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domingo, 27 de noviembre de 2016

CARTA DE ADVIENTO - 2016


ADVIENTO-16

¿A QUÉ DIOS ESPERAMOS?

Queridos amigos:

A menudo gritamos a Dios cuando el sufrimiento nos golpea y nos hace llorar; cuando nuestra soledad o la de otras personas que conocemos se nos hace dura; cuando vemos a niños que siguen empuñando armas; cuando sabemos que hay muchos hombres, mujeres y niños destinados a morir de hambre o de enfermedades que tienen curación. Gritamos a Dios, le preguntamos y esperamos no sólo que nos responda, sino que venga Él mismo a resolver todas esas situaciones.

Pero realmente, ¿a qué Dios preguntamos?, ¿a qué Dios buscamos?, ¿a qué Dios esperamos? Tal vez llamamos a la puerta de un dios que no existe o de un dios que nos imaginamos, que nos hemos ido creando según nuestra psicología o forma de pensar. No del Dios que se nos revela en Jesucristo. 

¿Qué Dios se nos anuncia en un nuevo Adviento? ¿A qué Dios vamos a esperar? Esperarle de verdad es abrirnos a la sorpresa de un Dios que viene para quedarse con nosotros, para compartir nuestra vida y no es apoyar nuestra vida en un dios que nos hemos creado o que queremos comprar con nuestros criterios egoístas o interesados.

El Adviento una vez más, nos anuncia al Dios que viene para acompañarnos en las soledades y sufrimientos, al Dios que es Amor y por ello quiere hacerse presente en nuestro día a día como compañero de camino, al Dios que quiere hacer de las guerras cenizas y de este mundo un verdadero mundo de hermanos.

Sí, viene para quedarse entre nosotros; pero salimos y no le vemos y nos sentimos desanimados. Sí, desanimados porque Dios no está donde nos han dicho. ¿Será que no le buscamos donde debemos? Dios está vivo, está presente. Vivo en el sencillo, en el enfermo, en el niño que tiene derecho a sonreír y a correr por las calles y no en campos de batalla. Presente en cada gesto de cualquier persona humana para hacer su entorno, su familia, su trabajo… un poco mejor.

Dios se hace “carne”, “humano”; hoy y siempre. Se hace como nosotros, porque quiere estar entre nosotros. Pero es necesario que le dejemos espacio dentro de nuestro corazón y de nuestras estructuras sociales. Solo podemos preparar verdaderamente el nacimiento de Dios, allí donde digamos palabras de ternura, allí donde vivamos, con obras reales y concretas, el cariño, la acogida, la misericordia. 

Un nuevo Adviento no puede convertirse en “hacer lo que hay que hacer”, porque haciendo lo de siempre evitamos la novedad del Evangelio. No nos escondamos en los ritos vacíos; salgamos a la calle, a los espacios donde el ser humano se debate entre la felicidad y las esclavitudes de las cosas de este mundo y vivamos este tiempo de Adviento “en salida” para acoger al Hijo de Dios que quiere quedarse entre nosotros. Y si de verdad le acogemos a Él, acogeremos a todos aquellos que necesitan de nosotros, que esperan nuestras palabras y nuestras obras signo de nuestro amor.

Solo entonces tendrá sentido que gritemos en voz alta: “Ven, Señor Jesús, no tardes”.

Un abrazo,

Fernando Jordán Pemán


Fernando Jordán, sacerdote católico romano, buen amigo y colaborador del EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO, actualmente es el párroco de la Iglesia del Inmaculado Corazón de María en Jaca.



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