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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

viernes, 12 de febrero de 2021

LA ORACIÓN DE INTERCESIÓN


LA ORACIÓN DE INTERCESIÓN

por Sor Carmen Herreo

La definición de interceder, del latín intercedĕre, es la acción de hablar en favor de alguien para librarlo de un problema o para procurarle un bien. El Catecismo de la Iglesia dice: La intercesión es una oración de petición que nos conforma a la oración de Jesús. Él es el único Intercesor ante el Padre. 1 «Interceder, pedir en favor de otro es […] lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios».2

La oración de intercesión es una súplica dirigida a Dios, en quien ponemos toda nuestra confianza. Le presentamos los sufrimientos y las angustias de la humanidad; las necesidades concretas de los hombres y mujeres que caminan en este mundo con sus gozos y sus penas, pidiéndole su ayuda y su bendición. Pedir al Señor la bendición para alguien es una oración muy bonita. Personalmente esta oración me brota con frecuencia, sobre todo en los trayectos, cuando ves tantas personas necesitadas, limitadas, desvalidas, me brota de todo corazón: ¡Señor, bendícela o envía sobre ella tus santos ángeles para que la protejan!

La oración de intercesión se funda en la palabra de Jesús que dice: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis; al que llama se le abre” (cf. Lc 11, 5-13). Y también: “Cuanto le pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá” (Mt 21,22). Cristo es nuestro gran Intercesor, de aquí la importancia de dirigimos al Padre en su nombre, mediante la acción del Espíritu Santo que inspira y, a la vez, purifica nuestra oración. “El Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad, porque no sabemos pedir como conviene” (Rm 8,26). La oración de intercesión hemos de realizarla bajo la acción del Espíritu que ilumina nuestra inteligencia espiritual y nuestras peticiones.

San Pablo dice: “Presentad a Dios vuestras peticiones” (Tm 2,1). En la primitiva comunidad la oración de intercesión era muy real y concreta. En nuestros días, algunas comunidades religiosas protestantes tienen esta palabra de Pablo muy presente en el oficio litúrgico. Y oran textualmente como indica san Pablo.

El pastor protestante Dietrich Bonhoeffer define así la oración de súplica: “La intercesión no es algo genérico ni abstracto, sino un acto realmente concreto. Se trata de orar por tal o tal persona, tal dificultad; cuanto más precisa es la oración, más fecunda”.

Por el bautismo todos hemos recibido el ministerio sacerdotal de los fieles. Este ministerio nos capacita para la oración de intercesión, para elevar las súplicas al Señor por personas concretas y situaciones reales de la Iglesia y de la sociedad. Los cristianos hemos de desarrollar más este ministerio bautismal y ser conscientes de nuestra misión de intercesores en el mundo y para el mundo. “Orar por el pueblo”. ¡Ministerio tan maravilloso y fecundo como discreto! Moisés, es el gran orante en favor del pueblo de Israel que prefigura a Cristo.3 El papa Francisco insiste en la fecundidad de la oración de intercesión. “La Iglesia, en todos sus miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión, interceder por los otros. Recemos los unos por los otros: nos hará bien a nosotros y hará bien a todos.4 Conocemos bien su petición: Recen por mí.

En la actualidad, que tanto se habla de los distintos ministerios en la Iglesia, -de los ministerios femeninos-, hemos de descubrir y revalorizar los que realmente son comunes a todos los bautizados, hombres y mujeres, y vivirlos desde nuestra propia vocación de laicos, casados, célibes y consagrados. Para ello no necesitamos reconocimiento “oficial”, lo único que realmente necesitamos es tomar conciencia de nuestro bautismo y de la riqueza que nos habita y llevarla a la vida. La oración de intercesión es un ministerio, y así lo hemos de vivir. Interceder es amar y servir. Mediante la oración de intercesión presentamos a Dios, Padre, las necesidades de la Iglesia y de la humanidad, de las personas en concreto y también las necesidades personales. Interceder ante Dios es un acto de amor que queda en la intimidad de una relación totalmente gratuita.

La oración de intercesión es una oración de petición dirigida a Dios desde la fe, la confianza y el abandono, sin demasiadas palabras. Pues Dios, como buen Padre que es, conoce y comprende nuestro corazón; conoce mejor que nosotros mismos nuestras necesidades. Ahora bien, somos nosotros quienes necesitamos decírselas y él nos escucha con ternura, como una madre escucha a sus hijos. Jesús nos dice: “Al orar no charléis mucho, como los gentiles que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo” (Mt 7-8). Dios mora dentro de mí, y no necesita ni gritos ni discursos, sino una relación amorosa y confiada de hijo/a. Al formular una oración de intercesión, realizamos un gesto de amistad y confianza en Dios, nuestro Padre sin necesidad de frases bonitas ni discursos rebuscados.

Cuando llegamos a tomar conciencia y vivir el misterio de la filiación divina, nuestra oración de intercesión cambia. Santa Teresa en todos sus escritos nos comunica esta rica experiencia que vivió en lo más profundo de su alma. No se avergüenza de decirnos que ella unas veces trata a Dios como Padre y otras como hermano, como Señor, esposo y amigo.5 “Por paso (bajo) que hable está tan cerca que nos oirá”.6 Cuando se vive la experiencia de Dios y la certeza de que él mora en mí, el trato con él es muy sencillo, porque se vive en una gran intimidad, con sencillez, amor y pocas palabras. Pues el silencio interior es la presencia más viva y real de que Dios mora en mí. Dirá san Juan de la Cruz: “El que discretamente ama, no cuida de pedir lo que le falta y desea, sino que representa su necesidad para que el Amado haga lo que le fuera servido”. Postura de confianza y total abandono. Y el Salmista: “Ante ti, Señor mío, están todos mis anhelos” (Sal 37,10). Y en el Evangelio leemos: “Ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis” (Mt 6,8).

Y aquí podemos recordar a María, en su intercesión ante su hijo en las bodas de Caná. Oración sencilla, concisa y muy eficaz. María se acerca a Jesús y simplemente le dice: “No tiene vino”. María, mujer sensible a las necesidades de los demás, se da cuenta de que falta el vino; ella sabía lo que significa en una boda quedarse sin vino y acude a su hijo con toda sencillez a darle esa información-petición: “No tienen vino”. “¿Mujer, qué tenemos que ver tú y yo? No ha llegado mi hora”. Ante la contestación de su hijo no duda de su bondad y poder y les dice a los servidores: “Hacer lo que él os diga” (cf Jn 2,5ss). Y todos conocemos el resultado. La oración de María es audaz, pues ella anticipó la hora de Jesús. De la oración sencilla, confiada, de María tenemos que aprender a interceder ante el Señor con convicción de que Dios nos escucha, incluso cuando aparentemente no encontramos la respuesta deseada.

En la oración de súplica hemos de ser sobrios y claros, pues a veces se escuchan oraciones de intercesión -sobre todo en la liturgia-, que más que una oración confiada, nacida desde la fe y confianza, es una manera de decirle a Dios lo que tiene que hacer. Como si a Dios pudiésemos “amaestrarlo” y convertirlo en un dios manejable a nuestro servicio. Esto es tener una falsa imagen de Dios.

La oración de súplica indica esa amistad e intimidad de la que antes hemos hablado. Nadie pide un favor a un enemigo o persona desconocida. Cuando necesitamos un favor se lo pedimos a aquella persona que de verdad amamos y tenemos confianza en que lo que le pedimos nos lo pueda conceder. Esto pasa en la oración de súplica; esta oración está llena de fe y amistad, de seguridad en que Dios todo lo puede conceder siempre que sea un bien mejor, tanto para la persona como para la humanidad. Pues también hemos de tener presente la palabra que dice Isaías: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55,8-9). Esta palabra de Isaías debe de consolarnos y reconfortarnos cuando la respuesta de Dios a nuestra oración es distinta a la deseada.

En estos momentos históricos que estamos viviendo, a causa de la pandemia, podemos caer en la tentación de decir: ¿Para qué suplicar si Dios no nos escucha? ¡Él guarda silencio! Son muy intensas y constantes las súplicas dirigidas a Dios para que nos libre del Covid-19, -que tanto daño está causando a la humanidad- y pocas las esperanzas que vemos de poder erradicar este virus. ¿Cómo vivir esta situación desde la fe y la y seguir implorando desde la confianza? Humanamente no es nada fácil y podemos caer en la tentación de abandonar la oración e incluso la fe. En tales situaciones solamente desde una confianza plena hemos decir: Señor, tu lo sabes todo, tú sabes el por qué y el para qué de tanto sufrimiento que nos toca vivir y que no comprendemos. Ante tal situación confío y adoro, como diría Teilhard de Chardin, y sigo intercediendo por esta humanidad que llora y pena ante la situación dramática que vivimos día a día. Como siempre en la historia para unos esta situación es mucho más grave y trágica que para otras personas y grupos sociales. Despierta, Señor, y ven a salvar a tu Pueblo. Nuestra esperanza está puesta en ti.


NOTAS
  1. Cf Rm 8,34; 1 Jn 2,1; 1 Tm,2,5-8.
  2. Catecismo de la Iglesia Católica nº 2635.
  3. Podemos referirnos a la audiencia del Papa Francisco del miércoles, 16 de diciembre de 2020, Catequesis 19. “La oración de intercesión”.
  4. Catequesis 19. “La oración de intercesión”.
  5. Santa Teresa, Camino de Perfección capítulo 28, nº 3. Obras Completas, Editorial Espiritualidad, 1963 Madrid.
  6. Santa Teresa, Camino de Perfección capítulo 28, nº 2. Obras Completas, Editorial Espiritualidad, 1963 Madrid.
Hna. Carmen Herrero.
Fraternidad Monástica de Jerusalén






1 comentario:

  1. Un mensaje muy bonito y necesario
    Para nuestro diario vivir.
    Mi agradecimiento por vuestro buen hacer.

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