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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

miércoles, 17 de abril de 2019

CAMINO DEL CALVARIO: ENCUENTRO DE JESUS CON SU MADRE


   «Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta» (Lm 1,12). Estas palabras de la Santa Escritura, del libro de las Lamentaciones, bien las podemos aplicar a la Madre Dolorosa, la Madre del Redentor del mundo: Jesús.
 

  
     En el camino hacia el Calvario Jesús se encuentra con María, su madre, y María se encuentra con Jesús, su hijo amado, su predilecto, salido de sus entrañas. El intercambio de miradas es intenso, profundo, lleno de amor y de ternura; desde el silencio amante y compasivo de una madre. La mirada es el lenguaje más profundo e intimo entre las personas que se quieren. En este encuentro no se pronuncia palabra, la sola palabra es la mutua mirada que expresan el dolor intenso y profundo que hijo y madre viven. El dolor de la madre por su hijo ajusticiado, llevado al suplicio de la muerte, sin causa alguna, es profundo, indecible. El inocente, es condenado por los culpables, y la madre, conocedora de la mentira que traman, asume desde la fe y el abandono el designo de Dios. La profecía de Simeón se ha cumplido:una espada traspasará tu alma(Lc 2,35). Pero María, mujer de fe y de esperanza, acepta este momento, desde la certeza de que la muerte de su hijo no es el final del camino. ¿Cómo va a morir el que es la Vida? No, ¡esto es un absurdo! ¡Poderoso como es Dios, él vendrá en su ayuda!

     «No temas María, Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1,32). Estas palabras que el ángel Gabriel dijo a María, y ella las cree contra toda esperanza. Y desde esa seguridad y confianza, María, con su tierna y penetrante mirada, infunde en su hijo, ánimo, fortaleza y confianza en el Padre que es quien sostiene su vida y dirige la historia de la salvación. María confía y adora el plan del Padre, aunque humanamente no lo comprenda y sea para ella un doloroso inmenso, sangrante. “Una espada atravesara tu corazón” (Lc 2,35). En medio de la profunda soledad de la Pasión de Jesús, María ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura desde su fidelidad incondicional y su amor de madre. Madre e hijo están íntimamente unidos, y nada podrá impedirles de llevar a cabo la voluntad del Padre. María dijo en el momento de la encarnación: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38) y Jesús: “Heme aquí, Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 40,8; Hb 10,7). Madre e hijo serán files a la palabra pronunciada, al compromiso adquirido.

     Si el corazón de María está traspasado por la lanza del dolor, no es menos el dolor que atraviesa el corazón del Hijo, al ver a su madre tan afligida y sumergida en tan profundo dolor. El verdadero amor hace propio el dolor del ser amado. Este es el caso de Jesús y María: cada uno hace suyo el dolor del otro. Madre e hijo se funden en un mismo hágase tu voluntad, ofrecido al Padre por la salvación del género humano. María al decir “Heme aquí” en la Anunciación, asumió con todo lo que implicaba ese “hágase”, la historia de su propio hijo, haciéndola propia. María, como madre que es, sufre profundamente, y quiere abraza y llevar la cruz con su divino Condenado en el camino hacia el calvario. Pero no solamente abraza a Jesús, sino que en su inmenso corazón de Madre, abraza a los hombres y mujeres de todos los tiempos en la situación concreta que nos toca vivir. Sintamos mirados con amor y acompañados por María, nuestra Madre, en el camino del calvario que nos toque franquear y, a su ejemplo, seamos files al plan de Dios, a ese · “hágase tu voluntad.”

     La Iglesia llama a María: “corredentora con Cristo”, porque, de alguna manera, ella también murió en la cruz con su Hijo. No de una muerte cruenta; pero sí de una muerte mística. María, recorrió el camino del calvario y estuvo al pie de la cruz acompañando a su hijo amado, haciendo suya la pasión y muerte del hijo, salido de sus entrañas. La pasión del hijo es la pasión de la madre. Y la muerte del hijo es la muerte de la madre.

     Señor, Jesús, como María tu madre, también nosotros queremos acompañarte, ofrecerte nuestro consuelo y nuestro tierno y dulce amor, estando a tu lado en este camino en el que el dolor te desfigura y el peso de la cruz te lleva a caer tres veces en el camino hacia el calvario.

     Contigo, María, también queremos acompañar a tantos hermanos y hermanas que el dolor los tiene hundidos, desfigurados, sin poder levantarse ni mirar al horizonte; sin encontrar una mirada que les infunda fortaleza y ánimo para seguir caminando. Para ellos te pedimos la fe y la esperanza, y una madre buena que les mire con amor y les acompañe en su sufrimiento.

     Y a Ti, María, Madre del Hágase, del Amén al Padre, te pedimos intercedas por nosotros para que a tu ejemplo, nos abandonemos con fe y confianza a los planes de Dios; aunque no los comprendamos y nos sean dolorosos y difíciles de cumplir. También te pedimos que consueles a tantas madres como sufren las “pasión” de sus hijos, y ayúdales a llevar la cruz con amor, acompañadas contigo en el camino del calvario manifestado de muy diversas maneras.

     María, Madre de Jesús, Madre de la Iglesia, Madre de la humanidad y Madre de cada uno de nosotros; bajo tu gran amor maternal nos cobijamos y contigo creemos en la resurrección de Jesús, tu hijo amado.

Sor Carmen Herrero Martínez. 

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