Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

jueves, 24 de enero de 2013

24 enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA


CAMINAR EN SOLIDARIDAD

Jueves, 24 de enero.- «Y acercándose, vendó sus heridas» (Lc10,34)

Caminar en solidaridad entraña comprometerse no sólo con el creyente como individuo, sino también con la misma comunidad. Vocación de la Iglesia es compartir el sufrimiento mediante la defensa y cuidado de los pobres, necesitados,malheridos y marginados. Hasta el logotipo del Octavario del 2013 ilustra el mensaje. Dice san Lucas que «los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común» (Hch 2,44). La pregunta es inevitable: ¿Qué unidad buscamos? La Comisión Fe y Constitución, que incluye a las Iglesias y Comunidades del Consejo Ecuménico de las Iglesias, y a la Católica, habla de «la unidad visible en una fe y en una comunión eucarística». Es mucho pedir, sin duda. Pero no es imposible. El movimiento ecuménico, mientras tanto,ha de afrontar las divisiones con visión de la unidad visible y deseo de superar cuanto perjudique a los hombres y los mantenga separados. La Iglesia, en suma,debe compartir el sufrimiento de todos, y promover la defensa y el cuidado de cuantos, bajando de Jerusalén a Jericó, siguen cayendo en manos de bandidos que los muelen a palos.

Cumple denunciar las estructuras injustas y acometer su transformación. Las Iglesias están llamadas a proclamar sin tregua las palabras sanadoras de Jesús. Este fiel testimonio puede implicar a los cristianos en el sufrimiento por causa del Evangelio. Llamadas a curar y reconciliar relaciones humanas rotas y a ser el instrumento de Dios para reconciliar allí donde hay divisiones y odio, su imagen bíblica de Iglesias unidas y solidarias con el oprimido no es otra que la famosa parábola del buen samaritano, del que, pese a no ser judío, «acercándose, vendó sus heridas».Los organizadores del Octavario 2013, sensibles al drama tercermundista de la India, afirman que, a semejanza de los dalits allí, el buen samaritano proviene de una comunidad despreciada y proscrita y es el que en la parábola se ocupa del hombre abandonado al borde del camino y el que proclama a través de su solidaridad concreta la esperanza y el consuelo del Evangelio, consuelo de todos. Caminar hacia la Unidad de los cristianos es, pues, inseparable de hacerlo humildemente con Dios en solidaridad con cualquier necesitado de justicia y de cariño. No debieran las Iglesias, por tanto, limitarse a esfuerzos de un pluriverso solidario. Su aspiración, más bien, debe ser la Unidad visible. El mismo Dios uno y trino nos ofrece un ejemplo único de interdependencia, de relaciones de amor y de solidaridad. Bueno será, por eso, acudir a Él para que nos enseñe a compartir la esperanza encontrada en las personas que en todo el mundo luchan por la vida. Que dicha perseverancia nos inspire para superar las divisiones y para vivir unánimes y concordes, caminando juntos y en solidaridad hacia el Dios uno y trino por medio de Jesús, el del ut unum sint (Jn 17,21).

La entraña de la solidaridad es ecumenismo puro

Pedro Langa Aguilar

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