"EL ECUMENISMO EN LA VIDA Y OBRA DE D.
JULIÁN GARCÍA HERNANDO" (Rodenas Ciller, Elvira)
Hablar de D. Julián es
hablar de ecumenismo y de su historia, de espiritualidad y pastoral ecuménica,
de un ecumenismo vivido y contado por sus propios protagonistas en el que se
entremezclan historia, doctrina, espiritualidad y estudio bíblico con el
trabajo ecuménico y el contexto histórico, social y religioso del mundo en el
que se desarrolla. D. Julián en toda su obra estuvo unido a muchos amigos y
hermanos de otras confesiones cristianas, había adoptado como base de su vida
el principio de Lund: «Hacer juntos todo aquello que la propia conciencia no
nos obligue a hacer por separado», y para ser fiel a este principio se han
acompañado sus escritos con algunos de los autores con los que colaboró,
protestantes, ortodoxos, anglicanos, bautistas, metodistas, adventistas,
sacerdotes, obispos, pastores, laicos, teólogos, hombres y mujeres. Aunque no
puede negar D. Julián la preocupación por los pasos ecuménicos de la Iglesia
católica, mayoritaria entre las Iglesias cristianas y con el Primado de Pedro
de unidad y concordia, nunca de separación, que como padre y pastor debe salir
en busca de todos sus hijos y hacer avanzar el movimiento ecuménico.
DICE EL PRÓLOGO:
El libro que tienes en tus
manos no ha salido a la luz por casualidad, sino como proyección de un carisma
de la Iglesia, hoy más urgente que nunca por el pluralismo que vivimos entre
diferentes credos en un mundo globalizado.
El personaje a quien está
dedicada esta obra es poco conocido en niveles eclesiales, y más desconocido en
la sociedad. D. Julián García Hernando era un hombre sabio por su humildad, tan
profunda que le hacía pasar por la realidad de la vida como una persona sin
importancia.
Era dialogante, de gran
generosidad, continuo emprendedor en la búsqueda de los hermanos de otras
confesiones cristianas, rompedor de prejuicios, entusiasta del concilio
Vaticano II, de considerable talla moral, un verdadero hombre de Dios,
respetuoso con todos, sencillo y profundo. No se sentía superior a nadie, de
gran bondad de corazón y gran capacidad de persuadir o disuadir suavemente. De
profundos conocimientos, paciente, fiel, constante, creía en lo que hacía.
Cercano, muy amable, consecuente siempre y capaz de ganarse la confianza de las
personas. Su recuerdo es imborrable en el ecumenismo, tanto a escala nacional
como internacional.
Las Misioneras no podíamos
guardar para nosotras solas esta pequeña figura de hombre con gran estatura
ante Dios, y menos en el 50 Aniversario de nuestra fundación. Si hemos recibido
una herencia de D. Julián no debemos acapararla. La confianza en Dios le dio el
valor de anticipar a menudo el movimiento de la historia. Abrió caminos allí
donde otros no los divisaban. Su sencillez le comunicaba una fuerza persuasiva
muy particular, una dulzura invencible. Y los caminos abiertos por él, cuando
su aliento de servicio y su decidido compromiso por la unidad siguen presente
en nosotras, los queremos seguir trasmitiendo con la entrega de nuestras vidas
por la unidad y la reconciliación de los cristianos, encargo que nos ha dejado
para trabajar en favor del encuentro definitivo de todos los creyentes en
Cristo.
Esta herencia recibida no
solo nos ha marcado un camino, sino un estilo de vida que no podemos menos de
comunicar.
Vamos a encontrar en este
libro a un hombre que recorrió muchos lugares con una lucecita en una mano y el
mundo en la otra, como lo pintó en una caricatura su buen amigo Bartolomé de
Almería hace ya varios años. Así, andariego como santa Teresa a la que tenía
gran admiración, vamos a encontrar a D. Julián por tantas partes del mundo, siempre
lleno de amor a la Iglesia a la que consideraba peregrina, haciéndose él mismo peregrino.
Nunca escatimó esfuerzos y desvelos para trabajar por su querida Iglesia. Tenía
una fuerza interior que lo arrastraba sin demora a todo lo que tuviera que
realizar por ella. Su pasión era laborar día y noche, para que fuera «una» y
más creíble a la sociedad.
Esta labor de
investigación y publicación la tomó a su cargo Elvira Rodenas Ciller, dra. en
Ciencias Químicas, catedrática de Química Física de la Universidad de Alcalá,
lda. en Estudios Eclesiásticos y Teología Espiritual por la Universidad Pontificia
Comillas y autora del libro Thomas Merton. El hombre y la vida interior.
Elvira, había llegado al ecumenismo no hacía mucho tiempo, pero se sintió
admirada e interpelada en los últimos años de la vida de D. Julián, y después
de más de dos años y medio de intenso trabajo pone en nuestras manos este
interesante volumen. No podemos más que expresarle nuestro agradecimiento por
el magnífico trabajo realizado. En sus páginas encontramos datos biográficos de
este gran ecumenista español, pero solo los imprescindibles. No se trata de una
biografía. El título de la obra El ecumenismo a través de la vida y obra de
Mons. D. Julián García Hernando nos indica que la autora escudriña
en el amplio y profundo pensamiento de nuestro fundador sobre el ecumenismo a
lo largo de más de cincuenta años.
Los escritos de D. Julián
recogidos contienen una bellísima y profunda manifestación ecuménica rayana en
la poesía, expresión viva del sentimiento y vida que para él contenía el
ecumenismo, sus palabras resuenan vibrantes por el amor y la pasión que suponía
para él la búsqueda de la unión de los cristianos. Ese más de medio siglo, comprende
toda la trayectoria del movimiento ecuménico en España y las enseñanzas
ecuménicas del concilio Vaticano II. No solamente las contenidas en el
documento Unitatis redintegratio sino la doctrina ecuménica transversal
a todos los documentos del concilio.
Al finalizar la lectura
del libro se tiene la impresión de haberse zambullido en un enciclopédico mar
de temas ecuménicos. D. Julián escribió sobre muchos de los temas referentes a
la unión de los cristianos, y la autora expone la opinión de nuestro fundador
sobre ellos. Después de presentar en la Introducción los conceptos básicos para
comprender el movimiento ecuménico, nos brinda un amplio elenco de datos acerca
de la vida del padre con hechos tan importantescomo la fundación de las
Misioneras de la Unidad, su trabajo al frente del Secretariado de Relaciones
Interconfesionales, las peregrinaciones ecuménicas en Europa e Hispanoamérica,
los trabajos del Comité Cristiano Interconfesional, las famosas Jornadas
Ecuménicas Interconfesionales, o las reuniones internacionales e
interconfesionales de la IEF, «Asociación Ecuménica Internacional». Aborda uno
de los aspectos fundamentales del ecumenismo: la oración que nos introduce en
el conocimiento, pensamientos y vivencias de D. Julián sobre el Octavario de
Oración por la Unidad, la Semana de Oración hasta el inolvidable Monasterio
Invisible, para finalizar con unas maravillosas pinceladas sobre los
Encuentros Interconfesionales de Religiosas, el monacato en el mundo y sobre la
realidad ecuménica de Taizé. Como para todo ecumenista, para D. Julián la
oración es sustancial en el ecumenismo. Recordemos que tituló uno de sus
libros: La unidad es la meta, la oración el camino.
D. Julián con su intensa
actividad se hizo presente en las distintas iglesias, confesiones, incluso en
las sectas. Trabajó y buscó a todos para la unidad. Vivió intensamente el
pluralismo religioso, y el trato con todas las tradiciones fue constante,
adquiriendo así una singular riqueza ecuménica. Este acercamiento a las otras
iglesias quedó patente en su presencia y colaboración con el Consejo Mundial de
las Iglesias, a muchas de cuyas asambleas generales tuvo la gracia de asistir.
Sus narraciones y comentarios contienen claridad y exactitud, fruto de su
profundo conocimiento sobre ellas, desde Upsala (1968) hasta Porto Alegre
(2006). También participó en las asambleas ecuménicas de Europa, Basilea (1989)
y Graz (1997), y fue trascendental para su profundo conocimiento ecuménico el
estudio y análisis de los documentos sobre los distintos aspectos del
ecumenismo de los papas, desde Juan XXIII a Juan Pablo II.
Nuestro presente ecuménico
es incierto, como se desprende de estas páginas saturadas de doctrinas y
acontecimientos ecuménicos. Sin embargo, y para evitar el desánimo, concluye
Elvira con lo que llama «Reflexión final», que recoge las palabras del
Patriarca de Alejandría, Pártenos, en la Asamblea del CMI de Canberra (1991):
Permanezcamos siempre
fieles en nuestro camino hacia la unidad.
La unidad no es pura
imaginación, ni un sueño irrealizable.
Existe en Dios Padre,
Dios Cristo, y Dios Espíritu Santo. Existe invisible en la Santísima Trinidad y
en la Iglesia. Lo que buscamos es la unidad visible. Es una tarea santa, el
esfuerzo diario de las iglesias. No tiene importancia saber cuándo se logrará
el objetivo, lo importante es la fidelidad a este esfuerzo en el ministerio y
en el testimonio de la unidad. La unidad completa se logrará en la plenitud del
tiempo propio de Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están trabajando
para conseguirla…
Por todas estas
coordenadas transcurre el libro, y el lector, que habrá quedado lleno de
conocimientos referentes a la acción ecuménica en busca de la unión cristiana,
y un tanto preocupado por la aparente imposibilidad de conseguirla, puede
reposar tranquilo sabiendo que la unión cristiana es un misterio de Dios y que
Él nos conduce sin cesar a ella.
Al enfrentar todas estas
páginas surgen dos preguntas: ¿Cómo D. Julián pudo hacer tanto? ¿Cómo la autora
ha podido investigar y sintetizar tanto?
M.ª José Delgado
Merino
Misionera de la Unidad
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