Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

lunes, 8 de febrero de 2021

BUDISMO ZEN Y DESIERTO CRISTIANO


Budismo y desierto cristiano, Zazen y espiritualidad Carlos de Foucauld 
(Fenomenología de la Religión)

por Víctor José Viciano Climent

JUSTIFICACIÓN

En 1.976 el jesuita y maestro zen Enomiya Lasalle imparte el primer sesshin, en España (Los Molinos, Madrid); ya en los años ochenta, el budismo y la práctica del zazen comenzó a calar en la sociedad española y, muy especialmente, entre la Vida Consagrada; esto originó una vuelta a la «vida de desierto» que había sucumbido y quedado reducida a los altares, como modelos de vida lejanos y alejados, para ofrecernos una nueva visión: una forma de vida adecuada y propia para el hombre y la mujer en el siglo XX y siguientes, como avanzó el Hermanito Charles de Foucauld desde la «espiritualidad del abandono» en medio del desierto saharaui.

INTRODUCCIÓN

Budismo y cristianismo, punto de encuentro en la Sabiduría y la Misericordia.

Los miércoles nos reuníamos en nuestra fraternidad del casco antiguo de Benidorm con varios monjes de la comunidad budista de Sella (Alicante), era el final de la década de los ochenta y el inicio de los 90, habíamos encontrado un punto de encuentro y un mantra para estos momentos interreligiosos, invocábamos al Espíritu Santo y nos silenciábamos entonando om, muni muni, maha muni, shakyamuniye soha y el miericordias Domini in aeternum cantado de Taizé, habíamos encontrado en Santa Teresa de Jesús y en San Juan de la Cruz un mismo referente para nuestro camino espiritual personal. A ellos los habíamos conocido en una excursión por los parajes de Sella / Orxeta / Finestrat, por los caminos de la montaña, al adentrarnos instintivamente por una trocha y casualmente conducirnos ésta a la comunidad que allí se hallaba tan bien resguardada de curiosos; nos recibieron el superior de la casa y el administrador, recuerdo que me obsequiaron imponiéndome el collar de flores como a los novicios que habían ordenado hacía unos momentos allí mismo y al otro hermano con una estampa.

¿Por qué comenzar con la historia arriba citada? Los años 80 eran tiempos de búsqueda, por un lado unos acudían a los estupefacientes, otros al sexo, la Iglesia se debatía en su seno entre Teología de la Liberación y Fraternidad Sacerdotal San Pío X, la sociedad se arrullaba con Hare Krishnas, New Age, sectas espiritualistas y orientalismos; no es nada nuevo que el hombre busque encontrar su origen y, sobre todo, el sentido de su destino final, así se adentra en vías que, de uno u otro modo, llenen el sentido de trascendencia y de vacío espiritual. San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Francisco de Asís, el Beato Carlos de Foucauld… han ido ofreciendo caminos a la humanidad en este sentido, hacia el encuentro numinoso, al silencio en el que todo calla, en el que el espanto del dies ira, dies irae se transforma en prosternación y solo hay ojos para el Amado, la música callada, la soledad sonora.

Es en los años ochenta cuando el budismo zen toma relevancia en Europa y se adentra en España, por un lado llegan monjes y monjas budistas, incluso a alguna de ellas la vemos con el hábito azafrán o rojo por la calles; es el inicio de nuestra democracia y esta da paso a nuevas formas de religión o espiritualidad y manifestación que, paulatinamente, serán reconocidas o desechadas por el Ministerio de Justicia. Los jesuitas se adentran en estas vías, se ofrecen cursos en lugares como la “Casa de Espiritualidad de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús” en Benirredrá, los monjes benedictinos de Montserrat también se zambullen en estos caminos y realizan intercambios con monjes budistas,[6] de su monasterio saldrá el Padre Estanislao Llopart que se instaló como eremita en la India y finalmente en Japón.[7]

El fenómeno peculiar se produce cuando sacerdotes, monjes y religiosas católicos se acercan al budismo, al budismo zen, al zazen, y más allá del mero diálogo interreligioso, se sumergen en su práctica; al fin y al cabo los jesuitas Padre Arrupe y Enomiya-Lassalle pusieron ante nuestros ojos hispánicos esta realidad que a muchos dejó ojipláticos pero que a otros cautivó.[8] En España la religiosa Ana María Schlüter (Instituto Mujeres de Betania) fundaba el Zendo Betania en Brihuega (Guadalajara),[9] su discípulo, el sacerdote y Vicario episcopal de la Diócesis de Murcia-Cartagena, José Sánchez Ramos (Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas – Carlos de Foucauld) fundará la Casa de Oración “Desierto de la Paz” en la Sierra de la Fuensanta (La Alberca, Murcia),[10] en donde abrirá un zendo y que impartirá las introducciones a la práctica del zen, en fin de semana, en la cercana “Villa Pilar” (Casa de Ejercicios de las Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado), uniendo la espiritualidad del desierto (Carlos de Foucauld) y la del zen.

EL ENTORNO SOCIAL

La Declaración conciliar Nostra Aetate promulgada en 1965 al referirse «a las diversas religiones no cristianas» dice en el punto 2

En el Budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con espíritu devoto y confiado pueden adquirir el estado de perfecta liberación o la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados con el auxilio superior. […] La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn., 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas.[11]

Sin embargo, estas palabras que son una invitación no sólo a acoger la realidad de lo Santo en las otras religiones, sino también a ser capaces de explicar nuestra fe católica al pueblo de Dios y al mundo entero, a ser capaces de profundizar en cuanto de común hay en todas y descubrir los comunes valores que santos como santa Teresa de Jesús o san Juan de la Cruz han aportado a la humanidad desde su encuentro con el vacío al ser impulsados a la nada como apunta Rudolf Otto.[12]

La ocasión perdida es aprovechada, tras la crisis postconciliar, por aquellos que ofrecen eras y salvaciones venidas del extremo oriente; una sociedad que sucumbe ante las drogas naturales y de laboratorio como forma de escapar a la realidad y de llenar el vacío existencial, una sociedad como la española que sufre el horror vacui legado por nuestros antepasados iberos, necesita dar forma y saciar la sed que nuestra religión ya no parece capaz de calmar, una vez desprendida del aspecto mayestático y de terror que ofrecía nuestra antigua liturgia, en un lenguaje para muchos incomprensible (ajenos al latín), y unos cantos (gregoriano) y olores (incienso) que desaparecen del imaginario, como las velas de cera, pero que, la mente sigue buscando y, por ello encuentra el nexo que le une a los cantos en forma de mantra, a los ambientes imbuidos de inciensos varios, a los ambientes callados y en penumbra que evocan al románico de nuestros templos.

La sociedad española de finales de los años setenta, ochenta y de los noventa del pasado siglo, se abre así al hinduismo con el yoga y al budismo y a la práctica de la meditación zazen, que forma parte del budismo zen; como una búsqueda de lo inmanente, como una posibilidad de crecimiento y de alejarse de las situaciones que afectan negativamente a la persona, tanto física como interiormente (espiritual y anímicamente): buscan la salvación. Salvación que no encuentran, por razones dispares, en la religión católica.

Así, pues, numerosos católicos se suman a la búsqueda de la paz interior, del silenciamiento, del encuentro con el Otro a través del zen; no hay por parte de ellos un rechazo a la religión católica, hay una necesidad de más profundidad, de búsqueda y encuentro. Curiosamente, muchas veces oiremos decir a estos creyentes que adentrarse en la práctica del zazen les ha permitido conocer a los místicos católicos y descubrir la vida del yermo y el valor del silencio, asó como conocer mejor su propia religión.

ZEN

Recuerdo la primera introducción al zazen a la que asistí, la dirigía al sacerdote José Sánchez Ramos, en Murcia. Iba expectante pero con una pregunta qué me iba a ofrecer a mí el budismo que no estuviese en la Iglesia Católica. Las sentadas y las meditaciones se acompañaban, entre otras, de referencias a san Juan de la Cruz, a su Cántico espiritual. Después de tres días, salí muy rebotado, el grito interior fue aún mayor en los días siguientes ¡qué hay allí que no tengamos en nuestra Iglesia y en nuestros santos y místicos! Pasé una semana de absurdo, de no entender nada, de rebelarme contra el zen, contra el sacerdote, contra quienes me habían llevado hasta allí, de gritar una y otra vez que Cristo es el camino, la verdad y la vida. No era consciente de que se estaba rompiendo en mí un velo. Regresé días después al Desierto de la Paz para hablar con Sánchez Ramos, decirle lo que sentía y recibir sus explicaciones. De repente, en la capilla, se hizo el silencio, un silencio como tantas veces había visto en otras capillas y templos; sin embargo, en esta ocasión era diferente. Un silencio que buscaba la prosternación, estar con la cabeza en el suelo, no hacer caso de ruidos exteriores ni de palabras interiores, sólo brotaba el reconocimiento total del Altísimo, en el silencio. San Juan de la Cruz me prestaría sus palabras «ni cogeré las flores, ni temeré las fieras».

En aquel momento de charlatanes y comerciales buscando alcanzar el yo profundo que por la meditación les hiciese vender más y mejor o de políticos que prometían lo que no iban a cumplir [puedo prometer y prometo] o de largas homilías, estaba la sociedad tan saturada de palabras que necesitaba oír el silencio y ese silencio lo aportaban los monasterios, aparentemente fuera del alcance de los «humanos» y la meditación zen, que tiene tan pocas palabras; era el tiempo en que Juan Salvador Gaviota, Carlo Carretto, Khalil Gibran e Ibn Arabí mostraban el camino hacia la unidad, el amor universal, el silencio, de psicoterapeutas como Dürkheim, llenando librerías, conversaciones, meditaciones que se acompañaban del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz musicalizado por Amancio Prada y se introducía el silencio con el sintoísta Kitaro. De este modo, quienes se adentran en este camino y estos ambientes, más pronto o más tarde, habrán de enfrentarse con los problemas últimos de la vida y de la muerte, de la fe y del Absoluto.[13]

Con el zazen «la loca de la casa», a la que se refiere santa Teresa de Jesús en Las moradas o El castillo interior, se serena mediante la técnica de la respiración, el abandono de los pensamientos, la ascesis del cuerpo, en la búsqueda de la iluminación. «Lo fundamental en la tradición del zen es caer en la cuenta experiencialmente, a través del zazen (en leguaje de Dogen Zengji: sentarse [za] en lo Impensable; a solas con lo Impensable [zen]), de eso que ninguno de nuestros sentidos ni el pensamiento puede captar. Es vacío y es, a la vez, origen de un potencial infinito de paz, sabiduría, amor» nos dice Ana María Schlüter en la introducción a la edición española de «Barrera sin puerta».[14] En la misma dirección apunta Ignacio Larrañaga al decir «concluiremos con E. Fromm, que “la mente humana es la bendición y la maldición del hombre”» al hablarnos de la tensión en esa lucha por la unidad.[15] Todos apuntan a vaciarse del yo.

Ana María Schlüter, religiosa católica, en un artículo para el Boletín Ecuménico Horeb – Carlos de Foucauld,[16] nos recuerda la Constitución conciliar «Ad Gentes en la que contribuyó el P. Enomiya-Lassalle y en cuyo nº 18 se dice: «consideren con atención el modo de asumir en la vida religiosa cristiana las tradiciones ascéticas y contemplativas, cuya semilla había Dios esparcido con frecuencia en las antiguas culturas antes de la proclamación del evangelio”.»

En su experiencia une a dos hombres distantes tanto en la época como en la cultura: Siddharta Gotama el Buda y san Juan de la Cruz, el primero manifestó que «todos los seres son iluminados, pero por su forma engañosa de pensar y el apego a sí mismos no se percatan de ello», del segundo apunta sobre la Subida del Monte Carmelo «esta luz nunca falta en el alma, y es debido solo a sus formas y velos que no se le infunde». Incide Ana María, especialmente, en que

estaba aprendiendo algo más, un nuevo “lenguaje” que lleva a expresarse y percatarse de una manera nueva y que abre horizontes nuevos, que ofrece posibilidades de tomar conciencia de ciertas dimensiones de la experiencia. Pues aunque la Realidad íntima, inefable, es una y siempre la misma, el marco religioso en el cual se vive influye en la posibilidad y el modo de experimentarla, así como en la interpretación de la experiencia.

Entraríamos así en el aspecto de «Lo santo como categoría a priori» a la que hace alusión Rudolf Otto en su obra ya citada.

DESIERTO CRISTIANO

Las diversas herejías aparecidas en la Iglesia actúan en los siglos III y IV no solo como un catalizador de la fe, hacen que los creyentes en Jesús ahonden en su propia fe y que las comunidades se afiancen no sin dolor, situación que supone abordar cuestiones teológicas no planteadas hasta el momento y también los intereses personales de determinados obispos y jerarcas eclesiásticos. Con todo este maremágnum político, social y religioso que se viene expresando: la declaración de la Iglesia como religión del Estado romano, una vez superada la etapa de las persecuciones cristianas, la relajación de costumbres por la jerarquía eclesiástica y de los creyentes, las herejías y luchas intestinas en busca de la expresión de la fe verdadera, serán el abono para la aparición de un nuevo fenómeno: el eremitismo. Aquellos hombres y mujeres buscaban la soledad para encontrarse con Dios, vivían relativamente alejados en medio de extraños parajes, lo suficientemente solitarios para enfrentarse al diablo, lo suficientemente cerca para acudir al hermano ante la necesidad; de hecho, siguen expresando la fe comunitaria de la Iglesia al no romper los vínculos e, incluso, reunirse para orar juntos en determinados momentos o para canalizar los trabajos que les permitían sobrevivir sin el apego al dinero y al prestigio.

En el tercio final del siglo XX, periodo que nos ocupa el presente trabajo, la sociedad se halla ante una situación digamos que similar, salvando las diferencias: la Iglesia vive una situación interna un tanto convulsa, la sociedad civil busca alternativas al vacío y a la falta de referentes, muchos creyentes –y también ateos- ponen sus ojos en las doctrinas orientales y por ellas conocen la vida contemplativa, la mística, la ascesis; por ellas se adentran en lo sagrado por la meditación -o por las drogas, en tantos casos como única salida o compatibilizando ambas experiencia, o por el sexo-, lo cual nos sitúa ante lo que Mircea Eliade nos señala: «en la mayoría de las religiones arcaicas, el “vuelo” significa el acceso a un modo de ser sobrehumano (Dios, mago, “espíritu”); en último término, la libertad de moverse a placer […] En el plano mitológico, el gesto ejemplar de la trascendencia del mundo se ilustra con Buda».[17] La necesidad de encontrarse con lo Santo, de hallar salvación ante el desconcierto, el absurdo, lo vacío, empuja incluso a clérigos y laicos católicos a adentrarse en la experiencia zen y de aquí iniciar el movimiento por el cual, al conocer mejor otra religión, en este caso la práctica orante del budismo zen, nos puede y debe ayudar a penetrar en un conocimiento aún mayor de nuestra propia fe –como el profesor Dr. Andrés Valencia nos explica-. K. Rahner, abundando sobre la gracia del cristianismo, apunta a que toda religión es tensión hacia la única realidad trascendente al decir que «la Unidad Absoluta y concreta de realidad (en Dios) se da para el hombre como postulado metafísico y como esperanza escatológica, pero no como entidad disponible».[18] Nos preguntamos qué ocurre para que así sea, hallando respuesta en las palabras del sacerdote diocesano Jesús Segura en su artículo para el «Boletín Ecuménico Horeb – Carlos de Foucauld»: «la complicación no viene de la Buena Noticia, sino de las capas que hemos ido añadiendo al personaje que interpretamos, y que además creemos ser, y así somos unos desconocidos para nosotros mismos. Soltar, desprenderse de tantas máscaras, para volver a nacer de nuevo va a ser la gran dificultad».[19]

Así, pues, tras las primeras sesiones zazen suele iniciarse una búsqueda de silencio, un deseo de estar en comunión con la Creación y, en el caso de muchos creyentes, de adquirir un conocimiento mayor de los místicos católicos; como si fuese una terapia emocional,

el pasado se hace luminoso. El Hijo chillón y el Padre sermoneador comienzan a levantar sus voces, agitándose exasperados. Pueden aparecer alegría y tristeza, amor y odio. El que medita es consciente de todo esto. Pero él les deja hacer. No les presta atención. Se niega a entrar en un análisis de torbellino. No dialogará con ellos porque el más profundo centro de su ser, batiéndose en la nube del no saber con el dardo del amor, se está sumergiendo en la más exquisita sabiduría de tipo supraconceptual.[20]

¿Qué había fallado, entonces? ¿Porqué hasta la fecha los monjes, religiosas y clérigos católicos no habían percibido los mismos sentimientos que los monjes y monjas budistas? W. Johnston,[21] nos da la respuesta a la misma pregunta que él ya se había hecho: «mientras los yoguis y maestros se sentaban silenciosos y llenos de majestad registrando un ritmo alfa exquisito e impecable, los clérigos leían la Biblia, cantaban himnos, paseaban alrededor de la habitación, tropezando con las máquinas».

En una de las enseñanzas que impartí al grupo de carismáticos de mi parroquia expongo la experiencia de desierto

Oseas ha escuchado una palabra de Dios “Le llevaré al desierto y le hablaré al corazón”. Si no habéis estado en el desierto puedo deciros que es un lugar que sobrecoge, durante el día, al mirar hacia el horizonte buscando un lugar en donde cobijarte y descansar sin achicharrarte bajo el tórrido sol corres el riesgo de perderte al poner tus ojos en los espejismos que aparecen ante ti y que te hacen creer que hay ciudades, palmeras, agua o caravanas allá en la lejanía y tú, engañado, sales aprisa en busca de algo que nunca encontrarás porque no existe. ¿No os ha pasado jamás el poner vuestras ilusiones en una persona, en un trabajo, en una situación o en una cosa y luego habéis salido escaldados u os habéis dado cuenta de que no era lo que parecía? (como el dicho aquel de que no es oro todo lo que reluce). Las noches en el desierto son muy frías, tienen ruidos extraños, te sientes nada en medio de la inmensidad. Este desierto es un reflejo de nuestro desierto personal, de nuestro desierto espiritual. Vivimos tan convencidos en nuestra fe que no le damos a Dios quizá toda la importancia que debiera tener en nuestra vida; me explico: Él está en nuestra vida pero no pensamos que ha sido Él quien ha actuado o ha propiciado cada acción o cada segundo de la misma. En el desierto estamos desposeídos de todo, no tenemos qué comer, a duras penas algún sorbo de agua, y la Sagrada Escritura no nos acompaña, ha quedado todo allá en el lugar de donde partimos y ahora tenemos hambre y tenemos sed. Hambre y sed de lo material, de llenar nuestra barriga, nuestra cuenta, nuestros gustos y caprichos. ¿Hambre y sed de Dios? Es entonces cuando Dios puede hablarnos al corazón. Como con las llagas, nos ha vuelto a hacer la rula y, en esta ocasión nos ha traído al desierto. Creíamos –como los israelitas- que lo íbamos a pasar bien y nos damos cuenta de que nos ha ido despojando de todo, nos ha dejado sin nada, un poco más y estamos desnudos cubiertos con harapos. ¿Y ahora qué? Dios nos ha traído al desierto para hablarnos al corazón. Y nos dice (nombres) desde ahora tú eres mi favorita, ya no te llamarán devastada ni abandonada porque desde ahora eres mi Desposada. Así habla Dios a Isaías al referirse a su pueblo, al amor de su Vida.[22]

Cabe recordar que en la práctica ascética, tanto del budismo zen como del catolicismo, esta forma parte del entendimiento de sacrificio propio de la fenomenología religiosa, incluso forma parte del aspecto martirial tanto por las renuncias que conlleva en la forma de vivir (las costumbres) como en los ritos (el culto), en ambas se pretende el aniquilamiento del ego, la oración o meditación, el abandono, la paciencia y el esfuerzo, incluso por los votos que pretenden arrancar las pasiones ciegas. En este sentido, apunta Pablo D’Ors

conectar con el propio dolor y con el dolor del mundo es la única forma, demostrable, para derrocar al principal de los ídolos, que no es otro que el bienestar. Para lograr tal conexión con el dolor es preciso hacer exactamente lo contrario a lo que nos han enseñado: no correr, sino parar; no esforzarse, sino abandonarse; no proponerse metas, sino simplemente estar ahí.[23]

Como nos indica Mircea Eliade:

Este nacimiento iniciático implicaba la muerte a la existencia profana. El esquema se ha conservado tanto en el brahmanismo como en el budismo. El yogui muere para esta vida para renacer a otro modo de ser: aquel que está representado por la liberación. Buda enseñaba el camino y los medios de morir a la condición humana profana […] El símbolo del segundo renacimiento o del alumbramiento como acceso a la espiritualidad lo han recogido y revalorizado el judaísmo alejandrino y el cristianismo.[24]

mostrándonos que ambos casos se reencuentran en la experiencia del alumbramiento espiritual y la fenomenología de la iniciación.

EPÍLOGO

Para concluir, quiero hacer especial mención al bienaventurado hermanito Carlos de Foucauld, maestro del desierto, al que el Santo Padre Francisco pone como ejemplo a seguir en el encuentro con los otros en su encíclica «Fratelli tutti»

286. En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por san Francisco de Asís, y también por otros hermanos que no son católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y muchos más. Pero quiero terminar recordando a otra persona de profunda fe, quien, desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos. Se trata del beato Carlos de Foucauld.

287. Él fue orientando su sueño de una entrega total a Dios hacia una identificación con los últimos, abandonados en lo profundo del desierto africano. En ese contexto expresaba sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano,[286] y pedía a un amigo: «Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos».[287] Quería ser, en definitiva, «el hermano universal»[288]. Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos. Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros. Amén. [25]

Y al Encuentro internacional (ecuménico e interreligioso) de oración por la Paz con el lema «Roma 2020, Nadie se salva solo – Paz y fraternidad»,de la mano de la Comunidad Sant’ Egidio en la que el monje budista zen Shoten Minegishi concluía su discurso con estas palabras «Permítanme terminar mi discurso diciendo: desarmemos juntos nuestro corazón y recorramos este camino, dando un paso más hacia el mundo que buscamos, un mundo de fraternidad y de paz.»[26]

CONCLUSIÓN FINAL

El desierto es el lugar que Dios elige para su descanso, en él permanece y en él se manifiesta, las teofanías en el desierto no son pocas. Hoy contemplamos como desierto la Babel de nuestras ciudades, el entorno en el que vivimos, pues Dios en un Dios creativo que nos ofrece buscarle en el silencio de nuestra vida; es un aprendizaje que a muchos ha facilitado este encuentro entre budismo zen y cristianismo católico.

El desierto nos hace mirarnos, no analizarnos psicológicamente pues el desierto no es un lugar para ello. Cuando descubrimos que de verdad somos capaces de abandonarnos en sus manos, en las manos del Padre, es lo que hacían los Padres y Madres del desierto, encontramos una medicina para nuestra salud, un remanso de paz para nuestro cansancio, una nueva mirada que nos permite ver con Sus ojos a cada hermano, a cada situación. Sanar nuestra alma, nuestro espíritu, nuestro cuerpo, sanar el mundo, sanar la sociedad que nos rodea –razón por la que se apartaban a luchar contra los demonios en el desierto- requiere de esa confianza de nuestro corazón en Sus manos, en los brazos amorosos del Padre, en el pecho de quien nos dice que es «el Camino, la Verdad y la Vida», de quien nos dice «venid a Mi los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré»; en Él ponemos nuestras fuerzas, nuestra esperanza y al Él confiamos las necesidades de las personas y del mundo, y podemos seguirle –como hicieron las mujeres y varones del desierto- convencidos al escucharle decir «si quieres ser perfecto anda, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos; luego, ven y sígueme».

El desierto era un lugar alejado e inhóspito como nuestras ciudades y relaciones de hoy, especialmente con esta pandemia del coronavirus Covid19 (la peste del siglo XXI), por eso René Voillaume describió tan audazmente en su libro “En el corazón de las masas”

la verdad contemplativa que el mundo de hoy necesita, más allá de la vocación contemplativa de cartujos, carmelitas, clarisas (a quienes les ha sido entregado este don), es que la vocación contemplativa, la contemplación, sea puesta en los caminos, que los contemplativos sean arrojados en el mundo y en la miseria del mundo, es en esta vida contemplativa en la que se pueden hallar nuevas luces para el mundo. Y en esta misma dirección apunta Maritain en su libro “Liturgia y contemplación”. Cristianos que estén dispuestos a ir más lejos porque su corazón arde, aunque se encuentren impedidos de muchos obstáculos reales o ilusorios, como los primeros Padres del Desierto.[27]

ANEXO: ENCUESTA

Se ha remitido el siguiente cuestionario por whatsapp y por formulario Google Drive a varias personas que son católicas y practican zazen, de entre ellas hay sacerdotes, laicos, hombres, mujeres, de distinto estrato social, unos pertenecen a la Asociación del Desierto de la Paz, otros forman parte del Grupo Zen de Murcia y a otros se les ha remitido por el Zendo Betania:
  • a) ¿Cómo y dónde te encontraste con el zazen?
  • b) ¿implicó algún cambio en tu vida como cristiano?
  • c) ¿qué aporta tu práctica zazen a tu oración?
  • d) ¿es compatible la vida y sentimiento cristiano con la filosofía religiosa del zazen?
El resultado del trabajo de campo realizado es el que sigue:

El encuentro con el zen ha supuesto la lectura de la vida cristiana desde otras claves que procuran un camino interior, de oración más profunda que a su vez conecta más a la persona con la realidad, con ruptura de normas establecidas y acomodadas a las que cuesta renunciar desde el propio yo, ayudando a tomar conciencia de lo que la persona hace y desde donde lo hace; ha contribuido a profundizar en la experiencia de encuentro con Dios, personal y comunitaria.
  • a) mayoritariamente han accedido al mismo a través de referencia de comunidades y personas religiosas católicas.
  • b) algunos advierten que no les aporta nada su práctica de zazen a su vida religiosa como católico, sin embargo el sentimiento mayoritario es que les aporta hondura y un cambio en la forma de orar, que la vuelve más íntima.
  • c) No todos los encuestados ven relación entre oración y zen; es significativo las personas que indican que les ayuda a penetrar en el abandono y en la confianza total, en el Misterio del Dios escondido desvelado por Jesús.
  • d) Aquellos que son cristianos sienten un enriquecimiento que les permite descubrir la «oración contemplativa» y alguno manifiesta que no entiende que se siga viendo como incompatible o se rechace pese a las recomendaciones del Concilio Vaticano II sobre lo que hay de bueno en otras religiones.
Para abundar en el aspecto fenomenológico que estudiamos, Antonio de Murcia señala en sus respuesta que «el zen es compatible con cualquier forma de vida, solo es incompatible con la muerte». Vida y muerte, de nuevo presentes. Armigio indica el paso previo «se me cayó el concepto de Dios que había recibido», introduciéndonos en la realidad evolutiva religiosa, en donde la experiencia religiosa profunda, la mística, toma relevo a las normas y dogmas que atenazan la religión. Una frase bastante común en los encuestados es la de «pedid y se os dará, buscad y encontraréis…» (Mt 7, 7-12) significando la necesidad y actitud de búsqueda del creyente aunque no se reconozca como tal.

BIBLIOGRAFÍA
  1. ÁLVAREZ, E. y P., «El camino del corazón», 10 días en un monasterio, Colección Shalom 35, Editorial CCS, Madrid 2016
  2. BUDDHISTDOOR en español, http://espanol.buddhistdoor.net/primer-encuentro-mundial-entre-carmelitas-descalzos-y-budistas-theravada-en-avila-una-cronica-y-una-reflexion/?fbclid=IwAR1DtMLVoeBldBNO9umR5x2RboBOHLfKRTJIJabyO6NJvTTM2FdYGcuHJCI
  3. DOCTRINA DE LA FE, CONGREGACION PARA LA, «Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana», octubre 1989. http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19891015_meditazione-cristiana_sp.html
  4. ELIADE, M., «Cuerpo, casa, cosmos», Existencia humana y vida santificada, Lo sagrado y lo profano, Paidos orientalia, Editorial Planeta, Barcelona 20207, 128-129.
  5. JOHNSTON, W., «La música callada, la ciencia de la meditación», Colección Betania 49, Ediciones Paulinas, Humanes (Madrid) 1988.
  6. KOTTAK, C. P., «Antropología cultural», Mc Graw Hill, Aravaca (Madrid) 200611
  7. KOUN, Y., «Barrera sin puerta», Zendo Betania, Madrid 1986
  8. LARRAÑAGA, I., «Del sufrimiento a la paz» Hacia una liberación interior, Prismas 24, Ediciones Paulinas, Madrid 198514
  9. ORS, P. d’, «Biografía del silencio», Breve ensayo sobre meditación, Biografía del silencio, Ediciones Siruela, Madrid 201934
  10. PÁEZ, D. y otros más, «Psicología social, cultura y educación», Pearson Prentice Hall, Pearson Educación S.A., Madrid 2004
  11. PAPA FRANCISCO, Carta encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social, Documentos Papa Francisco, octubre 2020 n. 286 y 287. http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html
  12. RUDOLFF, O., «Lo santo, lo racional y lo irracional en la idea de Dios», Alianza editorial, Madrid 20163
  13. SCHLÜTER, A.M., «Experiencia de diálogo intra-religioso», Boletín Ecuménico Horeb – Carlos de Foucauld, nº 82 mayo 2017, 4-10. https://horebfoucauld.wordpress.com/2017/04/24/boletin-ecumenico-horeb-carlos-de-foucauld-mayo-2017/
  14. SEGURA, J., «Vivir, despertar, ser», Boletín Ecuménico Horeb – Carlos de Foucauld, nº 75 octubre 2016, 13-21. https://www.iesuscaritas.org/wp-content/uploads/2016/10/Bolet%c3%adn-n%c2%ba-75-octubre-2016-pdf.pdf
  15. SHOTEN MINESIGHI, «Encuentro internacional de oración por la paz, Roma 2020» https://preghieraperlapace.santegidio.org/pageID/31256/langID/es/text/3588/Discurso-de-Shoten-Minegishi.html
  16. VICIANO, V., «Sagrado Corazón de Jesús, amar sin condición», Cuadernos de espiritualidad, C.E. Horeb – Carlos de Foucauld, junio 2018, 11-13. https://issuu.com/comunidadecumenica/docs/cuadernos_horeb_2_12db9f8ed3af02
NOTAS:
[1] Boletín Ecuménico Horeb – Carlos de Foucauld https://horebfoucauld.wordpress.com//?s=victor+viciano
[10] Casa de Oración del Desierto de la Paz http://www.carlosdefoucauld.es/Oraciones/Monte.htm
[12] O. RUDOLFF, Lo santo, 85.
[13] W. JOHNSTON, La música callada, 24.
[14] Y. Koun, Barrera sin puerta, 8.
[15] I. LARRAÑAGA, Del sufrimiento a las paz, 14 ss.
[16] A.M. SCHLÜTER, Boletín Ecuménico Horeb – Carlos de Foucauld nº 82, 4-10.
[17] M. Eliade, Lo sagrado y lo profano
[18] K. RAHNER, apuntes de la asignatura de Fenomenología de las religiones, la salvación en las religiones de misterios, ISCR Valencia, 2020
[19] J. SEGURA, Boletín Ecuménico Horeb – Carlos de Foucauld nº 75, 13-21.
[20] W. JOHNOSTON, La música callada, 190-191.
[21] W. JOHNOSTON, o.c. 52-53.
[22] V. VICIANO, Cuadernos de espiritualidad, junio 2018, 11-13.
[23] P. D’ORS, Biografía del silencio, 52-53.
[24] M. ELIADE, Lo sagrado y lo profano, 145-146.
[25] PAPA FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 286-287.
[26] Shoten Minegishi, Encuentro Internacional de Oración Roma 2020 .
[27] J.M. RECONDO, El camino de oración en René Voillaume, Web Asociación familia espiritual Carlos de Foucauld, http://www.carlosdefoucauld.org/Biografias/Rene-Voillaume/Voillaume.htm

El presente artículo forma parte de los trabajos presentados en Fenomenología de la Religión, en el ISCR - Valencia


EL AUTOR

Víctor José Viciano Climent, alumno del Instituto Superior de Ciencias Religiosas – Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia. Aspirante al Diaconado Permanente, miembro de la «Unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús (Sodalidad Carlos de Foucauld)», feligrés de San Nicolás del Grao de Gandía. Ferroviario de profesión (FGV Alicante – Denia). Fui director del «Boletín Ecuménico de la Comunidad Horeb – Carlos de Foucauld» los años 2016 y 2017,[1] articulista del extinto semanario Safor Informatiu. Autor de numerosos artículos sobre historia, política, sindicalismo, religión, he publicado los libros «Bayrén, la puerta»,[2] «El vuelo K758 y otros relatos sangrantes»,[3] «Mírame, sobre la adoración eucarística»,[4] autor de «Cartas desde el desierto» en mi blog «El diván de Víctor».[5]

FUENTE:
INTERÉS SOCIAL, el diván de Víctor
https://victorviciano.blogspot.com/





1 comentario:

  1. Hace bastantes años asistí a una charla sobre zen, pero sibn elacionarlo con ninguna otra religión y, menos, con la católica.- Desconocía estas relaciones, pero las comprendo perfectamente y creo que pueden ser gratificanes. BNo tengo idea de que en Madrid, exista algo parecido, pero ha de haberlo. Me gustaría conocerlo más de cerca.

    ResponderEliminar