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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

miércoles, 2 de enero de 2019

BUSCA LA PAZ Y CORRE TRAS ELLA


BUSCA LA PAZ Y CORRE TRAS ELLA 
(Salmo 34,15) 

por  Carmen Herrero

Todos los seres humanos buscamos y queremos la paz. "En el corazón de todos los hombres y mujeres está el deseo de una vida plena, en paz" 1. La paz es un tesoro, un estado interior que nos da equilibrio, serenidad y armonía. ¿Quién no desea adquirir, vivir y permanecer en paz? Las expresiones, familiares, como: “déjame en paz,” “no me quites la paz,” “quiero vivir en paz.” Expresan la importancia que la paz tiene para la persona. Dice San Agustín: “La paz es un bien tan grande que no puede poseerse otro mejor ni poseer otro más provechosos.” La paz es un tesoro, y como todos los tesoros, difícil de alcanzar; pero no imposible. Basta querer conseguirlo y darse los medios, contando siempre con la ayuda del Espíritu Santo. 

Vivimos en un mundo donde la paz está ausente: conflictos y rupturas entre las familias, en el mundo laboral, social y entre vecinos; en las comunidades de creyentes y en la misma Iglesia; y no digamos entre las distintas religiones… Todo parece que sea piedra de tropiezo para provocar la discordia, la división y el alejamiento de unos de otros; pues los conflictos conducen a la perdida de la paz. Y mirando a nivel mundial, vemos los países que están en guerra unos contra otros; con todo lo que esta guerra armada supone de sufrimiento, destrucción y desestabilización de las personas, en definitiva ausencia de paz, de estabilidad, bien estar y felicidad de los pueblos. A todo esto se le añade el terrorismo, azote que tanto desestabiliza a las naciones y tanto sufrimiento conlleva; tantas familias heridas para siempre. 

Pero, ¿qué hacer y cómo proceder para ser instrumentos de paz en un mundo en continuo conflicto? Todos tenemos la obligación de promover la paz. Urge educar las nuevas generaciones en la búsqueda de la paz como un valor esencial de la vida. Cuando la paz se quiebra, sea a nivel que sea, no podemos echarle toda la culpa al otro ni únicamente a los acontecimientos; pues yo también tengo parte de responsabilidad, y si no lo reconozco estoy acentuando el conflicto y la discordia; sin darme jamás la oportunidad de llegar a la reconciliación, tan necesaria para la paz. Echando la culpa a los demás no podemos avanzar por el camino de la reconciliación y del perdón, esenciales para adquirir la paz y ser instrumento de paz. Reconocer los errores, los fallos y desaciertos, e incluso la negligencia, es un comenzar a reconstruir la paz a nuestro propio nivel y entorno. La paz se quiebra fácilmente, rehacerla es mucho más difícil; es todo un arte que requiere tiempo, paciencia y empeño. Dice el salmista: “Busca la paz y corre tras ella” (Sal 34,15)

La paz tan querida y buscada por todos es frágil y delicada. De aquí nuestro desvelo y cuidado en cultivarla. La paz requiere una atención esmerada, tanto para que reine en mí propio interior, como para que reine en mi contexto familiar, social, laboral, político, y también entre los cristianos y las diversas religiones etc. “Trabajen, oren, hagan todo lo posible por conseguir la paz; pero recuerden que la paz no es nada sin el amor, sin la amistad, sin la tolerancia.” Esto se les decía el papa Francisco a los africanos de Bamgui el 29 de noviembre 2015. El amor, la amistad y la tolerancia. Tres palabras esenciales para que la paz reine en los corazones y entre las naciones. 

Jesús nos ha dejado su paz, «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón» (Jn 14,27). Tal vez, nuestros conflictos, radican en que no nos apoyamos en la paz que nos ha dejado Cristo, y lo que intentamos es construirla a nuestra manera, a la manera del mundo: superficial, pasajera y mundana. Por eso se turba nuestro corazón, porque ponemos la confianza es nosotros mismo, y la realidad es que por nosotros mimos no llegamos a alcanzarla, y menos a trasmitirla, y a que ella sea duradera 

En la Biblia, la paz implica estar en completa y en permanente armonía con Dios, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Por tanto, la paz incluye bienestar, salud, justicia, bendición, seguridad, riqueza, amistad, felicidad, salvación; esa es la paz que nos ofrece Jesús. En la celebración de la eucaristía, antes de la comunión, compartimos esa paz de Jesús. Darse la paz en la celebración litúrgica, no es un gesto de buena educación ni de afecto: el Señor nos da su paz para que nos convirtamos en anunciadores, transmisores y constructores de paz, de Su paz. 

Jesús nos comunica y nos deja su paz. No es una paz cualquiera, es una paz que debe cambiar nuestra manera de pensar y de vivir como hermanos uno de otros, hijos de un mismo Padre. Como cristianos estamos llamados a ser anunciadores de esta paz, sembradores del amor, constructores de fraternidad, de libertad y de justicia; sin las cuales la paz no es posible. Cada uno a su manera y en su entorno propio, seamos sembradores y constructores de paz. ¡Qué maravillosa misión en medio de este mundo tan hambriento y sediento de paz! 

Y termino con las palabras de San Juan Pablo II: “la paz exige cuatro condiciones esenciales: verdad, justicia, amor y libertad.” 

Oremos sin cesar para que Cristo resucitado nos alcance Su paz, para el mundo, para las familias y para cada uno de los que habitamos este maravilloso planeta que es Nuestra Madre Tierra, siendo constructores de una civilización pacifica, para quienes la Paz es un principio esencial y una semilla a sembrar constantemente y cultivar con desvelo. 

NOTA:
1 Papa Francisco, mensaje a la cumbre de los Nobel de la Paz, 12 de diciembre de 2014

Sor Carmen Herrero Martínez
Fraternidad Monástica de Jerusalén 





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