Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

sábado, 19 de enero de 2013

19 enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA


RESTAURACIÓN DE LA UNIDAD

Sábado, 19 de enero.- «Os llevaré de nuevo al suelo de Israel» (Ez 37,12)

La visión de los huesos secos, del profeta Ezequiel, reviste a menudo puntuales aplicaciones ecuménicas. Es por de pronto aplicable a la recomposición de la unidad rota. Unitatis redintegratio dice que el ecumenismo aspira precisamente a una verdadera y misteriosa restauración de la Unidad. El restablecimiento mesiánico de los huesos secos tiene, pues, su oportuno reflejo en las divisiones eclesiales cuya recomposición trasciende con mucho las fuerzas humanas. Ezequiel profetiza obedeciendo a Dios, y a su conjuro del espíritu se produce el milagro de la rehabilitación mesiánica de Israel. Pero el protagonismo es de Dios. Y la energía restauradora, del Espíritu. El conjuro profético no viene a ser sino la divina palanca que pone en marcha tan complicado mecanismo, para lo que se requiere siempre la fuerza de lo alto. En la Unidad se ha de tener bien presente que actúa la Gracia, transforma el Espíritu y dispone Dios, sólo Dios. Los humanos, al cabo, no pasan de meros instrumentos cuyo papel es indelegable, sí, mas nunca a colocar por encima ni al margen de Dios. Yerran gravemente, pues, quiene safirman que la causa de la Unidad es un invento humano. ¡Y son, por desdicha, no pocos los que así piensan y escriben! Más valdrá destacar lo que no deja de ser misterio de la Iglesia que reclama el constante seguimiento de los fieles. Lo cual, digamos, es tanto más sorprendente cuanto que dicha ruptura nos adentra en lo más profundo y misterioso del cuerpo eclesial hecho para la Unidad.

La metáfora de los huesos secos en clave ecuménica conduce también, y de qué manera y con cuánta frecuencia, al duro lamento de la casa de Israel, hoy a menudo repetido en convenios y encuentros de Iglesias divididas que no dejan de gemir con el profeta: «Nuestros huesos están secos, hemos perdido la esperanza, todo ha acabado para nosotros» (Ez 37,11). Queja muy común, ciertamente, que parece dar voz a la experiencia de innumerables personas en el mundo entero, cuyo sufrir– compartido por el Crucificado- habla con elocuencia de incomprensiones, ataques y persecuciones sin fin en todo el planeta. Sufren por  cristianos, sin duda, o sea por el atropello de unos derechos que tan sabiamente aparecen diseñados en la declaración Dignitatis humanae. Pero sufren más todavía, si cabe, por cristianos divididos, esto es, sin las ventajas que, según el decreto Unitatis redintegratio, la Unidad reporta. La visión del profeta Ezequiel, en suma, permite suplicar al Padre: Manda tu Espíritu para que insufle vida y sanación en nuestras rupturas intereclesiales, de modo que los cristianos podamos testimoniar juntos la justicia y el amor de Cristo. Pentecostés suplica y canta al Espíritu Santo: Doma todo lo que es rígido, funde el témpano y encamina lo extraviado.

El valle de los huesos secos (www.loswl.deviantart.com)

Pedro Langa Aguilar



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