Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

viernes, 13 de noviembre de 2020

TEXTO BÍBLICO COMENTADO

¿Cómo podemos mantenernos en pie ante Dios? 

Lucas 18, 9-14 

Jesús dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo’. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos diciendo: ‘¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador’. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18, 9-14) 


La parábola del fariseo y del publicano (o recaudador de impuestos) comienza con una breve introducción. Este es un relato, dice el narrador, que Jesús habría contado a personas que tenían una confianza absoluta sobre lo cerca que estaban de Dios y, quienes, al mismo tiempo, miraban a los demás con desdén, o como sugiere la palabra griega, como a donnadies. ¿Qué tenía que decirles Jesús cuando se encontraba con tan problemática actitud? 

La parábola comienza con dos figuras puestas ante nosotros lado a lado, subiendo al templo. Después de que se nos diga que el fariseo está erguido y reza solo, se nos lleva al mundo interior de este hombre. Le escuchamos rezar. Da gracias a Dios por no ser como las demás personas y ofrece algunos ejemplos “ladrones, injustos, adúlteros”, y luego añade “ni tampoco como ese publicano”. La frase tiene un tono despectivo y una intensidad creciente. El comienzo abarca a todos, pero de manera vaga (los demás hombres), luego gana en nitidez (ladrones, etc.) y por fin encuentra un blanco, allí mismo, de pie (el publicano). Debido a su trabajo en favor de los romanos y la reputación que tenían de sacar ventaja de su posición para ganancia personal, los publicanos eran de hecho muy mal considerados en aquel tiempo. En la siguiente frase, el fariseo enhebra tres verbos todos en primera persona del singular: “Yo ayuno… yo pago… yo tengo”. Ayunar y dar limosna, junto con la oración –que es lo que precisamente está haciendo en el templo– eran vistos en aquel tiempo como los tres pilares de la práctica religiosa. En comparación con el publicano, el fariseo es, en otras palabras, irreprensible. 

Luego la parábola se vuelve hacia el publicano y el contraste salta a la vista. Mientras que el fariseo está erguido, el publicano se ha “quedado atrás”. El fariseo, como dice él mismo en su oración, no es como los demás; está erguido y solo. El publicano, despreciado por el fariseo y rechazado por la gente, es un hombre que vive “atrás”, a distancia. La distancia se expresa en su postura, su cabeza baja, no atreviéndose ni a mostrar su rostro a Dios, se golpea el pecho, un signo de arrepentimiento y vergüenza. Su oración es visiblemente una oración de quien está sufriendo. Su mundo interior –no nos sorprende– contrasta fuertemente con el del fariseo. “Dios, ten compasión”, podríamos parafrasearle diciendo “Me he apartado de ti”. Mientras el fariseo nada pide a Dios (quizás piense que no necesita realmente a Dios, podríamos pensar), el publicano lo espera todo de él. El fariseo, que piensa que hace todo lo que Dios requiere, está de hecho atrapado en sí mismo y lejos de Dios y de los demás. El publicano, que siente el aislamiento y el dolor, se pone enteramente en manos de Dios. Jesús concluye. Fue el publicano –dice– y no el fariseo quien regresó a casa “justificado”, en otras palabras, restaurado en su relación con Dios. 
  • Pon las oraciones del fariseo y del publicano lado a lado, escribiéndolos, por ejemplo, en un trozo de papel. ¿Qué notas cuando lees una y otra, una y otra vez? 
  • Ponte en la piel del fariseo y del publicano durante un rato. ¿Qué sientes? ¿Cómo te afectan? ¿Qué pensamientos se suscitan en ti? 


FUENTE:
Comunidad de Taizé





No hay comentarios:

Publicar un comentario