CAMINAR
COMO AMIGOS DE JESÚS
Martes, 22 de enero.- «A vosotros os he
llamado amigos» (Jn 15,15b).
Campean en este día del Octavario las imágenes
bíblicas del amor humano y la amistad en cuanto modelo del amor de un Dios
amigo de los hombres. Vernos así, como amigos muy amados de Dios, trae
consecuencias a nuestras relaciones en la comunidad de Jesús. Dentro de la
Iglesia, cualquier exclusión es incompatible con una comunidad donde todos son
por igual los amigos muy amados de Señor. La hospitalidad hacia los amigos en
Cristo no se compadece, siendo así, con la simulación ni la mentira. «Debemos
acoger(los), para ser (sus) colaboradores en la obra de la Verdad» (3 Jn 8). Caminar
humildemente con Dios, por otra parte, no implica necesariamente hacerlo solos.
Quiere decir, más bien, pisar caminos rectos junto a quienes son signos
vivientes de la presencia de Dios entre nosotros, o sea nuestros amigos.
«Os llamo amigos», dice Jesús en el
evangelio de Juan. En la libertad del amor, podemos escoger a nuestros amigos y
ser escogidos como amigos por quienes son nuestros amigos. «No me elegisteis
vosotros a mí; fui yo quien os elegí», matiza el Señor. Y san Agustín comenta: «fuimos
elegidos para que por la gracia de quien nos ha elegido seamos buenos» (In Io. eu. tr. 86,3). La amistad de
Jesús con cada uno de nosotros transfigura nuestras relaciones con la familia y
la sociedad. Nos habla del amor profundo y duradero de Dios por todos y cada
uno.Es testigo de la pasión entre amantes que trasciende las barreras impuestas
por la sociedad. La llamada a ser amigos con los amigos de Jesús -he ahí la
vocación del ecumenista-, es otro modo de comprender la Unidad de los
cristianos por la que oramos en esta semana. Los cristianos esparcidos por la Ecumene deben sentir como propia la
llamada a ser amigos de cuantos luchan contra la discriminación y la
injusticia. Caminar hacia la Unidad cristiana exige ir humildemente de camino con
Dios en compañía de los amigos de Jesús, aunque subsistan discrepancias y
falten aún trechos hasta la plena comunión. Desde el primer hálito de nuestro
existir Jesús nos ofreció su vida, su amistad, su amor. Un amor sin límites. Una
amistad sin condiciones. Una vida total. Y su amor abraza a todas las personas,
especialmente a los que son excluidos o rechazados por motivos humanos de
casta, raza, color o religión. Seguros y confiados en Cristo, fuente de nuestra
dignidad, piden los cristianos en estos días de Octavario caminar juntos y de
modo solidario hacia los demás mientras a ellos se abrazan en el Espíritu como
hijos que son de Dios. Llama Cristo, y llama a todos, para que cada uno forme
parte de su comunidad. Todos, en consecuencia, están invitados a ser amigos de
Jesús por encima incluso de las mismas diferencias eclesiales. El ecumenismo,
en fin, es llamada, sí. Pero también es respuesta. Respuesta de fe, de amor, de
unidad.
Benedicto XVI en su reciente viaje a
Líbano
Pedro Langa Aguilar
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