EN ADVIENTO, CRECE EL GERMEN DE UN MUNDO NUEVO
por Carmen Herrero
Adviento, tiempo de espera y esperanza porque la profecía de Isaías se cumple: "Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago" (Is 11,1). Ese vástago crece ya en el seno de María, el germen de un mundo nuevo: el Hijo del Dios que se encarna, tomando la naturaleza humana. Adviento, espera gozosa, porque un niño va a nacer: El Emmanuel, el Dios-con-nosotros, hecho niño, vulnerable, frágil y pobre; necesitado, como cada ser humano, del cuidado y de la ternura materna y paterna. Necesitado de ser consolado de su llanto y arrullado en el regazo maternal
Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago (Is 11,1) |
María nos enseña el camino para que Jesús nazca también en nuestro propio corazón y en nuestro mundo: humildad, confianza, abandono, entrega, fidelidad y acogida al plan de Dios. Adviento, tiempo de espera vigilante y orante; tiempo de ternura y delicadeza en las relaciones fraternas, desde un amor creativo e intuitivo que favorece el crecimiento espiritual y teologal en mí y en mi entorno, para acoger en mi seno y en el seno de mi familia, a Dios hecho hombre que se empeña en nacer en mi corazón y en el corazón de la comunidad, en el corazón de la historia. Espera confiada en la venida del Señor significa "reverdecer", permitir que florezca la esperanza en mi corazón, dejando paso al germen de la Vida que pronto va a nacer.
En nuestro mundo actual, hay mucho sufrimientos e injusticias: paro, problemas económicos y éticos; rupturas familiares, niños explotados, de mil maneras, maltratados y abandonados, sin amor de una familia estable ni hogar cálido. Soledad de los ancianos y de los enfermos, abandono de los más pobres y desfavorecido de la sociedad. Violencia de género, guerras y terrorismo que provocan la avalancha migratoria con todo el riesgo y sufrimiento que ello conlleva.
Ante tal realidad social, ¿cómo seguir esperanzados? ¿Cómo vivir el Adviento con júbilo en la espera de que un mundo diferente es posible? Cierto, lo que no se espera nunca acontece. La esperanza habita en toda persona, poco importa la raza y la religión; es la fortaleza esencial del ser humano para superar las dificultades de la vida. La esperanza nos lleva a exclamar: ¡mañana será mejor!, ¡esperemos, confiemos!
Tal vez, el sentido real de nuestra espera sea poner manos a la obra. Pues vivir el Adviento implica, para el cristiano, ser sembrador; sembrador de semillas de esperanza, de igualdad y de fraternidad en un mundo quebrado, disgregado y olvidado de los valores esenciales de la vida. El Adviento nos lleva a descubrir la alegría de la espera paciente, creativa y comprometida en la defensa de los derechos humanos de los más pobres y desamparados de la sociedad y de cuantos nos rodean. El Adviento nos exhorta a ser solidarios, hacernos presentes en la historia de la salvación de nuestro mundo actual, de las instituciones y de la sociedad.
El Adviento nos motiva a la audacia, a la creación de algo nuevo, a la entrega generosa para la construcción del Reino y de la felicidad de nuestros hermanos, aquí y ahora. El Adviento es tiempo de espera, pero también es tiempo de acción y compromiso efectivo y afectivo, que nos lleve a crear un mundo más humano, más justo y fraterno; rompiendo tantas cadenas como nos atan, tanto anonimato y soledad que hunde a las personas en el abismo sin fondo, en la tristeza y la destrucción. Crear una sociedad donde la presencia de Reino sea una realidad viva y esperanzada, que abre horizontes de realización y felicidad; de justicia y de paz, de respeto y tolerancia a la diferencia, creando la fraternidad universal.
María, tú que eres la figura central del Adviento enséñanos a vivirlo desde la interioridad, la fe y la caridad; en espera activa de que un mundo mejor es posible; porque el Verbo se ha encarnado y habita entre nosotros, colmando todo nuestro anhelo de justicia, liberación y salvación: “Él es el Príncipe de la Paz” (Is 9,6).
Sor Carmen Herrero Martínez
Fraternidad Monástica de Jerusalén
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