Concluye en Kazajistán el Congreso de Religiones Mundiales y Tradicionales con un compromiso por la paz
CLAVE:
- La mayoría de los participantes en la séptima edición del evento, celebrada en el país centroasiático, adoptó una amplia declaración con la que condenan toda forma de extremismo, destacan el documento de la fraternidad humana firmado por el Papa y el Imán de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayyeb, y confirman la intención de realizar el próximo Congreso en 2025.
- Declaración del VII congreso de los líderes de las religiones mundiales y tradicionales. Integro
- Discurso del papa Francisco. Integro
Bajo el signo de la unidad y el diálogo, este jueves 15 de septiembre llegó el punto culminante de la “peregrinación de paz” del Santo Padre Francisco a Kazajistán. En el Palacio de la Independencia de Nursultán, se efectuó la lectura de la Declaración final y la clausura de la séptima edición del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales.
La declaración es un proficuo documento de 35 artículos, en los que los participantes en el evento, así como los políticos y responsables de organizaciones internacionales, guiados por el deseo compartido de un mundo justo, pacífico, seguro y próspero, expresan sus posiciones en común y asumen una serie de compromisos.
El comunicado está siendo transmitido a las autoridades, líderes políticos y figuras religiosas de todo el mundo, a las organizaciones regionales e internacionales, a las organizaciones de la sociedad civil, entre otras instituciones, y se distribuirá como documento oficial en la 77ª sesión de la Asamblea General de la ONU. El contenido puede ser difundido a todos los niveles, “para ser considerados en todas las decisiones políticas, normas legislativas, programas educativos y medios de comunicación de todos los países interesados”.
En la sección inicial, afirman, entre otras cuestiones, la importancia de los valores compartidos en el desarrollo espiritual y social de la humanidad, reconocen la necesidad de combatir toda forma de discriminación, respetan la riqueza de la diversidad religiosa y cultural, condenan “en los términos más enérgicos” el extremismo, el radicalismo y el terrorismo “que conducen a la persecución religiosa y el menoscabo de la vida y la dignidad humanas”.
Acogen con satisfacción todas las iniciativas, en particular los esfuerzos de los líderes religiosos para promover el diálogo interreligioso e intercultural y reafirman la labor del Congreso “como plataforma internacional de diálogo interreligioso para representantes de muchas religiones, confesiones y credos”. Este encuentro que los ha congregado en Kazajistán es una oportunidad para “tomar nuevas medidas específicas para ampliar el diálogo interconfesional, interreligioso e intercivilizacional”, como establece el texto.
Estos son algunos de los puntos medulares de la declaración
En un mundo herido por la guerra en Ucrania y otras guerras aún en curso, que solo siembran muerte y destrucción, los líderes religiosos expresan su convicción de que “el desencadenamiento de cualquier conflicto militar, creando focos de tensión y enfrentamiento, provoca reacciones en cadena que perjudican las relaciones internacionales”. En este contexto, creen que “el extremismo, el radicalismo y todas las demás formas de violencia y guerras, sean cuales sean sus objetivos, no tienen nada que ver con la verdadera religión y deben ser rechazados con la mayor firmeza”.
Los representantes de los múltiples credos exhortan a los líderes mundiales a abandonar toda la retórica agresiva y destructiva “que conduce a la desestabilización del mundo, y para que cesen los conflictos y el derramamiento de sangre en todos los rincones de nuestro mundo”.
En contraposición con la sangre injustamente derramada en tantas partes, observan que “el pluralismo y las diferencias de religión, color de piel, género, raza y lengua son expresiones de la sabiduría de la voluntad de Dios en la creación”. Por tanto, “es inaceptable cualquier incidente de coerción a una religión y doctrina religiosa en particular”.
La declaración reconoce la importancia y valor del Documento sobre la "Fraternidad Humasna por la paz mundial y la convivencia común", firmado el 4 de febrero de 2019 por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyib, durante el viaje apostólico del Santo Padre a los Emiratos Árabes Unidos. Se trata de un documento que, como recuerda la declaración, hace un llamado a la paz, el diálogo, la comprensión mutua y el respeto entre los creyentes para el bien común. En esta línea, “constatamos el impacto positivo del diálogo entre los líderes de las religiones mundiales y tradicionales para los procesos sociopolíticos en los Estados y sociedades, contribuyendo a la preservación de la paz”.
A su vez, los firmantes invitan “a todas las personas de fe y buena voluntad para que se unan en estos tiempos difíciles y contribuyan a garantizar la armonía y la seguridad en nuestro hogar común: el planeta Tierra”, una preocupación transversal en el Pontificado de Francisco.
Además de agradecer al gobierno kazajo por “la excelente organización del Congreso, y al pueblo kazajo su cordialidad y hospitalidad”, confirman el interés colectivo en continuar las actividades del Congreso y la intención de convocar la próxima entrega en 2025 en Nursultán, capital de la nación centroasiática.
“Que nuestras aspiraciones sean bendecidas y que la paz y la prosperidad se concedan a todos los pueblos y países”, finaliza la declaración.
DECLARACIÓN DEL VII CONGRESO DE LOS LÍDERES DE LAS RELIGIONES MUNDIALES Y TRADICIONALES
Nosotros, los participantes en el VII Congreso -líderes espirituales de las religiones mundiales y tradicionales, políticos, jefes de organizaciones internacionales guiados por nuestro deseo compartido de un mundo justo, pacífico, seguro y próspero, afirmando la importancia de los valores compartidos en el desarrollo espiritual y social de la humanidad, reconociendo la necesidad de contrarrestar y superar la intolerancia, la xenofobia, la discriminación y los conflictos basados en las diferencias étnicas, religiosas y culturales respetando la riqueza de la diversidad religiosa y cultural comprendiendo que los actos de caridad, compasión, misericordia, justicia y solidaridad contribuyen al acercamiento de los pueblos y las sociedades, reconociendo el valor de la educación y la espiritualidad para el desarrollo personal e interreligioso, afirmando la importancia del papel y los derechos de la mujer en la sociedad, afirmando que la desigualdad material conduce al descontento, la tensión social, el conflicto y la crisis en nuestro mundo, reconociendo la importancia de abordar los desafíos globales en nuestro mundo post-pandémico, incluyendo el cambio climático, la pobreza y el hambre; el crimen organizado, el terrorismo y las drogas, condenando en los términos más enérgicos el extremismo, el radicalismo y el terrorismo que conducen a la persecución religiosa y al menoscabo de la vida y la dignidad humanas, condenando la creación de focos de tensión interestatal e internacional en el mundo, expresando su grave preocupación por el aumento mundial del número de migrantes y refugiados que necesitan asistencia y protección humanitaria, expresando el firme deseo de contribuir a la creación de condiciones para la reconciliación y el diálogo entre las partes en conflicto, comprendiendo la urgente necesidad de que los líderes espirituales y políticos trabajen juntos para hacer frente a los desafíos de nuestro mundo, acogiendo con satisfacción todas las iniciativas internacionales, regionales, nacionales y locales, especialmente los esfuerzos de los líderes religiosos para promover el diálogo interreligioso, intercultural e intercivilizacional, expresando la intención de intensificar la cooperación entre las comunidades religiosas, las instituciones internacionales, nacionales y públicas, y las organizaciones no gubernamentales en el período post-pandémico, reafirmando la labor del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales como plataforma internacional de diálogo interreligioso para representantes de muchas religiones, confesiones y credos, señalando la oportunidad del Congreso de Líderes de las Religiones Mundiales y Tradicionales de tomar nuevas medidas específicas para ampliar el diálogo interconfesional, interreligioso e intercivilizacional,
HAN LLEGADO A UNA POSICIÓN COMÚN Y DECLARAN LO SIGUIENTE
Haremos todo lo posible para que el Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales continúe sus actividades regulares en beneficio de la paz y el diálogo entre religiones, culturas y civilizaciones.
Declaramos que en las condiciones del desarrollo post-pandémico del mundo y de la globalización de los procesos mundiales y de las amenazas a la seguridad, el Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales desempeña un papel importante en la realización de esfuerzos conjuntos para fortalecer el diálogo en nombre de la paz y la cooperación, así como la promoción de los valores espirituales y morales.
Reconocemos que las consecuencias negativas de la enfermedad pandémica sólo pueden superarse mediante un esfuerzo conjunto, trabajando juntos y ayudándose mutuamente.
Estamos convencidos de que el desencadenamiento de cualquier conflicto militar, creando focos de tensión y enfrentamiento, provoca reacciones en cadena que perjudican las relaciones internacionales.
Creemos que el extremismo, el radicalismo, el terrorismo y todas las demás formas de violencia y guerras, sean cuales sean sus objetivos, no tienen nada que ver con la verdadera religión y deben ser rechazados en los términos más enérgicos.
Instamos encarecidamente a los gobiernos nacionales y a las organizaciones internacionales autorizadas a que presten una asistencia integral a todos los grupos religiosos y comunidades étnicas que han sido objeto de violación de derechos y de violencia por parte de extremistas y terroristas como consecuencia de guerras y conflictos militares.
Hacemos un llamamiento a los líderes mundiales para que abandonen toda retórica agresiva y destructiva que conduzca a la desestabilización del mundo, y para que cesen los conflictos y el derramamiento de sangre en todos los rincones de nuestro mundo.
Hacemos un llamamiento a los líderes religiosos y a las figuras políticas prominentes de diferentes partes del mundo para que desarrollen incansablemente el diálogo en nombre de la amistad, la solidaridad y la coexistencia pacífica.
Abogamos por la participación activa de los líderes de las religiones mundiales y tradicionales y de las figuras políticas prominentes en el proceso de resolución de conflictos para lograr la estabilidad a largo plazo.
Señalamos que el pluralismo y las diferencias de religión, color de piel, género, raza y lengua son expresiones de la sabiduría de la voluntad de Dios en la creación. Por lo tanto, es inaceptable cualquier incidente de coerción a una religión y doctrina religiosa en particular.
Pedimos que se apoyen todas las iniciativas prácticas para llevar a cabo el diálogo interreligioso e interconfesional, en aras de construir la justicia social y la solidaridad para todos los pueblos.
Nos solidarizamos con los esfuerzos de las Naciones Unidas y de todas las demás instituciones y organizaciones internacionales, gubernamentales y regionales, para promover el diálogo entre civilizaciones y religiones, estados y naciones.
Reconocemos la importancia y el valor del Documento sobre la Fraternidad Humana para la Paz Mundial y la Convivencia entre la Santa Sede y Al-Azhar Al-Sharif (adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en la resolución A/RES/75/200 del 21 de diciembre de 2020), y la Declaración de La Meca (adoptada en La Meca en mayo de 2019), que hacen un llamamiento a la paz, el diálogo, la comprensión mutua y el respeto mutuo entre los creyentes para el bien común.
Acogemos con satisfacción los progresos realizados por la comunidad mundial en los campos de la ciencia, la tecnología, la medicina, la industria y otros ámbitos, pero señalamos la importancia de su armonización con los valores espirituales, sociales y humanos.
Somos conscientes de que los problemas sociales empujan a menudo a las personas a acciones extremas y hacemos un llamamiento a todos los Estados del mundo para que garanticen unas condiciones de vida adecuadas a sus ciudadanos.
Constatamos cómo las personas y las sociedades que desestiman la importancia de los valores espirituales y las directrices morales son susceptibles de perder su humanidad y creatividad.
Hacemos un llamamiento a los líderes políticos y empresariales del mundo para que se centren en la superación de los desequilibrios en el desarrollo de las sociedades modernas y para que reduzcan la brecha en el bienestar de los diferentes segmentos de la población y de los diferentes países del mundo.
Constatamos el impacto positivo del diálogo entre los líderes de las religiones mundiales y tradicionales para los procesos sociopolíticos en los estados y sociedades, contribuyendo a la preservación de la paz.
Partimos del hecho inmutable de que el Todopoderoso creó a todas las personas iguales, independientemente de su filiación racial, religiosa, étnica o de otro tipo, o de su condición social, por lo que la tolerancia, el respeto y la comprensión mutua sustentan toda la enseñanza religiosa.
Hacemos un llamamiento a las personalidades políticas y públicas, a los periodistas y a los blogueros para que tengan cuidado con la generalización religiosa y no identifiquen el extremismo y el terrorismo con naciones enteras y religiones amantes de la paz.
Abogamos por aumentar el papel de la educación y la formación religiosa para reforzar la coexistencia respetuosa de las religiones y las culturas y desterrar los peligrosos prejuicios pseudoreligiosos.
Prestamos especial atención a la importancia de fortalecer la institución de la familia.
Defendemos la protección de la dignidad y los derechos de las mujeres, la mejora de su estatus social como miembros iguales de la familia y la sociedad.
Observamos la inevitabilidad del desarrollo digital global, así como la importancia del papel de los líderes religiosos y espirituales en la interacción con los políticos para resolver los problemas de la desigualdad digital.
Nos esforzamos por desarrollar un diálogo con los medios de comunicación y otras instituciones de la sociedad para aclarar la importancia de los valores religiosos para promover la alfabetización religiosa, la tolerancia interreligiosa y la paz civil.
Hacemos un llamamiento a todas las personas de fe y buena voluntad para que se unan en estos tiempos difíciles y contribuyan a garantizar la armonía y la seguridad en nuestro hogar común: el planeta Tierra.
Nos dirigimos a la oración en apoyo de todas las personas de buena voluntad del planeta que contribuyen significativamente a la expansión del diálogo intercivilizacional, interreligioso e internacional en aras de un mundo más próspero.
Hacemos un llamamiento a apoyar los actos de misericordia y compasión en las regiones afectadas por conflictos militares, como consecuencia de catástrofes tanto naturales como provocadas por el hombre.
Hacemos un llamamiento a la solidaridad en el apoyo a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales en sus esfuerzos por superar las consecuencias de la pandemia de Covid.
Afirmamos que los propósitos del Congreso y de esta Declaración son guiar a las generaciones contemporáneas y futuras de la humanidad en la promoción de una cultura de tolerancia, respeto mutuo y paz; disponible para su uso en la administración pública de cualquier país del mundo, así como por las organizaciones internacionales, incluidas las instituciones de la ONU.
Encomendamos a la Secretaría del Congreso que elabore un Concepto para el desarrollo del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales como plataforma global de diálogo interreligioso para 2023-2033.
Afirmamos el papel de la República de Kazajstán como centro autorizado y global de diálogo intercivilizacional, interreligioso e interconfesional.
Agradecemos a la República de Kazajstán y al Presidente Kassym-Jomart Tokayev sus iniciativas humanas, la convocatoria del VII Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales y su contribución a la creación y el progreso, la paz y la armonía.
Agradecemos a la República de Kazajstán la excelente organización del Congreso, y al pueblo kazajo su cordialidad y hospitalidad.
Confirmamos nuestro interés colectivo en continuar las actividades del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales y nuestra intención de convocar el próximo VIII Congreso en 2025 en la capital de la República de Kazajstán, Nur-Sultan.
* * *
Esta Declaración fue adoptada por la mayoría de los delegados del VII Congreso de Líderes de las Religiones Mundiales y Tradicionales y está siendo transmitida a las autoridades, líderes políticos y figuras religiosas de todo el mundo, a las organizaciones regionales e internacionales pertinentes, a las organizaciones de la sociedad civil, a las asociaciones religiosas y a los principales expertos. También se distribuirá como documento oficial de la 77ª sesión de la Asamblea General de la ONU.
Los principios contenidos en la presente Declaración pueden ser difundidos a todos los niveles regionales e internacionales, para ser considerados en todas las decisiones políticas, normas legislativas, programas educativos y medios de comunicación de todos los países interesados.
QUE NUESTRAS ASPIRACIONES SEAN BENDECIDAS
Y QUE LA PAZ Y LA PROSPERIDAD
A TODOS LOS PUEBLOS Y PAÍSES.
LA REPÚBLICA DE KAZAJSTÁN
NUR-SULTAN
15 DE SEPTIEMBRE DE 2022
DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO
Después de la lectura de la Declaración final de los participantes, el Pontífice pronunció el último discurso en tierra kazaja, precediendo al del presidente de la República.
Queridos hermanos y hermanas:
Hemos caminado juntos. Gracias por haber venido desde diferentes partes del mundo, trayendo la riqueza de sus credos y de sus culturas. Gracias por haber vivido intensamente estos días de intercambio, trabajo y compromiso con el signo del diálogo, que tienen un valor aún más precioso durante un período tan difícil, al que, además de la pandemia, se agrega el peso de la locura insensata de la guerra. Hay demasiado odio y divisiones, demasiada falta de diálogo y de comprensión del otro; esto, en el mundo globalizado, resulta aún más peligroso y escandaloso. No podemos salir adelante conectados y separados, vinculados y desgarrados por tanta desigualdad. Así pues, gracias por los esfuerzos realizados en favor de la paz y la unidad. Gracias a las autoridades del lugar, que nos han recibido, preparando y alistando con sumo cuidado este Congreso, y a la población de Kazajistán, amigable y valiente, capaz de abrazar otras culturas preservando su noble historia y sus valiosas tradiciones. Kiop raqmet! Bolshoe spasibo! Thank you very much!
Mi visita, que ya está llegando a su fin, tiene como lema Mensajeros de la paz y la unidad. Está en plural, porque el camino es común. Y este séptimo Congreso, que el Altísimo nos ha concedido la gracia de vivir, ha marcado una etapa importante. Desde su nacimiento en 2003, el evento ha tenido como modelo la Jornada de Oración por la paz en el mundo convocada en 2002 por Juan Pablo II en Asís, para reafirmar el aporte positivo de las tradiciones religiosas al diálogo y a la concordia entre los pueblos. Después de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, era necesario reaccionar, y reaccionar juntos, ante el clima incendiario que la violencia terrorista quería provocar y que amenazaba con hacer de las religiones un factor de conflicto. Sin embargo, el terrorismo de matriz pseudorreligiosa, el extremismo, el radicalismo, el nacionalismo alimentado de sacralidad, fomentan todavía hoy temores y preocupaciones en relación a la religión. Por eso en estos días ha sido providencial reencontrarnos y reafirmar la esencia verdadera e irrenunciable de la misma.
A este respecto, la Declaración de nuestro Congreso afirma que el extremismo, el radicalismo, el terrorismo y cualquier otra incitación al odio, a la hostilidad, a la violencia y a la guerra, cualquier motivación u objetivo que se propongan, no tienen relación alguna con el auténtico espíritu religioso y han de ser rechazados con la más resuelta determinación (cf. n. 5); han de ser condenados, sin condiciones y sin “peros”. Además, en base al hecho de que el Omnipotente ha creado a todas las personas iguales, independientemente de su pertenencia religiosa, étnica o social, hemos acordado afirmar que el respeto mutuo y la comprensión deben ser considerados esenciales e imprescindibles en la enseñanza religiosa (cf. n. 13).
Kazajistán, en el corazón del gran y decisivo continente asiático, ha sido el lugar natural para encontrarnos. Su bandera nos ha recordado la necesidad de custodiar una sana relación entre política y religión. De hecho, así como el águila dorada, que se encuentra en el estandarte, nos recuerda la autoridad terrena, haciendo alusión a los imperios antiguos, el fondo azul evoca el color del cielo, la trascendencia. Por lo que hay un vínculo sano entre política y trascendencia, una sana coexistencia que conserve los ámbitos diferenciados. Distinción, no confusión ni separación. “No” a la confusión, por el bien del ser humano, que necesita, como el águila, un cielo libre para volar, un espacio libre y abierto al infinito que no esté limitado por el poder terreno. Por otro lado, una trascendencia que no debe ceder a la tentación de transformarse en poder, pues de otro modo el cielo caería sobre la tierra, el “más allá” divino quedaría atrapado en el hoy terreno, el amor al prójimo en elecciones partidistas. Por lo tanto, “no” a la confusión. Pero también “no” a la separación entre política y trascendencia, ya que las más altas aspiraciones humanas no pueden ser excluidas de la vida pública y relegadas al mero ámbito privado. Por eso, quien desee expresar de manera legítima su propio credo, que sea amparado siempre y en todo lugar. ¡Cuántas personas, en cambio, aún hoy son perseguidas y discriminadas por su fe! Hemos pedido con firmeza a los gobiernos y a las organizaciones internacionales competentes que apoyen a los grupos religiosos y a las comunidades étnicas que han sufrido violaciones a sus derechos humanos y a sus libertades fundamentales, y violencia por parte de extremistas y terroristas, también como consecuencia de guerras y conflictos militares (cf. n. 6). Sobre todo, es necesario comprometerse para que la libertad religiosa no sea un concepto abstracto, sino un derecho concreto. Defendamos para todos el derecho a la religión, a la esperanza, a la belleza, al cielo. Porque no sólo Kazajistán, como proclama su himno, es un «dorado sol en el cielo», sino también cada ser humano, cada hombre y cada mujer, en su singularidad irrepetible, si entra en relación con lo divino, puede irradiar una luz particular sobre la tierra.
Por eso la Iglesia católica, que no se cansa de anunciar la dignidad inviolable de cada persona, creada “a imagen de Dios” (cf. Gn 1,26), cree también en la unidad de la familia humana. Cree que «todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la faz de la tierra» (Conc. Ecum. Vat. II , Decl. Nostra aetate, 1). Por eso, desde que comenzamos estos Congresos, la Santa Sede, especialmente por medio del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, ha participado activamente. Y quiere seguir haciéndolo. El camino del diálogo interreligioso es un camino común de paz y por la paz, y como tal, es necesario y sin vuelta atrás. El diálogo interreligioso ya no es sólo una posibilidad, es un servicio urgente e insustituible para la humanidad, para alabanza y gloria del Creador de todos. Hermanos, hermanas, al pensar en este camino común, me pregunto: ¿cuál es nuestro punto de convergencia? Juan Pablo II —que hace veintiún años visitó en este mismo mes Kazajistán— afirmó que «todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre» y que el hombre es «el camino de la Iglesia» (Carta enc. Redemptor hominis, 14). Quisiera decir hoy que el hombre es también el camino de todas las religiones. Sí, el ser humano concreto, debilitado por la pandemia, postrado por la guerra, herido por la indiferencia. El hombre, creatura frágil y maravillosa, que «sin el Creador desaparece» (Conc. Ecum. Vat. II , Const. past. Gaudium et spes, 36) y sin los demás no subsiste. Que se mire el bien del ser humano más que a los objetivos estratégicos y económicos, más que a los intereses nacionales, energéticos y militares, antes de tomar decisiones importantes. Para tomar decisiones que sean verdaderamente grandes, que se mire a los niños, a los jóvenes y a su futuro, a los ancianos y a su sabiduría, a la gente común y a sus necesidades reales. Y nosotros alzamos la voz para gritar que la persona humana no se reduce a lo que produce y obtiene, sino que debe ser acogida y nunca descartada; que la familia, que en lengua kazaja significa “nido del alma y del amor”, es el cauce natural e insustituible que ha de protegerse y promoverse para que crezcan y maduren los hombres y las mujeres del mañana.
Para todos los seres humanos, las grandes sabidurías y religiones están llamadas a dar testimonio de la existencia de un patrimonio espiritual y moral común, que se funda sobre dos pilares: la trascendencia y la fraternidad. La trascendencia, el “más allá”, la adoración. Es bonito que cada día millones y millones de hombres y de mujeres, de diferentes edades, culturas y condiciones sociales, se reúnen para orar en innumerables lugares de culto. Es la fuerza escondida que hace que el mundo avance. Y luego, la fraternidad, el otro, la proximidad, porque no puede profesar una verdadera adhesión al Creador quien no ama a sus creaturas. Este es el espíritu que impregna la Declaración de nuestro Congreso, del cual, en conclusión, quisiera destacar tres palabras.
La primera es la síntesis de todo, la expresión de un grito apremiante, el sueño y la meta de nuestro camino: ¡la paz! Beybitşilik, mir, peace! La paz es urgente porque cualquier conflicto militar o foco de tensión y de enfrentamiento hoy, no puede más que tener un nefasto “efecto dominó” y compromete seriamente el sistema de relaciones internacionales (cf. n. 4). Pero la paz «no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia» (Gaudium et spes, 78). Brota, pues, de la fraternidad, crece a través de la lucha contra la injusticia y la desigualdad, se construye tendiendo la mano a los demás. Nosotros, que creemos en el Creador de todos, debemos estar en primera línea para irradiar una convivencia pacífica. Debemos dar testimonio de ella, predicarla, implorarla. Por eso, la Declaración exhorta a los líderes mundiales a detener los conflictos y el derramamiento de sangre en todo lugar, y a abandonar retóricas agresivas y destructivas (cf. n. 7). Les rogamos, en nombre de Dios y por el bien de la humanidad: ¡comprométanse en favor de la paz, no en favor de las armas! Sólo sirviendo a la paz, el nombre de ustedes será grande en la historia.
Si falta la paz es porque falta el cuidado, la ternura, la capacidad de generar vida. Y, por lo tanto, hay que buscarla implicando mayormente —esta es la segunda palabra— a la mujer. Porque la mujer cuida y da vida al mundo, es camino hacia la paz.
Por eso apoyamos la necesidad de proteger su dignidad, y de mejorar su estatus social como miembro de la familia y de la sociedad con los mismos derechos (cf. n. 23). También a las mujeres se les han de confiar roles y responsabilidades mayores. ¡Cuántas opciones que conllevan muerte se evitarían, si las mujeres estuvieran en el centro de las decisiones! Comprometámonos para que sean más respetadas, reconocidas e incluidas.
Finalmente, la tercera palabra: los jóvenes. Ellos son los mensajeros de la paz y la unidad de hoy y del mañana.
Ellos son los que, más que otros, invocan la paz y el respeto por la casa común de la creación. En cambio, las lógicas de dominio y de explotación, el acaparamiento de los recursos, los nacionalismos, las guerras y las zonas de influencia trazan un mundo viejo, que los jóvenes rechazan, un mundo cerrado a sus sueños y a sus esperanzas. Así también, religiosidades rígidas y sofocantes no pertenecen al futuro, sino al pasado. Pensando en las nuevas generaciones, se ha afirmado aquí la importancia de la instrucción, que refuerza la acogida recíproca y la convivencia respetuosa entre las religiones y las culturas (cf. n. 21).
En las manos de los jóvenes pongamos oportunidades de instrucción, no armas de destrucción. Y escuchémoslos, sin miedo a dejarnos interrogar por ellos. Sobre todo, construyamos un mundo pensando en ellos.
Hermanos, hermanas, la población de Kazajistán, abierta al mañana y testigo de tantos sufrimientos del pasado, con su extraordinaria multirreligiosidad y multiculturalidad nos ofrece un ejemplo de futuro.
Nos invita a construirlo sin olvidar la trascendencia y la fraternidad, la adoración al Altísimo y la acogida a los demás. ¡Vayamos adelante así, caminando juntos en la tierra como hijos del Cielo, tejedores de esperanza y artesanos de concordia, mensajeros de la paz y la unidad!
FUENTES:
https://www.vaticannews.va/
https://www.religiondigital.org/
https://www.osservatoreromano.va/
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Reunión de Oración por la Unidad
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Franklin 2173 (Flores)
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Con el tema: "Inmigración e Inclusión"
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21 - 27 noviembre 2022
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El papa Francisco y Carlos de Foucauld en la Fratelli Tutti
Inscripciones: foucauld.horeb@gamil.com
Organiza: Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld
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