Querido amigo:
Ya hemos dejado atrás el tiempo de Cuaresma y nos adentramos en la Pascua. Estos tiempos litúrgicos no son espacios cronometrados, ni simples recordatorios. Debemos convertirlos en tiempos de vivencias que se entrecruzan y que nos hablan de amor, entrega, dolor, esperanza, alegría y vida.
La Pascua no es la celebración de un acontecimiento pasado que cada año que transcurre queda un poco lejos de nosotros. Los creyentes celebramos al resucitado que VIVE ahora llenando de vida, la historia de los hombres.
Este es el tiempo de la confianza: “No tengas miedo, soy el que vive. Estuve muerto pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos” (Ap 1, 17-18).
Este es el tiempo de entender la vida de manera diferente. Intuir con gozo que el resucitado está ahí, en medio de nuestras pobres cosas, sosteniendo para siempre lo bueno, lo bello, lo limpio que florece en nosotros como promesa de infinito y pasa, se disuelve y muere sin haber llegado a su plenitud.
Este es el tiempo en que el Resucitado penetra toda nuestra energía vital. De manera oculta pero real va impulsando nuestras vidas hacia la plenitud final. Él es “la ley secreta” que dirige la marcha de todo hacia la Vida. Él es “el corazón del mundo”.
Este es el tiempo en que Él está en nuestras lágrimas y penas como consuelo permanente y misterioso. Él está en nuestros fracasos y en nuestras depresiones acompañando en silencio nuestra soledad y nuestra tristeza incomprendida.
Este es el tiempo de acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, hambrientos, forasteros, personas hundidas en la depresión, cansados de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: “entra para siempre en el gozo de tu Señor” ( Cfr.Mt 25,34-37)
Este es el tiempo en que Él está en nuestros pecados como misericordia que nos soporta con paciencia infinita y nos comprende y nos acoge hasta el fin. Él está incluso en nuestra muerte como vida que triunfa cuando parece extinguirse.
Por eso, hoy es la fiesta de los que se sienten solos y perdidos. La fiesta de los que se avergüenzan de su mezquindad y su pecado. La fiesta de los que se sienten muertos por dentro. La fiesta de los que gimen agobiados por el peso de la vida y la mediocridad de su corazón.
Amigo, todos queremos ser felices. Dejémonos penetrar en nuestro corazón las palabras de Cristo: “Tened paz en mí. En el mundo tendréis tribulación, pero ánimo, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33)
Hoy es la fiesta de los que nos sentimos mortales pero hemos descubierto en Cristo resucitado la esperanza de una vida eterna.
Un abrazo
Fernando Jordán Pemán
Parroquia Inmaculado Corazón de María - JACA -
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