Oración Ecuménica bajo el signo de la Conversión
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Julián Ruiz Martorell |
Uno de los propósitos principales del Concilio Vaticano II fue promover la reconstrucción de la unidad entre todos los cristianos. Desde entonces, se ha trabajado con intensidad y son muchos los frutos de un camino lleno de la gracia del Espíritu Santo.
Los cristianos hemos recibido la misión de hacer resplandecer la luz de Cristo en el mundo de hoy, tan necesitado de orientación. Y hay ocasiones en que el mundo recibe destellos, fogonazos, reflejos de una luz incandescente, que es una, pero que aparece fragmentada.
En el compromiso ecuménico destacan dos factores: el diálogo en la verdad y el encuentro en el signo de la fraternidad. Los cristianos nos consideramos miembros de una familia en la que todavía existen diferencias, y no pequeñas, pero experimentamos la alegría de ser auténticos hermanos en Cristo.
Cada año, en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, nos comprometemos a orar y reflexionar sobre la profundidad y la autenticidad de los vínculos que existen entre los cristianos. Y la semana concluye bajo el signo de la conversión, tomando como referencia la experiencia fundamental de la vida de San Pablo: su encuentro con el Señor en el camino de Damasco.
En el camino hacia la unidad es imprescindible la oración fiel y constante de las personas y de las comunidades para sostener el diálogo teológico, favorecer la renovación de la vida, pedir la conversión de los corazones, ampliar las posibilidades de colaboración material y espiritual, incrementar el trabajo conjunto de difusión de la Palabra de Dios, afianzar las experiencias de trabajo común en zonas de misión, vencer la desconfianza, crecer en el reconocimiento recíproco y en la comunión, superar prejuicios propios de la cultura del enfrentamiento y caminar con decisión en la cultura del encuentro, para que el Padre nos conceda la fuerza del Espíritu Santo, de modo que se haga realidad el deseo de Jesucristo de que todos los cristianos seamos uno.
Jesucristo quiere que su pueblo lleve a la perfección su comunión en la unidad, “en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios” (Unitatis redintegratio, 2).
Las distintas formas de cooperación ecuménica contribuyen a mantener viva la tensión hacia la anhelada comunión entre todos los cristianos. El diálogo supone un recíproco dar y recibir, un intercambio, un enriquecimiento. De esta manera se construye un clima de confianza recíproca, asentado sobre la certeza de que las raíces comunes son mucho más profundas que las divisiones.
Es preciso orar, fortalecer el trato, consolidar el reconocimiento y la estima, dar pasos de acercamiento hacia los demás cristianos. Queda todavía un largo camino que recorrer hacia la plenitud de la madurez en la unidad.
Que el Espíritu Santo suscite en nosotros la nostalgia de la unidad y suture las rupturas, cicatrice las heridas e impulse el esfuerzo del amor que supone avanzar más y mejor hacia Jesucristo. Cuanto más cerca estemos del Señor, más cerca nos sentiremos los cristianos entre nosotros. En la medida en que avancemos hacia Jesucristo, estaremos progresando en el encuentro con los hermanos.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell
Obispo de Jaca y de Huesca
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