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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

miércoles, 15 de abril de 2020

EN LA CRISIS DEL CORONAVIRUS

Entrevista con el Profesor Christoph Stückelberger., presidente y fundador de Globethics.net, una red mundial con sede en Ginebra que promueve la acción y la reflexión relacionada con cuestiones de ética y que ofrece acceso a un gran número de recursos sobre ética, especialmente a través de su biblioteca en línea.


En la crisis del coronavirus, la “regla de oro” cobra aún más valor

Por Sandra Hohendahl-Tesch
Entrevista realizada y publicada por Reformiert.info


¿Por qué se necesita la voz de la ética en la actual crisis del coronavirus?

La pandemia plantea inmediatamente la cuestión de qué debemos hacer y cómo orientarnos como sociedad. La primera respuesta viene de la mano de la medicina, de los virólogos. Pero, ¿cómo lidiar con esta situación? Ya lo llamemos ética o no, siempre existen cuestiones de valores, como: ¿Cuánto vale la salud para nosotros? ¿Quiénes deben ser protegidos? ¿Cómo se distribuirán los escasos recursos existentes? La crisis actual tiene que ver particularmente con la necesidad de equilibrar las prioridades: ¿Qué valores son más importantes en cada situación? En los primeros días de la pandemia, la salud era primordial y todo lo demás tenía que pasar a un segundo plano. Después de dos o tres semanas, comienza una segunda ola. La economía en términos de capacidad financiera, empleos y poder adquisitivo está ahora reiniciándose. A medio plazo, la rentabilidad es también una cuestión de vida o muerte: el hecho de no tener nada que comer representa una amenaza para la vida. La nueva crisis de la deuda puede costar millones de vidas en todo el mundo.

Hay economistas, pero también virólogos, que preferirían que cesase el control de la infección. ¿Como especialista en ética, cuál es su opinión: es importante salvar todas las vidas que se pueda a toda costa, incluso si de ello se deriva un inmenso perjuicio económico para toda la sociedad?

No hay duda de que debemos tratar de salvar y preservar la vida concienzudamente. Por otra parte, no se puede medir la protección de la vida con criterios económicos, ya que la economía debería permitir la vida. Si el sistema financiero se derrumba, el número de víctimas será aún mayor. Tanto la salud como la economía desempeñan un papel importante; hay que sopesar cuidadosamente las cuestiones pertinentes. El hecho de basarse unilateralmente en medidas de salud o de economía significa aceptar que se produzcan víctimas adicionales o propiciar que se produzcan.

En este preciso momento de la crisis, la decisión sobre la vida y la muerte parece hacerse omnipresente. Los médicos tienen que decidir quién debe recibir soporte respiratorio y a quién se le debe permitir morir.

Los recursos deben distribuirse equitativamente a fin de preservar la vida del mayor número posible de personas. Así es como lo establecen las directrices éticas de la Academia Suiza de Ciencias Médicas. La observación adicional que figura en las directrices de que el dinero, la condición o la fama de una persona no debe desempeñar ningún papel en la distribución de los recursos es especialmente importante en el contexto de la pandemia. En la práctica, constantemente tomamos decisiones sobre la vida y la muerte, no solo en una situación extrema como la pandemia. Cosas como la cantidad de ayuda al desarrollo que proporcionamos y, en última instancia, por ejemplo, la cantidad que pagamos por un mango proveniente Ghana, tienen repercusiones concretas en la viabilidad y en las vidas de otras personas. Así pues, no es que de pronto nos estemos enfrentando a una nueva cuestión, sino que es mucho más obvia y consciente porque nos afecta directamente en el caso de que, por ejemplo, tengamos que ir al hospital y no haya ningún respirador disponible. El acceso a los recursos y su distribución es la cuestión de justicia más importante.

¿Qué quiere decir con eso?

Doy un ejemplo. Cuando mi padre, que había vivido una vida plena como pastor reformado, estaba en un asilo de ancianos, sufrió mucho por esta cuestión de la justicia. Se sentía culpable porque su asilo costaba un total de unos diez mil francos al mes y ese dinero podría haber curado a cien niños ciegos de su enfermedad ocular cada mes. No obstante, la vida de una persona muy anciana y/o enferma también es valiosa e importante.

En estos días, el valor de las vidas de aquellos en situación de vulnerabilidad está en la conciencia de todos. Practicamos la solidaridad: todo el mundo tiene que quedarse en casa para proteger a los ancianos y a las personas debilitadas. ¿Puede funcionar esto a largo plazo?

Es impresionante ver cómo la solidaridad está presente y cómo funciona. Gracias a esta amenaza, redescubrimos nuestras virtudes y ejercitamos la autodisciplina y la modestia. Estas son buenas señales. Sin embargo, se plantea la cuestión de si la solidaridad está profundamente arraigada en nosotros o es tan solo una necesidad pragmática del momento. De ser así, esto no duraría mucho tiempo. Tan pronto como se hace materialmente difícil, la solidaridad se expone a una presión extrema: aquí es donde entra en juego la creencia de que la solidaridad es una tarea de vida. Suiza todavía funciona bien en estos momentos, pero otros lugares del mundo, por ejemplo, África, ya están al límite de sus posibilidades materiales. Me viene a la mente una imagen que recibí ayer: una persona sentada en el techo de chatarra de una cabaña para aislarse de la infección. Hay lugares en los que, frecuentemente, pueden vivir diez personas en seis metros cuadrados. En tales situaciones, se requieren dimensiones de solidaridad completamente diferentes.

En otras palabras: ¿quiere esto decir que, mientras haya prosperidad, la solidaridad se hace patente, pero que, una vez que los recursos se agotan, existe el riesgo de discusión e incluso de conflicto violento?

Los signos de desolidarización pueden observarse incluso antes de que entremos en conflicto. Las teorías de conspiración surgen rápidamente en una situación de pandemia. Intentamos mantener la solidaridad creándonos un concepto de enemigo. Por ejemplo, los chinos tienen la culpa de todo. O: ¿Por qué deberíamos aceptar a los pacientes de Alsacia, en la cercana Francia, en la ciudad de Basilea cuando pronto podríamos necesitar el espacio para nosotros mismos?

En lo que se refiere a la solidaridad, se puede volver a un simple principio ético, la regla de oro que se aplica en todas las religiones del mundo (Biblia Mt 7:12): Tratemos al otro como queramos que nos traten a nosotros. Quien ayuda al otro también podrá contar con ayuda. Ayudar no solo un acto altruista, sino que, ayudando, todos ganamos.

Ha hablado de las teorías de conspiración. En ciertos círculos religiosos, la pandemia se considera un castigo de Dios. ¿Qué opina como teólogo?

La Biblia tiene un enfoque diferente, especialmente el Nuevo Testamento: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él”. (Juan 3:17). Este es un mensaje importante que debería ser una prioridad para las iglesias y los creyentes. También es la esencia del mensaje de Pascua: ya no necesitamos chivos expiatorios, porque, de una vez por todas, Jesús ha asumido la cruz él mismo y nos ha liberado del constante mecanismo de búsqueda de culpables. Dios no quiere hacernos daño, sino ayudarnos.

Un aspecto relacionado con esta cuestión es que la creencia de que la fe nos protege de todo mal está lamentablemente muy extendida: el virus se propagó de forma explosiva en Corea del Sur porque una de las principales iglesias continuó celebrando servicios religiosos a pesar de las advertencias. También lo experimentamos en África, y hasta en el hecho de que el obispo auxiliar de Zúrich haya pretendido mantener la distribución de la hostia consagrada. Esto es una negligencia que podría convertirse en un crimen, ya que podría matar a la gente... y eso no es cristiano. Tengo el mismo punto de vista que Juan Calvino. El reformador de Ginebra del siglo XVI tenía mala salud y, a menudo, recurría a los medicamentos. Los creyentes de Ginebra quisieron ponerle a prueba y le pidieron que, en vez de tomar medicamentos, confiara en Dios. No obstante, él creía que los medicamentos eran enviados por Dios. Los médicos, el personal de enfermería, los medicamentos y las vacunas son dones e instrumentos de Dios, y no del diablo.

¿Piensa que la crisis está causando un cambio en los valores?

Sí y no. Interpretamos la pandemia a través de la lente de nuestra visión del mundo. El que es nacionalista se vuelve aún más nacionalista; el que está abierto al mundo pide aún más solidaridad mundial. La pandemia solo puede tener un efecto positivo si estamos preparados para ella desde nuestro orden interno de valores. De lo contrario, se produce una rápida recaída en los viejos patrones. Al mismo tiempo, estoy seguro de que el exagerado individualismo de las últimas décadas será puesto en tela de juicio. Reconocemos el valor de la comunidad. Reconocemos lo dependientes que somos de las comunidades más pequeñas, como nuestros núcleos familiares. Creo que habrá cambios significativos en nuestra percepción de la realidad, especialmente como resultado del colapso económico. El endeudamiento mundial se volverá masivo, como en los años 80. Se requerirá un enorme esfuerzo para superar esto y restaurar una economía mundial que funcione razonablemente. Las tecnologías digitales cobrarán importancia. Los objetivos de sostenibilidad serán más difíciles de alcanzar. Sin embargo, tengo confianza. Se reconocerá la importancia de las organizaciones multinacionales y se tomará conciencia que la OMS desempeña un papel increíblemente importante, no sólo de coordinación, sino también de predicción y ayuda. Nos ampararemos en las estructuras internacionales.

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