Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

martes, 21 de enero de 2014

REFLEXIONES EN LA SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS DEL PROF. DR. PEDRO LANGA AGUILAR, OSA. (V)

Juntos... afirmamos que Dios cumple su palabra


Martes, 21 de enero.- « Tu amor, Señor, no cesa, ni tu compasión se agota », podemos leer en el libro de las Lamentaciones (Lm 3,19-26: 22).

Más positivo se muestra el salmista con la inmensidad de Dios: «Tu amor llega hasta el cielo» (Sal 57,7-11). Y el autor de la Carta a los Hebreos, en fin, elige la fidelidad divina: « Quien ha hecho la promesa es fiel» (Hb 10,19-25). Consuela, pues, y mucho, saber que tan celestiales prerrogativas –amor inagotable, inmensidad y fidelidad de Dios- no se limitan a la insondable vida interior de la Trinidad santísima, sino que salen afuera y nos bendicen: Zacarías abunda en la idea cuando en el canto del Benedictus recuerda que el Señor ha venido a auxiliar y a dar libertad a su pueblo y Dios es fiel a su santa alianza (cf. Lc 1,67-75). Y a la unidad de su Iglesia también.

Lo cual viene implícitamente a poner de manifiesto que la unidad eterna del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nos penetra y se nos allega corazón adentro por el divino atajo del amor; nos llama a participar en la obra de Dios en el mundo, que es amor, misericordia y justicia. La misericordia y la justicia no están reñidas en Dios; al contrario, van estrechísimamente unidas en el amor inquebrantable manifestado en su alianza con nosotros y con toda la creación. Debiera esto cundir en los quehaceres ecuménicos, donde a menudo, por desgracia, se actúa more pelagiano, como si todo fuese cometido de las solas fuerzas humanas y del acaso, cuando lo cierto es que en esa ciencia de Dios que llamamos teología, nada sucede al acaso ni porque sí: todo, más bien, debe ser entendido y abrazado a la luz del misterio salvífico.

Francisco, el papa, declara en su reciente Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium que «Los signos de división entre los cristianos en países que ya están destrozados por la violencia agregan más motivos de conflicto por parte de quienes deberíamos ser un atractivo fermento de paz. ¡Son tantas y tan valiosas las cosas que nos unen! Y si realmente creemos en la libre y generosa acción del Espíritu, ¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros! No se trata sólo de recibir información sobre los demás para conocerlos mejor, sino de recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros. Sólo para dar un ejemplo, en el diálogo con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos la posibilidad de aprender algo más sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad. A través de un intercambio de dones, el Espíritu puede llevarnos cada vez más a la verdad y al bien» (EG, 246). Urge, sencillamente, descubrir a Dios en el que va o llevo a mi vera. 

Mientras seguimos rezando por la unidad de los cristianos, pues, bueno será fomentar el reunirnos y animarnos mutuamente, alentándonos al amor y a las buenas obras, y diciendo: Dios cumple su palabra. Debiéramos sobre todo indagar de qué manera constatamos la fidelidad de Dios en nuestra vida, en la de nuestra comunidad, en el ecumenismo. Y de qué modo, en fin, nos anima ella a perseguir y proseguir el objetivo de la unidad de los cristianos. A la espera en esperanza de la plena unidad visible de la Iglesia trabajemos y recemos juntos. La súplica de este día del Octavario podría cifrarse precisamente en pedirle a Dios que nos llene de confianza en sus promesas, lo que supone añadir su unidad. Confianza en la unidad trinitaria, cristológica, eclesial: en la unidad del pueblo de Dios.

Pedro Langa Aguilar


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