En marzo iniciamos de nuevo la Cuaresma, un tiempo de conversión.
Muchas veces, para no enturbiar un mensaje claro de alegría y de celebración que –sin lugar a dudas– la fe debe de representar en nuestra vida, escondemos la Cruz.
Si algún sentido tiene nuestra fe es que se basa en la persona de Jesucristo como Encarnación de Dios. Y este Dios Encarnado asumió en primera persona el dolor y sufrimiento humanos. Pablo ya nos decía que "nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, y para los gentiles locura" (1C 1, 23).
Sabemos que el final de la Cuaresma es la victoria sobre la muerte y el pecado: la resurrección y la vida eterna. No debemos perder de vista este objetivo. Pero no debemos olvidar la comprensión del camino.
Os recomendamos la lectura de un libro para este tiempo litúrgico: "El Dios Crucificado", de Jürgen Moltmann.
PUBLICADO EN:
BOLETÍN CEC-MASVIDAL enero - febrero 2017 nº. 12/ 022017
No hay comentarios:
Publicar un comentario