Queridos amigos:
Después del camino recorrido en
estas semanas que preceden a la gran fiesta de la Pascua, os envío unas letras
para que juntos nos preparemos a vivir la fe en el Resucitado.
La fe no es un principio abstracto, no es algo teórico ni que exista en
sí misma. La fe existe donde el hombre se arriesga a aceptar la verdad del
anuncio del Reino de Dios. Se trata de una experiencia viva y, en cuanto tal,
la vamos viviendo como un itinerario, desde la adhesión personal al Resucitado,
hasta el compromiso con un mundo mejor, más fraterno y más bello.
Algunas de las dificultades que tenemos
para vivir la fe, no provienen sólo de la influencia de un ambiente
materializado ni incluso de la indiferencia de la sociedad, sino de un
desconocimiento de nuestro propio yo, de la falta de espíritu ascético, o
quizás de instalarnos habitualmente en la superficialidad, esa actitud que hace
de la apariencia lo real y que no es capaz de adentrarse en las profundidades
de nuestro ser. Como dice San Agustín:” Dios es más íntimo a mí que yo mismo”.
Cuando vivimos desde la superficialidad no estamos preparados para
acoger el don gratuito de la gracia y nos dejamos modificar por muchas cosas
que modelan nuestra conducta y nuestra vida. En esta actitud nos resulta arduo
salirnos de la órbita de lo simplemente “aparente” para introducirnos en la
órbita del “misterio”.
Hoy resulta difícil introducirnos en
el misterio. El activismo, el abuso de estímulos que desarrollan lo sensitivo
en detrimento de la creatividad y la falta de silencio y recogimiento, son
algunas actitudes y conductas actuales que frenan o retardan la entrada en esa
profundidad donde Dios se descubre desde la vida.
En este Año Jubilar de la
Misericordia, en que invocamos la bondad del Padre, para que su Reino llegue a
este mundo; le pedimos en este tiempo de la Pascua la oportunidad de afianzar
nuestras vivencias de liberación, justicia y amor entre todos los hombres.
Esta experiencia de fe nos ha de impulsar a
la entrega a los demás, comenzando por aquellos que tenemos más próximos.
La Pascua es una realidad de fiesta
y de alegría porque anuncia y expresa la victoria de la vida. Creer en el
Resucitado nos lleva a vivir toda nuestra vida desde sus actitudes. Creer en Él
nos ayuda a vivir el perdón, la fragilidad y la confianza, desde la
transformación del presente y la esperanza del futuro. Nuestra fe en Él nos
lleva a la certeza de que la Vida tiene la última palabra.
Feliz
Pascua, os desea
Fernando Jordán Pemán
Parroquia
Inmaculado Corazón de María
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