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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

domingo, 31 de agosto de 2014

Nuestras cruces

“Quien quiera ser mi discípulo, mi discípula, 
tome su cruz, cárguela, y sígame.”
(de San Mateo 16:21-28)
 

NUESTRAS CRUCES

por Gerardo Oberman 

Son tus palabras, Jesús.
Pero suenan tan difíciles, tan duras,
tan crueles en algunas circunstancias.
Porque las cruces que la vida nos presenta
son pesadas, son injustas, son indignas muchas veces.
¿Cómo cargar con la muerte de un hijo?
¿Cómo cargar con una enfermedad que nos consume?
¿Cómo cargar con el hambre, la violencia, la discriminación,
la falta de misericordia, la indiferencia, la persecución,
las acusaciones falsas, los abusos, las violaciones?
¿Eso nos pides, Señor? ¿Son esas tus cruces?
¿De verdad quieres que carguemos con esos pesos?
¿Cómo podremos seguirte y servirte si las cruces
nos doblegan, nos oprimen, nos matan?
Perdón, Jesús, pero esas cruces no puedo cargarlas,
porque si las cargo no podré seguirte a ninguna parte. 

… 

¿O será que no te hemos entendido bien?
¿Será que hablas de otras cruces
o de alguna otra manera de cargarlas?
Porque también dijiste: “vengan a mí, 
yo los haré descansar de sus trabajos y cargas.”
Yo necesito descansar, querido Jesús.
Necesito creer que tu Evangelio,
que la buena noticia del amor de Dios
no es una nueva carga, no es otro trabajo,
no es un nuevo cansancio para mi vida ni para la vida de nadie.
Tal vez, sólo tal vez, pienso que las cruces que nos invitas a cargar,
no sean otras que aquellas capaces de darnos el descanso
que tanto buscamos y que tanto anhela el alma.
No un descanso egoísta ni individual,
sino un descanso que incluye, que suma,
que es para todas, para todos.
Cargar con tu misma capacidad de abrirse a lo nuevo,
mirar con tu mirada generosa hacia lo diverso,
extendernos con tu misma pasión hacia quien necesita,
llenarnos de tu mismo amor hacia las personas simples y pequeñas,
aprender a denunciar sin miedos las injusticias y toda acción cruel,
no callar ante las violencias, las descalificaciones, los atropellos,
dejar de juzgar y de condenar desde la moralidad hipócrita,
apartarnos de toda estructura que oprime y que aliena,
dejarnos desafiar por los lirios del campo y por las aves del cielo
en lugar de llenarnos de miedos ante lo incierto.
Abrazar a quienes están tristes
y dejarnos abrazar cuando la tristeza nos toca,
sentarnos con quienes están solos,
reír con los niños y las niñas,
escuchar las historias de nuestros mayores,
caminar más, cantar más, jugar un poco, vivir intensamente.
Sí, quizá sean éstas las cruces… 

… 

Si es así, confieso que dejé de cargarlas hace tiempo,
tan cargado de las otras, que algunos insistían que eran tuyas.
Benditas cruces que anuncian descanso,
que auguran libertad a la vida.
Contigo las cargo, buen Jesús,
y te sigo por los rumbos de ese Reino
que todavía quiere hacerse pleno.











Gerardo Oberman
pastor de las Iglesias Reformadas en la Argentina



Artículo publicado en
http://www.lupaprotestante.com/



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