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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

miércoles, 14 de mayo de 2025

TRABAJO SOBRE EL DIÁLOGO ECUMÉNICO

Reflexiones sobre el diálogo ecuménico


por Enrique Somavilla Rodríguez

CLAVE:
  • Se describe el diálogo ecuménico como principal vía para restaurar la unidad rota entre las diversas denominaciones cristianas. Si Cristo quiso una única Iglesia, nuestra actitud hacia los hermanos separados debe ser de respeto, buscando potenciar lo que nos une y tratando de salvar las diferencias sin renunciar a la entraña más profunda de nuestra fe. Esto solo puede alcanzarse desde el diálogo sincero entre las partes implicadas.

1. A propósito del ecumenismo

Aunque para definir cabalmente qué sea el ecumenismo no bastará este artículo, que tampoco lo pretende, convengamos que el rótulo se le viene aplicando, especialmente desde el siglo XX, a la búsqueda de una progresiva comprensión interconfesional que apunta, en última instancia, hacia la unidad de los creyentes 1. De ello dice su misma etimología desde el griego oikoumene, que remite a la tierra y el hogar, y que bien pronto fue asumido por el cristianismo para referirse a su propia geografía. No es casual que el Concilio Vaticano II, en su propósito de dar voz y res-puesta a la Iglesia universal, fuera convocado como ecuménico; y sobre su doctrina se asientan desde entonces todos los intentos de armonizar, en la medida de lo posible, las distintas confesiones cristianas.

El ecumenismo responde, pues, a la realidad de una comunidad creyente que se ha ido fragmentando a lo largo de la historia por razones de índole diversa, desde la disputa teológica hasta las siempre peligrosas asociaciones entre credo y nación. De esta suerte, la Iglesia que llamamos Católica hace siglos que dejó de ser, pese a la vocación universal significada en su nombre, la única; y hay otras tantas, a las que no les retiraremos el título de iglesias, bien que en caja baja por distinguir, con las que está llamada a entenderse. Este entendimiento no debe ser mera concesión al espíritu del tiempo presente, que lo manda aquel ut unum sint pronunciado por Cristo en el Evangelio 2. Con todo, su alcance e implicaciones trascienden el ámbito de la eclesiología, por cuando la fragmentación religiosa ha sido históricamente causa de fragmentación social y política 3. En buena lógica, la armonía entre tantas confesiones que se fueron desgajando del tronco común se ofrece como vía fértil, y acaso necesaria, para un mejor entendimiento entre los pueblos. Claro que la historia nos enseña que cuestiones teológicas de común muy puntuales y que a día de hoy no plantearían mayor problema que el debate de academia han derivado en tradiciones doctrinales bien difíciles de conciliar y, así visto, el ideal ecuménico se antoja poco menos que irrealizable en la práctica. Si así fuera, cabe plantearse el proyecto más modesto y realista de que quienes creen en Cristo privilegien lo común sobre la discrepancia. Y lo mismo cabe aplicar, bien que con dificultades añadidas, al diálogo interreligioso, sobre todo en un contexto global donde cada vez más los grandes bloques supranacionales vuelven a identificarse con las grandes religiones históricas 4: lo que seguimos llamando Occidente, los países islámicos, China y la India. Quizás la globalización, al tiempo que universaliza estándares de vida, ha hecho lo propio con las viejas fronteras de siempre.

¿Qué es, pues, el ecumenismo? El camino constante hacia una unidad tal vez inalcanzable, pero la búsqueda de un entendimiento posible ¿Sobre qué se funda? En primer lugar, al menos desde la visión cristiana católica 5 que inspira estas páginas, sobre la vocación de universalidad que se desprende del mensaje evangélico, pero también desde el deseo de que la fe sea vínculo antes que motivo de división. Por tanto, aparte de las insoslayables disparidades teológicas, debe considerar las cuestiones éticas y sociales que de ellas se derivan. De esta suerte, su ámbito de estudio es el mundo creyente entero, y su propósito es tan práctico como teórico, toda vez que persigue el mejoramiento de las relaciones entre los diversos cultos cristianos y entre los grupos sociales sobre ellos fundados. Así las cosas, el ecumenismo sin diálogo entre los separados está abocado a quedar en un mero ejercicio de escritorio que difícilmente alcanzará su propósito. A cómo debe ser este diálogo se dedica lo que sigue.

2. Historia de una ruptura y necesidad de un encuentro

La Iglesia primera surge por la separación de la Sinagoga y el Templo. En apenas unas décadas, la comunidad apostólica se lanza a la evangelización de los gentiles (Hch. 15,5-21), y esta apertura es asumida desde bien pronto como catolicidad sobre la base evangélica de que la salvación operada por Jesús de Nazareth era universal, según ha explicado Alegre (1989: 19-52). Los concilios de los primeros siglos trataron de mantener la unidad dentro de la creciente diversidad trabajando y aquilatando el dogma frente a tantas herejías como comenzaban a proliferar, y mal que bien esa unidad resiste hasta el cisma de Oriente, en el siglo XI. Con la Reforma protestante del XVI 6, Europa queda dividida hasta hoy, y lo que comienza como una reacción contra Roma va dando lugar a más y más divisiones 7, hasta llegarse a la cantidad poco menos que incontable de iglesias reformadas que hoy conocemos.

Seguramente la culpa no esté solamente en los hermanos separados, e intransigencia hubo por todas las partes. Sin embargo, justo es reconocer que desde el lado católico sí ha habido una especial preocupación por tender puentes. A fin de cuentas, las iglesias seculares, si se admite el término, son frutos coyunturales de la historia del hombre; pero esta es, desde una óptica cristiana, Historia de Salvación. El término en mayúscula dice unidad, por más que para escrutar el misterio de Cristo sea precisa, según advierte Köhler (1984: 509), una vivencia personal de la fe. Todo el que tiene esta experiencia, independientemente del culto que profese, pertenece a su cuerpo herido y mutilado por cuanto no ha sabido sostener la unidad que Él quiso. Esta conciencia inspiró en parte el Concilio Vaticano II, y así reza el proemio del Decreto Unitatis redintegratio: “Promover la reconstrucción de la unidad entre todos los cristianos es uno de los propósitos principales del sagrado Sínodo Ecuménico Vaticano II”. ¿Cómo se propuso hacerlo el Concilio? De la mano de Bosch, se pueden distinguir tres líneas maestras en torno a las que se articula el ecumenismo del Concilio:

a. Es original. En el sentido de que preconiza una experiencia cristiana nueva, surgida ante la situación actual del cristianismo y de sus diferentes Iglesias y confesiones. Superada ya la época de las grandes polémicas, y desde el convencimiento de que se necesita buscar vías comunes para comprender el Misterio, lo que no tiene apenas precedentes antes del Concilio. Vale que, pese al ideal, no han faltado tampoco motivos para el desánimo, ya que, acudo de nuevo a Bosch (1991: 13), las interpretaciones del mensaje evangélico no pueden abstraerse de todo tipo de condicionamientos de índole social, política y cultural. Por otra parte, ni todo está dicho en Teología ni la Iglesia ha pronunciado su última palabra en la historia. Con todo, se preconiza ahora un ecumenismo que no es solo de vuelta, sino ante todo de entendimiento.

b. Con voluntad de diálogo. Que es exigencia del entendimiento ansiado. No se trata aquí de apologética, sino de conocerse mejor las distintas confesiones cristianas, sus posicionamientos y circunstancias. No en vano, el Concilio se detiene en aclarar que “por movimiento ecuménico se entienden las actividades e iniciativas que, según las diferentes necesidades de la Iglesia y las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a fomentar la unidad de los cristianos” (UR 4). El diálogo, no será ocioso recordarlo, no es la confrontación de discursos enfrentados, sino la búsqueda común de la fe primera otorgada por el Señor, dice Bosch (1991: 14), tratando de desbrozar su raíz de entre tantas tradiciones, costumbres y demás vehículos de presentación que a veces han terminado por ocultarla.

c. Movimiento espiritual. Por tanto, el ecumenismo solo tiene razón de ser y visos de alcanzar sus metas como movimiento espiritual. Así lo intuyó el padre Paul Couturier, principal impulsor de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que se celebra cada año del 18 al 25 de enero para culminar con la festividad de la conversión de San Pablo. El orar por la unidad vincula el problema humano al Misterio divino; implica un espíritu humilde y suplicante; y es signo de que el creyente quiere anticipar ese Reino que todavía no ha alcanzado su plenitud. Por tanto, concluye Bosch (1991: 14-15), la verdadera vivencia ecuménica es vivencia teologal.

3. Necesidad y exigencias del diálogo ecuménico

De las líneas recién trazadas, la que aquí interesa es la del diálogo, entendido como discernimiento compartido de la Palabra de Dios, de los signos de los tiempos y de las acciones más hábiles para compatibilizarla con estos. Claro que si el diálogo no se reduce, según apunté poco más arriba, a una mera confrontación de discursos, difícilmente exisitrá sin el primer requisito del saber escuchar. Se trata de una actitud o disposición, cierto, pero también de método, por cuanto responde a la bien conocida máxima agustiniana de que “la verdad no es mía ni tuya, para que pueda ser tuya y mía” 8 . Claro que el de verdad concepto ancho por demás, y no basta con la buena voluntad. Aparte de que todas las confesiones tienen principios que, ya por convicción teológica o por el peso de los siglos, consideran irrenunciables. Piénsese, por ejemplo, en esa la identidad, que el catolicismo tiene tan asumida, de la Iglesia de Cristo con la Iglesia Romana. La clave está, como es bien sabido, en el famoso verbo subsiste, al que se le han querido dar las más variadas interpretaciones con criterios más abiertos o más restrictivos. Así, sin salir del ámbito católico, desde el Concilio Vaticano ha cundido la reflexión sobre la naturaleza de la Iglesia, según anota Hill (1993: 453-455), y quizás en cómo se comprenda esté una de las claves para la relación con el resto de confesiones cristianas.

Claro que, por de pronto, es preciso distinguir entre la verdad dogmática y su expresión formal, y aquí entra la ciencia teológica en todas sus vertientes, desde la dogmática hasta el estudio de la Escritura. El diálogo entre confesiones es también diálogo teológico, y a tal efecto se hace tan necesario como iluminador el llamado método comparativo, que de primeras se ofrece razonablemente objetivo, si bien privilegiando lo común y guiado siempre por lo que podríamos denominar hermenéutica de la comunión; y tampoco habría que descartar método contextual, que da razón de tantas diferencias como existen. Pero todo esto, si se realiza desde una sola confesión, no pasará de la mera reflexión teológica. Para que pueda tener incidencia real es preciso que la tarea sea conjunta, interconfesional, ya que en caso contrario no puede hablarse en puridad de ecumenismo. De ahí que voces tan autorizadas como las de Vercrysse (1993: 91-103, 145-147) o Bosch (1991: 39) sigan poniendo a la base de toda reflexión el diálogo a todos los niveles, desde las grandes confesiones hasta las comunidades particulares, a fin de ir alcanzando acuerdos multilaterales que den sustrato a la tan ansiada unidad. Ello implica, evidentemente, una disposición que apunta hacia lo propio, hacia el otro y hacia el conjunto. Sigo de la mano de Bosch para desbrozar esta triple perspectiva:

a. Actitud hacia uno mismo. El punto de partida es aceptar las propias luces y sombras, como individuos y como comunidad. Solo desde el conocimiento de la propia realidad, dice Bosch (1991: 199) puede establecerse un diálogo efectivo.

b. Actitud hacia el otro. Reconocer al otro implica no solo reconocer su realidad sino, continúa Bosch (1991: 41-42), ser capaz de ubicarse en ella. Así, sin necesidad de renunciar a las propias convicciones, se comprenden y dignifican las ajenas; se toma conciencia de los derechos y deberes de cada cual, y la intuición de una comunión posible mitiga todo deseo de imponer credo y costumbres. Se trata, pues, de acometer el diálogo sin pretender que haya vencedores ni vencidos.

c. Reciprocidad. Para bien o para mal, no todo depende de uno mismo. Por tanto, las dos actitudes recién descritas, y que no son sino dos caras de una misma moneda, deberían ser asumidas por todas las partes que entran en diálogo. Del mismo modo que no se pueden imponer las propias posiciones, tampoco puede obligarse a dialogar a quien no quiere. Sin embargo, sí pueden procurarse unas condiciones que lo faciliten, y estas sí dependen de uno mismo.

4. Condiciones para la existencia del diálogo

Desde el campo de las relaciones interconfesionales se deben fomentar esas condiciones que hagan posible un verdadero diálogo ecuménico, de tal suerte que se mantenga ante todo la fidelidad a la verdad. El diálogo implica necesariamente el respeto a las creencias y convicciones de cada parte: de ahí que no se puede llevar a cabo si hay de por medio fuerza o imposición, sino que exige libertad, mutua comprensión y apertura a la posibilidad de que el otro nos pueda descubrir dimensiones que desconocíamos. Pues bien, la condiciones que hacen posible esto son las que siguen.

4.1. Plano de igualdad y lenguaje común

No hay diálogo verdadero, y menos ecuménico, sin igualdad. No se puede nunca pretender ser más que nadie, independientemente de las discrepancias, ni tratar de imponer las propias convicciones por métodos presidencialistas. La igualdad a la que me refiero quedaría simbolizada por una mesa redonda donde todos se sientan sin distinción de categorías. Cito por extenso al Concilio, que lo supo expresar con nitidez:

Hay que conocer la mentalidad de los hermanos separados. Para esto se requiere necesariamente un estudio que debe realizarse según la verdad y con espíritu benévolo. Los católicos adecuadamente preparados deben adquirir un mejor conocimiento de la doctrina e historia, de la vida espiritual y cultual, de la psicología religiosa y de la cultura propia de los hermanos. Ayudan mucho a conseguir este conocimiento las reuniones de ambas partes, para principalmente discutir cuestiones teológicas, con un nivel de igualdad, siempre que los que participan en ellas, bajo la vigilancia de los prelados, sean verdaderamente expertos. De este diálogo se obtendrá un conocimiento más claro aún de cuál es el verdadero carácter de la Iglesia católica. Por este camino también se conocerá mejor la mentalidad de los hermanos separados y se les expondrá más adecuadamente nuestra fe (UR, 9).

Nótese, por tanto, cómo la Iglesia Católica viene reivindicando la necesidad del mutuo conocimiento entre los hermanos separados. Claro que para ello es preciso un estudio profundo de las diversas posturas, y en este punto resulta crucial el lenguaje. Y ello por dos motivos. De una parte, cualquier mensaje puede ser tergiversado o incluso manipulado, y conviene ser honesto tanto en la expresión de la posición propia como en la lectura de las ajenas. De otra parte, cada tradición teológica se ha trasmitido a través de unos esquemas y categorías determinados, por lo que conviene asegurarse, antes que nada, de que se entiende lo que el otro quiere expresar. Así las cosas, el diálogo ecuménico implica necesariamente un ejercicio de hermenéutica, a fin de no juzgar a quien tenemos enfrente por lo que nunca dijo. Acudo, de nuevo por extenso, al Concilio, cuando recordó que:

El modo y el sistema de expresar la fe católica no deben convertirse de ninguna manera en un obstáculo para el diálogo con los hermanos. Al mismo tiempo, la fe católica debe ser explicada con mayor profundidad y exactitud, con una forma y un lenguaje que los hermanos separados puedan comprender también rectamente (UR 11).

4.2. Propósito de mutuo enriquecimiento espiritual

Ya solo el planteamiento de posturas abiertas hacia los otros supone de inmediato, recuerda Bosch (1991: 44), un enriquecimiento para todas las partes. La búsqueda conjunta de la verdad, el «¿Qué es la verdad?» evangélico (Jn 18,37-38), implica que no se ha alcanzado y, por tanto, exige la apertura a que pueda hallarse, al menos en parte, en los distintos. Por tanto, iniciar un diálogo que se quiere ecuménico partiendo de la base que los demás están equivocados supone, aparte de un ejercicio de prepotencia, una deshonestidad intelectual, toda vez que se cierra una vía para alcanzar la verdad. Además, el Concilio reconoce que quienes ahora nacen en estas Comunidades y son instruidos en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos. En efecto, los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo está en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica [...]. No obstante, justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor (UR 3).

O, lo que es lo mismo, no solo se propone una actitud de apertura hacia los hermanos separados, sino que estos son reconocidos como portadores de salvación. De ahí que proceda establecer con ellos un diálogo, desde la convicción de que nadie es poseedor de verdad plena y de que en todas las iglesias hay algún rastro de ella, aun cuando ninguna sea por sí sola la única Iglesia de Cristo.

4.3. Comúnunión en la diversidad

De lo dicho se desprende que el respeto a la diversidad es el primer paso para restaurar aquella unidad querida por Jesús. La historia nos enseña que, cuando ha faltado este respeto, las posiciones distintas se han vuelto contrarias y, al final, se han vuelto imposibles en entendimiento y la comunión. Tampoco se trata, por supuesto, de caer en el relativismo, y sin duda cada cual tiene principios irrenunciables a los que se debe. Ahora bien, justamente por ello debe reconocerle al otro el mismo derecho. De este modo, aun cuando haya diferencias que parezcan insalvables, el respeto será vínculo entre los dispares.

Además, existe el dato objetivo de que la comunidad creyente que Cristo quiso una está dividida. Frente a ello, la fe dice que restaurar la unidad no depende tan solamente de nuestro empeño, sino también de la asistencia del Espíritu, que sopla donde y cuando quiere. Así visto, no somos nosotros los directores de la fortuna de la Iglesia, sino que su dirección última es escatológica, puesto que apunta a los últimos tiempos, donde se alcanzará el conocimiento pleno de Cristo. Nos movemos, pues en la tensión entre dos planos, tal como ha expresado Bosch (1991: 45-46): por un lado la realidad histórica y concreta de la Iglesia y, por otro, al absoluto de la verdad que es fuente de la expresión histórica y norma de purificación de las formulaciones dogmáticas de la propia Iglesia. En saber conjugarlos está la clave para mantener la comunión en la diversidad.

4.4. Exclusión de todo proselitismo

Una de las tentaciones que acechan en el diálogo ecuménico, y sin duda lo desvirtúan es la del proselitismo. Entre otras cosas, porque tampoco resulta sencillo deslindarlo con precisión de la evangelización. Esta es derecho y obligación de todo creyente, brota del corazón mismo de la Iglesia, y consiste en el anuncio del Evangelio. El proselitismo, por el contrario, lo entenderé aquí como aquel el empeño de convertir al otro a toda costa. La evangelización respeta la libertad, mientras que el proselitismo al que me refiero es imposición de las propias ideas, y no tiene cabida, ni aun cuando estas puedan ser verdaderas, por cuanto no privilegia la libertad de asentimiento. Que no se respeta, en efecto, si se ejerce cualquier tipo de violencia, ya física o moral; como tampoco se respeta cuando se aprovecha la falta de formación o la debilidad del otro. La verdadera evangelización, y vuelvo a Bosch (1991: 47-49), se funda, sobre todo, en el testimonio, porque la fe vivida sinceramente es la mejor manera de comunicar el Evangelio sin menosprecio de otras comprensiones.

4.5. Evitar el falso irenismo

Hasta aquí vengo hablando de comprensión y entendimiento. Lo que se busca es la unidad, pero no a cualquier precio, porque comprender y entender implican, antes que nada, conocer. No vale, por tanto, pasar por alto la legítima discrepancia para crear una unidad artificial. El diálogo ecuménico debe ser también debate teológico honesto, y ya se avisó poco más arriba que conviene evitar la tentación fácil del relativismo. A este respecto, el Concilio Vaticano II es claro:

El modo y el sistema de expresar la fe católica no deben convertirse de ninguna manera en un obstáculo para el diálogo con los hermanos. Es del todo necesario que se exponga claramente toda la doctrina. No hay nada tan ajeno al ecumenismo como el falso irenismo que daña la pureza de la doctrina católica y oscurece su sentido genuino y cierto» (UR 11).

O, lo que es lo mismo, la búsqueda de la verdad exige no solo estar dispuesto a renunciar a los propios presupuestos, sino también defenderlos cuando se consideran irrenunciables. Ceder en lo que se cree solo por limar asperezas no deja de ser una deshonestidad intelectual y, al tiempo, una concesión irrespetuosa de corto recorrido. El ecumenismo busca la verdad, no consensos artificiales que soslayen las divergencias para crear un espejismo de unidad: hay seguramente una mayor unidad en la búsqueda conjunta y honesta desde el reconocimiento de la diversidad que en renunciar a lo que se cree como mera concesión.

5. ¿Quiénes mantienen el diálogo ecuménico?

Aunque el ecumenismo suele abordarse desde el ámbito de la teología, la división en la comunidad creyente no se solucionará solamente desde el debate de academia. A los teólogos les compete quizás la iniciativa, pero son las comunidades separadas las que deben abrirse al diálogo, y ello afecta a cada uno de sus miembros. Así, por más que al creyente de a pie no se le puedan exigir sutilezas teológicas, sí es necesario que se sienta partícipe de un proyecto de unidad. Cada cual, por supuesto, en la medida de sus posibilidades y conocimiento, y alguna vez por motivaciones tan toscas, desde un punto de vista teológico, como la de que es siempre mejor entenderse bien con el vecino. Como fuera, el Concilio se hace eco de esta necesidad de que la meta de la unidad y el diálogo ecuménico como medio atañen a la comunidad entera.

La preocupación por el restablecimiento de la unión atañe a la Iglesia, tanto a los fieles como a los pastores; y afecta a cada uno según su propia capacidad, ya sea en la vida cristiana diaria o en las investigaciones teológicas e históricas. Esta preocupación manifiesta ya de alguna manera la unión fraterna existente entre todos los cristianos, y conduce a la plena y perfecta unidad, según la benevolencia de Dios (UR 5).

Lo que no quita para que a los pastores y teólogos les competa un papel especial como guías. Ellos deben conjugar y trasmitir las dos dimensiones del diálogo ecuménico, que es a la vez subjetivo y objetivo. Subjetivo por cuando lo realizan individuo, y exige una voluntad sincera de entendimiento, de tal manera que los planteamientos de superioridad se sustituyan, propone Bosch (1991: 51), por nuevos planteamientos de igualdad. Objetivo, sin embargo, porque se deben fijar unos criterios claros. De nuevo Bosch (1991: 51) señala entre estos criterios la convicción de que la Iglesia de Cristo es misterio de salvación, de una parte; y, de otra, la centralidad de los núcleos trinitario y cristológico, en coherencia con la tradición que arranca de Nicea, Constantinopla y Éfeso. Huelga decir por qué en este punto es tan crucial el papel de los pastores y teólogos.

El pueblo entero, sin embargo, sufre la herida de la desunión, que va en contra de la universalidad del Reino traído por Jesús (Jn 17,20-23), y debe sentir el deseo sincero de restablecer la comunión. Este restablecimiento no se dará en plenitud, previene Bosch (1991:51-52), mientras no podamos celebrar todos juntos el sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo. En lo que eso llega, y para que pueda llegar, los fieles todos deben sentirse misioneros, esto es, testigos de una fe desde la palabra y el testimonio. A fin de cuentas, solo desde la coherencia entre fe y vida se mejora la sociedad, entendida como pueblo de Dios, y se contribuye a la real implantación del Reino.

Ahora bien, ya avisé que estas páginas están escritas desde una perspectiva católica, y católicos serán, presumiblemente, los más de sus lectores: ¿con quienes debemos establecer los católicos el diálogo ecuménico? En este primer trabajo me centraré en las tradiciones cristianas no católicas, con quienes más nos une.

Tenemos, en primer lugar, las iglesias de tradición Ortodoxa, cuya unidad visible la manifiesta, a la manera de Primus inter pares (Vercrysse, 1993: 52-53), el Patriarcado de Constantinopla. Todavía nuestros hermanos ortodoxos reconocen la tradición patrística, y las diferencias de dogma, en lo que toca al meollo de la fe, quizás no sean insalvables. Mayores diferencias hay entre el Catolicismo y el Protestantismo. La llamada Reforma dividió no solo la Cristiandad, sino Europa misma 9. Como es sabido, el Emperador Carlos se empeñó en mantener la unidad religiosa sus dominios, entre otros motivos, porque la división interna podía debilitar al Imperio en su conflicto con los turcos. Sin embargo, la Confesión de Augsburgo (1530), que buscaba la concordia, fracasó, porque su artículo VII sobre la Iglesia no fue aceptado por los reformados, que mantuvieron los credos de la Iglesia antigua pero rompieron con Roma. Hoy son prácticamente incontables las confesiones de raíz reformada, aunque han terminado por agruparse en «familias confesionales» como la Federación Luterana Mundial o la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas 10. Por último, están las Iglesias anglicanas, entre las que podemos distinguir tres grandes corrientes: la High Church o Anglo-católica, la Low Church o Evangélica y la Broad Church o Liberal. Casi todas las Iglesias anglicanas están agrupadas en la llamada Comunión Anglicana, aprobada en 1930 por la conferencia de Lambeth, y dentro de la que el Arzobispo de Canterbury ostenta una suerte de primado. De hecho, la Iglesia Anglicana no solo ha mantenido la unión visible de todas las demás Iglesias anglicanas, sino que se viene mostrado abierta al diálogo con el Catolicismo 11, aun cuando sigue rechazando el Papado y su primado.

Frente a estas tres Iglesias, la Católica o Católico-Romana considera que ha mantenido a lo largo de los siglos el llamado depositum fidei recibido de Jesús y que es, por tanto, la única Iglesia fundada por Él. También la Iglesia Ortodoxa mantiene una fuerte identidad eclesiológica pero, atendiendo a la historia, es cierto que la Católica traza la línea más directa entre el presente y la comunidad apostólica. Quizás por ello, y por tener la catolicidad o universalidad como uno de sus principales rasgos distintivos, ha sentido también la obligación de restaurar la unidad perdida. Sin embargo, hasta el Vaticano II se cifraba esta restauración en el retorno incondicional de los no-católicos a la única y verdadera Iglesia, tal como se desarrolla en la Encíclica Mortalium Ánimos, firmada por Pío XI en 1928. El pontificado de Juan XXIII marca un punto de inflexión y, así, podemos leer en el Concilio que:

En efecto, los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo está en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica... No obstante, se encuentran, justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor (UR 3).

Este novedoso, y más integrador, enfoque del ecumenismo por parte de la Iglesia Católica ha posibilitado una mejor comunicación entre las diversas Iglesias, según reconoce Vercrysse (1991: 54). Así, podemos decir que desde el Vaticano II se ha intensificado el diálogo y mutuo conocimiento entre las partes llamadas a unirse, así como el deseo de que esa unión se vaya produciendo en la medida de lo posible.

Conclusión

Aunque no resulta sencillo decidir cuándo nace el ecumenismo, y sin duda tiene precedentes en los siglos pasados, quizás su verdadero hito fundacional sea la creación del Consejo Mundial de Iglesias en 1948. Desde entonces se han acrecentado los esfuerzos para promover el diálogo ecuménico y la cooperación entre diversas confesiones cristianas. De hecho, se han alcanzado algunos logros significativos en áreas como la cooperación en proyectos humanitarios y la promoción de la paz y la justicia social. Quedan, sin embargo, diferencias de cierto calado en los ámbitos teológico y litúrgico, y no se puede obviar que las distintas tradiciones cristianas traen consigo el peso de una historia de siglos. Para alcanzar, al menos, un mejor entendimiento, es preciso trabajar la vía del diálogo ecuménico hasta que un día se alcance, como quiere Kasper (2008), la plena comunión entre todos los cristianos.

A esta comunión apunta lo hasta aquí desarrollado, que podría resumirse en las siguientes líneas maestras:

a) Fomentar el conocimiento, la cooperación y el respeto mutuo 12.

b) Reconocer la diversidad cultural y litúrgica como una riqueza.

c) Profundizar en las diferencias teológicas de manera conjunta en busca de la verdad.

d) Marcarse objetivos comunes tanto en el desarrollo de los pueblos como en cuestiones de acuciante actualidad, tales como el papel de la mujer o la moral sexual.

e) Buscar soluciones conjuntas frente al problema de la secularización de la sociedad contemporánea.

Si en otros momentos de la historia justo es reconocer que la Iglesia Católica ha podido mantener ciertas actitudes de cerrazón, en parte por el espíritu de los tiempos, no es menos cierto que desde el Concilio Vaticano II se viene potenciando el diálogo ecuménico como medio para cumplir con el mandato de Cristo de que todos seamos uno. Valgan estas páginas como humilde contribución a tan elevado propósito.

Bibliografía

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VERCRYSSE, J. E. (1993). Introducción a la teología ecuménica. Estella.

NOTAS:
  1. Véanse a este respecto las consideraciones de Congar, 1967: 12.
  2. La cita da título a la Encíclica sobre el empeño ecuménico firmada por Juan Pablo II el 25 de mayo de 1995.
  3. Desde las guerras de religión emprendidas por la Monarquía Hispánica en tiempos de Carlos I hasta los conflictos en los Balcanes durante todo el siglo XX
  4. Recuérdese la España de los Reyes Católicos, cuando la unidad de culto se afirma como eje de la política de unidad nacional, según han explicado Domínguez, 1991: 215-217, García Escudero, 1993: 31-38, García Villoslada, 1980: 268-290 y Vázquez de Prada, 1981: 321. Así, recién recuperada Granada, son expulsados los judíos; y a los diez años los decretos cisnerianos de conversión forzosa ordenan la deportación de los mudéjares que no abracen el cristianismo. Como es sabido, durante los siglos que ocupó el proceso que solemos llamar Reconquista, en la Península coexistían los tres grandes credos monoteístas, Islam, Judaísmo y Cristianismo; aunque seguramente no con aquella armonía que pretendió don Américo Castro (Eugercios, 2019: 256). En fin, la política de los Católicos, como más adelante la de Carlos I, Felipe II y Felipe III, frente a las religiones no cristianas se comprende en su con-texto, pero quizás repugna a la sensibilidad actual. Con todo, justo es reconocer que algunas voces se alzaron en favor de políticas integradoras.
  5. Soy consciente de que es la nomenclatura preferida en el ámbito protestante y, por tanto, la censuran determinados teólogos católicos: así se me ha recordado en el arbitraje por pares que exige esta revista. Con todo, los católicos somos cristianos y, aun cuando a alguno le pueda parecer redundancia o pleonasmo, seguiré utilizando un sintagma que, a mi entender, subraya nuestro común sustrato
  6. Mantengo la nomenclatura comúnmente asumida de Reforma protestante y Contrarreforma católica, en caja alta cuando los términos se refieran a ambos movimientos, pese a las atinadas cautelas de la crítica contemporánea. En efecto, cada vez más, desde el ámbito católico, se viene defendiendo que la Reforma no fue tal, sino cisma; y que la llamada Contrarreforma sí fue una reforma del catolicismo.
  7. Sigo en este punto a Vázquez de Prada, 1981: 181-274.
  8. Cito conforme a la manera clásica y bien asentada en el ámbito de la Patrología: Enarr. In ps. 103,2,11. PL. 37, 1357.
  9. Recuérdese la sugerente tesis de Weber sobre las relaciones entre la ética protestante y el nacimiento del protestantismo. Bien es verdad que esta tesis viene siendo cuestionada en las últimas décadas, particularmente desde el ámbito hispánico, y tanto en la academia como en la divulgación, por economistas de orientación austríaca como Jesús Huerta de Soto o Carlos Rodríguez Braun. En efecto, los austríacos reivindican la Escuela de Salamanca como verdadero germen del liberalismo. De uno u otro modo, es innegable que con Lutero se quebró Europa
  10. Véase a este respecto Vercrysse (1991: 53-54).
  11. Conviene citar en este punto a Michael Ramsey y su célebre visita a Pablo VI en 1966.
  12. Véase a este respecto el trabajo de Matabosch et al (2023).

AUTOR:
Enrique Somavilla Rodríguez, OSA. Real Centro Universitario Escorial-María Cristina. Doctor en Teología Dogmática, en Derecho Civil y en Ciencias Económicas y Empresariales; y máster en Doctrina Social de la Iglesia, en Relaciones Internacionales y Pro-tocolo y en Derecho de la Unión Europea. Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, y académico de número de la Academia Internacional de Protocolo y Ceremonial. Rector del Real Centro Universitario Escorial-María Cristina, es además profesor ordinario del Centro Teológico San Agustín.


AGENDA – PRÓXIMOS ACTOS

HOY MIÉRCOLES 14 MAYO 2025

19'00 horas

Punto de Encuentro Bíblico Ecuménico
Círculo: Taller bíblico + ecuménico: "El buen samaritano"
Concurs Bíblic de Catalunya, C/ Blasco de Garay, 34
TERRASSA (Barcelona)

20’30 horas

Oración al estilo Taizé
Parroquia El Cristo del Mercado, c/ José Zorrilla, 125
SEGOVIA

20’30 horas

Oración Común
Parroquia de la Purísima Concepción, Vía Massagué, 21
SABADELL (Barcelona)

15 mayo 2025
Fiesta sintoísta de Aoi Matsur

15 mayo 2025 - 19’30 horas


Ciclo: "Perspectivas y propuestas para caminar hacia una cultura de no violencia y paz"
Enfoques y perspectivas para construir la paz, por Pasqual Pastor i Gordero MOC
Sala Polivalente. Sede Universitaria Ciudad de Alicante, c/ San Fernando, 40
ALICANTE
ON LINE

16 mayo 2025
Celebración judía Lag B'Omer
Día Internacional de la Convivencia en Paz (“vivre-ensemble en paix”)

16 mayo 2025 – 20’00 horas


Oración Interconfesional
Iglesia Luterana, paseo Castellana, 6
MADRID

16 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración de la Cruz (Taizé)
Parroquia de Sant Marcel, c/ Petrarca 52
HORTA-BARCELONA

16 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración común al estilo de Taizé
Iglesia de Nuestra Señora de Gracia y San José (Els Josepets), plaza Lesseps, 25
BARCELONA

17 mayo 2025 - 20’30 horas

Oración de la noche desde Taizé
Retransmitida en directo en redes desde Taizé
TAIZÉ (Francia)
ON LINE

17 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración al estilo Taizé
Cripta Iglesia San Francisco de Asís, c/ San Francisco
TARRAGONA

18 mayo 2025 - 18'00 horas

Oración Interreligiosa por la Paz
Comunidad Moncada. Lugar los Lorcas, 10 - LA PALMA
CARTAGENA (Murcia)

19 mayo 2025 - 19’00 horas

Oración al estilo de Taizé
Locales parroquiales
ARENYS DE MUNT (Barcelona)

19 mayo 2025 - 20’00 horas

Charla sobre el Concilio de Nicea
por D. Gregorio Hierro
Salones parroquiales Parroquia Nuestra Señora del Portillo, c/ Monseñor Oscar A. Romero 1-3 Bajos
ZARAGOZA

19 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración de Taizé
Centro Padre Claret, c/ Joan Maragall, 23
GIRONA

19 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración Común (Taizé)
Iglesia Catedral de San Lorenzo, plaza de la Villa, s/n
SAN FELIÚ DE LLOBREGAT (Barcelona)

20 mayo  2025 - 19'30 horas

Charla "El Concilio de Nicea, una llamada a la comunión en la fe"
por D´. javier Pérez Más, doctor en Patrología
Casa Dicesana, c/ Deán, 8
JACA (Huesca)

20 mayo 2025 - 20'30 horas

Oración ecuménica de acción de gracias
renovación de la fe con el Credo de Nicea-Constantinopla
S.I. Catedral de San Pedro, plz. de la Catedral
JACA (Huesca)

20 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración Taizé
Parroquia de Santa María, c/ Rectoría, 1
VILANOVA I LA GELTRÚ (Barcelona)

21 mayo 2025 - 17'00 horas (Hora Argentina)

Jornada: A 10 años de Laudato si'
De la ecología integral a la inteligencia Artificial
Auditorio San Agustín, Edificio Santa María de losd Buenos Aires, Avda. Alicia M. de Justo, 1300
BUENOS AIRES (Argentina)

21 mayo 2025 – 20’30 horas

Oración al estilo Taizé
Parroquia El Cristo del Mercado, c/ José Zorrilla, 125
SEGOVIA

21 mayo – 20’30 horas

Oración Común
Parroquia de la Purísima Concepción, Vía Massagué, 21
SABADELL (Barcelona)

22 mayo 2025 - 19'30 horas

Charla coloquio sobre el Islam: "El Islam visto por un católico"
por Carlos Crespo, general retirado de la Guardia Civil
Colegio Mayor Universitario Virgen del Carmen, c/ Albareda, 23
ZARAGOZA

23 mayo 2025 – 20’30 horas

Entrega Medalla al Mérito Ecuménico
a D. Antoni Matabosch Soler
Auditorio de la Iglesia Evangélica Unida de Terrassa, Avd. Béjar, 299
TERRASSA (Barcelona)

23 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración de la Cruz (Taizé)
Parroquia de Sant Marcel, c/ Petrarca 52
HORTA-BARCELONA

23 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración común al estilo de Taizé
Iglesia de Nuestra Señora de Gracia y San José (Els Josepets), plaza Lesseps, 25
BARCELONA

24 mayo 2025 – 17’00 horas (hora Argentina)

Encuentro de Oración por la Unidad
Parroquia de la Asunción, Gavilán 1137
BUENOS AIRES (Argentina)

24 mayo 2025 - 20’30 horas

Oración de la noche desde Taizé
Retransmitida en directo en redes desde Taizé
TAIZÉ (Francia)
ON LINE

25 mayo 2025 – 17’30 horas (hora Argentina)

Espacio de Oración por la Unidad
Parroquia de ja Asunción. Franklin. 2173 - FLORES
BUENOS AIRES (Argentina)

25 mayo 2025– 18’30 horas

Oración común al estilo de Taizé
Parroquia de Santa María. c/ de Joan Puig, 3.
RUBÍ (Barcelona)

26 mayo 2025
Fiesta Baha’í. Declaración del Báb

26 mayo 2025 – 21’00 horas


Oración de Taizé
Centro Padre Claret, c/ Joan Maragall, 23
GIRONA

26 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración Común (Taizé)
Iglesia Catedral de San Lorenzo, plaza de la Villa, s/n
SAN FELIÚ DE LLOBREGAT (Barcelona)

27 mayo 2025 - 20’45 horas

Oración de Taizé
Parroquia Mare de Déu dels Dolors, c/ Begur, 10
BARCELONA

27 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración Taizé
Parroquia de Santa María, c/ Rectoría, 1
VILANOVA I LA GELTRÚ (Barcelona)

27 mayo 2025 – 21’30 horas

Oración de Taizé
Capilla de la parroquia de María Auxiliadora, Pso. San Juan Bosco, 70
BARCELONA

28 mayo 2025 – 20’30 horas

Oración al estilo Taizé
Parroquia El Cristo del Mercado, c/ José Zorrilla, 125
SEGOVIA

28 mayo – 20’30 horas

Oración Común
Parroquia de la Purísima Concepción, Vía Massagué, 21
SABADELL (Barcelona)

29 mayo 2025
Ascensión del Señor
Zoroastrismo. Zartusht-no Diso

30 mayo 2025 – 20’30 horas

Rezar con los Salmos
Iglesia parroquial de San Pedro (La Sede de Égara), plaza del Rector Homs, s/n.
TERRASSA (Barcelona)

30 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración de la Cruz (Taizé)
Parroquia de Sant Marcel, c/ Petrarca 52
HORTA-BARCELONA

30 mayo 2025 – 21’00 horas

Oración común al estilo de Taizé
Iglesia de Nuestra Señora de Gracia y San José (Els Josepets), plaza Lesseps, 25
BARCELONA

31 mayo 2025
Fiesta de la Visitación de la Virgen María a Santa Isabel

31 mayo 2025 - 20’30 horas


Oración de la noche desde Taizé
Retransmitida en directo en redes desde Taizé
TAIZÉ (Francia)
ON LINE

31 mayo 2025 – 21’30 horas

Oración Taizé
Convento de las Vedrunes de Caldes de Malavella, c/ Doctor Furest
CALDES DE MALAVELLA (Girona)





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