Óscar Romero
‘Con Valentía’
Óscar Arnulfo Romero nació el 15 de agosto de 1927 en Ciudad Barrios en las montañas de El Salvador. Fue párroco y secretario diocesano en el Departamento de San Miguel. En 1970 fue nombrado obispo auxiliar de San Salvador. En 1977 fue elegido Arzobispo de San Salvador. Hombre pío y conservador, al ser testigo directo de la persecución hacia los pobres en la iglesia salvadoreña, trabajó con y para ellos, tomando sus luchas como propias. El Padre Romero escribió y habló apasionadamente sobre la necesidad de los cristianos de trabajar por la justicia, y con frecuencia afrontaba retos y peligros ante aquellos que se oponían a sus ideas. Mucha gente de su iglesia y sacerdotes fueron asesinados por el gobierno, pero él no llamó a las armas, por el contrario, tomó la Eucaristía por bandera y pidió a todos que siguieran al Príncipe de la Paz. El 12 de marzo de 1977, su mejor amigo, el sacerdote Rutilio Grande, fue asesinado. Romero se mantuvo fuerte y canceló todas las misas del domingo siguiente, celebrando una única misa en frente de la catedral, en la que se reunieron 100.000 personas.
El 24 de marzo de 1980, Romero murió al recibir el disparo de un hombre en la capilla del hospital de la Divina Misericordia durante el Ofertorio cuando celebraba su última Misa. Es conocido como ‘San Romero’ por los católicos en El Salvador. En 1997 se abrió una causa por su beatificación y canonización, y el Papa Juan Pablo II le concedió el título de Siervo de Dios.
Una oración
De vez en cuando, dar un paso atrás nos ayuda
a tomar una perspectiva mejor.
El Reino no sólo está más allá de nuestros esfuerzos,
sino incluso más allá de nuestra visión.
Durante nuestra vida, sólo realizamos una minúscula parte
de esa magnífica empresa que es la obra de Dios.
Nada de lo que hacemos está acabado,
lo que significa que el Reino está siempre ante nosotros.
Ninguna declaración dice todo lo que podría decirse.
Ninguna oración puede expresar plenamente nuestra fe.
Ninguna confesión trae la perfección,
ninguna visita pastoral trae la integridad.
Ningún programa realiza la misión de la Iglesia.
En ningún esquema de metas y objetivos se incluye todo.
Esto es lo que intentamos hacer:
plantamos semillas que un día crecerán;
regamos semillas ya plantadas,
sabiendo que son promesa de futuro.
Sentamos bases que necesitarán un mayor desarrollo.
Los efectos de la levadura que proporcionamos
van más allá de nuestras posibilidades.
No podemos hacerlo todo y, al darnos cuenta de ello, sentimos una cierta liberación.
Ella nos capacita a hacer algo, y a hacerlo muy bien.
Puede que sea incompleto, pero es un principio,
un paso en el camino,
una ocasión para que entre la gracia del Señor y haga el resto.
Es posible que no veamos nunca los resultados finales,
pero ésa es la diferencia entre el jefe de obras y el albañil.
Somos albañiles, no jefes de obra, ministros, no el Mesías.
Somos profetas de un futuro que no es nuestro. Amén.
Mons. Óscar Romero
No hay comentarios:
Publicar un comentario