Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

viernes, 22 de julio de 2016

MISERICORDIOSOS A IMAGEN DE DIOS

Las «meditaciones bíblicas» son propuestas que nos hacen desde la Comunidad de Taizé para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración. Se trata de dedicar dos o tres horas para leer en silencio los textos bíblicos que se sugieren y que van acompañados de un breve comentario y algunas preguntas. Más tarde, reunidos en pequeños grupos en casa de uno de los participantes, se comparte brevemente lo que cada uno cree haber descubierto, pudiendo eventualmente finalizar el encuentro con un tiempo de oración.



Misericordiosos a imagen de Dios


Jesús dijo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y rogad por los que os difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Haced por los demás lo que queráis que hagan por vosotros. Si amáis a aquellos que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacéis el bien a aquellos que os lo hacen, ¿qué mérito tenéis? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Al contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada en cambio. Entonces vuestra recompensa será grande y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. (Lucas 6, 27-36)

En este relato, Jesús describe dos maneras de actuar. Por un lado, la que considera de los “pecadores”, es decir, los que no hacen lo que Dios les pide. Es lo que hoy llamaríamos la manera "normal" de comportarse. Consiste en ser buenos con los que son buenos con nosotros, en dar a los nos dan algo a cambio.

La eterna tendencia humana es dividir a las personas en dos grupos - los que están con nosotros y los demás, los que nos son indiferentes u hostiles. Obviamente, sentirse más cerca de una persona que de otra no es algo malo. Por distintos motivos, todos tenemos más cosas en común con algunas personas o grupos que con otros. Pero cuando eso nos lleva a mostrarnos indiferentes hacia los que no son como nosotros, a criticarlos, a rechazarlos o incluso a hacerles daño, esa actitud puede llegar a convertirse en fuente de divisiones y de guerras.

A continuación, Jesús muestra otra manera de actuar. Es la de Dios, y se caracteriza por el hecho de ser “bueno con los desagradecidos y los malos”. Como vimos ayer, el camino del Señor no es igual al nuestro porque Dios no modifica su comportamiento en función de la reacción del prójimo. Dios es “impasible”. Es decir, Dios solo puede amar.

Lo novedoso del mensaje de Jesús no es que Dios sea misericordioso. El autor de Isaías 55 ya lo sabía, y lo vemos por todas partes en las Escrituras hebraicas, muchos siglos antes de Cristo. ¡Lo novedoso no es que Dios sea misericordioso, sino que nosotros, los seres humanos, podemos ser misericordiosos a imagen de Dios!

Jesús nos exhorta a ser hombres y mujeres verdaderamente a imagen de Dios, capaces de amar a nuestros enemigos, de hacer el bien incluso a los que nos tratan mal, de dar sin esperar nada a cambio. ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Es de verdad posible para los humanos ser como Dios? ¿Dónde encontraremos la motivación y la energía para ello?

Esa manera de vivir no viene desde luego de la fuerza de nuestro carácter o de nuestra voluntad. Dios puede dar sin recibir porque Dios es fuente de vida. Pero no somos la fuente. En nuestro caso, para dar debemos recibir primero. He ahí lo novedoso del Evangelio. Al venir a la tierra como ser humano, el Hijo de Dios trajo al Espíritu Santo de Dios, la energía en persona de su amor, hasta el centro mismo de la condición humana. Por la fuerza del Espíritu, Jesús pudo curar a los enfermos y perdonar a los pecadores. Llegó a dar su vida por nosotros en la cruz, perdonando incluso a los que lo torturaron y lo mataron. Y después de su resurrección, transmitió ese mismo Espíritu a sus discípulos.

Como discípulos de Jesús, formamos parte de la comunidad de creyentes animados por el Espíritu de Dios. Quienes se encontraban con los primeros cristianos se sorprendían al ver una comunidad de hombres y mujeres de orígenes muy diversos que vivían juntos como hermanos, compartían sus bienes materiales y espirituales y se perdonaban mutuamente. Más que dividir a las personas en dos grupos, los propios y los extraños, acogían a todo el mundo. Fueron hacia los otros. Intentaron vivir una solidaridad universal. Estaba claro que su manera de vivir era diferente de la de la gente “normal”. Y eso atrajo a mucha gente.

Se nos ofrece siempre ese mismo Espíritu que animó a Jesús y a los primeros cristianos. Sí, es posible vivir una vida a imagen de Dios. Podemos ser misericordiosos, como nuestro Padre es misericordioso. Pero solo podemos hacerlo juntos, apoyándonos mutuamente, y solo podemos hacerlo si abrimos nuestros corazones a Dios en la oración, para que pueda transformar poco a poco nuestra manera de pensar y actuar. Y entonces, lo imposible resulta posible.

¿Describe Jesús una “utopía”, o he visto ejemplos de hombres y mujeres que viven a imagen de Dios amando incondicionalmente? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo?

¿Qué pasos debemos dar para que nuestras comunidades y nuestras Iglesias sean lugares de solidaridad universal, donde desaparezcan las divisiones de la sociedad?

Comunidad de Taizé






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