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martes, 23 de febrero de 2021

LOS SÍMBOLOS RELIGIOSOS

Importancia de los símbolos religiosos

por José Luis Vázquez Borau

El símbolo representa la cara oculta de las cosas del mundo y del ser humano. El símbolo es un educador de lo invisible y promotor de oración. Nos enseña a volver el alma hacia Dios. El símbolo pone de manifiesto el alma del ser humano emplazándolo a subordinar el instinto al espíritu, percibiendo el alma lo sagrado que ya está presente en toda la realidad y en lo más íntimo de nosotros mismos. Por eso el símbolo es poético, ya que es portador de un sentido que la persona debe descubrir. El símbolo es bipolar, conjuga lo visible y lo invisible, el presente lo lejano, lo idéntico y lo distinto. Cuatro son las propiedades más significativas de estos: a) Se resiste a nuestras objetivaciones y niega nuestras evidencias. Se opone a la razón al tener una lógica diferente; b) Introduce el orden del juego y de la danza, impone el ritmo y alegra al espíritu. Con él aparecen la risa y el gesto, el vértigo, la embriaguez, el trance, tal vez la locura; y c) Es ambivalente: su naturaleza se sitúa fuera del bien y del mal. La palabra symballo significa en griego juntar, unir piezas que se correspondan. Así, un símbolo nos pone en contacto con otra realidad, y no sólo de un modo intelectual, sino, con frecuencia, con una vivencia profunda que plenifica el sentimiento.

1. Símbolo de la resistencia indígena

El 13 de septiembre de 1981, en todos los medios de información se publicó la noticia de que, en México, había sucumbido prácticamente el famoso “árbol de la noche triste”, quemado por un grupo de vándalos, tras ser rociado con gasolina. Aunque poco quedaba ya de él, fue reforzado su carcomido tronco con cemento, además de tener que inyectarle cada mes substancias especiales para mantenerlo vivo. Y es que dicho árbol era venerado por los mexicanos durante siglos, como símbolo de la resistencia indígena a los conquistadores. Cuando Hernán Cortés tuvo que dejar el mando en manos de Pedro de Alvarado, al precisar salir al encuentro del disidente Pánfilo de Nárvaez. Vencido éste, volvió Hernán Cortés a la ciudad de México, encontrándola sublevada por la crueldad de Alvarado. Ante la situación tan angustiosa en que se vio tuvo que ordenar el abandono de la capital, lo que hizo de noche y en secreto. Y en una llanura próxima a Otumba, apoyado en un árbol, lloró Hernán Cortés amargamente su derrota. Fue aquella la célebre “noche triste”, la del 30 de junio al 1 de julio de 1521.

2. El ser humano es un animal simbólico.

El espíritu humano vive continuamente de los símbolos. El ser humano entiende el mundo y actúa sobre él, siempre mediante símbolos. Según L. Klages (872 - 1956) filósofo alemán, que realizó estudios de psicología sobre el carácter y la grafología, el ser humano es, de por sí, es un animal simbólico. Los símbolos son imágenes revestidas de sentido, que cambian y que cobran vida continuamente. J. F. W. Schelling (1775-1854), filósofo idealista alemán, es de la opinión de que en el símbolo, lo particular, que es la imagen, es a la vez, lo universal, el sentido. Por esto F. Schegel (1792-1829), filólogo y teórico de la estética romántica alemana, sostenía que solamente el símbolo permite acceder a lo infinito o a Dios, y el arte, aparece así, como una vía privilegiada de conocimiento.

Entre los filósofos e historiadores de la religión que han dedicado una especial atención al estudio de los símbolos destaca M. Eliade (1907-1986), que centró su actividad intelectual en el estudio de la historia de las religiones y de la fenomenología del hecho religioso. Desde esta perspectiva hizo especial hincapié en el estudio de los símbolos y los mitos, a los que interpretó en sus diversas funciones antropológicas. En contra de las interpretaciones más difundidas del pensamiento mítico, Eliade pensaba que, en los mitos, así como en la concepción de lo sagrado y lo profano, se manifiestan los rasgos específicos de lo humano. Los mitos, lejos de ser simples fenómenos históricos, perviven y deben ser utilizados por el ser humano de hoy para renovarse y percibir, a través de ellos, lo eterno. Sin embargo, esta pervivencia no se efectúa solamente por el recuerdo de los mitos ancestrales sino que, en cada época, se engendran mitos propios, de manera que también existen mitos propios de la era contemporánea. Por ello, su investigación de los símbolos está orientada hacia la búsqueda de las manifestaciones de lo sagrado entre las realizaciones del hombre moderno, aparentemente desacralizadas y secularizadas, pero que siguen conservando aspectos esenciales de lo sagrado.

Mediante el símbolo, la persona puede percibir la presencia de lo sagrado. Por ello, el símbolo ocupa un lugar central en el culto, y en todo ritual, constituyendo la base del lenguaje religioso. Existen muchos tipos distintos de símbolos que, en general, pueden agruparse en: cosmológicos, soteriológicos y antropológicos. Existen símbolos que se refieren al espacio sagrado, distinto del espacio profano o el fundamental que es el símbolo del centro del mundo; símbolos que permiten distinguir el tiempo sagrado del profano; símbolos de la naturaleza y su relación con ser humano que establecen una relación entre el macrocosmos y el microcosmos. De esta manera, concibe el símbolo como un instrumento de conocimiento que forma parte de una esfera pre-lingüística: precede al lenguaje y a la razón discursiva. Los símbolos, según Eliade, constituyen aperturas hacia un mundo transhistórico. Señala, finalmente, que incluso las nociones de un espacio sagrado, distinto del espacio profano, están presentes en la persona no religiosa, como también lo está la noción de un tiempo sagrado, distinto del tiempo profano. Propugna un nuevo “humanismo” que adopte como base lo sagrado en cuanto estructura la conciencia humana.

3. Diferencia entre símbolo y signo.

El signo lo interpretamos desde la objetividad y al símbolo desde la subjetividad, que no es arbitrariedad. Entendemos por signo al nexo o unión entre un significante y un significado. En el campo de la lingüística el sonido “m-e-s-a” lleva al concepto de mesa. Toda cosa pues, que nos lleve al conocimiento de otra es signo, por ejemplo: las señales de tráfico, el lenguaje, los colores de la liturgia etc., pero hemos de advertir que para quien no conozca la relación existente entre significante y significado, no hay signo. Así para quien no conozca el significado de las palabras, no hay signos lingüísticos. Esto supone que el signo se apoya en un código de normas, que relacionan los significantes con los significados, y que por lo tanto el mundo de los signos es el mundo de los conceptos, los significados, expresados según las normas en los significantes.

El uso de las palabras signo y símbolo es indiscriminado, tanto en el lenguaje coloquial, como en el científico. Hay muchos autores que las utilizan de muy distintas maneras, con significaciones muy diversas, o indistintamente con la misma significación. Ello conlleva una dificultad especial a la hora de precisar los términos. La razón de esta confusión quizás, al menos en parte, la encontraremos en que ambas realidades pertenecen al mundo de la relación humana. Tanto el signo como el símbolo hacen de mediadores entre las personas, afectando a disciplinas totalmente dispares como la lingüística, la antropología, la psicología, la filosofía, la historia, etc.

El paradigma de los signos es el lingüístico, la lengua. En ella el significante son los fonemas o los sonidos articulados formando la significación completa, sea palabra, oración o discurso. El significado es el concepto que dicha expresión lingüística despierta en el oyente. El nexo son las normas, que establecen la conexión entre las palabras y conceptos en los interlocutores, y que están recogidas en las disciplinas que componen el estudio de la lengua. El signo nos está remitiendo constantemente a una estructura. Todo signo no es sino estructura. Por esto la estructura es indispensable para poder descifrar y entender cualquier signo, que sin ella no es tal. Estructura, código, normas, conceptos, etc. todos estos términos están haciendo referencia a la razón, al conocimiento intelectual. El signo habla al entendimiento y todo signo en resumidas cuentas puede ser expresado en palabras, pues el signo pertenece al campo e la razón.  

4. La palabra símbolo se utiliza de muchas maneras.

El uso más extremo del término es aquel en el que se contrapone a lo real. Así, cuando decimos coloquialmente que la paloma es el símbolo de la paz, utilizamos una representación convencional. En este caso la palabra símbolo está significando lo contrario de lo real. Así, afirmamos muchas veces que algo es simbólico, queriendo decir que algo es irreal, que no existe o que es inútil, que no sirve para nada, y decir inútil en una sociedad que todo lo mide por la utilidad, equivale a decir ficticio, por ejemplo, un gesto simbólico, un voto simbólico, es un gesto o un voto que no sirven como tales. Esta manera de entender la palabra símbolo está en la antípoda de lo que se entiende por ella en el mundo de los sacramentos, que son símbolos de vida, es decir realidades ónticas cargadas de una dimensión trascendente. Toda la realidad que nos rodea está llena de una trascendencia que hemos de descubrir desde la percepción de su inmanencia. Es la fe la que nos hace ver esta realidad trascendente en lo inmanente, convirtiendo así a la creación entera en una transparencia de la densidad divina de la que está cargada.

PUBLICADO EN:
REVISTA  HOREB  EKUMENE
ISSN 2605 - 3691 -MARZO 2021- Año IV - No 29
Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld






1 comentario:

  1. QUE EN EL ESFUERZO POR "CONSTRUIR UN NUEVO HUMANISMO" SEPAMOS VER LA NECESIDAD QUE TIENE EL HOMBRE ACTUAL DE DESCUBRIR LAS REALIDADES INVISIBLES.

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