CAMINAR
COMO HIJOS DE LA TIERRA
Lunes, 21 de enero.- «Y untó con el
barro los ojos del ciego» (Jn 9,6b).
Cuidar el medio ambiente supone tomar conciencia
de nuestro sitio en la creación, defender el ecosistema y apostar por lo que
ahora se denomina ecologismo. Buena ocasión la del Año de la Fe para recordar que
la paz y la unidad serán plenas si se basan en la justicia. Llamados a caminar
humildemente con Dios, a los ecumenistas no les será difícil sentirse parte de
la creación y beneficiarios de los divinos dones. Hay ahora un creciente
reconocimiento de que los asuntos ecológicos forman parte del caminar humildemente con Dios, el
Creador, ya que cuanto nos circunda dimana de su próvido cuerno de la abundancia.
De ahí que desde el 1 de septiembre al 4 de octubre se invite a celebrar el
Tiempo para la Creación, práctica de cada vez más Iglesias. En 1989 el
patriarca ecuménico Dimitrios I proclamó la del 1 de septiembre como jornada de
oración a favor del medio ambiente, del sentimiento puro de naturaleza y del
amor al planeta errático y desnudo. De ahí que el calendario litúrgico de la
Iglesia ortodoxa empiece ese día conmemorando la creación del mundo por Dios.
El 4 de octubre muchas Iglesias occidentales celebran a san Francisco de Asís,
autor del Cántico de las criaturas,
que es como apostar por un ecologismo a lo divino. El comienzo y el final del
Tiempo para la Creación están así ligados a la responsabilidad por lo creado en
la tradición cristiana oriental y occidental, respectivamente. No estará de más
recordar que Su Santidad Bartolomé I viene también apostando de un tiempo a
esta parte por la ecología cada vez que organiza ese crucero anual con líderes
religiosos que suelen sumarse gustosos a tan oportuna idea surcando juntos las
aguas ya del Báltico, ya del Nilo, ya de
donde sea.
La historia cristiana es de redención
para lo creado. La fe en Dios hecho hombre en tiempo y lugar concretos comporta,
entre cristianos, un reconocimiento profundo de la importancia del cosmos: cuerpos,
comida, tierra, agua y cuanto alimenta nuestra vida como personas en el planeta.
Jesús es plenamente parte de este mundo. Puede sorprender que cure usando su
saliva y el barro de la tierra, pero es congruente con este sentido real del
mundo creado como partícipe en la acción de Dios de llevarnos a una nueva
vida.Que la tierra –su cultivo y propiedad- origine a menudo desigualdades
económicas y prácticas de empleo degradantes, es de temer. He ahí, por ende, un
desafío conjunto para cristianos unidos. Los ecumenistas, por eso, dan gracias
al Dios de vida por la tierra y por quienes la cuidan para que fructifique.
Ayúdenos su Espíritu, dador de vida, en el aprecio a la tierra y su cultivo, en
el respeto a la creación y a su Autor. Caminar, por eso, con Jesús implica
tantas veces para los ecumenistas traer sanación a una tierra herida y convulsa
y, por ende, necesitada de cuidado y armonía.
Investigadores intentan
buscar el agua más pura del mundo en Antártida
(coloriage glacier,
iceberg)
Pedro Langa Aguilar
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