Un acto multitudinario de las Religiones por la paz y la acogida proclama: todos somos seres humanos
El pasado jueves 17 de noviembre, a las 19'00 horas, en la Parroquia Nuestra Señora de la Almudena de Madrid, 180 personas de diferentes colectivos escuchaban a los protagonistas de las migraciones.
Desde la agudización de la crisis migratoria, un grupo compuesto por más de diez colectivos procedentes de diferentes sensibilidades religiosas ha estado reflexionando y actuando para contribuir tanto a una mejor comprensión del fenómeno como a una respuesta más efectiva por parte de las instituciones públicas y privadas y de la sociedad civil.
En el corazón de la estrategia ha estado la organización de diferentes actos públicos para sensibilizar a la población sobre la necesidad de gestionar colectivamente una serie de problemas que, en última instancia, afectan a la humanidad.
Tras el acto en la Mezquita de Tetuán del 2 de junio de este año, esta segunda jornada pretendía dar voz a los más afectados por las migraciones forzosas. El propósito era explorar la identidad y el potencial que se esconde tras las etiquetas de «inmigrante» o «refugiado», recalcar el papel de la participación social y analizar la función de las comunidades religiosas en los procesos de integración.
Tras una sesión de oraciones interreligiosas y de una actuación artística de un par de jóvenes musulmanes que enfatizaba la idea de que todos somos seres humanos, tuvo lugar una mesa redonda que constituyó el esqueleto del encuentro.
En primer lugar tomaron la palabra dos jóvenes musulmanas, Rut y Shayma de la Mezquita central. Ambas nacidas en Madrid, una de ellas convertida al Islam hace tan sólo unos años. Esta misma, Rut Barroso, afirmó que «son las personas verdaderamente implicadas en la religión las que tienden lazos hacia las otras religiones», recordó como en Medina, ciudad en la que murió el profeta Mahoma los seguidores de distintos credos convivían en paz, tal y como ocurrió más tarde en Toledo.
Shayma añadió que es de padres inmigrantes procedentes de Marruecos y que en su caso, le costó aprender el árabe para poderse comunicarse con sus primos del país alauí.
Más tarde fue el turno de Nicole Ndongala, una mujer procedente de la República Democrática del Congo, y que tuvo que dejar su país para no verse implicada en las redes de trata o sometida a la violencia sexual, una forma de terrorismo para expulsar a las personas de su lugar de nacimiento.
Así fue como Nicole, gracias a la ayuda de su hermano que desde Bélgica le envió un pasaporte falso, llegó a Europa, después de que su familia con mucho esfuerzo pagara el billete de avión. Llegó a Bruselas en 1998. Como supo que muchos congoleños estaban siendo expulsados, decidió volar a España. En Madrid se gastó en dos días, en una habitación de hotel, el dinero que tenía para un mes. Sufrió muchas dificultades, incluso llegó a dormir en la calle, hasta que una monja la derivó a la Asociación Karibú dónde trabaja ahora.
Su testimonio fue el más sobrecogedor de la tarde por la crudeza de sus palabras y la descripción de las penurias que le sobrevinieron por desconocer el idioma y no tener a nadie que le echara una mano.
Tras ella, fue el turno de Farid Yazdani, iraní y miembro de la religión bahá’i. Relató que hace más de 35 años que salió de su país y que ya no se siente como un extranjero en Madrid. De hecho, añadió que nunca se sintió como tal debido a la acogida que los miembros de su Fe tuvieron con él. No obstante afirmó que sentirse «extranjero» es también un estado de ánimo y que es necesario que tanto el que acoge como el que es acogido unan esfuerzos para que esto no ocurra.
Por fin tomó la palabra Vladimir Paspuel, presidente de la Asociación Rumiñahui. A través de su relato —que intercaló las acciones que su asociación hace por mejorar la relación entre ecuatorianos y otros colectivos y favorecer la cohesión social, con las dificultades que experimentan—, se podía destilar un gran potencial. En realidad, este era el espíritu que se desprendía de todos los intervinientes. 4 Entre testimonio y testimonio, el moderador de la mesa trató de desmontar los falsos mitos que las teorías populistas intentan hacer creer sobre los extranjeros tales como que copan la sanidad pública, no se adaptan a las costumbres, vienen a cometer delitos a nuestro territorio o nos quitan el trabajo a pesar de no tener formación.
La jornada acabó con las preguntas de los asistentes, que al final de la jornada llegaban casi a 200, y la actuación de un trío, miembros de la comunidad bahá’i.
Algunos de los organizadores fueron la Comisión Islámica de España, el Arzobispado de Madrid, la Iglesia Siro-ortodoxa, la Iglesia Evangélica Española, la Comunidad bahá’í de España, el Centro Shambhala, los Hare Krhishna, la Iglesia de la Comunidad Metropolitana y la Comunidad Judía Reformista de Madrid. Otros colectivos, religiosos y seculares también apoyaron la jornada de diferentes formas.
Sergio García
Fotos Inmaculada González
No hay comentarios:
Publicar un comentario