Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

miércoles, 21 de enero de 2015

21 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

ROMPER MOLDES Y CONSTRUIR NUEVAS RELACIONES

Miércoles, 21 de enero del 2015.- « La mujer, por su parte, dejó allí el cántaro» (Juan 4, 28). Sencillamente, se fue para volver. Al irse, rompió moldes. Al volver, echó las bases de una nueva relación. El encuentro entre Jesús y la mujer samaritana muestra, por de pronto, que el diálogo con el que es diferente, con el extranjero, con ese que tengo delante sin ser como él ni él como yo, con el desconocido en suma, puede generar vida. Si la mujer hubiese cumplido al pie de la letra las estipuladas normas de comportamiento y, en definitiva, de su cultura, se hubiera ido no bien Jesús hubo roto el silencio para entablar un diálogo junto al pozo. Por alguna razón que sólo podemos atisbar desde el misterio de la gracia, ese día no siguió las normas establecidas. Tanto ella, como Jesús, rompieron con el patrón de conducta prefijado. 

La ruptura de moldes denota que estos pueden hacerse viejos, inservibles y, por ende, menesterosos de nuevo formato. En el fondo, caducidad y consiguiente relevo. Es decir, las leyes de la vida, que en sí misma es movimiento, del que se alimentan todos los posibles cambios. A través de este romper moldes comprendemos que se impone el cambio a otros nuevos, los de las nuevas relaciones. Mientras Jesús lleva a término los planes del Padre, la mujer samaritana, por su parte, deja el cántaro de agua, significando que ella, dando el paso adelante de unos nuevos moldes, ya podía ir más allá. En otras palabras: que no estaba limitada al papel que el entorno de su sociedad le había impuesto. La Samaritana, por otra parte, es la primera persona en el evangelio de Juan que proclama a Jesús como el Mesías. « Romper moldes » constituye una exigencia para quienes quieren hacerse más fuertes y sabios en su fe. Que la mujer samaritana dejara su cántaro indica que había encontrado un don más excelso, más grande que el agua que había venido a buscar, mejor sitio en el que estar en su comunidad. Reconoce la superioridad del don que su interlocutor judío, Jesús, le está ofreciendo. 

Es difícil para nosotros reconocer como un bien, incluso como un algo sagrado, lo que pertenece a otro. Pero reconocer el don que a otro pertenece y reconocerlo además como bueno y sagrado es un paso necesario hacia la unidad visible que buscamos. Encontrarse con Jesús exige a menudo dejar atrás nuestros cántaros. Lo difícil es averiguar qué cántaros debemos abandonar. Más aún, pudieran ser, y acaso sean, los obstáculos mayores que nos impiden hacerlo. Sólo Dios, que es Amor, nos puede ayudar a dar pasos adelante, y hacerlo además en clave ecuménica. Podremos así entender, de Jesús y la Samaritana, que el encuentro con el otro abre nuevos horizontes de gracia. La gran lección de Jesús dialogando con la Samaritana se enseña, pues, magnífico ejemplo de cómo romper moldes y, asimismo, de qué manera enfrentarse a nuevos desafíos. Por ejemplo, superar el miedo a seguir la llamada que Dios nos hace por medio de Jesucristo. Naturalmente que todo ello implica gran dosis de fe: la de Abrahán, por ejemplo, cuando confía en Dios, que le promete convertirlo en una gran nación y una bendición para otros (cf. Génesis 11, 31-12,4); o la del salmista cuando exclama: «El Señor es mi pastor» (Salmo 23); o la de Pedro abriendo los ojos cuando, en éxtasis, escucha la voz que le dice: «Lo que Dios ha purificado, no lo consideres tú profano » (Hechos 10, 9-20). El ecumenismo exige a menudo dejar atrás el cántaro de los viejos moldes e ir en pos de nuevos horizontes de reconciliación y de unidad.

El pozo llamado de Jacob en Siquem o Sicar de las Escrituras, 
en el que Jesús le pidió de beber a una mujer samaritana 

Pedro Langa Aguilar



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