CAMINAR
EN SOLIDARIDAD
Jueves, 24 de enero.- «Y acercándose,
vendó sus heridas» (Lc10,34).
Caminar en solidaridad entraña comprometerse no sólo
con el creyente como individuo, sino también con la misma comunidad. Vocación de
la Iglesia es compartir el sufrimiento mediante la defensa y cuidado de los
pobres, necesitados,malheridos y marginados. Hasta el logotipo del Octavario
del 2013 ilustra el mensaje. Dice san Lucas que «los creyentes vivían unidos y
lo tenían todo en común» (Hch 2,44). La pregunta es inevitable: ¿Qué unidad
buscamos? La Comisión Fe y Constitución, que incluye a las Iglesias y Comunidades
del Consejo Ecuménico de las Iglesias, y a la Católica, habla de «la unidad
visible en una fe y en una comunión eucarística». Es mucho pedir, sin duda.
Pero no es imposible. El movimiento ecuménico, mientras tanto,ha de afrontar
las divisiones con visión de la unidad visible y deseo de superar cuanto perjudique a
los hombres y los mantenga separados. La Iglesia, en suma,debe compartir el
sufrimiento de todos, y promover la defensa y el cuidado de cuantos, bajando de
Jerusalén a Jericó, siguen cayendo en manos de bandidos que los muelen a palos.
Cumple denunciar las estructuras
injustas y acometer su transformación. Las Iglesias están llamadas a proclamar sin
tregua las palabras sanadoras de Jesús. Este fiel testimonio puede implicar a
los cristianos en el sufrimiento por causa del Evangelio. Llamadas a curar y
reconciliar relaciones humanas rotas y a ser el instrumento de Dios para
reconciliar allí donde hay divisiones y odio, su imagen bíblica de Iglesias
unidas y solidarias con el oprimido no es otra que la famosa parábola del buen
samaritano, del que, pese a no ser judío, «acercándose, vendó sus heridas».Los
organizadores del Octavario 2013, sensibles al drama tercermundista de la
India, afirman que, a semejanza de los dalits
allí, el buen samaritano proviene de una comunidad despreciada y proscrita y es
el que en la parábola se ocupa del hombre abandonado al borde del camino y el
que proclama a través de su solidaridad concreta la esperanza y el consuelo del
Evangelio, consuelo de todos. Caminar hacia la Unidad de los cristianos es,
pues, inseparable de hacerlo humildemente con Dios en solidaridad con cualquier
necesitado de justicia y de cariño. No debieran las Iglesias, por tanto,
limitarse a esfuerzos de un pluriverso solidario. Su aspiración, más bien, debe
ser la Unidad visible. El mismo Dios uno y trino nos ofrece un ejemplo único de
interdependencia, de relaciones de amor y de solidaridad. Bueno será, por eso,
acudir a Él para que nos enseñe a compartir la esperanza encontrada en las personas
que en todo el mundo luchan por la vida. Que dicha perseverancia nos inspire
para superar las divisiones y para vivir unánimes y concordes, caminando juntos
y en solidaridad hacia el Dios uno y trino por medio de Jesús, el del ut unum sint (Jn 17,21).
La entraña de la solidaridad es
ecumenismo puro
Pedro Langa Aguilar
No hay comentarios:
Publicar un comentario