Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

martes, 14 de abril de 2020

LOS BIENES MATERIALES EN LAS DISTINTAS RELIGIONES



LO QUE DICEN LAS RELIGIONES
Los bienes materiales

por José Luis Vázquez Borau


Desgraciadamente, la Riqueza se ha convertido en nuestro mundo globalizado en un ídolo de inmenso poder que, para subsistir, exige cada vez más víctimas y deshumaniza y empobrece cada vez más la historia humana. Prácticamente, todo se organiza, se mueve y dinamiza desde esa lógica: buscar más productividad, más consumo, más bienestar, más energía, más poder sobre los demás… Esta lógica es imperialista. Si no la detenemos, puede poner en peligro al ser humano y al mismo Planeta. El dinero puede ser a veces una bendición pero también una maldición, sobre todo cuando se ha obtenido de forma injusta. La pobreza y la sobriedad tienen también valor en la vida, porque manifiestan que los bienes materiales son secundarios ante lo esencial de esta, que es el amor, en cuanto servicio y entrega a los demás. Cuando los bienes llegan a ser más importantes que las personas y que el propio Creador, los humanos nos embrutecemos y nos volvemos incapaces de cumplir con nuestro designio. En el momento en que la riqueza se convierte en la fuente principal de la confianza humana, entonces ya no quedaba más remedio que renunciar a ella para recuperar la dignidad de hijos de Dios.

1. El Decálogo, fundamento de una ética básica común.

El que en la Biblia se denomine a los judíos “pueblo elegido de Dios”, no indica superioridad ni soberbia, sino que expresa obligación frente a la alianza de Dios. Los innumerables preceptos de la ley judía no fueron dados todos desde el comienzo, y fuera de Israel también había preceptos elementales humanistas. La novedad es que estos preceptos son puestos bajo la autoridad del único Dios. Pronto, los preceptos más importantes se fueron resumiendo en “diez palabras”, en el “decálogo”, adoptado así mismo por los cristianos y con paralelismos por el Corán. Es el fundamento de una ética básica común a las tres Religiones del Libro. Teniendo como base la fe en el Dios uno y único, esas diez palabras de Israel constituyen el gran legado de los judíos a la humanidad.

Las Escrituras no apoyan ni la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos, ni su redistribución por la fuerza. Ni el capitalismo salvaje ni tampoco el comunismo a rajatabla, sino más bien al amor al prójimo que se manifiesta en compartir los bienes con justicia y compasión ya que, en la perspectiva bíblica, el dueño de la tierra es Dios y sólo él puede donarla a todo el pueblo. La ética bíblica apunta hacia una sociedad en la que cada persona tenga derecho al alimento, a la vivienda, a la educación y a todos aquellos servicios que permitan el desarrollo de sus capacidades humanas. La prohibición del robo en los diez mandamientos iba contra aquellos que pretendían apropiarse de bienes comunes, perjudicando a sus semejantes y disminuyendo así su calidad de vida. El bien material más valioso que poseía Israel, la tierra, no era algo privado sino de toda la comunidad.

La Biblia, condena siempre la acumulación masiva e injusta de las riquezas y propone su equilibrada distribución.

A diferencia de Canaán, Grecia o Roma que defendían el mantenimiento de la propiedad privada, las leyes bíblicas pretendieron cambiar la sociedad, garantizar la justicia, mantener la libertad para todos, pero sobre todo procurando defender al débil y alcanzar el bienestar de los necesitados. De ahí que la Palabra de Dios continúe siendo un modelo válido para los gobernantes de nuestro tiempo. El individualismo egoísta jamás tiene cabida en las páginas de la Escritura.

El libro del Eclesiástico (31,5-11) previene de los peligros de la riqueza y alaba al hombre que no se deja fascinar y pervertir por ella con estas palabras:

"El rico trabaja por amasar una fortuna,
y descansa acumulando lujos;
el pobre trabaja y le faltan las fuerzas,
y si descansa, pasa necesidad.
El que codicia el oro no quedará impune,
el que ama el dinero se extraviará por él.
Muchos quedaron empeñados por el oro
y se entramparon por los corales,
pero no los libraron de la desgracia
ni los salvaron el día de la cólera.
(Las riquezas) son una trampa para el necio,
el inexperto se enreda en ella.
Dichoso el hombre que se conserva íntegro
y no se pervierte por la riqueza.
¿Quién es? Vamos a felicitarlo,
porque ha hecho algo admirable en su pueblo.
¿Quién en la prueba se acreditó?
Tendrá paz y honor.
¿Quién pudiendo desviarse no se desvió,
pudiendo hacer el mal no lo hizo?
Su bondad está confirmada
y la asamblea contará sus alabanzas".

2. El mensaje de Jesús.

Son numerosas las frases de Jesús que condenan la preeminencia de la riqueza como bien mayor, tales como: “no podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lc 16, 13); “¡cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (Lc 18,24); “más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mc 10,25); “el engaño de las riquezas ahogan la palabra” (Mt 13,22) y muchas otras. También fue éste el tema de algunas de sus principales parábolas que contienen una denuncia del equivocado comportamiento de ciertos hombres ricos.

Jesús pudo hablar con autoridad de todos estos asuntos porque no tuvo bienes materiales y predicó siempre con el ejemplo personal. En cierta ocasión le dijo a un escriba que deseaba hacerse su discípulo y seguirle en su ministerio: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza.” (Mt 8, 20). De manera que la pobreza formaba parte del estilo de vida del Señor Jesús, para poner de manifiesto que el amor a la riqueza no es lo principal de la vida humana. No se condena al dinero en sí mismo, sino el apego a la riqueza que elimina a Dios y al hermano de la perspectiva vital. Los bienes nunca tienen que ser lo prioritario de la vida ni sustituir jamás a Dios o a las personas. El dinero debe servir para satisfacer las necesidades humanas y ayudar a quienes lo requieren.

El problema no es tanto la riqueza como la codicia que tanto puede arraigar en el almadel rico como en la del pobre.

Así pues, el derecho a la propiedad privada es válido si está orientado hacia el bien común. Emmanuel Mounier propone «ir hacia la co-propiedad del trabajo por encima del capital, hacia la persona como centro de todos los procesos económicos, y no sólo hacia la rentabilidad». Pues resulta que el dinero funciona al revés que las personas: cuanto más libre, peor.

3. El Corán prohíbe la usura y los intereses.

Existe un consenso generalizado entre los economistas musulmanes acerca de que la riba (interés) no se limita a la usura sino que comprende también los intereses bancario. El Corán es claro acerca de la prohibición de la riba, la cual es definida a veces como interés excesivo:

"Creyentes: temed a Dios y renunciad a las ganancias pendientes de la usura, si es que sois creyentes" (Corán 2, 278)

Las finanzas islámicas son bastante simples y pueden ser resumidas de la siguiente manera: 
a) Todo pago predeterminado por encima del monto real del principal está prohibido. El Islam permite sólo una clase de préstamo, y los El problema no es tanto la riqueza como la codicia que tanto puede arraigar en el alma del rico como en la del pobre. beneficios indirectos o vinculados también están prohibidos; 
b) El prestador debe participar en las ganancias o pérdidas originadas en la operación por la cual el dinero ha sido prestado. El Islam alienta a los musulmanes a invertir su dinero y asociarse con el fin de compartir beneficios y riesgos en los negocios, en lugar de convertirse en acreedores. El prestador no carga ningún interés o monto adicional sobre el dinero prestado. Traducido en términos bancarios, el depositante, el banco y el solicitante del préstamo deben compartir los riesgos y recompensas de la financiación. Esto es diferente del sistema bancario comercial basado en interés, en el cual toda la presión está sobre el solicitante del préstamo, que debe devolver el crédito más el interés acordado, sin importar el éxito o fracaso de su gestión.

4. Lakshmi diosa hindú de la abundancia, la belleza y la buena suerte.

Es conocida también como la Diosa-Loto. Lakshmi es mágica y práctica. Su compañero es el Dios Vishnu, y su mejor amigo un hombre, Ganesha (representado como el elefante sagrado). En los momentos difíciles trae curación y fortuna. Es una conexión cósmica de gran alcance, una mujer divina que se parece a nosotros y ofrece una sensación de coraje, de esperanza, de poder. Cada año, alrededor de la Luna Nueva de octubre o noviembre, los hindúes celebran el día de la diosa de la Buena Fortuna y la invitan a sus casas, tratando de obtener sus favores para el próximo año. La noche anterior a la fiesta, los niños lanzan petardos y encienden luces de bengala, y en algunas partes de la India, los adultos golpean cacerolas y sartenes para asustar a los hermanos oscuros de Lakshmi, llamados Alakshmi. Las mujeres adornan sus ventanas y puertas con unas pequeñas luces que son ofrendas a Lakshmi, para ayudarla a encontrar el camino a su morada.

Es descrita como una bella mujer india de grandes ojos oscuros, piel dorada y cuatro brazos. Vestida con Sari rojo bordado en oro. El rojo simboliza la actividad y el oro indica prosperidad. Aparece sentada o de pie en su trono de loto rosa, que representa la belleza, la pureza y la fertilidad. Lleva dos flores de loto bendiciendo a sus devotos, representando la evolución espiritual y la armonía en la vida. Sus brazos delanteros suelen ofrecer una bendición de protección. Su capacidad de mejorar nuestra suerte en la vida está simbolizada por las cascadas de monedas de oro que brotan de sus manos. Sus cuatro manos representan los cuatro extremos de la vida humana: “Dharma” o la justicia, “Kama” o deseos, “Artha” o la riqueza y “Moksha” o la liberación del ciclo del nacimiento y la muerte. Tiene el río Ganges a su servicio, y dos elefantes se muestran de pie junto a ella y la pulverizan con sus aguas, esto denota que el esfuerzo incesante, de acuerdo con el “Dharma” y rigiéndose por la sabiduría y la pureza, conduce a la prosperidad material y espiritual.

"En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos" Mahatma Gandhi


5. El budismo y el desapego total de los bienes.

Buda tuvo una intuición inicial que le llevó a dejar sus palacios, su comodidad y su poder para emprender una búsqueda profunda que respondiera a las preguntas que su inquietud había suscitado. El vivía cómodo y en la abundancia pero empezó a ver la enfermedad, la vejez, la inevitable muerte ¿Todos estamos sujetos a esto? Se preguntó. De qué sirve pues rodearme de seguridad y embriagarme de placer, no habrá una respuesta para esta aflicción, no habrá más luz que esta penumbra que nos envuelve. Y si yo sujeto como estoy a lo insatisfactorio, a lo impermanente a lo insustancial buscara lo satisfactorio, lo permanente, lo verdadero...

Tras varios años de búsqueda su intuición inicial iluminó toda su conciencia. Su experiencia de iluminación le reveló que cada ser humano podía a su vez intuir, transformarse, iluminarse, pero también se dio cuenta de lo difícil que esto era y tomó la decisión de señalar el camino. Pero siempre lo dejó muy claro: Él solo podía señalar el camino, no salvarnos, cada ser debía emprender su viaje, realizar la visión, permitir que la visión permeara todo el ser y de este viaje una nueva conciencia surgiría. El Buda señaló el camino de muchas maneras: enseñó métodos para el desarrollo de la conciencia humana, usó conceptos para acercarnos la visión de la existencia que Él había realizado, usó metáforas, mitos, símbolos y por supuesto dejó su ejemplo. Todo esto para ayudar a descubrir y desarrollar la riqueza interna.

6. Relato taoísta de Lie Tzu.

En el país de Ts’i, un tal Kouo era muy rico. En el país de Song, un tal Hiang era muy pobre. Un día, el hombre pobre fue a preguntarle al rico qué había hecho para enriquecerse de aquel modo. “Robando”, le contestó el rico y continuó diciendo: “no había pasado un año desde que empecé a robar, cuando ya tuve lo necesario, a los dos años obtuve la abundancia, a los tres, la opulencia y así me convertí en un hombre notable”.

Aunque Hiang no entendió el auténtico sentido del al término robar, se marchó sin pedir más explicaciones, no sin antes despedirse lleno de alegría y reconocimiento. Inmediatamente se puso manos a la obra. Saltando tapias o abriendo boquetes en las casas, se apoderaba de cuanto podía. Sin embargo, pronto fue arrestado, entonces tuvo que devolverlo todo e incluso perdió lo poco que poseía anteriormente. Feliz por haber salido por haber salido del embrollo sin otras consecuencias, se dirigió rápidamente a la casa de Kouo para pedirle cuentas, convencido de que había sido víctima de su engaño. Cuando lo vio llegar de aquel modo, Kuou, le preguntó asombrado: “Pero, ¿qué hiciste?”. Cuando Hiang le hubo contado sus maneras, Kouo se rió y le dijo: “¡Ah, no fue con este tipo de robo con el que me enriquecí! Al contrario, según el tiempo y las circunstancias, he ido robando las riquezas del cielo y la tierra, de la lluvia, de los montes y los valles. Me apoderé de aquello que había hecho crecer y madurar, de los animales salvajes de las praderas, de los peces y de las tortugas acuáticas. Todo cuanto tengo, lo robé a la naturaleza, pero, y eso es importante, antes de que fuera de alguien. Sin embargo, tú robaste lo que el cielo ya había entregado a otros hombres”.

Hiang se marchó descontento, convencido que Kouo seguía engañándole. Por el camino se encontró con un gran Maestro que iba de camino con sus discípulos y le contó su caso. “¡Pues claro!, le contestó el Maestro, si reflexionas bien, toda apropiación es un robo. Incluso el ser, la vida, es  robo de una parcela de la armonía del ying y del yang, cuánto más el hecho de apropiarte de un ser material. Pero hay que distinguir entre robo y robo. Robar a la naturaleza es el robo común que todos cometen y que no es castigado. Robar a alguien, es el robo particular que los ladrones cometen y que es castigado. Todos los hombres viven de robar al cielo y a la tierra y no por ello son castigados”.

7. El sintoísmo enfatiza la actitud justa o correcta.

Se trata de una religión nativa del Japón. Involucra la adoración de los kami. Este término, que constituye el concepto central del culto, llegó a aplicarse a cualquier fuerza sobrenatural o dios, como los dioses de la naturaleza, hombres sobresalientes, antepasados deificados o hasta deidades que representan ciertos ideales o simbolizan un poder abstracto. Los seres humanos, como hijos de kami, tienen ante todo una naturaleza divina. 

Por consiguiente, hay que vivir en armonía con los kami, y así uno podrá disfrutar de su protección y aprobación. La moralidad está basada en lo que es beneficioso para el grupo.


PUBLICADO EN:
REVISTA HOREB EKUMENE
Abril 2020- Año III - No 19
Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld






No hay comentarios:

Publicar un comentario