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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

sábado, 8 de diciembre de 2018

ADVIENTO SOLIDARIO 2018

ADVIENTO SOLIDARIO 2018 

por Sor Carmen Herrero Martínez 

En primer lugar recordar lo que significa Adviento. Adviento es, una palabra que viene del la latín, -adventus-, que quiere decir “LLEGADA SOLENME.” Adviento, un tiempo para vivirlo, bajo el signo de “encuentro”, entre un Dios que viene al encuentro del hombre, y el hombre que va al encuentro de Dios. Un Dios que se hace solidario con la humanidad caída y viene a levantarla, a sacarla del estado de la esclavitud en el que vivía, para darle la libertad, la salvación. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3, 16). “Dios hecho materia, para que la materia sea divinizada” 1. Y santo Tomás de Aquino dice: “Es evidente que el Hijo de Dios tomó nuestra condición y vino a nosotros no por un motivo insignificante sino por nuestro bien. Él se vinculó a nosotros, por decirlo de esta manera, tomando un cuerpo y un alma humana y naciendo de una Virgen, para poder darnos su Divinidad. De esta manera, Él se hizo Hombre para que el hombre se haga Dios” (Santo Tomás de Aquino) 

Adviento está marcado por la espera y esperanza que culmina en el nacimiento de Jesús. El adviento es como un camino que vamos recorriendo, a través de las cuatro semanas litúrgicas, acompañados por la Palabra de Dios que la Iglesia nos propone; el cual nos lleva hasta Belén, donde se realiza el acontecimiento central de la Historia salvífica: el nacimiento del Hijo de Dios. “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley” (Gal 4,4). Benedicto XVI dice: “El acontecimiento central de nuestra fe es que Dios-Amor, ama tanto al mundo -a nuestro mundo- que le ha enviado a su Hijo, Jesucristo, este Niño, Jesús que nos nace, es el Amor de Dios encarnado 2

A la espera y esperanza hemos de unir la solidaridad, porque desde el momento que Dios se hace Hombre, solidario con la humanidad, todo cuanto concierne al ser humano, concierne también a la Iglesia y al cristiano. De ahí que la solidaridad sea esencial para el cristiano. Vivir un adviento solidario quiere decir, comprometerse con los más pobres y necesitados. Entendiendo como pobres, no solamente aquellas personas que carecen de lo económico; sino también a tantas personas que están sumergidas en la pobreza humana, moral y espiritual. Esta pobreza que numerosos hombres y mujeres, en nuestros días, les envuelve y les impide vivir en libertad y plenitud de vida, bajo la apariencia de riqueza. ¡Fuerte pobreza escondida, arropada solamente por el tener! 

Ser solidarios es estar al lado del necesitado, sea cual sea su necesidad. Recordemos las palabras de Jesús: “cada vez que lo hicisteis a uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 34). El criterio del juicio final es: “Tuve hambre y me disteis de comer” (Mt 25, 39s). Siendo Dios el centro de nuestra vida, el prójimo, el hermano, tiene que estar junto a Dios, no podemos separarlo. “Si alguno dice: “amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4, 20). ¡No cabe separación entre Dios y el hermano! La exigencia cristiana es diáfana, porque Dios se ha hecho Solidario con toda la humanidad. Él nos entrega a su a su propio Hijo, asumiendo nuestra propia naturaleza para liberarnos del pecado y salvarnos. Cristo, el Hijo de Dios, ciudadano del cielo, por derecho natural, se ha hecho Hijo, del Hombre en el tiempo, ciudadano de la tierra. “El cuál siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo, hecho semejante a los hombres” (Flp 2, 2-27). Jesús se hace solidario con la Humanidad. Él es nuestro modelo a seguir. 

¡Qué maravilla si realmente viviésemos así el adviento, animados, de este espíritu solidario y fraterno¡ Sabemos que vivir como hermanos, no es fácil; pero al menos, intentemos hacer lo “poco” que está a nuestro alcance y pidamos a Dios, nuestro Padre, que nos conceda la gracia y el audacia de amar como Él nos ama, aprendiendo de él a ser solidarios con nuestros hermanos y hermanas en humanidad; como Dios lo ha sido y sigue siéndolo con cada unos de sus hijos. 

A nosotros nos toca esforzarnos y poner ese grano de arena, que ayude a formar una sociedad donde el amor de unos con otros sea posible, y como dice el refrán: “un grano no hace granero pero ayuda al compañero.” Los pequeños gestos y pequeños “pasos”, que cada uno vamos haciendo hacia el hermano construyen grandes caminos que convergen en el encuentro, en la alegría, la amistad y la fraternidad. Desde esta participación y deseo de amarnos los unos a los otros, como hermanos de un mismo Padre, y salvados por Jesucristo, construyamos la fraternidad y una sociedad diferente: más justa, más humana y solidaria; pues un mundo mejor es posible, con la ayuda de Dios y nuestra propia colaboración. 

Si a sí vivimos el adviento, la Navidad será distinta, tanto en las familias, como en la comunidades eclesiales y en la sociedad; porque donde reina la solidaridad y el amor, allí está Dios, el Emmanuel encarnado, y allí es NAVIDAD. 

¡FELIZ NAVIDAD! 

Sor Carmen Herrero Martínez 
Fraternidad Monástica de Jerusalén

Notas:
1. San Máximo el Confesor. 
2. Benedicto XVI, su primera en la encíclica, “Dios es amor”, nº 1.




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