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viernes, 1 de julio de 2016

CRÓNICA DE LA CENA DE RAMADÁN IFTAR

Cena de Ramadán, IFTAR 2016


El pasado 17 de junio, Arco Forum [1], junto a Foro Abraham [2], en colaboración con Casa Turca [3], tuvieron la generosa amabilidad de invitar a representantes de diferentes tradiciones religiosas a la cena de Ramadán, IFTAR, con el deseo de compartir la mesa en una ocasión tan especial como es esta en la cultura musulmana. Es la cuarta vez que los anfitriones celebran esta cena abierta a invitados musulmanes y no musulmanes, como una apuesta firme por favorecer el entendimiento entre culturas y diferentes religiones, desde la cordialidad, el respecto y el reconocimiento mutuo. 

El acto comenzó con unas palabras de bienvenida de D. Temirkhon Temirzoda Naziri, presidente de Arco Forum y director de Programas Culturales y Cooperación de Casa Turca. 

Agradeció la presencia de los asistentes, y explicó que, como en encuentros anteriores, también en esta ocasión tendríamos la oportunidad de dialogar durante la cena sobre un tema de interés para todos. Esta vez, el tema elegido era el Islam y la ecología, tema que presentaría durante la cena, el Imán D. Vicente Mota con una ponencia titulada: El hombre, la fe y el medio: la relación de los musulmanes con la naturaleza

A continuación el Dr. Marcel Israel, miembro del Foro Abraham, dirigió unas palabras de saludo, y presentó el Foro Abraham como una organización dedicada al diálogo interreligioso, con actividades nacionales e internacionales. Entre las actividades internacionales, nombró el Proyecto The House of One [4] presentado en el mes de febrero en Madrid con motivo de la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional [5]. Marcel explicó que, recientemente, la entidad había entrado también en contacto con el KAICIID (King Abdullah bin Abdulaziz International Centre for Interreligious and Intercultural Dialogue), organización internacional de diálogo interreligioso, y con Religions for peace, organismo que reúne a varias organizaciones interreligiosas de Europa, del que también él es miembro. 

Unos minutos antes del momento de romper el ayuno, se visionó un vídeo [6] sobre el significado del ayuno para los musulmanes en el mes del Ramadán: una experiencia de purificación del alma, de adoración y obediencia a Dios. 

Entre los valores que ofrece el ayuno del mes del Ramadán, se subrayó que ayuda a limpiar nuestros ojos para ver las necesidades de los demás, y a comprender la propia dependencia de la misericordia de Dios, valorando sus bendiciones. 

La mesa del Iftar se comparte con amigos y miembros de la familia, 5 o 10 minutos antes de la llamada a la oración. Sobre la mesa, aparece el agua fresca junto a otras bebidas, dátiles y gran variedad de alimentos propios de este día. Nadie prueba los alimentos hasta que no es llegada la hora, porque Dios es el verdadero dueño de los alimentos que están sobre la mesa, y, solo con su permiso, se podrá comenzar a comer. Es el momento de la obediencia y de la sumisión activa ante Dios. Con la llamada a la oración, viene la orden y el permiso para romper el ayuno. Este es el momento en el que el creyente experimenta con más fuerza el significado del ayuno del Ramadán 

Llamada a la oración. 

Ofrezco oraciones con alegría de cumplimiento, ayuno para ti, oh, Señor. Creo en ti, Señor, puse mi confianza en ti, Señor, rompo el ayuno con tu sustento, perdona mis pecados pasados y futuros, Amén

Con el agua fresca y los dátiles, se inició la ruptura del ayuno seguida de la degustación de los exquisitos platos de la gastronomía turca preparados para esa noche, que hicieron las delicias de los comensales. Romper el ayuno con agua o dátiles es una Sunna (Tradición) del Profeta. El solía romper el ayuno con dátiles si había alguno, y si no, con agua. A continuación, aquellos hermanos musulmanes que lo desearon, se retiraron a un lugar dispuesto para unos momentos de oración. 

En medio de la cena, el Imán D. Vicente Mota impartió la conferencia: El hombre, la fe y el medio: La relación de los musulmanes con la naturaleza. Abordó el tema desde la perspectiva islámica. Comenzó destacando la importancia que tiene para el creyente musulmán el cuidado de la naturaleza, porque es la casa que Dios nos ha regalado para probarnos y para que vivamos en ella durante un tiempo determinado. 

Nos queda mucho camino por recorrer, dijo Vicente; debemos dejar a un lado la hipocresía, porque decimos muchas cosas que luego no somos capaces de realizar, sobre todo, debemos intentar sensibilizar nuestros corazones como criaturas de Dios que somos, para darnos cuenta del gran reto al que nos enfrentamos, que es el de reconocer el hecho de que estamos agrediendo y maltratando esta casa que es la tierra, y que Dios ha creado para nosotros. 

Se han celebrado muchos congresos y reuniones internacionales en que se ha intentado consensuar unos acuerdos mínimos para rebajar a nivel mundial el maltrato que estamos dando a la naturaleza, y exigir un compromiso firme en las políticas internacionales, pero los grandes países, que son los que más contaminan y los que tienen más intereses en la transgresión, se muestran contrarios a aplicar en su seno estos acuerdos, que, si fueran asumidos por todos, podrían, al menos, aminorar y rebajar el deterioro del planeta (cambio climático, efecto invernadero, calentamiento global, deshielo, destrucción de la capa de ozono etc.). Esto no es de recibo. 

Este deterioro de la naturaleza, continuó Vicente, tiene su origen en el nacimiento de la revolución industrial. Hasta ese momento, el ser humano se había relacionado bien con la naturaleza. Con la aparición de las grandes ciudades industriales, y la emigración de la gente del campo a la ciudad, comenzó la ruptura del vínculo que existía entre el ser humano y la naturaleza. Con ello, se rompió ese espejo de los atributos divinos que es la naturaleza. Desde ese momento, la naturaleza comienza a ser considerada un gran almacén del cual el ser humano no solo usa, sino que abusa de lo que Dios ha creado para su bien y para el bien de los demás. Esto trajo como consecuencia la insensibilidad del corazón hacia la madre tierra. El Corán, en muchos versículos (aleyas), nos insta a que meditemos en la creación porque esta es un inmenso retablo donde se manifiestan teofanías divinas y nombres de Dios. 

La industrialización es un fenómeno humano que es fruto del desarrollo, y, por ello, no hay que demonizarlo, lo que hay que condenar es el mal uso y el abuso de los dones de la naturaleza. Es aquí donde surge el tema de la ética y de los valores. Estos nos cuestionan a nosotros, musulmanes, porque ante estos comportamientos destructivos, manifestamos que desconocemos nuestra propia religión. 

La religión musulmana abarca todas las esferas en las que se desarrolla la vida del ser humano; afecta a sus relaciones con los otros seres humanos, con los animales, y con la tierra. Por eso, como musulmanes, necesitamos, como sujetos responsables, conocer cuál es la ética que enseña el Islam, porque de ello responderemos un día ante Dios. 

Hemos de comenzar por conocer esa ética y, a la vez, transmitirla a otros. El Islam es un sistema ético-moral-global. La religión no solo me enseña cómo tratar a mi Señor, sino que me enseña también cómo he de tratar a todo cuanto me rodea. 

En el Islam, dijo Vicente, existe una ética medioambiental. Y, a continuación, fue destacando alguno de sus aspectos que figuran en el sagrado Corán. 

Desde la revelación, el Corán enseña que Dios ha creado al ser humano para dos tareas fundamentales: la primera, ser el regente, califa, halifa, de Dios en la tierra. Esto significa que cada ser humano, según sus posibilidades, debe intentar, a través de la práctica de su religión, que se manifieste la luz de los atributos que Dios ha puesto en él: misericordia, amor, cariño…, que forman parte de los atributos divinos, y que nos urgen a ser misericordiosos, amorosos, cariñosos con todo cuanto existe en nuestro mundo, y eso lo hacemos en tanto en cuanto emanamos la luz de Dios a través de nuestros actos. 

“Dios, dirigiéndose a los ángeles, dijo: He de disponer un califa, un regente en la tierra” (Corán 2: 30), y ese regente somos cada uno de nosotros. 

La segunda tarea: servir y adorar a Dios. “No he creado a los genios y a los hombres sino para que me sirvan (51:56) y para que obtengan la bendición tanto en este mundo como en el más allá”. 

En el Corán, el concepto de "servir" es muy amplio, se puede servir y adorar a Dios de muchas maneras. El Corán nos enseña que una de ellas es meditar, reflexionar, pensar sobre la creación, porque en ella percibimos los atributos divinos. 

Dios nos dice en su Libro Sagrado: “Ciertamente, en la creación de los cielos y de la tierra, y en la alternancia de la noche y el día, hay signos para aquél que recapacita, aquellos que recuerdan a Allah, de pie, sentados, echados, y meditan en la creación de los cielos y de la tierra, y dice: Señor nuestro, no has creado esto en balde" (Sura 45, aleyas 3-7)

Ante la naturaleza primigenia, esencia primera de la creación, experimentamos en nosotros un sentimiento de añoranza por lo natural. Este es un sentimiento inefable que Dios ha puesto en nosotros, y que no se puede explicar; lo sentimos a veces cuando miramos al mar, a una montaña o a un bello paisaje que nos serena y nos pone en contacto con Aquel que le dio origen, que es Dios. 

Las palabras de Dios tienen dos cualidades que no se dan en las palabras humanas: la claridad y la convicción. Por estas cualidades, llegan a la razón y al corazón, y el ser humano las puede comprender. 

El Corán nos dice que solo hay un Dios, que es creador de todas las cosas, que es alguien que cuando quiere algo, dice: ¡Sé! Y es. Todo cuanto existe está en un régimen de armonía y es perceptible. Dice el sagrado Corán que Dios es el que ha creado siete cielos; en Él no hay contradicción, ni fallo, ni error, su obra es obra divina. Todo ha sido puesto al servicio del ser humano. 

“¿No veis que Dios ha puesto a vuestro servicio todo lo que hay en los cielos, y todo lo que hay en la tierra, y ha prodigado sobre vosotros sus bendiciones, tanto externas (visibles) como internas (invisibles)?” (31:20)

El ser humano es incapaz de proporcionarse a sí mismo el sustento, es Dios quien se lo otorga. 

Habéis meditado en el agua que bebéis, ¿sois vosotros quienes la hacéis descender del cielo, o es Dios quien la hace descender de las nubes? ¿Por qué pues, no somos agradecidos? 

Medita en la impronta de la misericordia de Dios, dice el sagrado Corán. Con ello, Dios nos viene a decir que todo cuanto existe es como su impronta, su huella, porque es una ínfima parte de lo que Él es capaz de hacer. 

Vicente destacó la referencia al medioambiente. En todo cuanto Dios ha creado, hay un signo para meditar. 

Dios ha puesto a nuestro servicio todo cuanto hay en la tierra. El ser humano es la única criatura que puede sacar provecho de todo cuanto existe, y, a la vez, su naturaleza humana le hace capaz de lo mejor y de lo peor, que es destruir el sistema en el que Dios le ha puesto. El ser humano es capaz de destruir su propio entorno, cosa de la que no son capaces los animales. 

“Hemos hecho de lo que hay sobre la tierra un adorno para la misma y para probar quién de los hombres obra mejor”, dice Dios. Todo lo que encontramos sobre la tierra es algo con lo que Dios ha engalanado a nuestro mundo. La mirada del creyente musulmán a la tierra siempre debe ser trascendente, porque dice el Corán que todo cuanto existe glorifica y alaba a Dios. 

A Dios le glorifican, dice el Corán en otras aleyas, los siete cielos, la tierra y todo cuanto hay en ella. No existe nada que no le glorifique con alabanzas que vosotros no podéis entender. 

Por lo tanto, el ser humano, como regente o califa en este mundo, tendrá que rendir cuentas ante Dios; por eso, ha de ser responsable, y tiene que hacer un buen uso de las criaturas, y no un abuso de la creación. La naturaleza no es un gran almacén de recursos, sino un gran retablo donde se manifiestan los atributos de Dios, y, a través de su contemplación y meditación, el creyente afianza los vínculos con el Creador. 

Por eso, concluyó el imam Vicente Mota, los musulmanes, cuando llega este tiempo, miramos a la luna no como a un satélite que gira alrededor de la tierra, sino como un signo de Dios que nos anuncia la llegada de este mes del Ramadán, que saca de nosotros todo lo mejor. 

A continuación, se estableció entre los invitados un interesante diálogo en el que pudimos percibir los puntos que tienen en común las diferentes tradiciones religiosas sobre Dios Creador, y la responsabilidad que Él dio al hombre, como califa, regente o custodio de la creación. 

Al concluir el diálogo, Temirkhon dirigió unas palabras finales de despedida en las que reconoció el gran regalo que es percibir la unidad de corazón más allá de las ideas y lenguajes; la alegría que da saber que habíamos podido reconocer lo bueno de cada uno, manifestado a través del diálogo y del encuentro. Destacó también la importancia de habernos ofrecido la luz que brota de la autenticidad religiosa que nos invita a aprender los unos de los otros. Gracias a todos, dijo, porque hemos pasado juntos una interesante velada. 

Gracias, decimos nosotros, porque la generosa acogida y la apertura respetuosa de mente y de corazón nos hace creer que el diálogo interreligioso es posible, y que es un camino para poner lo mejor de cada tradición al servicio de la construcción de un mundo en armonía y en paz para todos. 


Inmaculada González 
Presidenta de la Asociación Ecuménica Internacional
 






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