CON
LOS OJOS PUESTOS EN JESÚS,
VIVAMOS
LA CUARESMA
Queridos hermanos:
Con el rito de la imposición de la
ceniza se ha iniciado la Cuaresma. Éste es un tiempo propicio para que, con la
ayuda de la Palabra de Dios, la Oración, el Ayuno y la Limosna, renovemos
nuestro camino de fe y pongamos al Señor en el centro de nuestra mirada y de
nuestro corazón.
Este tiempo debe estar marcado por la
exigencia personal, el desierto, la soledad..., no para quedarnos solamente en
ello, sino para que a lo largo del itinerario de estos cuarenta días, sepamos
caminar en la esperanza de vivir luego la alegría pascual.
Un tiempo para descubrir cómo Jesús
se presenta en la historia, en la de su momento y en la nuestra personal de
hoy, proponiendo exigencias radicales en su seguimiento. Nos invita a
centrarnos en bienes que no pasan. Nos invita a acercarnos al Misterio de la
Verdad, con mayúscula, y a la verdad de los pobres, de los hermanos más
necesitados con los que convivimos.
La ascesis personal y la social son
medios que podemos utilizar a lo largo de este tiempo, con el fin de crecer y
madurar en el amor al Señor, en hacer realmente de Él el centro de nuestra
vida. La ascesis es un “estiramiento” de nuestro propio ser, es la respuesta al
desafío de poder amar en cada circunstancia aunque no seamos perfectos.
Comienza por un gran Amor, el del
Señor, que nos invita a renunciar a cuanto pretende instaurarse como dueño de
nuestro corazón. Él cuenta con nuestra pequeñez para que su amor no sólo
no muera, sino que crezca y se arraigue en nuestro ser personal y en nuestra
red comunitaria y nos de capacidad de gratuidad y de riesgo en la entrega
apostólica.
En este Año de la Fe, estamos
llamados a romper con la indiferencia que no nos deja vivir el don del
encuentro con el Señor, al tiempo que tenemos que prestar atención al otro, lo
cual significa responsabilidad para procurar el bien común. Esto implica abrir
los ojos a los necesitados, fijarnos con compasión en el que está caído en el
camino de la vida -como el Buen Samaritano-, sin olvidar la corrección
fraterna que nos va a ayudar a hacer un mundo más hermano.
Corregir al que se equivoca no es una
actitud de condena o recriminación sino de verdadera solicitud por el bien
personal e integral. La corrección fraterna es caminar juntos hacia la
santidad. La Cuaresma es una gran oportunidad en las familias, en las
comunidades, en la Iglesia y sociedad en general, para ayudarnos mutuamente a
llegar a Semana Santa, con nuevas actitudes y disposiciones.
La mirada de la fe está centrada en
el Señor Jesús, en aprender a poner los ojos en Él, en su Corazón, y contemplar
todo lo demás desde ahí. “La puerta de la Fe” (cf. Hch 14, 27) se abre al
encuentro íntimo con el Señor y se cierra en comunión con el prójimo. Esto será
una realidad cuando crucemos el umbral del egoísmo y caminemos como hermanos,
unidos en la oración y el testimonio, al encuentro de Cristo Resucitado.
Con afecto,
Fernando
Jordán Pemán
Parroquia
I.C. de María -JACA-
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