EL ECUMENISMO COMO DON Y GRACIA
En estos momentos de meseta y estancamiento en
tantas dimensiones de la vida, entre ellas el compromiso ecuménico, es
necesario mantener la mirada fija en Jesús que dio
su vida para que "hubiera un solo rebaño,
un solo pastor" y que oró "que todos
sean uno" "que vivan unidos", y así no perder la
inspiración ni la esperanza, cayendo en el pesimismode nuestros límites
humanos. No podemos olvidar, pues es algo significativo, que Jesús expresara su
deseo de unidad no en una doctrina o mandamiento, sino en una plegaria al
Padre.
Por otra parte, viviendo el ecumenismo desde esta
espiritualidad despierta en los creyentes y las Iglesias la llamada a "la
conversión del corazón y la santidad de
vida". Cuando el creyente descubre el deseo de Cristo por
la unidad de los suyos, se identifica con este deseo, se da cuenta en su
corazón, en su mente y en su plegaria, de la dolorosa herida de la división,
frente a esa situación actual de estar acostumbrados a vivir
divididos. Como dice el padre Congar "bajo la dirección
del Espíritu Santo comprendemos mejor
el escándalo de la división", o
como afirma el Concilio Vaticano II en Unitatis Redintegratio 1: "la inquietud
por la Unidad
ha llegado a muchas almas de todo el mundo por el
impulso del Espíritu Sonto". En todo
lo relacionado con la
Unidad puede muy
bien aplicarse lo que dice el Salmo
127: "Si el Señor no construye la casa, en
vano se afanan fatigándose los constructores. Si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los guardas".
Por ello, los verdaderos ecumenistas están convencidos
de que se necesita un milagro para llegar a la Unidad , pues esta no debe
plantearse como problema, sino
como misterio.
Misterio en el cual solamente podemos entrar de
rodillas.
Así, la oración es el corazón del ecumenismo.
Oración que conlleva la conversión personal y eclesial, el
abandono a la voluntad de Dios y el arrepentimiento por ir en contra de esta
voluntad. Así, como el diálogo, que convierte el
encuentro con el otro en un don, ya que "con gozo
descubrimos los tesoros que
hay en las otras iglesias y que la
obra del Espíritu Santo en ellas
puede conducirnos a nuestra
edificación".
Resumiendo, podemos afirmar que el propósito de
reconciliación de todos los cristianos en la unidad de la Iglesia de Cristo, supera
las fuerzas y las dotes humanas, y por eso debemos poner toda nuestra esperanza
en la oración de Cristo por la
Iglesia , en el amor del Padre por nosotros y en la fuerza del
Espíritu Santo.
La unidad de los cristianos es un sueño loco,
lleno de dificultades, que en su fragilidad tiene mucha experiencia de Cruz, de
impaciencia y paciencia, que se esfuerza y sabe esperar, que mueve a trabajar
apasionadamente por la Unidad ,
sabiendo que todo queda en manos de Dios: la Unidad
que Cristo quiera, por los medios que él quiera
y cuando él quiera.
Jesús Domínguez Longas
Delegado Episcopal de Ecumenismo
y Diálogo interreligioso. Zaragoza.
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