Una nueva luz aparece
Mientras ciertas noticias sombrías nos atormentan todos los días, pedimos a Dios que venga en ayuda de nuestra humanidad, que ha sido puesta a prueba no sólo por los estragos del coronavirus sino por tantos otros sufrimientos. Le confiamos a quienes cayeron enfermos, a sus familiares, a quienes los cuidan.
Rogamos a Dios. Pero velemos por no encerrarnos en nuestra angustia, mientras simplemente esperamos que pase esta prueba y que todo vuelva a ser como antes. Le rogamos a Dios pero Dios también nos ruega, le gustaría ser escuchado. Y puede que quiera decirnos: ¡Despertad!
No es que Dios castigue a la humanidad. ¡No, jamás! Es el Dios de la compasión. Está cerca de todo ser humano. Él "sólo puede dar su amor", según las palabras de un creyente de oriente en el siglo VII, Isaac de Nínive, que el hermano Roger repetía con frecuencia.
Sí, Dios ama a cada una y cada uno de nosotros. Y porque nos ama, nos habla. ¿No será que quiere decirnos: ved cuánto dependéis unos de otros, entre personas cercanas pero también entre países y pueblos? Mirad cuánto necesitáis la fraternidad humana. Ved cuán necesario es cuidar de la creación para vuestro futuro.
La pandemia que nos ataca saca a la luz de forma brusca la necesidad de cambios profundos en nuestras sociedades. Por ejemplo, se siguen gastando enormes sumas en armamentos cuando una pequeña fracción de este dinero sería suficiente para restaurar la dignidad humana a tantos que se ven privados de ella.
Muchas personas se enfrentan valientemente al desafío de la solidaridad. Se entregan para que, ante la epidemia, la vida continúe, y a veces poniendo en riesgo su salud o su propia vida.
Sí, la prueba por la que estamos pasando contiene un llamado a la hermandad y muchos saben cómo responder. Pero, aún más allá, ¿cuál es la luz que puede traernos hoy el mensaje pascual?
La mañana de Pascua, María Magdalena llega con la noticia de que la tumba está vacía donde se encuentran los apóstoles. Podemos imaginar el terror que se apoderó de ellos. Además del desastre de la muerte infame de Jesús en la cruz, se agrega una calamidad: han hecho desaparecer su cuerpo. Es como si todos los rastros de la gran esperanza suscitada en ellos desaparecieran. Pedro y Juan van corriendo. Al llegar a la tumba, Pedro mira y se queda cuestionándose. El otro discípulo "ve y cree".
¿Qué es lo que conduce a este discípulo espontáneamente a la fe? ¿Cómo puede reconocer en la tumba vacía que Jesús ha resucitado? Nunca lo sabremos. La única pista es que, al mismo tiempo, parece entender algo de las Escrituras. ¿Acaso se acuerda de repente de una parte del salmo: "No dejarás que tu amigo vea la corrupción"? ¿Se habrá dicho delante de la tumba vacía: pero sí, no lo había pensado, no lo había comprendido?
La realidad de la resurrección de Jesús nos supera, no se demuestra racionalmente, sino que abre un horizonte desconocido. Enfermedad, violencia y muerte ya no tienen la última palabra. Se alza una nueva luz. No solo cambia completamente la mirada que tenemos de la vida, sino que transforma a quienes la acogen y libera en ellos y ellas energías insospechadas. Una luz que mueve a los discípulos de Jesús a formar una comunidad que irradia la vida misma de Dios.
Muchos viven con gran dificultad el confinamiento que se nos impone: pienso en las personas que están solas, las familias que viven en un espacio muy pequeño, los que están separados de los suyos, las personas sin hogar. Que este confinamiento no estreche nuestro horizonte. Que el mensaje pascual nos abra a nuevas dimensiones, vastas y amplias.
En la oración, incluso si es pobre, podemos recibir la luz del mensaje pascual. Podemos descubrir que es posible cambiar nuestro comportamiento personal y colectivo, con vistas a otro futuro para nosotros y para la humanidad. Podemos permitir que se despliegue en nosotros la imaginación necesaria para poner en práctica una nueva solidaridad.
El Resucitado envía a sus discípulos a todo el mundo, no para hacer entrar a toda la humanidad a un mismo sistema religioso, sino para que sus vidas irradien una esperanza de paz para la tierra y plenitud para toda la creación.
Dejémonos atrapar por la luz de Pascua y saludémonos mutuamente con la noticia de la mañana de Pascua: “¡Cristo ha resucitado! "-" ¡Sí, verdaderamente ha resucitado! "
Hermano Alois
Prior Comunidad de Taizé
Un coro virtual canta "In resurrectione tua"
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