Perfecto comentario "Ut unun sint" de nuestro amigo y colaborador del EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO, el Teólogo y Ecumenista, profesor Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA, que viene como anillo al dedo para este Jueves Santo y que como en todos los escritos del P. Langa cuenta con ese carácter ecuménico que le caracteriza.
« UT UNUM SINT »
La Última Cena (Juan de Juanes) |
por Pedro Langa Aguilar, OSA
Este sintagma latino, de espiritual deleite en su esencia y de señalado provecho por sus intenciones, es la contraseña de los ecumenistas, que lo citan a cada paso con tanto más contento y regocijo cuanto más grande es el fervor de su corazón al practicarlo. El movimiento ecuménico perdería, sin él, su razón de ser. Tampoco los obreros de esa Viña del Señor que es la Iglesia, careciendo de tan dulce regalo, podrían ir lejos en el duro, largo y siempre apasionante camino de la unidad. Tiene hondas raíces cristianas. Su savia nutricia es de embeleso. Y para dar con su carta fundacional es preciso adentrarse en el Cenáculo durante las horas solemnes de la Última Cena. Figura en el corazón de esa pieza maestra, única, que es la Oración Sacerdotal, la magna oración oblativa y de intercesión del Salvador a la hora de su sacrificio (Juan 17, 1-26).
Incrustada en esa fúlgida corona de alabanza al Padre, que es la oración de Jesús en las horas eucarísticas del Jueves Santo, hallamos esta preciosa gema del divino Maestro: «para que todos sean uno» (Juan 17, 21). Su marco ideal, no obstante, comprende este vistoso cuadro panorámico: «No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17, 20-21). Ora Jesús al Padre, siendo así, por la Iglesia de los creyentes reunidos con la fuerza del testimonio apostólico, para que su unidad suscite la fe en su misión salvadora (cf. 1 Jn 1, 1-3; 2, 24).
El Jueves Santo es conocido como Día del Amor fraterno, de la institución del sacerdocio, del sacramento de la Eucaristía, del mandamiento nuevo. Dicho y vivido todo con espíritu sutil y convergente hacia el gran misterio del Amor. No suele, en cambio, manejarse con similar frecuencia –y conste que le cuadra tanto por lo menos como a las otras razones dichas-, el rótulo Día del Ut unum sint, o más sencillamente aún: Día de la Unidad. Es lo cierto, sin embargo, que la frase escueta y limpia que gloso constituye del ecumenismo el fundamental y supremo afán. Él solo basta, y sobra, creo yo, para distinguir radicalmente entre ecumenismo y diálogo interreligioso. Él, asimismo, para afirmar de manera incuestionable y digna que el ecumenismo es, de suyo, movimiento cristológico y, por tanto, eclesial.
Grandes apóstoles de la unidad sintieron la vocación ecuménica al aire de esta plegaria sacerdotal; llevados del sobrenatural empuje propio del sintagma que comento. De tal suerte es ello así, que su vida toda discurrió al albur de tan sublime lema: a él se amoldaron, con él trabajaron, por él discurrieron. No sin dificultades, desde luego. Ni tampoco, a la postre, sin redoblados esfuerzos por sacar a la superficie un empeño, que de suyo es fatiga; un afán, que ante todo es entrega; y un don, que en sí mismo es gracia. El reto que aguarda a los ecumenistas, por tanto -y todo cristiano que de tal se precie debe ser ecumenista-, es enorme. Dudo mucho que la evangelización llegue a buen puerto si prescinde de la tarea ecuménica.
Que el ecumenismo no sea cosa fácil, que el ecumenismo sea tarea de todos, que el ecumenismo, en fin, interpele, y arrastre, y exija de sus apóstoles un compromiso que no le va a la zaga de las más arduas y sublimes conquistas de la gracia es cosa tan evidente como la inmensa distancia que todavía falta por cubrir hasta ver coronada la meta de la plena unidad visible.
Sorprende que el cristianismo admita de todo en todo esta maravillosa máxima y, sin embargo, aún siga dividido y entre sí enfrentado, partidista y a la greña en sus aspiraciones de unidad. Produce sonrojo que los cristianos vivan aún, a estas alturas del empeño ecuménico, sin haberse puesto de acuerdo en la fecha de la celebración de la Pascua. Resulta lamentable que a la hora de practicar esta santa causa de la unidad cristiana surjan por doquier partidismos trasnochados y perturbadores, y se antepongan, a las cristalinas aguas evangélicas del Ut unum sint, razones de conveniencia, argumentos de pata de banco y motivos rastreros de un evangelio con hipotecas. El sintagma dicho, en fin, dio título a una de las más bellas encíclicas de san Juan Pablo II, la que luce con palabras del propio Redentor: Ut unum sint (25.05.1995).
Excelente coyuntura, en fin, la celebración del Jueves Santo para someter a concienzudo análisis lo que representa, implica y exige Ut unum sint dentro de la cristología y de la eclesiología, tratados teológicos ambos indisolublemente unidos. Cuanto más intensamente practique uno el ecumenismo, mayor será también su vivencia cristológica, es decir, lo que el propio Cristo pidió con él; y eclesiológica, o sea de la Iglesia, para la que Cristo lo colocó en el centro de su plegaria al Padre. Todo ecumenismo cuyas aspiraciones no contemplen dicho sintagma será necesariamente falso, y cualquier empeño en prescindir de él no dejará de ser pérdida de tiempo.
Teólogo y ecumenista
Jueves Santo de 2018
MUY BUEN COMENTARIO. GRACIAS AL AUTOR Y ACUANTAS PERSONAS LUCHAN, TRABAJAN Y ORA PORQUE LA UNIDAD DE LOS CRSITIANOS SEA POSIBLE....
ResponderEliminarGracias por tu comentario scarmen
ResponderEliminarUn fraternal saludo
EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO