Comunicado final de la Coordinadora de Conferencias
Episcopales en Apoyo a los Cristianos de Tierra Santa
"Nuestra fe se ha enriquecido con el valor y la fortaleza
de las personas que hemos encontrado"
Desde que los Obispos que forman parte de la Coordinadora de las
Conferencias Episcopales en apoyo a los Cristianos de Tierra Santa se reunieron
en enero de 2012, el pueblo de esta región ha vivido acontecimientos oscuros y
dramáticos: el conflicto en Gaza y el sur de Israel; la guerra civil en Siria,
que ha dado lugar a un gran número de refugiados que han tenido que huir hacia
otros países, produciéndose una enorme tensión sobre sus recursos; y un aumento
de la polarización entre Israel y Palestina. Estos hechos han supuesto un
profundo desasosiego para todos en esta región, para los israelíes, palestinos,
judíos, musulmanes, y en particular para la menguante población cristiana.
Este año hemos podido tener encuentros con comunidades
Cristianas de Gaza, Belén, Beit Jala, Mádaba y Zarqa. En el Valle de Cremisán
hemos tenido conocimiento sobre las luchas legales para proteger las tierras de
las poblaciones locales y las instituciones religiosas en cuanto a la invasión
que significa la Barrera de Seguridad ("el Muro"). Nos comprometemos
a continuar instando a nuestros respectivos gobiernos a que actúen para evitar
esta injusticia. Hemos podido escuchar un testimonio conmovedor por parte de
las religiosas implicadas en la atención a trabajadores emigrantes, víctimas de
la trata y presos.
Nuestra fe se ha enriquecido con el valor y la fortaleza de
las personas que hemos encontrado: aquellos con los que hemos compartido una
gozosa celebración de la Misa en Zarqa, Jordania; los que cuidan de personas
vulnerables, como los refugiados de Siria y de Irak que huyen del terror y la
violencia; los que luchan contra la opresión y la inseguridad en los países que
conforman la Tierra Santa. Hemos captado la necesidad de promover una paz justa
y una llamada a las comunidades Cristianas en nuestros países de origen y a las
personas de buena voluntad de todo el mundo para que apoyen la labor que se
lleva a cabo en esta región para construir un futuro mejor. Buenos ejemplos son
los dos organismos que hemos visitado: el Servicio Católico de Ayuda de EE.UU.
(Catholic Relief Services) en
Gaza y el programa para los refugiados de Cáritas de Jordania.
También hemos escuchado la llamada a reconocer y a comunicar a
todos como la fe en Dios ilumina la vida de las personas en la Tierra
Santa. Una de las maneras de llevarlo a cabo es el compromiso de la Iglesia en
favor de la educación, una inversión tangible para el futuro. Uno de los
lugares donde esto se hace más evidente es en la Universidad de Belén, donde
nos impresionaron los testimonios de los estudiantes, y en la Universidad
Americana de Mádaba, en Jordania. En 2009, el Papa Benedicto XVI exhortó a
profesores y estudiantes de la región a ser constructores de una sociedad justa
y pacífica formada por personas de diferentes orígenes religiosos y étnicos.
Conjuntamente con los Obispos locales, animamos a dar un apoyo
práctico a las personas vulnerables, a la formación de los jóvenes y a todos
los esfuerzos por la promoción de la paz. Animamos a los cristianos a venir en
peregrinación a Tierra Santa, donde experimentarán la misma cálida hospitalidad
que nosotros hemos recibido. Trabajaremos fuertemente para convencer a nuestros
respectivos Gobiernos para que reconozcan las causas profundas del sufrimiento
en esta tierra e intensifiquen sus esfuerzos por una paz justa. Nos hacemos eco
del llamamiento que el Papa Benedicto XVI ha hecho recientemente en su Discurso
al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede: "Después del
reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de las Naciones
Unidas, vuelvo a expresar la esperanza que, con el apoyo de la comunidad
internacional, los Israelíes y los Palestinos se comprometan por una
coexistencia pacífica en el marco de dos Estados soberanos, donde se preserven
y garanticen el respeto de la justicia y las aspiraciones legítimas de los dos
pueblos. ¡Jerusalén, sé lo que tu nombre significa! Una ciudad de paz, no una
de división".
Con palabras de uno de los Salmos, que cada día rezamos juntos:
"Desead la paz a Jerusalén" (Salmo 122,6).
(Traducción no oficial)
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