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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

domingo, 4 de abril de 2021

RESURRECCIÓN. CARTA DE PASCUA


CARTA DE PASCUA

PASCUA 2021

EL TELÉFONO

Queridos amigos:

Pasado un año del comienzo de la pandemia de la Covid-19, una lluvia de llamadas cayó sobre mí. Creyentes y no creyentes expresaban todo tipo de dudas, dolor, lágrimas, impotencia, rabia, esperanza, petición de oraciones… Todas traspasaban mi corazón y, como creyente las presentaba ante nuestro Señor.

Durante todo este tiempo, el dolor, la muerte, y la inseguridad amenazan todas nuestras seguridades mediante las cuales creemos blindar el corazón. Os invito a reflexionar sobre el verdadero fundamento de la esperanza humana y la fragilidad de los ídolos en los que, no pocas veces, los hombres buscamos la salvaguardia.

Muchos me han preguntado cómo afrontar este momento de la historia. Todos necesitamos una palabra de consuelo en este tiempo de desconcierto, de sufrimiento, dolor y miedo. Nuestra tierra ha sido zarandeada, nos sentimos desarmados, expuestos sin defensa a lo que parece ser una gran pesadilla.

Cuando nos enfrentamos a la muerte y a la separación de un ser querido, cuando hacemos la experiencia del dolor punzante frente a lo que nos sentimos impotentes, tenemos necesidad de gritar a alguien que ayude a nuestro corazón turbado y desesperanzado, porque somos incapaces de dar paz a nuestro corazón. Nos creíamos dueños de la vida, pero este tiempo más que nunca ponen en crisis nuestras actitudes autosuficientes. No tenemos en nuestras manos nuestra existencia ni la de los demás.

Las llamadas telefónicas han sido de toda índole: Unos pedían oraciones, otros esperaban no contagiarse para seguir con los planes que tenían proyectados, había quien se sublevaba contra Dios, otros se quejaban contra el mundo con la expresión “todo vale”, pero… ¡no todo vale! Ya que nos precipita al abismo del dolor sin fondo.

Comprendo el dolor de tanta gente, las quejas contra Dios y, sin duda, también sería el mío si no encontrara respuestas que puedan darnos sólida esperanza. Reconozco como don incomparable tener fe en Jesucristo resucitado.

En esta hora de la historia, el apoyo inmutable es su Palabra para el camino y la gracia del Espíritu Santo, que nos precede para reconocerlo sin miedo paralizante en este momento de la historia.

Ante la realidad de un mundo que sufre, amenazado desde tantos frentes, nos mantiene en pie la verdad tejida en nuestras entrañas que nos unimos a la confesión de San Pedro diciendo: “¿A quién vamos a acudir?. Solo Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Él no abandona jamás a sus criaturas que somos la obra de sus manos.

El mayor sufrimiento y pobreza del hombre de hoy es no reconocer la ausencia de Dios como ausencia. Escribía Teilhard de Chardin: «El mayor peligro que puede temer la humanidad de hoy no es una catástrofe que le venga de fuera, ni siquiera la peste; la más terrible de las calamidades es la pérdida del gusto de vivir». El verdadero peligro que se cierne sobre la vida no es la amenaza de muerte, sino la posibilidad de vivir sin sentido, vivir sin tender a una plenitud mayor que la vida y la salud.

A veces me atrevo a entrar en el sueño de Dios ante las muchas llamadas telefónicas que me habéis hecho. Antes de colgar el teléfono, a muchos os decía que somos la obra de las manos de Dios en momentos de dolor, de emergencias e incluso de muertes. Os invito en este tiempo de Pascua que escuchéis a todos a quienes os llaman y seáis siempre el teléfono de la esperanza.

Feliz Pascua de Resurrección os desea.

Fernando Jordán Pemán, párroco
Inmaculado Corazón de María
Jaca





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