Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

martes, 20 de enero de 2015

20 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

PAPEL DE LA MUJER EN NUESTRAS IGLESIAS

Martes, 20 de enero del 2015.- « No tengo marido » (Juan 4, 17). La respuesta de la Samaritana es clara como la luz del día. Sin más vuelta de hoja. Sólo con barajar las páginas comunes. Contrasta precisamente esta meridiana claridad con su género de vida inconfesable de puro embarazoso y oscuro. Ahora, pues, el extraño interlocutor, Luz de Luz, conduce el tema de conversación hacia la vida marital de la mujer. Hay de repente un cambio aparentemente radical en lo que se refiere al contenido del diálogo – del agua al marido-. « Vete a tu casa, llama a tu marido y vuelve acá » (Juan 4, 16). Sabe Jesús, sin embargo, que la mujer ha tenido cinco maridos y que ese con el que ahora vive no es su marido. Las escuetas palabras del diálogo permiten a los especialistas toda suerte de conjeturas: ¿Cuál era la situación de la mujer? ¿Había pedido su marido el divorcio? ¿Era viuda? ¿Tenía hijos? Surgen espontáneas estas y otras preguntas similares al leer el relato. Sin embargo, parece que Jesús tenía interés en una dimensión distinta de la vida de su interlocutora: es consciente, por supuesto, de la delicada situación de aquella criatura, pero en modo alguno se desentiende ni la desprecia. Muy al contrario, permanece abierto a su suerte, pronto a tenderle una mano, a encontrase con ella. No se detiene Jesús, pues, en una interpretación moral de la respuesta recibida sino que parece querer llevar el diálogo más lejos, a otro ámbito más consonante quizás con los requerimientos de la gracia. Y como resultado de tal estrategia, el deshielo se produce; la actitud de la interlocutora hacia Jesús cambia. En este momento los obstáculos de las diferencias culturales y religiosas se desvanecen a la postre para dar cabida a algo mucho más importante: un encuentro confiado. 

El comportamiento de Jesús en esta circunstancia nos permite abrir nuevos horizontes de interpretación y formular preguntas que, a fin de cuentas, salen al paso de actitudes denigratorias, de conductas humillantes, de resoluciones contrarias a la mujer en la sociedad. Preguntas, dicho sea desde el punto de vista del ecumenismo, sobre las diferencias consentidas que terminan obstaculizando el camino hacia la unidad que buscamos y por la que oramos. ¿Cuál es el lugar y el papel de la mujer en nuestras Iglesias? ¿Son éstas, las Iglesias, conscientes del empuje creciente que van alcanzando las reivindicaciones femeninas en nuestra época? Hace años que el Consejo Ecuménico de las Iglesias decidió elegir también entre las mujeres para formar parte de su Comité de presidencia. Y el ecumenismo de las relaciones entre Iglesias, por otra parte, aunque todavía diste mucho de haber alcanzado en este campo las deseables metas y tampoco deje de mantener planteamientos harto discutibles, punto menos que de misoginia, conoce, no obstante, cada día que pasa de este juvenil siglo XXI, desafíos mucho más comprometedores de puro ambiciosos. Desafíos que pasan por averiguar qué pueden hacer nuestras Iglesias para prevenir y reprimir la violencia contra las mujeres y las niñas, contra el maltrato de la pareja, contra la esclavitud y la humillación de prácticamente la mitad de los seres que habitan este planeta. Bajo el lema Igualdad, desarrollo y paz, la ONU celebró del 4 al 15 de septiembre de 1995 la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín, con el propósito de incluir la causa de las mujeres entre las grandes cuestiones mundiales, y de la que lo menos que cabe decir es que resultó un cuento chino. Tuvo sin duda más suerte la Samaritana dialogando con Jesús.

IV Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer en Pekín, 
(Año 1995. Fuente ONU) 

Pedro Langa Aguilar



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