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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

miércoles, 26 de junio de 2013

SOBRE EL ECUMENISMO (3/4)

ECUMENISMO: POR QUÉ, PARA QUÉ
(3ª parte)




D. JULIÁN GARCÍA HERNANDO 
Fundador Instituto “MISIONERAS DE LA UNIDAD”

3.2. Ecumenismo institucional.

Es el promovido, impulsado y realizado por las iglesias, y dentro de esas instituciones hay que destacar al Consejo Ecuménico de las Iglesias, sin equivalente alguno en la historia del cristianismo. No es una Iglesia, no es una "super-Iglesia", ni es la Iglesia del futuro. No es tampoco un “concilio universal” en el sentido católico u ortodoxo del término, ni siquiera podría equipararse a un “sínodo”, según la terminología de muchas iglesias reformadas.

Es sin embargo, la expresión más completa de los anhelos de unidad cristiana que existe hoy entre las iglesias, pero no abarca todo el movimiento ecuménico ni ha tenido nunca la pretensión de atribuirse la totalidad de la tarea ecuménica. Desde el momento en que está compuesto por más de 334 iglesias de todas las tradiciones eclesiales y de casi todos los países del mundo y mantiene relaciones fraternales con muchas Iglesias que no forman parte de él, como es el caso de la Iglesia católica, debe afirmarse que constituye hoy la realización más importante, mejor organizada y más representativa de la decidida voluntad del cristianismo dividido por expresar visiblemente la unidad que quiso Cristo para su Iglesia.

El CEI no puede tomar decisiones en nombre de las Iglesias representadas, ni tiene autoridad impositiva sobre ellas. La teología del CEI no se funda sobre una concepción particular de la Iglesia, ni es el instrumento de una de ellas en particular. Es más, la adhesión de una Iglesia a este organismo no implica que considere desde ese momento su concepción de Iglesia como relativa. Pero desde perspectivas positivas se afirma que las Iglesias miembros del CEI se apoyan en el Nuevo Testamento para declarar que la Iglesia de Cristo es una, reconocen en las otras iglesias al menos elementos de la verdadera Iglesia que les obliga a reconocer su solidaridad, a prestarse ayuda mutua y asistencia en caso de necesidad y a abstenerse de todo acto incompatible con el mantenimiento de relaciones fraternales.

La pertenencia de una Iglesia al CEI depende de la aceptación de su base doctrinal, que propiamente no es una confesión de fe. Cada Iglesia tiene su propia confesión de fe, a la que no renuncia por su entrada en el organismo ecuménico. Es evidente que al CEI no pueden pertenecer organizaciones seculares, partidos políticos o sociedades religiosas no cristianas.

Solamente pueden ser miembros las iglesias que, considerándose cristianas, pueden en conciencia suscribir la base doctrinal. La base que actualmente está vigente aprobada en la asamblea de Nueva Delhi [1961] es: “El CEI es una asociación fraternal de iglesias que creen en Nuestro Señor Jesucristo como Dios y Salvador según las Escrituras y se esfuerzan por responder conjuntamemnte a su vocación común para gloria de sólo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

Al CEI pertenecen las Iglesias de la comunión anglicana, la mayoría de las iglesias ortodoxas, y muchas de las Iglesias protestantes de tradición luterana y calvinista.

Gran parte de las iglesias de tradición libre, llamadas a veces “evangélicas”, como las bautistas, algún sínodo luterano y grandes sectores pentecostales no pertenecen al CEI, porque han creído ver en él un peligro para su propia autonomía. En realidad las Iglesias que rechazan al CEI son doctrinalmente muy conservadoras, opuestas al diálogo y reagrupadas en el Consejo Internacional de las iglesias cristianas [1948] o en la Federación Evangélica Mundial [1963], organismos claramente antiecuménicos.

El CEI mantiene además relaciones con las grandes familias cristianas reunidas en alianzas, federaciones o conversiones mundiales. Incluso dentro de los edificios del CEI en Ginebra se hallan ubicadas las sedes de la Alianza Reformada Mundial y de la Federación Luterana Mundial y alberga también a la Conferencia de Iglesias Europeas (KEK) y a las representaciones de los patriarcados de Constantinopla y Moscú.

Las relaciones entre el CEI y la Iglesia católica han sido siempre cordiales. En cambio el tema de la incorporación de Roma al CEI como Iglesia miembro ha suscitado algunos debates nunca suficientemente esclarecidos por los partidarios de su entrada.

Desde la Asamblea de Nueva Delhi [1961] están presentes observadores católicos en cada una de sus asambleas generales. En el año 1965 se crea una Comisión mixta de teólogos católicos y del CEI que vienen trabajando en temas doctrinales y a partir de la Asamblea general de Upsala [1968] teólogos católicos participan de pleno derecho en los trabajos de la comisión “Fe y Constitución”.

“El aprecio vaticano por el CEI ha quedado reflejado en las dos visitas papales realizadas a la sede de Ginebra por Pablo VI, [junio 1969] y Juan Pablo II, [junio I984]. Pero el tema de la entrada de la Iglesia católica como miembro del CEI es bien distinto al de las relaciones cordiales de ambos. La posición oficial está por la no entrada, pero sin considerar el tema cerrado” [J. Bosch].

La incorporación de la Iglesia católica al movimiento ecuménico es tardía, si tomamos como referencia la mayoría de las Iglesias protestantes y anglicanas, ya que desde 1910 diversas iglesias venían trabajando por la unidad de los cristianos.

El Papa Juan XXIII crea el 5 de junio de 1960, el Secretariado Romano para la Unidad de los Cristianos, como organismo preparatorio del Concilio Vaticano 11 y su estructura definitiva le vendrá dada por la constitución apostólica de Pablo VI, Regimini Ecclesiae Universae, el 15 de agosto de 1967.

Las competencias del Secretariado, según el documento citado son varias: mantener informado al Papa de los asuntos de su competencia, fomentar la relación con los hermanos de otras comunidades, ofrecer una exacta interpretación y aplicación de los principios católicos del ecumenismo, fomentar y coordinar grupos de teólogos católicos, nacionales e internacionales que promuevan desde su área la unidad cristiana, establecer conversaciones sobre los problemas y actividades ecuménicas con otras iglesias, designar observadores católicos para las reuniones con esas iglesias e invitar a sus observadores a las reuniones católicas, ejecutar los textos conciliares en lo referente al ecumenismo.

A partir de la constitución apostólica Pastor Bonus de Juan Pablo II sobre la reforma de la curia romana [1-3-1989], el Secretariado cambió de nombre por el de Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad, algo que parece ser más que un simple cambio de nombre.

Su labor ha sido inmensa, solamente el trabajo llevado a cabo para la elaboración del decreto conciliar Unitatis Redintegratio, bastaría para dar un juicio altamente positivo. Después del concilio Vaticano II, ha fomentado encuentros oficiales con otras iglesias y familias de iglesias en orden a constituir comisiones mixtas de diálogo; ha creado con el Consejo Ecuménico de las Iglesias una comisión mixta de trabajo y asegura, desde hace años, la preparación conjunta de materiales para la celebración de la Semana de Oración por la Unidad. Con la Alianza Bíblica Mundial ha ofrecido normas para la traducción ecuménica de los textos bíblicos y es muy notable el trabajo que lleva con respecto al judaísmo en materia religiosa.

Los interlocutores de la Iglesia católica en el diálogo teológico oficial pertenecen a casi todas las tradiciones del cristianismo: Iglesias ortodoxas, Iglesias antiguas orientales, Comunidad Anglicana, Federación Luterana Mundial, Alianza Reformada Mundial; Alianza Bautista Mundial, Discípulos de Cristo, Iglesia Metodista, y con grupos pentecostales.

(Continuará ...)


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