La libertad interior
Ser libre es también aceptar lo que no se ha elegido.
Si el ejercicio de la libertad como elección entre diferentes opciones tiene sin duda su importancia, no obstante es fundamental —so pena de quedar expuesto a dolorosas desilusiones— comprender que existe otro modo de ejercer la libertad; un modo a primera vista menos celebrado y más pobre y humilde, pero a fin de cuentas más corriente, y de una fecundidad humana y espiritual inmensa: la libertad no es solamente elegir, sino aceptar lo que no hemos elegido.
Me gustaría resaltar la importancia de este modo de ejercer la libertad. El acto más elevado y fecundo de libertad humana reside antes en la aceptación que en el dominio. El hombre manifiesta la grandeza de su libertad cuando transforma la realidad, pero más aún cuando acoge confiadamente la realidad que le viene dado día tras día.
Resulta natural y fácil aceptar las situaciones que, sin haber sido elegidas, se presentan en nuestra vida bajo un aspecto agradable y placentero. Evidentemente, el problema se plantea a la hora de enfrentarnos con lo que nos desagrada, nos contraría o nos hace sufrir. Y, sin embargo, es precisamente en estos casos cuando, para ser realmente libres, se nos pide «elegir» lo que no hemos querido e incluso lo que no hubiéramos querido a ningún precio. He aquí una ley paradójica de nuestra existencia: ¡no podemos ser verdaderamente libres si no aceptamos no serlo siempre!
Este es el punto —de importancia decisiva— que vamos a abordar ahora: quien desea acceder a una verdadera libertad interior, debe entrenarse en la serena y gustosa aceptación de multitud de cosas que parecen ir en contra de su libertad.
Aceptar sus limitaciones personales, su fragilidad, su impotencia, esta o aquella situación que la vida le impone, etc.: algo que cuesta mucho hacer, porque sentimos un rechazo espontáneo hacia las situaciones sobre las que no ejercemos nuestro control. Pero la verdad es ésta: las situaciones que nos hacen crecer de verdad son precisamente aquellas que no dominamos; y la ilustraremos con un buen número de ejemplos concretos.
Rebelión, resignación, aceptación
Antes de seguir avanzando, convendría hacer alguna precisión lingüística. Existen tres actitudes posibles frente a aquello de nuestra vida, de nuestra persona o de nuestras circunstancias, que nos desagrada o que consideramos negativo.
La primera es la rebelión; es el caso de quien no se acepta a sí mismo y se rebela: contra Dios que lo ha hecho así, contra la vida que permite tal o cual acontecimiento, contra la sociedad, etc. La rebelión suele ser la primera reacción espontánea frente al sufrimiento. El problema está en que no resuelve nada; por el contrario, no hace sino añadir un mal a otro mal y es fuente de desesperación, de violencia y de resentimiento.
Quizá cierto romanticismo literario haya hecho apología de la rebelión, pero basta un mínimo de sentido común para darse cuenta de que jamás se ha construido nada importante ni positivo a partir de la rebelión; ésta solamente aumenta y propaga más aún el mal que pretende remediar.
A la rebelión tal vez le suceda la resignación: como me doy cuenta de que soy incapaz de cambiar tal situación o de cambiarme a mí mismo, termino por resignarme. Al lado de la rebelión, la resignación puede representar cierto progreso, en la medida en que conduce a una actitud menos agresiva y más realista. Sin embargo, es insuficiente; quizá sea una virtud filosófica, pero nunca cristiana, porque carece de esperanza. La resignación constituye una declaración de impotencia, sin más. Aunque puede ser una etapa necesaria, resulta estéril si se permanece en ella.
La actitud a la que conviene aspirar es la aceptación. Con respecto a la resignación, la aceptación implica una disposición interior muy diferente. La aceptación me lleva a decir «sí» a una realidad percibida en un primer momento como negativa, porque dentro de mí se alza el presentimiento de que algo positivo acabará brotando de ella. En este caso existe, pues, una perspectiva esperanzadora. Así, por ejemplo, puedo decir sí a lo que soy a pesar de mis fallos, porque me sé amado por Dios; porque confío en que el Señor es capaz de hacer cosas espléndidas con mis miserias.
Puedo decir sí a la realidad más ruin y más frustrante en el plano humano, porque — empleando la forma de expresarse de Santa Teresita de Lisieux— creo que «el amor es tan poderoso que sabe sacar provecho de todo, del bien y del mal que halla en mí». La diferencia decisiva entre la resignación y la aceptación radica en que en esta última —incluso si la realidad objetiva en la que me encuentro no varía— la actitud del corazón es muy distinta, pues en él anidan ya —podríamos decir que en estado embrionario— las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad.
Aceptar mis miserias, por ejemplo, es confiar en Dios, que me ha creado tal y como soy. Este acto de aceptación implica la existencia de fe en Dios, de confianza en Él y también de amor, pues confiar en alguien ya es amarle. A causa de esta presencia de la fe, la esperanza y la caridad, la aceptación cobra un valor, un alcance y una fecundidad muy grandes.
Porque (no nos cansaremos de decirlo), en cuanto hay algo de fe, de esperanza y de caridad, automáticamente hay también disponibilidad a la gracia divina, hay acogida de esta gracia y, más pronto o más tarde, hay efectos positivos.
La gracia de Dios nunca se da en vano a quien la recibe, sino que resulta siempre extraordinariamente fecunda.
La aceptación de uno mismo
Dios es realista
Nos proponemos ahora recordar algunos campos de nuestra vida en los que debemos vivir ese avance, a veces difícil, que desde la rebelión o la resignación nos conduce a la aceptación, haciéndonos llegar finalmente a «elegir lo que no hemos elegido».
Lógicamente, empezaremos por nosotros mismos y diremos algunas palabras sobre el lento aprendizaje del amor a uno mismo: una tarea necesaria si queremos aceptarnos plenamente tal y como somos.
Primera observación: en la vida lo más importante no es tanto lo que nosotros podemos hacer como dar cabida a la acción de Dios. El gran secreto de toda fecundidad y crecimiento espiritual es aprender a dejar hacer a Dios: «Sin mí no podéis hacer nada», dice Jesús. Y es que el amor divino es infinitamente más poderoso que cualquier cosa que hagamos nosotros ayudados de nuestro buen juicio o nuestras propias fuerzas. Así pues, una de las condiciones más necesarias para permitir que la gracia de Dios obre en nuestra vida es decir «sí» a lo que somos y a nuestras circunstancias.
Dios, en efecto, es «realista». Su gracia no actúa sobre lo imaginario, lo ideal o lo soñado, sino sobre lo real y lo concreto de nuestra existencia. Aunque la trama de mi vida cotidiana no me parezca demasiado gloriosa, no existe ningún otro lugar en el que poder dejarme tocar por la gracia de Dios. La persona a la que Dios ama con el cariño de un Padre que quiere salir a su encuentro y transformar por amor, no es la que a mí «me gustaría ser» o la que «debería ser»; es, sencillamente, la que soy. Dios no ama personas «ideales» o seres «virtuales»; el amor sólo se da hacia seres reales y concretos. A Él no le interesan santos de pasta flora, sino nosotros, pecadores como somos.
En la vida espiritual a veces perdemos tontamente el tiempo quejándonos de no ser de tal o cual manera, lamentándonos por tener este defecto o aquella limitación, imaginando todo el bien que podríamos hacer si, en lugar de ser como somos, estuviéramos un poco menos lisiados o más dotados de una u otra cualidad o virtud; y así interminablemente. Todo eso no es más que tiempo y energía perdidos y sólo consigue retrasar la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones.
Muy a menudo, lo que impide la acción de la gracia divina en nuestra vida no son tanto nuestros pecados o errores como esa falta de aceptación de nuestra debilidad, todos esos rechazos más o menos conscientes de lo que somos o de nuestra situación concreta.
Para «liberar» la gracia en nuestra vida y permitir esas transformaciones profundas y espectaculares, bastaría a veces con decir «sí» (un sí inspirado por la confianza en Dios) a aquellos aspectos de nuestra vida hacia los cuales mantenemos una postura de rechazo interior.
Si no admito que tengo tal falta o debilidad, si no admito que estoy marcado por ese acontecimiento pasado o por haber caído en este o aquel pecado, sin darme cuenta hago estéril la acción del Espíritu Santo. Éste sólo influye en mi realidad en la medida en que yo lo acepte: el Espíritu Santo nunca obra sin la colaboración de mi libertad. Y, si no me acepto como soy, impido que el Espíritu Santo me haga mejor.
De forma análoga, si no acepto a los otros tal y como son (y, por ejemplo, me paso la vida exigiéndoles que correspondan a mis esperanzas), tampoco permito al Espíritu Santo que actúe de modo positivo en mi relación con ellos o que convierta esta relación en una oportunidad para el cambio. Más adelante volveremos sobre ello.
Las actitudes descritas son estériles porque se encuentran marcadas por un «rechazo de lo real» que hunde sus raíces en la falta de fe y esperanza en Dios, que a su vez engendra una falta de amor. Todo ello nos cierra a la gracia y paraliza la acción divina.
Deseo de cambio y aceptación de lo que somos
Acabamos de recordar la necesidad de «aceptarnos como somos», con nuestras miserias y nuestras limitaciones. Y quizá podríamos objetar: ¿no es esto fruto de la pasividad o de la pereza? ¿Qué ocurre entonces con el deseo de progresar, de cambiar, de vencerse para mejorar? ¿Acaso no nos invita el Evangelio a la conversión: ¿Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto?
El deseo de mejorar, de tender sin descanso al propio vencimiento para crecer en perfección, es evidentemente indispensable: dejar de progresar es dejar de vivir. Quien no quiere ser santo, no conseguirá serlo. A fin de cuentas, Dios nos da lo que nosotros deseamos, ni más ni menos. Pero para ser santos tenemos que aceptarnos como somos.
Estas dos actitudes sólo son contradictorias en apariencia: debemos vivir la aceptación de nuestras limitaciones, pero sin consentir resignarnos a la mediocridad; debemos albergar deseos de cambio, pero sin que éstos impliquen un rechazo más o menos consciente de nuestras debilidades o una no aceptación de nosotros mismos.
El secreto es muy sencillo: se trata de comprender que no se puede transformar de un modo fecundo lo real si no se comienza por aceptarlo; y se trata también de tener la humildad de reconocer que no podemos cambiar por nuestras propias fuerzas, sino que todo progreso, toda victoria sobre nosotros mismos, es un don de la gracia divina. Esta gracia para cambiar no la obtendré si no la deseo, pero para recibir la gracia que me ha de transformar es preciso que me acoja y me acepte tal como soy.
La mediación de la mirada de otro
La tarea de aceptarse a uno mismo es bastante más difícil de lo que parece. El orgullo, el temor a no ser amado y la convicción de nuestra poca valía están firmemente enraizados en nosotros. Basta con constatar lo mal que llevamos nuestras caídas, nuestros errores y nuestras debilidades; cuánto nos pueden desmoralizar y crear en nosotros sentimientos de culpa o inquietud.
Creo que no somos realmente capaces de aceptarnos a nosotros mismos si no es bajo la mirada de Dios. Para amarnos necesitamos de una mediación, de la mirada de alguien que, como el Señor por boca de Isaías, nos diga: Eres a mis ojos de muy gran estima, de gran precio y te amo.
En este sentido, existe una experiencia humana muy común: la jovencita que, creyéndose fea (cosa que, curiosamente, les ocurre a muchas jovencitas, incluso a las que son guapas), comienza a pensar que no es tan horrorosa el día que un joven se fija en ella y posa sobre su rostro su tierna mirada de enamorado.
Para amarnos y aceptarnos como somos tenemos una necesidad vital de la mediación de la mirada de otro. Esa mirada puede ser la de un padre, un amigo o un director espiritual, pero por encima de todas ellas se encuentra la mirada de nuestro Padre Dios: la mirada más pura, más verdadera, más cariñosa, más llena de amor, más repleta de esperanza que existe en el mundo. Creo que el mejor regalo que obtiene quien busca el rostro de Dios mediante la perseverancia en la oración es que, un día u otro, percibirá posada sobre él esa mirada y se sentirá tan tiernamente amado que recibirá la gracia de aceptarse plenamente a sí mismo.
Todo lo dicho trae consigo una importante consecuencia: cuando el hombre se aparta de Dios, desgraciadamente se priva al mismo tiempo de toda posibilidad real de amarse a sí mismo. Y a la inversa: quien no se ama a sí mismo, se aparta de Dios, como hemos explicado un poco antes.
En el Diálogo de carmelitas, de Bernanos, la anciana priora dirige estas palabras a la joven Blanche de la Force: «Ante todo no te desprecies nunca. Es muy difícil despreciarse sin ofender a Dios en nosotros».
Me gustaría concluir este punto citando un breve pasaje del hermoso libro de Henri Nouwen Le retour de l’Enfant prodigue: «Durante mucho tiempo consideré la imagen negativa que tenía de mí como una virtud. Me habían prevenido tantas veces contra el orgullo y la vanidad que llegué a pensar que era bueno despreciarme a mí mismo. Ahora me doy cuenta de que el verdadero pecado consiste en negar el amor primero de Dios por mí, en ignorar mi bondad original. Porque, si no me apoyo en ese amor primero y en esa bondad original, pierdo el contacto con mi auténtico yo y me destruyo».
La libertad de ser pecadores, la libertad de ser santos
Cuando nos descubrimos a nosotros mismos a la luz de la mirada divina —un descubrimiento maravilloso—, experimentamos una gran libertad; una doble libertad, podríamos decir: la de ser pecadores y la de ser santos.
En cuanto a la primera, evidentemente no significa que seamos libres de pecar tranquilamente y sin consecuencias (eso no sería libertad, sino irresponsabilidad); me refiero más bien a que nuestra condición de pecadores no nos aniquila, que de alguna manera tenemos «derecho» a ser miserables, derecho a ser lo que somos. Dios conoce nuestras debilidades y nuestras flaquezas, pero no nos condena ni se escandaliza de ellas. Como se apiada un padre de sus hijos, se apiada Yavé de los que lo temen.
Él sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos polvo. Con la mirada que posa sobre nosotros, Dios nos invita a la santidad y nos estimula a la conversión y al progreso espiritual, pero sin provocar nunca la angustia de no llegar, esa «presión» que sentimos a veces bajo la mirada de los demás o en el modo en que nos juzgamos a nosotros mismos: nunca estamos del todo bien, nunca suficientemente de tal manera o de tal otra; el descontento de nosotros mismos es permanente y nos consideramos culpables de no haber respondido a esa expectativa o a aquella norma. No debemos sentirnos culpables de existir (como les ocurre a muchos, a menudo de una manera inconsciente) porque seamos unos pobres pecadores.
La mirada que Dios nos dirige nos autoriza plenamente a ser nosotros mismos, con nuestras limitaciones y nuestra incapacidad; nos otorga el «derecho al error» y nos libera de esa especie de angustia u obligación, que no tiene su origen en la voluntad divina, sino en nuestra psicología enferma, y que con frecuencia hace presa en nosotros: la obligación de ser, al fin y al cabo, otra cosa distinta de la que somos.
Creencias limitadoras y prohibiciones
Todo cuanto venimos diciendo permite evitar un concepto erróneo de la aceptación de sí y de las flaquezas. Ésta no consiste en dejarnos encerrar por las limitaciones que consideramos tales y que, como ocurre con frecuencia, no lo son en realidad. A consecuencia de nuestras caídas y de la educación recibida (esa persona que nos ha repetido mil veces: «tú no llegarás», o «nunca harás nada bueno», etc.); a causa de los reveses sufridos y de nuestra falta de confianza en Dios, tenemos una fuerte tendencia a llevar inscrita en nosotros toda una serie de «creencias limitadoras» y de convicciones, que no se corresponden con la realidad, de acuerdo con las cuales nos hemos persuadido de que jamás seremos capaces de hacer esto o aquello, de afrontar tal o cual situación. Los ejemplos son innumerables: «no llegaré», «jamás saldré de esto», «no puedo», «siempre será así»… Afirmaciones de este tipo nada tienen que ver con la aceptación de nuestras limitaciones mencionada en este capítulo; son, por el contrario, el fruto de la historia de nuestras heridas, de nuestros temores y de nuestras faltas de confianza en nosotros mismos y en Dios, a las que conviene dar salida y de las cuales es preciso desembarazarse. Aceptarse a uno mismo significa acoger las miserias propias, pero también las riquezas, permitiendo que se desarrollen todas nuestras legítimas posibilidades y nuestra auténtica capacidad. Así pues, antes de expresarnos en términos tales como «soy incapaz de hacer tal cosa o tal otra», resulta conveniente discernir si esta afirmación procede de un sano realismo espiritual, o es una convicción de naturaleza puramente psicológica que deberíamos desechar.
A veces podemos sentir también la tendencia a prohibirnos determinadas sanas aspiraciones, o bien ciertos modos de realizarnos a nosotros mismos, e incluso algunas formas legítimas de felicidad, a través de una serie de mecanismos psicológicos inconscientes que nos inclinan a considerarnos culpables o a prohibirnos la felicidad. Este hecho también puede tener su origen en una falsa representación de la voluntad divina, como si Dios quisiera privarnos sistemáticamente de todo lo bueno de la vida. Esto, desde luego, no tiene nada que ver con el realismo espiritual y la aceptación de nuestras limitaciones. Es cierto que Dios nos pide a veces sacrificios y renuncias, pero también lo es que nos libera de los miedos y las falsas culpabilidades que nos aprisionan, devolviéndonos la libertad de aceptar plenamente todo cuanto de bueno y grato Él, en su sabiduría, quiere otorgarnos, animándonos y manifestándonos su amor.
AUTOR:
Jacques Philippe (Metz, Mosela,12 de marzo de 1947) es un sacerdote católico francés.Perteneciente a la Communidad de las Bienaventuranzas, experto en la conducción de cursos de retiro y autor de numerosas monografías sobre espirirualidad. Metz, la antigua capital de la región de Lorena acogió sus primeros años de vida. Tras licenciarse en Matemáticas, ejerció varios años como profesor e investigador. Se incorporó a la Comunidad de las Bienaventuranzas en 1976, que acababa de fundarse. En 1985 fue ordenado sacerdote en la diócesis de Albi. Tras pasar varios años en Jerusalén y en Nazaret, estudiando las raíces judías del cristianismo, se trasladó a Romapara completar su formación estudiando Teología y Derecho canónico. En la capital italiana fue nombrado (1981) director espiritual de sacerdotes y seminaristas de la Comunidad. En 1994, asumió nuevas responsabilidades en la Comunidad en Francia. Desde allí comenzó a predicar regularmente varios retiros espirituales por diversas partes del mundo.
FUENTES:
- Philippe, J. (2017). La libertad interior. Madrid, España: Ediciones Rialp, S.A. file:///C:/Users/guard/Desktop/Libertad_interior_J_Philippe.pdf
- https://horebfoucauld.wordpress.com/
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5 noviembre 2025 – Miércoles
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Basílica de San Francisco de Asís. Alsina, 380
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10 noviembre 2025 - Lunes
19’30 horas (Hora de Argentina)
87º aniversario del Pogrom Alemán de Noviembre de 1938
Acto de conmemoración. Kristallnacht (la noche de los cristales rotos)
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Oración de Taizé por la Paz y la Unidad
St. Margaret Mary Catholic Church. 111 South Hubbard St. Algonquin
ILLINOIS (estados Unidos)
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Curso Bíblico Ecuménico 2025 – 2026
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El ecumenismo, hoy por Cristhing Monsalve
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VILANOVA I LA GELTRÚ (Barcelona)
12 noviembre 2025 – Miércoles
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Parroquia de la Purísima Concepción, Vía Massagué, 21
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14-16 noviembre 2025
Encuentro musical entorno a las músicas del mundo
ARTAZA (Navarra)
14 noviembre 2025 – Viernes
20’30 horas
Oración Común estilo Taizé
Parroquia Santa María madre de la Iglesia. C/ Gómez de Arteche 30 – CARABACHEL ALTO
MADRID
21’00 horas
Oración común de Taizé
Cripta santuario Inmaculado Corazón de María. C/ Ferraz, 74
MADRID
21’00 horas
Oración común
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TERRASSA (Barcelona)
21’00 horas
Oración de la Cruz (Taizé)
Parroquia de Sant Marcel, c/ Petrarca 52
HORTA-BARCELONA
21’00 horas
Oración común al estilo de Taizé
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BARCELONA
15 noviembre 2025 – Sábado
- Fiesta sintoísta del Shichi-go-san
Oración de la noche desde Taizé
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Oración al estilo Taizé
Cripta Iglesia San Francisco de Asís, c/ San Francisco
TARRAGONA
17 noviembre 2025 – Lunes
19’00 horas (Hora de Argentina)
Oración Ecuménica. 1700 años Concilio de Nicea
Catedral Metropolitana. Intercesión Avda. Rivadavia y San Martín
BUENOS AIRES (Argentina)
19’00 horas
Oración al estilo de Taizé
Locales parroquiales
ARENYS DE MUNT (Barcelona)
21’00 horas
Oración de Taizé
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Iglesia Catedral de San Lorenzo, plaza de la Villa, s/n
SAN FELIÚ DE LLOBREGAT (Barcelona)
18 noviembre 2025 – Martes
18’00 horas
Curso Bíblico Ecuménico 2025 – 2026
Ecumenismo en marcha: Caminando juntos hacia la unidad
El diálogo según Ecclesiam Suam. Por Aitor de la Morena
Centro Ecuménico “Julián García Hernando", c/ José Arcones Gil, 37, 2º
MADRID
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21’00 horas
Oración Taizé
Parroquia de Santa María, c/ Rectoría, 1
VILANOVA I LA GELTRÚ (Barcelona)
19 noviembre 2025 – Miércoles
20’30 horas
Oración al estilo Taizé
Parroquia El Cristo del Mercado, c/ José Zorrilla, 125
SEGOVIA
20’30 horas
Oración Común
Parroquia de la Purísima Concepción, Vía Massagué, 21
SABADELL (Barcelona)
21 noviembre 2025 – Viernes
- Presentación de la Virgen María
Oración de Taizé
Parroquia de San Federico. C/ Alcalde Martín de Alzaga, 21
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20’30 horas
Oración Común estilo Taizé
Parroquia Santa María madre de la Iglesia. C/ Gómez de Arteche 30 – CARABACHEL ALTO
MADRID
21’00 horas
Oración común de Taizé
Cripta santuario Inmaculado Corazón de María. C/ Ferraz, 74
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Oración de la Cruz (Taizé)
Parroquia de Sant Marcel, c/ Petrarca 52
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22 noviembre 2025 – Sábado
17’00 horas (hora Argentina)
Encuentro de Oración por la Unidad
Parroquia de la Asunción, Gavilán 1137
BUENOS AIRES (Argentina)
20’30 horas
Oración de la noche desde Taizé
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Convento de las Vedrunes de Caldes de Malavella, c/ Doctor Furest
CALDES DE MALAVELLA (Girona)
23 noviembre 2025 – Domingo
17’30 horas (Hora Argentina)
Espacio de Oración por la Unidad
Parroquia de ja Asunción. Franklin. 2173 - FLORES
BUENOS AIRES (Argentina)
24 -30 noviembre 2025
XIII Jornadas de Desierto On Line
Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld
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24 noviembre 2025 - Lunes
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Centro Padre Claret, c/ Joan Maragall, 23
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Iglesia Catedral de San Lorenzo, plaza de la Villa, s/n
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25 noviembre 2025 – Martes
18’00 horas
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Ecumenismo en marcha: Caminando juntos hacia la unidad
Diálogo interreligioso (I) por Temir Naziri
Centro Ecuménico “Julián García Hernando", c/ José Arcones Gil, 37, 2º
MADRID
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20’45 horas
Oración de Taizé
Parroquia Mare de Déu dels Dolors, c/ Begur, 10
BARCELONA
21’00 horas
Oración Taizé
Parroquia de Santa María, c/ Rectoría, 1
VILANOVA I LA GELTRÚ (Barcelona)
26 noviembre 2025 – Miércoles
20’00 horas
Encuentro Ecuménico de Adviento
Salón parroquial Cristo Rey. Plza. España, 2
SABIÑÁNIGO (Huesca)
20’30 horas
Oración al estilo Taizé
Parroquia El Cristo del Mercado, c/ José Zorrilla, 125
SEGOVIA
20’30 horas
Oración Común
Parroquia de la Purísima Concepción, Vía Massagué, 21
SABADELL (Barcelona)
27 noviembre 2025 – Jueves
Oración con los Salmos
Iglesia de San Pedro - Seu d'Ègara- Plaza del Rector Homs, s/n.
TERRASSA (Barcelona)
28 noviembre 2025 – Viernes
20’30 horas
Oración con cantos de Taizé
Parroquia de Nuestra Señora de Moratalaz. C/ Entre Arroyos, 19
MADRID
20’30 horas
Oración Común estilo Taizé
Parroquia Santa María madre de la Iglesia. C/ Gómez de Arteche 30 – CARABACHEL ALTO
MADRID
21’00 horas
Oración común de Taizé
Cripta santuario Inmaculado Corazón de María. C/ Ferraz, 74
MADRID
21’00 horas
Oración de la Cruz (Taizé)
Parroquia de Sant Marcel, c/ Petrarca 52
HORTA-BARCELONA
21’00 horas
Oración común al estilo de Taizé
Iglesia de Nuestra Señora de Gracia y San José (Els Josepets), plaza Lesseps, 25
BARCELONA
30 noviembre 2025 – Domingo
Oración común al estilo de Taizé
Parroquia de Santa María. c/ de Joan Puig, 3.
RUBÍ (Barcelona)
Encuentro de Oración por la Unidad
Parroquia de la Asunción, Gavilán 1137
BUENOS AIRES (Argentina)
20’30 horas
Oración de la noche desde Taizé
Retransmitida en directo en redes desde Taizé
TAIZÉ (Francia)
ON LINE
21’30 horas
Oración Taizé
Convento de las Vedrunes de Caldes de Malavella, c/ Doctor Furest
CALDES DE MALAVELLA (Girona)
23 noviembre 2025 – Domingo
- Fiesta sintoísta del Niiname-Sai
- Cristo Rey
17’30 horas (Hora Argentina)
Espacio de Oración por la Unidad
Parroquia de ja Asunción. Franklin. 2173 - FLORES
BUENOS AIRES (Argentina)
24 -30 noviembre 2025
XIII Jornadas de Desierto On Line
Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld
ON LINE
24 noviembre 2025 - Lunes
- Martirio del Guru Tegh Bahadur
Oración de Taizé
Centro Padre Claret, c/ Joan Maragall, 23
GIRONA
21’00 horas
Oración Común (Taizé)
Iglesia Catedral de San Lorenzo, plaza de la Villa, s/n
SAN FELIÚ DE LLOBREGAT (Barcelona)
25 noviembre 2025 – Martes
18’00 horas
Curso Bíblico Ecuménico 2025 – 2026
Ecumenismo en marcha: Caminando juntos hacia la unidad
Diálogo interreligioso (I) por Temir Naziri
Centro Ecuménico “Julián García Hernando", c/ José Arcones Gil, 37, 2º
MADRID
ON LINE
20’45 horas
Oración de Taizé
Parroquia Mare de Déu dels Dolors, c/ Begur, 10
BARCELONA
21’00 horas
Oración Taizé
Parroquia de Santa María, c/ Rectoría, 1
VILANOVA I LA GELTRÚ (Barcelona)
26 noviembre 2025 – Miércoles
20’00 horas
Encuentro Ecuménico de Adviento
Salón parroquial Cristo Rey. Plza. España, 2
SABIÑÁNIGO (Huesca)
20’30 horas
Oración al estilo Taizé
Parroquia El Cristo del Mercado, c/ José Zorrilla, 125
SEGOVIA
20’30 horas
Oración Común
Parroquia de la Purísima Concepción, Vía Massagué, 21
SABADELL (Barcelona)
27 noviembre 2025 – Jueves
- Conmemoración Baha’i de la Ascención de 'Abdu'l-Bahá
Oración con los Salmos
Iglesia de San Pedro - Seu d'Ègara- Plaza del Rector Homs, s/n.
TERRASSA (Barcelona)
28 noviembre 2025 – Viernes
20’30 horas
Oración con cantos de Taizé
Parroquia de Nuestra Señora de Moratalaz. C/ Entre Arroyos, 19
MADRID
20’30 horas
Oración Común estilo Taizé
Parroquia Santa María madre de la Iglesia. C/ Gómez de Arteche 30 – CARABACHEL ALTO
MADRID
21’00 horas
Oración común de Taizé
Cripta santuario Inmaculado Corazón de María. C/ Ferraz, 74
MADRID
21’00 horas
Oración de la Cruz (Taizé)
Parroquia de Sant Marcel, c/ Petrarca 52
HORTA-BARCELONA
21’00 horas
Oración común al estilo de Taizé
Iglesia de Nuestra Señora de Gracia y San José (Els Josepets), plaza Lesseps, 25
BARCELONA
30 noviembre 2025 – Domingo
- San Andrés, apóstol
- Adviento
Oración común al estilo de Taizé
Parroquia de Santa María. c/ de Joan Puig, 3.
RUBÍ (Barcelona)

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