Reflexiones del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, O.S.A. Teologo y ecumenista
IV.- Compartir, el mejor atajo para unir
«Todo lo disfrutaban en común», afirma san Lucas (Hch 4, 32-37).
La expresión equivale a compartir, ese verbo llamado a imponerse dentro de la santa causa de la unidad. Compartir el manjar de la unidad es vivir conjuntamente sentimientos, inquietudes, esperanzas en una futura unión cristiana. Nada hay tan saludable en una crisis económica, por ejemplo, o en un conflicto ecuménico, como el reparador y consolador verbo compartir. Su largo y próvido brazo de influencia llega hoy hasta la Iglesia de Jerusalén, donde los desacuerdos intereclesiales puede que resulten más demoledores que nunca.
Sigue aleccionadora la información de san Lucas: «Todos los creyentes vivían de mutuo acuerdo y todo lo compartían. Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual» (Hech 2, 44-45). Si no constase en la Sagrada Escritura, uno podría tachar esta propuesta de locura. Y sin embargo, Tertuliano señala que los perseguidores de la Iglesia, en el Imperio romano, a la vista de cómo los cristianos compartían, comentaban perspicaces: «Mirad cómo se aman» (Apologético, 39). La vida de los cristianos de la Jerusalén actual se caracteriza igualmente por compartir recursos, algo que, aparte de ser señal de continuidad con aquellos antecesores de primera hora, es asimismo testimonio y reto para las Iglesias de hoy. Por supuesto que el verbo compartir puede adoptar muchas formas en el espacioso ámbito de las acepciones. Existe el radical de la Iglesia apostólica, donde nadie queda en la indigencia. Y el de carga, luchas, dolores y sufrimientos de unos y otros. Existe igualmente el de alegrías y éxitos, bendiciones y curaciones. Y, por supuesto, el de intercambio de dones y el de comprensiones mutuas a pesar de nuestra situación de separados. Compartir, pues, conlleva el mejor «intercambio ecuménico de dones».
Es consecuencia práctica de nuestra perseverancia en la doctrina apostólica y en la comunión fraterna. Y fruto también, por descontado, de nuestra oración por la unidad de los cristianos.
Cumple, por tanto, agradecer a Dios por habernos dado lo necesario para que todos puedan alimentarse, vestirse y alojarse. Y no estaría de más pedirle que nos preserve del egoísmo que lleva a acumular, y que nos incite a ser instrumentos de su amor, compartiendo lo que nos has dado con el fin de ser así testigos de su generosidad y de su justicia.
Ayúdenos el ecumenismo a la mancomunada actuación allí donde hay necesidades: donde las familias son expulsadas, donde los necesitados sufren de manos de los poderosos, donde la pobreza y el desempleo destruyen vidas. Compartir fue, en fin, ¡y de qué manera tan evangélica!, el estudio en común de la Comisión Mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, cuya XII sesión tuvo lugar del 20 al 27 de septiembre de 2010 en Viena.
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