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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

sábado, 24 de noviembre de 2018

HISTORIA DEL ECUMENISMO

HISTORIA DEL ECUMENISMO 



por Víctor José Viciano Climent 

A lo largo de sucesivos pontífices, nuestro hermano Victor Viciano de la Comunidad ecuménica Horeb Carlos de Foucauld nos muestra el desarrollo ecuménico de los últimos años desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días. 


Hablar de ecumenismo nos obliga a volver nuestra mirada hacia el Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II, convocado por el Papa San Juan XXIII y que el Papa Beato Pablo VI continuó hasta su clausura. 


En el punto 4 del “Decreto Unitatis redintegratio” del Concilio Vaticano II se exhorta a que todo fiel católico colabore El P. José Miguel de Haro junto con el Hmno. Aloise de Taizé. diligentemente en la empresa ecuménica, favoreciendo la unidad de los cristianos. En el punto 7 hace especial hincapié en la necesidad de convertir el corazón, de la conversión interior. 

Ya el hecho de convocar un Concilio de carácter verdaderamente ecuménico en cuanto a que congregaba no solo a católicos, sino que participaban consultores de las Iglesias protestantes y ortodoxas, además de estar presentes en él hermanos venidos de los cinco continentes. 

No fue del todo fácil pues el esquema sobre la unidad de los cristianos “Ut omnes sint” había sido preparado para la comunión con las Iglesias Orientales y no se había tenido en cuenta a las protestantes, finalmente se reelaboró el texto por una comisión mixta pudiendo lograr los avances en esta materia. 

Así, pues, el punto 13 del “Decreto Unitatis redintegratio” dice que, habiendo valorado las diferencias y diferentes condiciones en cada uno de los grupos cristianos y teniendo en cuenta los vínculos existentes entre ellos, determina proponer una serie de consideraciones “para llevar a cabo una prudente acción ecumenista”; desarrollando, a partir de aquí, el camino ecuménico entre todos los creyentes. 

SAN JUAN XXIII 

La inquietud del Papa Juan XXIII era la de cómo presentar al mundo moderno una Iglesia que, permaneciendo fiel a sus principios, se preguntase y ofreciese respuestas a un mundo en constante renovación. La palabra con la que el mismo Papa refería su visión era la de “aggiornamento”. Con un ecumenismo formado en el corazón, el ecumenismo de la caridad, tras su experiencia pastoral en Oriente, inició la andadura en un difícil camino de encuentro entre los cristianos separados, aún sin alcanzar a comprender del todo esta realidad que abrirá a la dimensión teológica. Siempre buscó entre aquellas cosas que unían más que en los fangos que nos separaban, preocupándose en imitar a Jesús en el amor, perdonando y haciendo el bien. 

Así es como siembra el camino para el encuentro, al comprender los “hermanos separados” que este Papa entabla el diálogo desde la amistad, que rompe barreras al llamar “Iglesias” a las comunidades cristianas no católicas, eliminando de su vocabulario términos como “cismáticos” y “herejes”; aun así arrastraba los condicionantes de la Encíclica “Mortalium animos” proclamada por el Papa Pío XI. 

Sin embargo, en la convocatoria del Concilio Vaticano II, arriesgó a invitar a los hermanos de las Iglesias separadas para buscar la unidad, si bien es cierto que en su pensamiento estaba la idea del “retorno de los hermanos separados a la casa del Padre” (la Iglesia Católica Romana). Fue fundamental la creación del “Secretariado para la unidad de los cristianos” que logró la evolución del mismo pensamiento del Papa y apartó este asunto de la Congregación del Santo Oficio, que era el encargado hasta ese momento de tales temas y relaciones. 

El Hermano Roger de Taizè confesaba que “el Papa Bueno” antes de morir le dijo “La Iglesia está constituida por círculos concéntricos… todos forman parte de la Iglesia, tanto el que está más cerca del centro como el que está lejos… Todos los que se refieren a Cristo tienen una cierta relación con el Obispo de Roma, con el ministerio de la pastoral ecuménica de Pedro: todos estos son parte de la Iglesia…”. Ya en el lecho de muerte sus palabras recordaron el pasaje evangélico de Juan 10; 16: “Et alias oves habeo quae non sunt ex hoc ovili” proclamando “un unum sint” (que seamos uno). 

SAN PABLO VI

Montini tenía la facultad de decidir si el Concilio Ecuménico convocado por su antecesor seguía con las deliberaciones o, si por el contrario, quedaba clausurado; una facultad reservada a los Obispos de Roma y de la que podía haber hecho uso el nuevo Pontífice Pablo VI, es más: trabajo por la unidad de todos los presentes, llegando a obtener hasta solo seis votos en contra en algunas deliberaciones. 

Nuevos retos estaban sobre la mesa: ecumenismo, diálogo interreligioso, las relaciones con la sociedad. Para ello la Iglesia adoptó un lenguaje nuevo, más allá de condenar se buscó los puntos de encuentro y una nueva forma de relacionarse y dirigirse al mundo moderno se abría paso entre los Consultores y Padres Conciliares que, gracias a Dios, habían asimilado el mensaje o legado del Papa Juan XXIII: “no es el momento de condenar sino de explicar bien el contenido de la fe”, el aggiornamento

Uno de los mayores signos ecuménicos del Papa Pablo VI fue el inicio de los viajes apostólicos, siendo de trascendental importancia el encuentro con el Patriarca armenio y con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla Atenágoras I en Jerusalén, un abrazo que significó el reencuentro tras casi mil años de división y de mutua excomunión (Papa León IX y Patriarca Miguel I). Se convertía en el primer Papa que visitaba Tierra Santa, lo hacía como “Peregrino de la Paz” y en la misma Jerusalén se revocaban aquel 7 de diciembre de 1965 las excomuniones mutuas del 1.054. A preguntas de los periodistas acerca de porqué había ido a Jerusalén en la Epifanía de 1.965, Atenágoras respondía “Para decir ¡Buenos días! A mi querido hermano el Papa. Hace quinientos años que no nos hablábamos” pues el último abrazo fue entre Eugenio IV y José II. 

El 21 de noviembre de 1.964 sellaba el Decreto “Unitatis redintegratio” sobre el ecumenismo con el fin de promover la restauración de la unidad de los cristianos, reconociendo que “única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo”. 

Un paso más allá se produce en 1.965 cuando, llevado de la sensibilidad propia, el Papa Pablo VI decide fundar el Secretariado para las religiones no cristianas, primera piedra para un verdadero diálogo interreligioso y ya en 1.976 la creación de la “Pontificia Comisión Justicia y Paz” que profundizará en la doctrina social de la Iglesia. 

Pablo VI, conocido como “el Papa del diálogo” sufrió gran soledad y grandes sinsabores durante su pontificado, un pontificado dedicado a hacer realidad las conclusiones del Concilio Vaticano II, esto es: al diálogo con los hermanos cristianos, a presentar con un nuevo lenguaje la Buena Nueva de Cristo y a la disposición de la Iglesia para abordar el diálogo con el mundo contemporáneo, fruto de ello fue la Encíclica “Ecclesiam suam” en la que expresa su deseo de “que la Iglesia y el mundo se encuentren, dialoguen, se conozcan y amen”. 

El Metropolita Melitón, a quien el humilde Pablo VI besó los pies tras pedir perdón a la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla por el daño infligido durante siglos por parte de Roma, declaraba acerca del Pontífice “un nuevo Profeta que esperábamos y que nos predice cómo será el futuro”. 

VENERABLE JUAN PABLO I 

“El Papa de la sonrisa” es uno de los once Vicarios de Cristo con el pontificado más corto de la Iglesia, sin embargo su huella e impronta fueron trascendentales en uno de los momentos más delicados de nuestra Iglesia y del mundo moderno. Con la elección de su nombre combinado, aunaba el espíritu del Concilio Ecuménico Vaticano II reuniendo en él los nombres de Juan y de Pablo, los Papas del Concilio. Su primer signo ecuménico se dio al día siguiente de su primera Misa como Pontífice, el 4 de septiembre de 1.978, al reunirse con el Metropolita de Leningrado Nikodim, quien al día siguiente fue recibido por el Papa en audiencia personal y tras unas palabras sobre ecumenismo fallecía a los pies del mismo Pontífice. 

Interpelado especialmente por las declaraciones del Arzobispo de Brujas Mons. De Smet, quien era uno de los miembros del grupo del responsable de la Comisión de Ecumenismo en el Concilio, el Cardenal Bea, se acercó a los Hermanos de Taizè con algunos de los observadores ortodoxos, haciendo suya la “Unitatis redintegratio”. A los pocos días de iniciar su pontificado convocó al teólogo Germano Pattaro, una de las figuras católicas del ecumenismo italiano, a quien nombró consejero teológico. Juan Pablo I resume su sentir ecuménico al decir “Pobres de nosotros si obstaculizásemos el camino ecuménico con interpretaciones reductivas” y le seguía diciendo a Germano “tú has escrito que la nueva frontera de los cristianos es la teología del ecumenismo”. 

Resumamos la postura ecuménica del Venerable con sus mismas palabras: “Yo sé que la división de los cristianos es pecado y que la unidad de los cristianos es un don de Dios”. 

SAN JUAN PABLO II 

Para entender el legado del Papa S. Juan Pablo II debemos retroceder hasta la figura del Papa San Juan XXIII quien en la apertura del Concilio Vaticano II pronunciaba unas claras palabras indicando que “La Iglesia quiere mostrarse como una Madre llena de bondad, de amor y de paciencia hacia sus hijos separados”, palabras que eran un sincero guiño fraternal a los “hermanos separados” y que resonarían años después en el corazón del Papa Juan Pablo II, cuyo largo pontificado llenó de brotes verdes el camino hacia el encuentro entre Roma, los cristianos ortodoxos y los cristianos protestantes, un camino no exento de dificultad y con claroscuros que hicieron temer la continuidad de la obra comenzada por el Papa Juan XXIII y ya bajo el Pontífice Juan Pablo II; situación que se dio, entre otros motivos, por ciertas acciones como la canonización de Jan Sarkander, así como por la fatiga de quienes creyeron que el camino iba a ser rápido y no pensaron que sería tan lento, con sus espinas, con sus flores. 

Mientras unos señalaban al Papa Wojtila como apóstata por su compromiso en la unidad de los cristianos y en el diálogo interreligioso, otros lo acusaban de rancio conservadurismo y de detener el avance hacia la plena comunión e incluso de falta de tacto y de sensibilidad para con los otros hermanos cristianos. 

El Papa Juan Pablo II envió dos directrices al “Consejo Pontificio para la unidad de los cristianos”: “el diálogo de la verdad y el encuentro en la fraternidad”. 

Podemos preguntarnos ¿quién es el Papa Juan Pablo II? O más concretamente ¿Cuál es la aportación real del Papa polaco al ecumenismo? 

Faltaríamos a la verdad si dijésemos, como muchos proclaman, que fue el gran escollo que entorpeció el camino hacia la unidad de los cristianos. Si Juan XXIII proclamaba que “Cristo ha venido para derribar los muros y que el punto central de su enseñanza es el amor que une a todo hombre a Él como el primero de los hermano, y que lo une a Él con nosotros al Padre”, Juan Pablo II escribe que “creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el sentido de la oración "Ut unum sint”. Es decir, el mensaje del Papa Juan Pablo II completa y da sentido al mensaje del Papa Juan XXIII, mensaje que en ambos encierra las mismas palabras en la lejanía del tiempo: “Ut unum sint”, palabras que dan título a su Encíclica sobre el ecumenismo y en la cual propone a los pastores y teólogos de las diferentes Iglesias y comunidades cristianas separados de Roma buscar juntos las formas en que el ministerio petrino pueda realizar un servicio de fe y de amor reconocido por todos. 

Fundamental ha sido la declaración conjunta de los Católicos Romanos y la Federación Luterana Mundial acerca de la doctrina de la justificación llevada a cabo en 1.999, que no solo ha promovido el acercamiento de otros grupos cristianos como los Metodistas sino que ha proyectado su positiva sombra sobre el pontificado de Ratzinger. En ella, que supone el principio del final de la división entre protestantes y católicos, se reconoce que el hombre se salva por la fe y el amor a Dios, no por las donaciones a la Iglesia. 

Otro de los gestos importantes fue la devolución del icono de la Virgen de Kazan (declarada protectora de Rusia) que se hallaba en manos del Vaticano desde 1.993 tras una suerte de peripecias que comienzan con su aparición milagrosa en el siglo XVI para acabar en el apartamento del Papa Juan Pablo II y este venerando la imagen e implorando de ella su intercesión para la unidad de las Iglesias. 

A principios del “Año Santo 2.000” San Juan Pablo II abría las puertas de la Basílica de San Pablo Extramuros junto con el Patriarca ortodoxo Athanasios de Constantinopla y el Arzobispo anglicano de Canterbury George Carey. Poco a poco fue creando un ecumenismo de gestos amables y valientes, más allá de las palabras. 

De la inicial denominación de “hermanos separados” dio paso a la de “los otros cristianos”, en su intento de acercamiento. Dos hechos marcan la delicada situación que bajo el pontificado de Wojtila se producen: por un lado estableció 3 Administraciones Apostólicas en Rusia para asegurar la atención religiosa a los católicos, generando un gran disgusto en el Patriarcado de Moscú que potenció su actividad contra Roma y, por otro lado, el Papa regalaba a los ortodoxos el templo de San Basilio en Roma, además de pedir en Atenas ante el Arzobispo ortodoxo Christodoulos perdón por los comportamientos de los católicos contra los ortodoxos a lo largo de la historia. 

Con los anglicanos ha sido mucho más fácil el acercamiento bajo este pontífice que con las Iglesias Reformadas, pues respondieron a su encíclica “Ut unum sint” con dos documentos: uno en 1.995 titulado “May they all be one” (Que todos sean uno) y en 1.999 con el documento “The Gifthof Authority” (El don de la autoridad) por el que reconocen el insustituible papel que desempeña el Obispo de Roma para la comunión de todas las Iglesias cristianas. 

PAPA BENEDICTO XVI, Emérito 

La figura de Benedicto XVI se enfrenta al camino ecuménico y al diálogo interreligioso desde el conocimiento y la sabiduría que otorga el haber sido, como Cardenal Ratzinger, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante el pontificado de su antecesor, San Juan Pablo II. Desde el inicio de su pontificado se ha fijado como compromiso principal trabajar por la reconstrucción de la plena y visible unidad de todos los seguidores de Cristo. 

Nos recordará constantemente que la unidad de los cristianos es un don del Espíritu Santo que requiere de gestos concretos de conversión, que muevan las conciencias y favorezcan la sanación de recuerdos y relaciones. 

El sentido cristológico del ecumenismo se convierte en la piedra angular y hace realidad vivida la oración sacerdotal de Jesús “para que todos sean uno”; de este modo el ecumenismo ya se convierte en realidad cuando penetramos en esta confesión cristológica y en su profundidad encontramos la fuente de unidad de la Iglesia. 

Benedicto XVI continuará con la Jornada interreligiosa de Oración por la Paz en Asís que instauró en 1.986 su antecesor, Juan Pablo II, una jornada sobre la que Ratzinger puso sus ojos como Prefecto de la Doctrina de la Fe y que alcanzó una fórmula adecuada para todos y para todas las sensibilidades dentro y fuera de la Iglesia Católica “no rezar juntos, sino estar juntos para rezar”, y que el Cardenal Etchegaray explicaba diciendo “No hay que esperar una oración común, no es posible. Pero estaremos juntos para rezar. Hay que respetar la plegaria de cada uno, permitir a todos expresarse en la plenitud de su fe, de sus creencias”. 

El encuentro del Papa Benedicto XVI con los representantes del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania, su postura había sido ya fundamental para alcanzar el acuerdo para la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación y que se firmó en Augsburgo en 1.999, es signo de especial significación al ser la visita de un Papa nacido en la tierra de Lutero. Durante su pontificado expresó su temor a que el “confesionalismo de la división” y la “indiferencia sobre cuestiones de fe” pudieran dar al traste con los esfuerzos ecuménicos. Su visión paulina de la división (1 Co 11, 19) conduce hacia un nuevo paso, eso es, a encontrar la unidad en la diversidad y así lo asevera “el auténtico amor no anula las diferencias legítimas, sino que las armoniza en una unidad superior, que no se impone desde fuera, más bien, desde dentro, por decirlo así, da forma al conjunto”. 

Benedicto XVI defenderá el “ecumenismo del amor” ante la asamblea plenaria en 2.014 del “Consejo Pontificio para la unidad de los cristianos” y lo hará con las palabras que siguen: “Lo que se ha de promover ante todo es el ecumenismo del amor, que desciende directamente del mandamiento nuevo que dio Jesús a sus discípulos… El amor acompañado por gestos coherentes crea confianza, hace abrir los corazones y los ojos. El diálogo de la caridad por su naturaleza promueve e ilumina el diálogo de la verdad…”. 

No todos los gestos son siempre visibles, pues si algo pasó desapercibido para muchos fue la fórmula empleada por Joseph Ratzinger en su primera Misa como Papa, cambiando aquello de “Solemne inicio del ministerio del Pastor Universal de la Iglesia” por el de “Inicio del ministerio petrino del Obispo de Roma”, formula la primera que había sido la utilizada por los elegidos Papa y que incidía en su situación de supremacía frente a los cristianos separados, así tendía la mano a un nuevo entendimiento de la misión pontificia con las restantes Iglesias y Comunidades cristianas. 

También ha buscado evidenciar las aproximaciones con los Ortodoxos por la mayor cercanía en materias como las posturas éticas, la ritualidad y la convergencia sobre la “sucesión apostólica”; siendo especialmente significativos en este contexto sus Viajes Apostólicos a Estambul y Chipre. 

La Constitución Apostólica “Anglicanorum coetibus” supuso el paso a la Iglesia Católica de muchos sacerdotes casados anglicanos y la puesta en marcha de Ordinariatos especiales para ellos. 

El Pontificado de Benedicto XVI no ha sido menos criticado que los anteriores, pues la controversia siempre está servida. El teólogo alemán Hans Küng, fue con Joseph Ratzinger, el teólogo más joven del Concilio Vaticano II y también una de las voces que han puesto en duda algunas decisiones de este Papa, no dejando de reconocer la gran aportación de Benedicto XVI con sus tres encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Situación que se reproduce en las Iglesias Ortodoxas con la protesta y reproche de los monjes del Monte Athos -aunque reconocen lo positivo- del encuentro en Estambul.




4 comentarios:

  1. Como tantas otras veces, agradezco profundamente al Equipo, la recopilación de datos y el envio de los mismos, fomentando el conocimiento sobre Ecumenismo. Que sigais así y que el Espíritu Santo os siga iluminando para que podais seguir irradiándonos la luz.- Francisca.

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  2. Muchas gracias Francisca por tus ánimos y oración
    Un fraternal saludo
    EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

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  3. Una breve historia de ecumenismo y la importancia de los papas últimos. Un mundo abierto desde entonces. y hoy sigue vivo con el papa Francisco. Muy bien tener todo esto a mano por vuestra publicidad ecuménica.

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  4. Gracias Francisco por tu comentario
    Un fraternal saludo
    EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

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