Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

martes, 9 de junio de 2015

Una colaboración de Juan Ramón Junqueras

CONVERSIÓN Y COMPASIÓN



Si hay dos palabras que, colocadas una detrás de la otra, definen por completo el proyecto de vida alternativa propuesto por Jesús de Nazaret, éstas son "conversión" y "compasión".

Este proyecto tomó en sus labios el nombre de “el Reinado de Dios”. Es cierto que en las Biblias actuales aparece como "Reino de Dios", traducción del griego neotestamentario "he basileia tou theou", pero en arameo la palabra malkut (que es sin duda la que empleaba Jesús al referirse a él) tenía un significado distinto al de “reino” tal como se entiende hoy en día.

En el Israel de los tiempos de Jesús, sólo muy escasas veces malkut designa un reino en sentido local, un territorio, sino que se refiere casi siempre al poder de gobernar, la autoridad, el poderío de un rey. Por consiguiente, el Reino de Dios no es un concepto espacial o geográfico. Designa la soberanía real de Dios, ejerciéndose in actu. De ahí que la traducción más adecuada no sea la expresión “Reino de Dios”, sino más bien “Reinado de Dios”.

Por ello, las fronteras de este Reinado no son las de un reino geográfico. Sus márgenes no son ríos, montañas o mares que delimiten un territorio. Lo que determina la extensión de este Reinado son dos actitudes vitales: la conversión y la compasión.

Allí donde existen las dos, el Reinado de Dios se manifiesta y adquiere el poder de gobernar. Así que ese Reinado no tiene sólo que ver con iglesias o doctrinas concretas, sino con principios que se extienden por contagio humano. Quien hace de la conversión y de la compasión los pilares básicos de su existencia, ése es súbdito de Dios, aunque ni siquiera lo sepa, aunque no practique ninguna religión establecida.

Pero ¿convertirse no significa adherirse a un grupo religioso? Pues no sólo. Abrazar una fe concreta puede ser el efecto, pero no la causa. Para Jesús de Nazaret la conversión es mucho más que inscribir el nombre propio en un registro: "No basta con decirme: ¡Señor, Señor! para entrar en el Reinado de Dios; no, hay que poner en práctica los deseos de mi Padre del Cielo" (Mateo 7, 21). Y el apóstol Santiago —que posiblemente era su hermano, aunque no todos los especialistas se ponen de acuerdo— entendió muy bien cuáles eran los deseos del Padre del Cielo: "La religión pura y sin defecto delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y alejarse de la forma de hacer del mundo" (Santiago 1, 27). Compasión y conversión.

A medida que un ser humano se aleja de la forma de ser habitual en el mundo, tan pegada a lo material y tan carente de escrúpulos, y ejerce la compasión con sus semejantes, se va adentrando en el Reinado de Dios, pues es Él quien lo llama a ese tipo de vida. Encontrar una iglesia que le dé ánimo, estímulo y afecto será bueno para él. Si la iglesia está preparada para dárselos...







Juan Ramón Junqueras Vitas
Teólogo, escritor, miembro de la Iglesia Adventista del séptimo día

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