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sábado, 2 de julio de 2022

EL ECUMENISMO EN BENEDICTO XVI. PRIMERA PARTE

Benedicto XVI y el ecumenismo I


por Diego Molina Molina

1. Introducción

Desde su elección como sucesor de Pedro el 19 de abril de 2005, Benedicto XVI ha asumido el esfuerzo ecuménico como uno de los puntos fuertes de su pontificado [1]. Las intervenciones de Ratzinger sobre este tema han sido muy abundantes [2], así como su interés en reunirse con miembros de las diversas iglesias y comunidades cristianas en sus distintos viajes apostólicos.

Este interés de Benedicto XVI no es nuevo. De hecho, ha estado presente en toda la obra del pontífice, primero como teólogo y después como obispo/prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y no podía ser de otra manera para alguien que escribió, ya en 1982: "Una de las consecuencias esenciales que del concilio Vaticano II se han derivado para la teología es que, a partir de entonces, el pensamiento y el lenguaje teológicos se hallan constantemente referidos a la dimensión ecuménica" [3]. Esto hace que rastrear el pensamiento de Benedicto XVI sobre el ecumenismo obligue a revisar prácticamente toda su obra porque las posturas en diversos temas teológicos tienen consecuencias para la perspectiva ecuménica, si bien existen algunos escritos, referidos en sentido estricto al tema ecuménico, y que suponen un destilado de lo que ha ido apareciendo a lo largo de toda su obra [4].

En el pensamiento sobre el ecumenismo de Benedicto XVI aparecen una serie de criterios que no se diferencian mucho de los que se encuentran presentes en otros campos de su teología, aunque se revistan de tintes propios. A estos criterios dedicaremos la primera parte de este artículo. En un segundo momento contemplaremos ciertos temas con consecuencias importantes en el campo del ecumenismo y que han tenido un tratamiento importante en la obra de Ratzinger.

2. Criterios de ecumenismo

Cuatro son los criterios que vamos a exponer en este apartado. Comenzaremos por el que consideramos el más importante, y no es otro que lo que Ratzinger llama el "diálogo de la verdad" (al que une el "diálogo de la caridad"). Desde la elección de Benedicto XVI como sucesor de Pedro, el Pontífice ha hablado numerosas veces del "relativismo" como una característica de nuestra época y como uno de los problemas centrales (sino el más central) con el que se enfrenta hoy el cristianismo. Más allá de las discusiones conceptuales, este relativismo que Ratzinger denuncia supone que el hombre no puede conocer la verdad, sino que vive en "una penumbra que no es posible esclarecer" [5].

El segundo criterio es algo que todo planteamiento ecuménico ha de preguntarse. Ante la situación de separación de las diversas Iglesias cristianas y comunidades eclesiales, ¿qué idea de unidad tenemos en mente?

El tercer criterio, relacionado con el anterior, tiene un tinte más práctico y pastoral. Es importante la unidad, pero también es importante evitar nuevas rupturas. En este contexto podemos entender algunas de las actuaciones papales en relación con ciertos grupos disidentes dentro de la Iglesia.

Por último trataremos algo que también ha estado muy presente en las intervenciones papales: el tema de la conversión como condición para la unidad de los cristianos.

2.1. El diálogo de la verdad y el diálogo de la caridad

La lectura de las intervenciones de Benedicto XVI sobre el ecumenismo pone ante nuestros ojos que para Ratzinger existen dos tipos de diálogo: el "diálogo de la ver­ dad" y el "diálogo de la caridad" [6].

La verdad siempre ha sido una preocupación en la teología de J. Ratzinger. En 1975 ya señalaba que la discusión en torno a los contenidos de la fe no tiene importancia "mientras no se aborde la cuestión capital: ¿Existe, en el cambio de los tiempos históricos, una identidad reconocible del hombre consigo mismo? ¿Existe una 'naturaleza' humana? ¿Existe la verdad que, a pesar de mediar históricamente en toda historia, permanece verdadera, porque es verdadera?” [7].

En el diálogo ecuménico, tras el Concilio Vaticano II, se ha tratado, en gran medida, de llegar a buscar una compatibilidad profunda a formulaciones que, en un primer momento, podían parecer como opuestas. Ahora bien, esta búsqueda de compatibilidad no se realiza a partir del consenso, porque lo que está en juego es la fe de la comunidad, que es siempre un don recibido de Dios. Dicha fe no pertenece a la comunidad, sino que ésta es la depositaria, y por lo tanto, remite a una palabra de Dios que es distinta de la palabra humana. "La verdad no es una cuestión de mayoría'' [8]. Para Benedicto XVI la relación entre la verdad y el consenso ha sido invertida, sobre todo, en el discurso desarrollado por Apel y en la filosofía de J. Habermas [9], con el desarrollo de la "teoría del consenso". Ratzinger habló en contra de esta teoría en numerosas ocasiones, refiriéndose a los diferentes planos en los que ésta aparecía. Así en el tema del derecho [10] , en el de las bases del estado [11], o en el campo de la dogmática, aun cuando las cosas aparezcan en un primer plano de otra manera.

Así se oponía el ya Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1983 a la comprensión de la Tradición que aparecía en el documento sobre el ministerio y la ordenación del ARCIC (1979.) A su entender se había sustituido Tradición por confesión, lo que suponía que la pregunta por la verdad quedaba disuelta a través de una lectura reconciliadora de la historia [12], o lo que es lo mismo, que "tras el nuevo concepto de Tradición se oculta la desaparición de la pregunta por la Verdad" [13]. Esta conciencia de Ratzinger no ha hecho sino crecer con los años. En su artículo "Sobre la situación del ecumenismo" de 1995 dedica un amplio espacio a este tema. Constata que "a la vista de la disputa respecto de la confesión y, con ello, de la disputa sobre la verdad afirmada en ella, para muchos el mismo concepto de verdad se ha vuelto cuestionable" [14]. Se establece un primado de la praxis sobre la verdad, que, por una parte, hace que el ecumenismo se convierta en "ecumenismo de las religiones" y por otra que "el cristianismo y todas las demás religiones son medidas por su contribución en aras de la liberación del hombre, por su «praxis liberadora»" [15]. En el nivel de la teología J. Ratzinger considera que esto se manifiesta en la sustitución de la cristología y de la eclesiología por la idea de "reino de Dios". Frente a estas tendencias nuestro autor defiende que no puede haber un ecumenismo que no se plantee claramente las diferencias teológicas que subyacen a las distintas confesiones, y no en principio para buscar el consenso, algo deseable siempre, sino fundamentalmente para buscar la verdad, que se encuentra en el Evangelio.

Las enseñanzas de Benedicto XVI durante su pontificado no han hecho más que profundizar en esta dirección, defendiendo, en primer lugar, que el ecumenismo busca siempre la verdad:

"El objetivo del diálogo ecuménico e interreligioso, diferentes obviamente por su naturaleza y finalidad respectivas, es la búsqueda y la profundización de la Verdad" [16].

Y poniendo en guardia, en segundo lugar, contra el relativismo:

"Ciertamente, el relativismo o el fácil y falso irenismo no resuelven la búsqueda ecuménica. Al contrario, la desvían y desorientan" [17].

"La fuerza del kerigma no ha perdido nada de su dinamismo interior. Sin embargo, debemos preguntarnos si no se ha atenuado toda su fuerza por una aproximación relativista a la doctrina cristiana similar a la que encontramos en las ideologías secularizadas..." [18].

Este "diálogo de la verdad" debe, a su vez, ser sostenido por el "diálogo de la caridad", algo que también aparece constantemente en los escritos papales. Aún más, el diálogo de la caridad es previo al diálogo de la verdad, lo condiciona en la medida en que supone que podamos no sólo oír al otro, sino también escucharlo. Es llegar al diálogo con la convicción de que existen bastantes puntos comunes, conscientes de que venimos de la misma fuente y caminamos hacia el mismo fin, que es la unidad de todos en el final [19].

2.2. De qué unidad se trata

En gran conexión con el punto anterior nos encontramos con la pregunta sobre la unidad que estamos buscando entre las Iglesias, puesto que la unidad se basa en la verdad que vamos descubriendo.

Por lo que llevamos dicho está claro que Benedicto XVI no desea una unidad que no se tome en serio la verdad. Esto explica que fuera muy crítico con la propuesta realizada por K. Rahner y H. Fries en su conocido libro La unión de Las Iglesias. Una posibilidad real [20]. (de hecho, Fries señala que de su pluma vino la "crítica más severa"). En su primera reacción, aparecida en 1983 Ratzinger escribe:

"La consecución de la unidad a carrera tendida (Par-force­Ritt), tal como la proponen últimamente H. Fries y K. Rahner con sus tesis, es una artimaña de acrobacia teológica que por desgracia no resiste la realidad. Las distintas confesiones no se dejan dirigir hacia su relll1ión como si se tratara de un cuartel, diciendo: lo principal es que marchen juntos; el detalle de lo que piensan entretanto no es tan importante" [21].

En un apéndice a esta primera reacción de Ratzinger, que aparece en el libro Iglesia, Ecumenismo y Política, nuestro autor desarrolla más su postura, señalando que no está de acuerdo con la base a partir de la cual se articula la propuesta de Rahner/Fries y que consiste en la tolerancia en cuanto a la verdad. Por una parte, Rahner y Fries han obviado la pregunta fundamental acerca de cuál es el lugar que la teología evangélica otorga al Canon y a los símbolos de fe apostólico y niceno-constantinopolitano. Además no han tomado en cuenta qué significa para la Iglesia católica la comprensión de la infalibilidad y la capacidad del Papa para declarar infaliblemente, lo cual supone de alguna manera ya una concepción sobre la revelación, la fe, el ministerio ordenado y la propia unidad. En el fondo, Ratzinger considera que la unión propuesta por Rahner y Fries es una unidad formal, sin contenidos claros, lo cual no es ninguna unidad, y supone en la práctica la aceptación de que no podemos llegar a encontrar la verdad (otra cosa muy distinta es que haya que prescindir de las excomuniones entre las Iglesia) [22].

Si nos preguntamos por el contenido positivo que tiene la idea de unidad en Benedicto XVI tendremos que buscar su concepción a partir de ciertas ideas que aparecen a lo largo de sus escritos, y que podríamos resumir en:

2.2.1. Unidad como fruto de la acción de Dios:

La unidad que debemos buscar los cristianos no puede ser conseguida por el mero esfuerzo humano, sino que es algo que vendrá de Dios.

"La obra del restablecimiento de la unidad, que requiere nuestra energía y nuestro esfuerzo, es en cualquier caso infinitamente superior a nuestras posibilidades. La unidad con Dios y con nuestros hermanos y hermanas es un don que viene de lo alto, que brota de la comunión de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que en ella se incrementa y se perfecciona" [23].

2.2.2. Unidad que renuncia a Los maximalismos:

En una conferencia pronunciada en 1976 [24] J. Ratzinger consideraba que había habido dos tipos de escisiones: las paleoeclesiales (Oriente-Occidente) y las surgidas de los movimientos de Reforma del siglo XVI. A partir de estos dos tipos de escisiones planteaba también dos caminos diversos por donde podría discurrir la marcha hacia la unidad. En esta marcha había que renunciar a los maximalismos por las diversas partes implicadas. Estos maximalismos son: que Occidente pidiera a Oriente el reconocimiento del primado entendido tal como fue definido en 1870; que Oriente pidiera a Occidente que declarase que la doctrina del primado tal como está definida en 1870 es un error total; que la Iglesia católica pidiera a la Reforma que declarase nulos sus ministerios eclesiales o que la Reforma pidiese a la Iglesia Católica el reconocimiento total de dichos ministerios [25]. A partir de esta renuncia J. Ratzinger establece, en relación a las iglesias orientales, que "Roma no debe exigir de Oriente una doctrina del primado distinta de la que fue formulada y vivida en el primer milenio" [26], y que, por su parte, "Oriente renuncie a combatir como herética la evolución occidental del segundo milenio y a aceptar como correcta y ortodoxa la figura que la Iglesia católica ha ido adquiriendo a lo largo de esta evolución" [27]. Con respecto a las iglesias nacidas de la Reforma J. Ratzinger se muestra más cauto, debido a la multiplicidad de las mismas y vincula la evolución del proceso ecuménico a la comprensión de la Confessio Augustana, que debía ser entendida por parte católica como "una forma propia de realización de la fe común, a la que le competiría su propia autonomía" [28] y por parte reformada "en la dirección en que justamente fue redactada en sus inicios: en la unidad con el dogma paleoeclesial y con su forma eclesial fundamental" [29].

2.2.3. Unidad en la diversidad

En una carta que el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe escribió al Theologische Quartalschrifc de Tubinga, respondiendo a una invitación de esta revista para que explicase su pronóstico acerca del desarrollo del ecumenismo [30], señala el cardenal Ratzinger su idea de una unidad en la diversidad [31]. Esta idea se podría desplegar en:

a) en primer lugar debemos dejarnos enriquecer por lo positivo que hay en el otro;

b) de aquí surge un doble movimiento: por un lado debemos seguir intentando y trabajando por conseguir la unidad visible plena a través de los diálogos teológicos, y también a través de la oración y de la conversión; por otro tomar conciencia de que no sabemos ni el día ni la hora en que dicha unidad llegará, porque no es fruto ni única ni principalmente de nuestras fuerzas; esto ha de llevarnos a respetar al otro como otro y respetando su ser otro recibirlo siempre de manera nueva. "Podemos ser uno también como separados" [32].

Esta idea ha sido también continuada por Benedicto XVI, que ha subrayado que "la unidad que buscamos no es ni absorción ni fusión, sino respeto de la multiforme plenitud de la Iglesia" [33], algo que tiene que ver con que "el auténtico amor no anula las diferencias legítimas, sino que las armoniza en una unidad superior, que no se impone desde fuera; más bien, desde dentro, por decirlo así, da forma al conjunto" [34].

2.3. Evitar las nuevas rupturas

Durante el pontificado de Benedicto XVI ha aparecido otro criterio, que no estaba tan desarrollado en su labor como teólogo y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe porque es de orden más "práctico" que teórico. Me refiero a sus diversas actuaciones en orden a evitar nuevas rupturas o a hacer que las rupturas existentes no se profundicen. Algunas de estas actuaciones han despertado reacciones contrapuestas en la opinión pública. Una de las más llamativas ha sido su actuación con respecto a la comunidad San Pío X.

El 21 de enero de 2009 les fue levantada la excomunión latae sententiae a cuatro obispo de la fraternidad sacerdotal San Pío X. Esto levantó ciertas críticas en ambientes eclesiales por lo que la Secretaría de Estado vaticana tuvo que hacer una declaración el 4 de febrero del mismo año señalando que la remisión de la excomunión era algo que atañía únicamente a los cuatro obispos pero que no cambiaba en absoluto la situación canónica de la fraternidad. Por último el propio Benedicto XVI escribió una carta a los obispos de la Iglesia católica el 10 de marzo que pretendía dirigir "una palabra clarificadora, que debe ayudar a comprender las intenciones que me han guiado en esta iniciativa, a mí y a los organismos competentes de la Santa Sede". Ratzinger vuelve a distinguir entre las personas y la institución, y señala que la excomunión buscaba poner de manifiesto la importancia del paso dado en orden a un cisma eclesial y el arrepentimiento de los excomulgados, que es lo que también busca el paso dado por la Santa Sede al remitir dicha excomunión:

"La remisión de la excomunión tiende al mismo fin al que sirve la sanción: invitar una vez más a los cuatro Obispos al retorno. Este gesto era posible después de que los interesados reconocieran en línea de principio al Papa y su potestad de Pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del Concilio" [35].

En este mismo marco de ayudar a la unidad quitando impedimentos que pueden provocar rupturas (si no canónicas, al menos "espirituales") creo que hay que incluir también el motu proprio de Benedicto XVI Summorum pontificum de 7 de julio de 2007 con el que se simplifica el proceso para que se pueda celebrar la misa según el misal de San Pío V, editado nuevamente por Juan XXIII en 1962. Los obispos han de procurar siempre, como el mismo Ratzinger indica, "evitar la discordia y favorecer la unidad de la Iglesia'' [36].

2.3. La conversión

En último lugar, y no porque sea el menos importante, aparece constantemente en los escritos, alocuciones, homilías de Benedicto XVI el tema de la conversión conectado con el esfuerzo ecuménico.

Se trata de una conversión espiritual que está a la base, como un requerimiento y un presupuesto, del camino hacia la unidad. Dicha conversión está conectada con el "ecumenismo espiritual" del que ha hablado en numerosas oportunidades, y al que ya se había referido con anterioridad. Así, hablando de la posible unión entre Oriente y Occidente, J. Ratzinger opina que "la unión de las Iglesias de oriente y occidente es, desde el punto de vista teológico, básicamente posible, pero no cuenca aún con la suficiente preparación espiritual y, por tanto, en la práctica, aún no ha llegado el tiempo a su sazón" [37]. De igual manera la conversión aparece conectada siempre al esfuerzo ecuménico en las intervenciones del Ratzinger. Sirva de ejemplo el siguiente texto:

"Al comienzo de mi pontificado, expresé mi propia convicción de que «la conversión interior es el fundamento de todo progreso en el camino de ecumenismo», y recordé el ejemplo de mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, que a menudo habló de la necesidad de una «purificación de la memoria» como medio para abrir nuestro corazón a fin de recibir la verdad plena de Cristo" [38].

(.../...)

NOTAS:
  1. Así lo afirmó en su discurso a las delegaciones de las diversas Iglesias y de las otras religiones no cristianas el 25 de abril de 2005 (MS 97 (2005) 742s), y más claramente en el primer mensaje dirigido a los cardenales electores en la Capilla Sixtina el 20 de abril de 2005 (MS 97 (2005) 697): "Por tanto, con plena conciencia, al inicio de su ministerio en la Iglesia de Roma que Pedro rogó con su sangre, su actual Sucesor asume como compromiso prioritario trabajar con el máximo empeño en el restablecimiento de la unidad plena y visible de todos los discípulos de Cristo. Esta es su voluntad y este es su apremiante deber. Es consciente de que para ello no bastan las manifestaciones de buenos sentimientos. Hacen falta gestos concretos que penetren en los espíritus y sacudan las conciencias, impulsando a cada uno a la conversión interior, que es el fundamento de todo progreso en el camino del ecumenismo."
  2. Cf. la voz " Ecumenismo" en Enseñanzas de Benedicto XVI de José A. MARTÍNEZ Puche (4 volúmenes), Edibesa, Madrid.
  3. Teoría de los principios teológicos. Materiales para una teología fundamental, Herder, Barcelona 1985, 9.
  4. Entre ellos cabe destacar "La situación ecuménica: ortodoxia, catolicismo, reforma" (1977), publicado en: Teoría de los principios teológicos. Materiales para una teología fundamental, Herder, Barcelona 1985, 231-244 y "Sobre la situación del ecumenismo" (1995), publicado en: Convocados en el camino de la fe, Cristiandad, Madrid 2004, 261-277. De hecho toda la sección segunda de Teoría de los principios teológicos se dedica a "Los principios formales del cristianismo en la controversia ecuménica" (231-376). Además lglesia, ecumenismo y política, BAC, Madrid 1987.
  5. Cf. Fede, verita e cultura. Riflessioni in relazione all'enciclica Fides et ratio, Milán 2000.
  6. Así aparece repetidamente durante el primer año de su pontificado (ya en el discurso a los miembros de la delegación del Patriarcado de Constantinopla el 30 de junio de 2005 -AAS 97 (2005) 830s-; igualmente en la carca al cardenal Kasper de 1 de septiembre del mismo año y en el discurso del 15 de diciembre de 2005 al comité organizador de la Comisión internacional para el diálogo entre católicos y ortodoxos -AAS 98 (2006) 38-40) y así sigue apareciendo con normalidad durante los siguientes años: cf. la carca A los participantes en la tercera asamblea ecuménica europea de 20 de agosto de 2007 o la Audiencia general de 21 de enero de 2009.
  7. Recogido en Teoría de los principios teológicos. Materiales para una teología fundamental. Herder, Barcelona 1985, 18.
  8. "Sobre la situación del ecumenismo", en: convocados en el camino de la Fe, Cristiandad, Madrid 2004, 265.
  9. Id., 266.
  10. "El «final de la metafísica que en amplios sectores de la filosofía moderna se viene dando como un hecho irreversible, ha conducido al positivismo jurídico que hoy ha cobrado sobre todo la forma de teoría del consenso: como fuente del derecho, si la razón no está ya en situación de encontrar el camino a la metafísica, sólo quedan para el Estado las convicciones comunes de los ciudadanos, concernientes a valores, las cuales convicciones se reflejan en el consenso democrático. No es la verdad la que crea el consenso, sino que es el consenso el que crea no tanto la verdad cuanto los ordenamientos comunes". O. RATZINGER, "La crisis del derecho", palabras de agradecimiento por su doctorado honoris causa pronunciadas el 10 de noviembre de 1999 en la universidad italiana LUMSA).
  11. "Como difícilmente puede haber unanimidad entre los hombres, a la formación democrática de la voluntad sólo le queda como instrumento imprescindible la delegación, por un lado, y, por otro, la decisión mayoritaria, exigiéndose mayorías de distinto tipo según sea la importancia de la cuestión de que se trate. Pero también las mayorías pueden ser ciegas y pueden ser injustas. "J. RATZINGER, "Posicionamiento en la discusión sobre las bases morales del Estado liberal”, dossier sobre la discusión entre Ratzinger y Habermas preparado por M. Jiménez Redondo, en http://www.avizora.com/publicaciones/filosofia/textos/007 1_discusion_bases_morales_estado_Iiberal_2.hcm
  12. Cf. Kirche, Ókumene und Politik, Johannes Verlag’Einsiedeln, Einsiedeln 1987, 79.
  13. Id., 90
  14. Convocados en el camino de la fe, 267.
  15. Id., 268. El apartado entero se lee con gran provecho (267-272).
  16. Discurso a la conferencia episcopal francesa en Lourdes el 14 de septiembre de 2008.
  17. Discurso al Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos el 17 de noviembre de 2006 (AAS 98 (2006) 894-897).
  18. Tomado del importante discurso en el encuentro ecuménico de la iglesia de san José en Nueva York el 18 de abril de 2008 (AAS 100 (2008) 339-343).
  19. Así la carta a los participantes en la Tercera Asamblea ecuménica organizada por la Conferencia de las Iglesias de Europa de 20 de agosto 2007 (AAS 99 (2007) 8 15-817, aquí 816): "Hay dos elementos que deben orientamos en nuestro compromiso: el diálogo en la verdad y el encuentro en el signo de la fraternidad. Ambos necesitan el ecumenismo espiritual como fundamento. El concilio Vaticano II ya había constatado: «Esta conversión del corazón y es la santidad de vida, junto con las oraciones públicas y privadas por la unidad de los cristianos, deben considerarse el alma de todo el movimiento ecuménico» UR 8" o en la Audiencia General de 21 de enero 2009: "Oremos para que entre las Iglesias y las Comunidades eclesiales continúe el diálogo de la verdad, indispensable para dirimir las divergencias, y el de la caridad, que condiciona el diálogo teológico mismo y ayuda a vivir unidos para un testimonio común".
  20. Barcelona 1987.
  21. Aparecido en la edición alemana de Communío 12 (1983) 568-582, aquí 573.
  22. Cf. Kirche, Ókumene und Politik, Johannes Verlag Einsiedeln, Einsiedeln 1987, 124s.
  23. Homilía 25 de enero de 2008 (MS 100 (2008) 67-71, aquí 68).
  24. "La situación ecuménica: Ortodoxia, catolicismo y reforma", en: Teoría de los principios teológicos. Materiales para una teología fundamental, Herder, Barcelona 1985, 231-244.
  25. Cf. La situación ecuménica..., 236s.
  26. Id., 238.
  27. Id., 239.
  28. Id., 242.
  29. Ibid.
  30. "Zum Forcgang der Ökumene", en: Kirche, Ökumene und Polítik, Johannes Verlag Einsiedeln, Einsiedeln 1987, 128-134.
  31. Cf. "Zum Fortgang der Ökumene", 130s.
  32. Id., 132.
  33. Cf. el discurso a los miembros de la delegación del patriarcado de Constantinopla el 30 de junio de 2005 (ASS 97 (2005) 830s). De igual manera en la carta al Cardenal W. Kasper de I de septiembre de 2005.
  34. Homilía de 25 de enero de 2006 (AAS 98 (2006) 113-117, aquí 114).
  35. Carta a los obispos de 10 de marzo de 2009.
  36. MS 99 (2007) 777-781, aquí 780: "lpse [episcopus] videat ut harmonice concordetur bonum horum fidelium cum ordinaria paroeciae pasrorali cura, sub Episcopi regimine ad normam canonis 392, discordiam vitando et totius Ecclesiae unitatem fovendo".
  37. "La situación ecuménica: Ortodoxia, catolicismo y reforma" en: Teoría de los principios teológicos. Materiales para una teología fundamental, Herder, Barcelona 1985, 239.
  38. Alocución a una delegación de la Alianza Mundial de las Iglesias Reformadas el 7 de enero de 2006.

EL AUTOR:
Diego Molina Molina
Nacido en 1964 en Granada. Jesuita desde 1985 y sacerdote desde 1996. Licenciado en Filología clásica por la Universidad Complutense de Madrid y doctorado en Teología por la facultad de Teología Sankt Georgen de Frankfurt/Main. Profesor de Eclesiología e Historia de la Teología en la Facultad de Teología de Granada desde el año 2000 y profesor invitado del Colegio Máximo San José de San Miguel (Argentina) desde el 2002.Ha investigado fundamentalmente sobre la eclesiología de la Compañía de Jesús y sobre temas de espiritualidad ignaciana.


FUENTE:
https://www.almudi.org/
https://www.uloyola.es/


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