Profética según Max Thurian, abre marcha con palabras del Señor Jesús en la última Cena, leitmotiv de la oración sacerdotal por la unidad de los discípulos.

Ilustraron contenido y significados ante los periodistas en la Sala de Prensa de la Santa Sede el martes 30 de mayo por la mañana, el cardenal Edward Idris Cassidy, presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, monseñor Pierre Duprey y el reverendo monseñor Eleuterio F. Fortino, respectivamente secretario y subsecretario del dicasterio. También compartió presencia Joaquín Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede.

L’Osservatore Romano destacaba en su edición italiana en blanco y negro del miércoles 31 el momento de la firma: junto al Papa sentado y tirando de estilográfica, el cardenal Cassidy y el entonces arzobispo oficial de la Secretaría de Estado, monseñor Juan Bautista Re, hoy cardenal decano del Colegio Cardenalicio y obispo de Ostia.

La encíclica salió para impulsar los esfuerzos unionistas del Jubileo-2000, es cierto, pero también con el horizonte espacioso de una Iglesia del tercer milenio. Esfuerzo aquel, dicho sea de paso, del que ni el mismo autor se consideraba exento, y al que también se debían sumar los trabajadores de la unidad.

La primera parte repasa los grandes temas del decreto «Unitatis redintegratio» para completarlos y adaptarlos a la situación de entonces. Ante la división de los cristianos, contraria a la voluntad de Cristo, san Juan Pablo II propone la «ruta del ecumenismo», por él considerada como el camino de la Iglesia. Dios quiere la Iglesia y la unidad. De ahí la frase maestra del Papa:

«Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración de Cristo: “Ut unum sint” » (n.9).

Sale asimismo del documento que, en este ambicioso camino, prima la oración, sobre todo en común: cuando los hermanos que no están en perfecta comunión entre sí se reúnen para rezar, su oración es definida por el Vaticano II como alma de todo el movimiento ecuménico. La oración es «un medio sumamente eficaz para pedir la gracia de la unidad» y «expresión auténtica de los vínculos que siguen uniendo a los católicos con los hermanos separados » (UR 8)

Incluso cuando no se reza en sentido formal por la unidad de los cristianos, sino por otros motivos, v. gr., la paz, la oración se convierte por sí misma en expresión y confirmación de la unidad. «La oración en común de los cristianos invita a Cristo mismo a visitar la Comunidad de aquéllos que lo invocan: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Cuando los cristianos rezan juntos la meta de la unidad aparece más cercana» (nn.21-22).

El diálogo haciendo este camino ha pasado a ser también necesidad explícita para la Iglesia, ya sea el propiamente dicho, el del examen de conciencia, incluso el tendente a resolver divergencias entre cristianos.

Claro que las relaciones ecuménicas no miran sólo al conocimiento recíproco, la oración común y el diálogo, quia. También exigen la colaboración práctica, basada en la fe común, «epifanía del mismo Cristo».

San Juan Pablo II evoca en la segunda parte los progresos efectuados a partir del Vaticano II. Tras la «fraternidad reencontrada», no es cosa de insistir más en «hermanos separados», cuanto, sobre todo, en «otros bautizados», o más simplemente aún: en «otros cristianos».

Subraya el autor la importancia de las traducciones ecuménicas de la Biblia, claro, e invita entusiasta al aprecio de los bienes presentes en los otros cristianos. La progresión de la comunión es el fruto precioso de las relaciones entre cristianos y del diálogo teológico que llevan ellos entre sí. Esta búsqueda de la unidad mediante el diálogo teológico, lejos de acto facultativo, es «exigencia que deriva del ser mismo de la comunidad cristiana».

El Papa no se cansa de repetir que «¡la Iglesia debe respirar con sus dos pulmones!» (Oriente-Occidente); y le place recordar los motivos de que la Iglesia católica y la ortodoxa sean «Iglesias hermanas».

Prueba no menos interés por el diálogo con las otras Iglesias y comunidades eclesiales de Occidente en el marco de las consideraciones de Unitatis redintegratio. Como el Concilio deseaba, el diálogo se ha desarrollado entre Iglesias y con el Consejo Ecuménico de las Iglesias (CEI) gracias a un «grupo mixto de trabajo» y a la participación católica en la Comisión Fe y Constitución (FC).

Aborda, en fin, numerosas cuestiones controvertidas como el bautismo, la Eucaristía, el ministerio ordenado, la sacramentalidad y autoridad de la Iglesia, la sucesión apostólica, puntos todos donde ya se han encontrado inesperadas perspectivas de solución, pero donde se advierte igualmente la necesidad de ulteriores esclarecimientos.

San Juan Pablo II concede gran importancia a las relaciones eclesiales, en particular aquellas que él pudo afortunadamente fomentar durante sus visitas pastorales de matiz ecuménico, no pocas, como es el caso de las visitas al patriarca de Constantinopla, al Arzobispo de Canterbury, o a la sede del CEI en Ginebra.

La tercera y última parte es la más novedosa e importante. El ecumenismo aspira a restablecer la plena unidad visible de los bautizados, algo donde lo que se ha obtenido hasta la fecha no pasa de ser una etapa, bien es cierto que positiva y prometedora.

Para proseguir por ahí es preciso el trabajo paciente y vigoroso. Sobremanera en cinco temas a profundizar hasta el verdadero consenso en la fe, o sea: Escritura y Tradición; Eucaristía; orden ministerial; magisterio de la Iglesia; la Virgen María, madre de Dios e icono de la Iglesia.

En cuanto a continuidad del diálogo teológico, hace falta emprender un proceso de «recepción» de los resultados ya conseguidos para el conjunto del pueblo de Dios, llamados a devenir en patrimonio común.

La Ut unum sint, conocida por algunos como «encíclica de la conversión ecuménica», invita a fomentar el ecumenismo espiritual y a entrar de buen grado en lo que el Papa llama «el diálogo de la conversión», que comporta un esfuerzo de arrepentimiento, de admitir los propios errores, de voluntad de reforma personal y comunitaria, de ponerse en las manos de Dios, y de absoluta confianza en el poder reconciliador de Cristo.

Vencer las divisiones es posible, pues los mártires de las diversas Iglesias lo atestiguan. Para ellos y los santos, la comunión es ya perfecta. Provienen de todas las Iglesias o comunidades eclesiales que les han abierto la entrada en la comunión de salvación.

El pasaje más original, también el más comentado, es el relativo al ministerio de unidad del obispo de Roma. Según la bella expresión de san Gregorio el Grande, y antes de san Agustín, al que san Gregorio tanto sigue, el sucesor de Pedro ha de ser el «siervo de los siervos de Dios» (servus servorum Dei).

San Juan Pablo II agrega: «Esta definición preserva de la mejor manera el riesgo de separar la potestad (y en particular el primado) del ministerio, lo cual estaría en contradicción con el significado de potestad según el Evangelio: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22, 27), dice nuestro Señor Jesucristo, Cabeza de la Iglesia». El Papa -antes lo había hecho san Pablo VI-, pide perdón por las faltas que han dejado ciertos recuerdos históricos dolorosos.

Sucesor de Pedro, comprende que es preciso renovar la forma de expresar el ejercicio del primado, abierto a una situación nueva, aunque sin renuncias a nada de lo esencial. Luego de haber mostrado que Cristo es «el único Pastor, en el que todos los pastores son uno», concluye san Agustín: «Que todos se identifiquen con el único Pastor y hagan oír la única voz del Pastor, para que la oigan las ovejas y sigan al único Pastor, y no a éste o a aquél, sino al único y que todos en él hagan oír la misma voz, y que no tengan cada uno su propia voz […] Que las ovejas oigan esta voz, limpia de toda división y purificada de toda herejía» (Sermo 46, 30: CCL 41, 557).

Y aquí viene la propuesta que más sorprendió: «Tarea ingente que no podemos rechazar y que no puedo llevar a término solo. La comunión real, aunque imperfecta, que existe entre todos nosotros, ¿no podría llevar a los responsables eclesiales y a sus teólogos a establecer conmigo y sobre esta cuestión un diálogo fraterno, paciente, en el que podríamos escucharnos más allá de estériles polémicas, teniendo presente sólo la voluntad de Cristo para su Iglesia, dejándonos impactar por su grito “que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 21)(UUS 96).

Consolador y saludable, pues, resulta el comprobar que 25 años después de haber visto la luz, la feliz inspiración de la Ut unum sint se percibe aleccionadora y pujante en todo estudio ecuménico de ley: el Congreso que sobre el ministerio petrino convocó en Roma el cardenal Kasper, entonces presidente del PCPUC (21-24.05.2003), debió su iniciativa al n.95 de nuestra encíclica y al expreso deseo de san Juan Pablo II.

La Comisión internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, por sólo citar otro ejemplo, viene haciendo del tema, especialmente a partir de la reanudación de sus encuentros en Belgrado (2006), el argumento bandera de sus deliberaciones. La Ut unum sint, en suma, constituye un servicio impagable de san Juan Pablo II a la causa de la unidad, y, por lo que se ve, tiene cuerda para rato.

NB: Quien tenga humor y ganas de ampliar información al respecto, puede hacerlo en el Pliego de Vida Nueva, o en la síntesis del mismo en Vida Nueva Digital. Ambos salen hoy a Librerías y Redes.

Pedro Langa: Vida Nueva, n.º 3.179 (23-29 de mayo de 2020), pp.24-29 (Pliego).







Pedro Langa Aguilar, OSA. es sacerdote agustino burgalés de Coruña del Conde (1943). Licenciado en Dogmática por Comillas, doctor en Teología y Ciencias Patrísticas por el Augustinianum y profesor en universidades de Roma, Madrid y Salamanca, lleva  cuarenta años consecutivos dictando cursos de Patrística, Agustinología y Ecumenismo.





martes, 26 de mayo de 2020

EN EL XXV ANIVERSARIO DE "UT UNUM SINT"


TEXTO DE LA CARTA DEL PAPA FRANCISCO AL CARDENAL KURT KOCH, PRESIDENTE DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, CON MOTIVO DEL 25 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DE LA ENCÍCLICA DE SAN JUAN PABLO II UT UNUM SINT.


"Al querido hermano Cardenal KURT KOCH Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos 

Mañana se cumplen veinticinco años de la firma por parte de san Juan Pablo II de la Carta encíclica Ut unum sint. Con la mirada puesta en el horizonte del Jubileo de 2000, quería que la Iglesia, en su camino hacia el tercer milenio, tuviera en cuenta la oración insistente de su Maestro y Señor: “¡Que todos sean uno!” (cf. Jn 17,21). Por ello, escribió esa Encíclica que confirmó «de modo irreversible» (UUS, 3) el compromiso ecuménico de la Iglesia Católica. La publicó en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, colocándola bajo el signo del Espíritu Santo, el artífice de la unidad en la diversidad, y en este mismo contexto litúrgico y espiritual la conmemoramos y proponemos al Pueblo de Dios. El Concilio Vaticano II reconoció que el movimiento para el restablecimiento de la unidad de todos los cristianos «ha surgido [...] con ayuda de la gracia del Espíritu Santo» (Unitatis redintegratio, 1). También afirmó que el Espíritu, mientras «obra la distribución de gracias y servicios», es «el principio de la unidad de la Iglesia» (ibíd., 2). Y la Encíclica Ut unum sint reitera que «la legítima diversidad no se opone de ningún modo a la unidad de la Iglesia, sino que por el contrario aumenta su honor y contribuye no poco al cumplimiento de su misión» (n. 50). De hecho, «sólo el Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, producir la unidad. [...] Es él el que armoniza la Iglesia». Me viene a la mente aquella bella palabra de san Basilio, el Grande: Ipse harmonia est, él mismo es la armonía» (Homilía en la catedral católica del Espíritu Santo, Estambul, 29 noviembre 2014)

En este aniversario, doy gracias al Señor por el camino que nos ha permitido recorrer como cristianos en busca de la comunión plena. Yo también comparto la sana impaciencia de aquellos que a veces piensan que podríamos y deberíamos esforzarnos más. Sin embargo, no debemos dejar de confiar y de agradecer: se han dado muchos pasos en estas décadas para sanar heridas seculares y milenarias; ha crecido el conocimiento y la estima mutua, favoreciendo la superación de prejuicios arraigados; se ha desarrollado el diálogo teológico y el de la caridad, así como diversas formas de colaboración en el diálogo de la vida, en el ámbito de la pastoral y cultural. En este momento, pienso en mis queridos Hermanos que presiden las diversas Iglesias y Comunidades Cristianas; y también en todos los hermanos y hermanas de todas las tradiciones cristianas que son nuestros compañeros de viaje. Al igual que los discípulos de Emaús, podemos sentir la presencia del Cristo resucitado que camina a nuestro lado y nos explica las Escrituras, y reconocerlo en la fracción del pan, en la espera de compartir juntos la mesa eucarística. 

Renuevo mi agradecimiento a todos los que han trabajado y siguen haciéndolo en ese Dicasterio para mantener viva la conciencia de este objetivo irrenunciable dentro de la Iglesia. En particular, me complace acoger dos iniciativas recientes. La primera es un Vademécum ecuménico para obispos, que se publicará el próximo otoño como estímulo y guía para el ejercicio de sus responsabilidades ecuménicas. En efecto, el servicio de la unidad es un aspecto esencial de la misión del obispo, quien es «el principio fundamento perpetuo y visible de unidad» en su Iglesia particular (Lumen gentium, 23; cf. CIC 383§3; CCEO 902-908). La segunda iniciativa es la presentación de la revista Acta Ecuménica, que, en la renovación del Servicio de Información del Dicasterio, se propone como un subsidio para quienes trabajan para el servicio de la unidad. 

En el camino hacia la comunión plena es importante recordar el trayecto recorrido, pero también se necesita escudriñar el horizonte con la encíclica Ut unum sint, preguntándose: «Quanta est nobis via(n. 77), “¿cuánto camino nos separa todavía?”. Algo es cierto, la unidad no es principalmente el resultado de nuestra acción, sino que es don del Espíritu Santo. Sin embargo, esta «no vendrá como un milagro al final: la unidad viene en el camino, la construye el Espíritu Santo en el camino» (Homilía en las vísperas, San Pablo extramuros, 25 enero 2014). Por lo tanto, invoquemos al Espíritu con confianza, para que guíe nuestros pasos y cada uno escuche con renovado vigor el llamado a trabajar por la causa ecuménica; que Él inspire nuevos gestos proféticos y fortalezca la caridad fraterna entre todos los discípulos de Cristo, «para que el mundo crea» (Jn 17,21) y se acreciente la alabanza al Padre que está en el Cielo. 

Vaticano, 24 de mayo de 2020. 

FRANCISCO "




lunes, 25 de mayo de 2020

LA ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS PREPARA EL CAMINO PARA PENTECOSTÉS


La oración por la unidad de los cristianos prepara el camino para Pentecostés

La tradición de orar por la unidad de los cristianos en Pentecostés adquiere un nuevo significado en estos momentos en que las reuniones físicas para la oración se han suspendido en muchos lugares, en un esfuerzo por frenar la pandemia de la COVID-19.

La Semana de oración por la unidad de los cristianos, celebrada por unos en torno a Pentecostés y por otros en el mes de enero, es una manifestación del compromiso continuo de trabajar por la unidad visible de los cristianos. Reúne diferentes tradiciones cristianas de todo el mundo, abriéndonos los ojos, fortaleciendo nuestra fe y reforzando la convicción de nuestras raíces cristianas comunes en un mundo dividido.

Orar juntos es algo para lo que no es necesario que las personas se reúnan físicamente en un mismo lugar, como han señalado repetidamente en las últimas semanas los grupos cristianos, incluidos los organizadores mundiales de la Semana de oración por la unidad de los cristianos: el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y la Iglesia Católica Romana.

El Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el CMI organizan conjuntamente la Semana de oración por la unidad de los cristianos desde 1968. El tema de este año, “Nos trataron con una solicitud poco común”, está tomado de Hechos 28:2, y se basa en la historia de cuando Pablo halló refugio en la isla de Malta después de un naufragio. Los recursos para la semana han sido preparados por miembros de diferentes iglesias de Malta.

El secretario general interino del Consejo Mundial de Iglesias, Rev. Prof. Dr. Ioan Sauca, afirmó que, al tiempo que personas de todo el mundo oran al unísono y recuerdan la hospitalidad recibida por San Pablo y aquellos que naufragaron junto con él, reflexionarán sobre el significado de la amabilidad y la hospitalidad con los extranjeros en este momento preciso.

“Oramos por la unidad de los cristianos en nuestros diversos lugares y tradiciones, pero también creamos espacio para las preocupaciones de nuestros hermanos y hermanas de otros contextos y los dones que nos aportan”, añadió. “Mantener la distancia física en estos momentos puede convertirse también en una expresión de bondad si así atendemos a las necesidades de los más vulnerables entre nosotros”.

FUENTE:



domingo, 24 de mayo de 2020

APROXIMÁNDONOS A PENTECOSTÉS


“UN PARACLITO QUE ESTÉ SIEMPRE CON VOSOTROS” (Jn 14, 15) 

por Francisco Henares Díaz 

Estos días que van de la Resurrección a Pentecostés son sublimes, aunque sombríos por la Pandemia. El Pan de la Palabra, sin embargo, nos trae en la misa, textos impresionantes de vida. Acentuados por el Santo Espíritu que nos llega como lo que es: ráfagas de vida, confianza en el Paráclito, nidal que siempre nos guarda. Loado, seas Señor Padre eterno en tu Hijo con el Espíritu que nos abriga. De todos modos, quizás deberíamos admitir que el Santo Espíritu no ha recibido, en muchos siglos de catolicismo, el fervor que merecía. O que no lo supimos llevar en nuestras liturgias y aulas. Lo entiendo, porque el Espíritu no se “toca”, no se ve por fuera. De ahí, a veces, la escasez de símbolos, a pesar de que la Paloma sea excelsa. A diferencia de la Iglesia ortodoxa tan constante y tan pneumatológica, efectivamente. 

Y he aquí la liturgia de la Palabra: el profeta Ezequiel nos regala: “Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo “ (Ez. 36, 26-27) A mí desde jovencico, las palabras que más se me grabaron del Espíritu eran aquellas donde nos dice Jesucristo que el Espíritu vendrá a nosotros, y que no tengamos miedo, ni pensemos lo que hemos de decir, porque él nos dirá todo lo que debemos de hacer (nos “chivará” todo, decíamos de adolescentes). ‘Qué cariño el de la Santa Trinidad con un Espíritu que tanto me ayuda. En el evangelio (Jn. 14,15-21) Cristo nos conduce: “Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la Verdad”. Esto del Espíritu y su recepción, no parece fácil, a juzgar por lo que el Señor añade: “El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve, ni lo conoce; vosotros en cambio lo conocéis, porque mora con vosotros”. Ahora lo vamos componiendo: como siempre, somos unos atascados, pero también como siempre, se nos dice por dónde ir, o sea, por el “Espíritu de la Verdad”. Eso ya es mucho, y es sabiduría, son dones, son renovación (Rom. 8, 16). En pocas palabras: es un lujo tener al Espíritu, aunque visitando altares, e iglesias apenas encuentre yo el símbolo. ¿Cómo lo vamos a ver si es Espíritu? Ahí está la clave: habla en clave (don divino) el Espíritu, pero se le entiende. Míralo: “Porque Dios es espíritu, el que nace de Dios estando nacido del Espíritu es Espíritu (Jn. 3. 6). Lógicamente, “renuncia a la carne” (Hebr. 6, 1)

Por tanto, Espíritu /vs/ carne. Buena batalla para cristianos en amor a la verdad. La Pastoral nos rocía. Recordemos: los “Frutos del Espíritu”, los dones, que eran muchos (qué bien memorizando el Catecismo los críos), y los versículos de la Secuencia: “Venid, Padre de los pobres, venid dador de todo don, venid luz de los corazones”. Acabo con una cita. El buen teólogo Rovira Belloso (Tratado de Dios uno y trino, 1993) decía que a la gente sencilla le costaba contemplar que el Padre era una persona (mayor), que el Hijo otra (Redentor), y al llegar el Espíritu Santo no lo hilaban como persona. Y en todo caso se veía una paloma. 

Bueno, pero son tantos los “carismas” del Espíritu que eso de enseñar al que no sabe hará maravillas para captarlo poco a poco. Todo menos olvidarlo.

Francisco HENARES DÍAZ 
Profesor de  Ecumenismo. ITM Murcia (Univ. Antonianum, Roma) 



jueves, 21 de mayo de 2020

PERFIL DE UNA COMUNIDAD CRISTIANA A PARTIR DE HECHOS

PERFIL DE UNA COMUNIDAD CRISTIANA A PARTIR DE LOS HECHOS DE LOS APOSTOLES 2, 36-47

Hechos 2,36-47 Versión BTI o La Palabra 

36 Por consiguiente, sepa con seguridad todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien vosotros habéis crucificado.
Los primeros convertidos
37 Estas palabras les llegaron hasta el fondo del corazón; así que dijeron a Pedro y a los demás apóstoles:
— ¿Qué debemos hacer, hermanos?
38 Pedro les contestó:
— Convertíos y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo, a fin de obtener el perdón de vuestros pecados. Entonces recibiréis, como don de Dios, el Espíritu Santo. 39 Porque la promesa os corresponde a vosotros y a vuestros hijos, e incluso a todos los extranjeros que reciban la llamada del Señor, nuestro Dios.
40 Con estas y otras muchas razones los instaba y animaba, diciendo:
— Poneos a salvo de este mundo corrupto.
41 Los que aceptaron con agrado la invitación se bautizaron, y aquel día se unieron a los apóstoles alrededor de tres mil personas.
Vida de la primera comunidad cristiana
42 Todos se mantenían constantes a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartir lo que tenían, de partir el pan y de participar en la oración. 43 Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por los apóstoles. 44 En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo compartían. 45 Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual. 46 A diario acudían al Templo con constancia y en íntima armonía, en familia partían el pan y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras. 47 Alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía. Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.

El taller de lectio divina “Palabra y Vida”, -acompañado por sor Carmen-, quiere compartir, con los lectores del Blog "Todos juntos" del Equipo Ecuménico Sabiñánigo esta sencilla reflexión -fruto de la lectio- con el deseo de animarnos a formar comunidades a imagen de la comunidad que nos propone este texto de los Hechos de los Apóstoles. 


Perfil de una comunidad cristiana, a partir de Hechos 

La primera comunidad cristiana. 

Esta comunidad está formada por un grupo de personas convertidas, que han abrazado la fe predicada por los Apóstoles. La conversión les ha llevado al bautismo, el cual reciben en el nombre de Jesucristo. Y, Dios, a su vez, les otorga como don, el Espíritu Santo. Es una comunidad que está en camino de salvación, lejos de creerse que ya han llegado, y que ya está salvada. Es a partir de la experiencia, del don del Espíritu, que la comunidad se va construyendo con unas características propias: 

1). Una comunidad que se sabe heredera de una promesa, que no solamente le corresponde a ella sola, sino también a sus hijos y a todos los extranjeros que reciban la llamada del Señor. 

2). Una comunidad, abierta, a la universalidad de razas pueblos y naciones; llamada a la acogida y la evangelización, al anuncio de Jesucristo al mundo entero. 

3). Podemos decir que la constancia es una de las características de esta comunidad (constante, constancia). Sin la cual no podemos avanzar en el camino de la salvación. 

4). El compartir/repartir tiene una gran fuerza: “compartían en familia, con sencillez y alegría sincera” (v. 46). 

5). La oración, -expresada de distintas maneras-, tiene un lugar importante en la comunidad: partían el pan, es decir, en lenguaje actual: celebraban la eucaristía, a diario acudían al templo, con constancia e íntima armonía, estaban unidos y juntos alababan a Dios. En esta comunidad vemos la importancia que le dan a la oración comunitaria y a la unidad. Esto indica la expresión de una comunidad viva y fraterna. 

6). Vivían en mutuo acuerdo, todo lo compartían, lo que tenían lo ponían en común. Esta experiencia es la que vivimos en la vida monástica: todo se pone en común, no solamente el tener, sino el ser, el saber y el hacer, es decir los dones que Dios te ha dado para el servicio del bien comunitario y de la evangelización. 

7). La armonía y unidad elementos esenciales: vivían en un mutuo acuerdo. Testimonio evangélico de unidad. 

8). La escucha de las enseñanzas de los Apóstoles. Es una comunidad que se forma y se deja enseñar por los Apóstoles. 

9). Es una comunidad que tiene cierto atractivo, “arrastre”, capacidad de convocatoria. Pues dice el texto: “Toda la gente los miraba con simpatía” (v. 47). 

10). Y como respuesta a su manera de vivir y actuar, reciben la bendición de Dios con el “aumento” y “crecimiento” de la comunidad. 

11). Es una comunidad que se pone “a salvo de este mundo corrupto” (v. 40), para vivir de otra manera. “Padre no te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn 17,15). 

La manera de vivir y el dinamismo de esta comunidad, nos lleva a reflexionar y profundizar en nuestras comunidades eclesiales, parroquiales y también religiosas. Y, por supuesto, en nuestro propio compromiso bautismal. ¿Por qué nuestras comunidades en lugar de crecer disminuyen? 

Ante esta visión de las primeras comunidades: 

- ¿Cuál es nuestro reto? 
- ¿Qué hago yo para formar comunidad de fe y de celebración? 

Más que nunca necesitamos de la comunidad para vivir la fe, en nuestros días es difícil de vivir la fe en solitario. Urge crear comunidades vivas donde se pueda celebrar, orar, compartir y festejar. El sentido festivo es importante para las comunidades. La unidad y la alegría son dos valores que por ellos mismos atraen y evangeliza. Estamos llamados a formar pequeñas comunidades de vida donde podamos vivir la fe con gozo y entusiasmo y, tal vez, de esta manera seamos fermento en la masa, testigos vivos de Cristo resucitado. 

La situación que hemos vivido y estamos viviendo de distanciamiento a causa de la Coronavirus, nos ha llevado a comprender la necesidad de la comunidad para la celebración de la fe. Es verdad que han surgido iniciativas pastorales muy interesante, parroquias virtuales etc, pero necesitamos el encuentro, la presencia de la fraternidad, la celebración juntos. Que esta experiencia vivida despierte en nosotros el deseo de crear comunidades de fe al ejemplo de los apóstoles y los primeros cristianos y sepamos atraer a tantas personas que caminan un poco a tientas, sin saber muy bien elegir el camino que les acerque a la comunidad, a Jesús. 

Sor Carmen Herrero