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martes, 11 de diciembre de 2012

NOTICIAS ECUMENICAS NOVIEMBRE V

IMPORTANTES NOTICIAS ECUMÉNICAS EN NOVIEMBRE DE 2012 por P. LANGA

AUDIENCIA DE BENEDICTO XVI AL PONTIFICIO CONSEJO PARA LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

«La meta del ecumenismo es la unidad visible de los cristianos separados». Es la síntesis del discurso que Benedicto XVI dirigió en la mañana del 15 de noviembre de 2012 a los miembros y consultores del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos con motivo de su asamblea plenaria dedicada al tema «La importancia del ecumenismo en la nueva evangelización». Frase corta, cierto, pero de largo alcance. La suscribirán, seguro, todos los implicados en la causa de la Unidad.

Naturalmente que el Papa no se limita a frases escuetas sin más. Las argumenta primero y construye con firme base documental y analítica, desde un Magisterio bíblico, patrístico, filosófico y eclesial. Y ahí justamente es donde procede colocar el contexto y dar con las claves del discurso. Este año, además, da la casualidad de que celebramos –el tiempo dirá con qué resultados- el Año de la fe. Tampoco tenemos muy lejos todavía el Sínodo de los obispos en torno a la Nueva evangelización. Y bien, los estrechos lazos entre la tarea de la evangelización y la superación de las divisiones que aún existen entre cristianos han sido las claves del citado discurso.

«No se puede recorrer un verdadero camino ecuménico, ha dicho el Papa, ignorando la crisis de fe que atraviesan diversas regiones del planeta, entre las cuales, aquellas que fueron las primeras en acoger el anuncio del Evangelio y donde la vida cristiana ha florecido a lo largo de los siglos. Por otra parte, no se pueden ignorar los numerosos signos que atestiguan la permanencia de una necesidad de espiritualidad que se manifiesta de formas diversas. La pobreza espiritual de muchos contemporáneos nuestros, que ya no perciben como una carencia la ausencia de Dios en su vida, representa un reto para todos los cristianos». Es decir, que el ecumenismo no puede caminar desentendido de las crisis de fe que tantas y tantas regiones del orbe soportan a fecha de hoy, primero porque el ecumenismo es universal y no puede meterse debajo de la escalera de los ismos, léase de los nacionalismos, y luego porque la crisis de fe atañe directamente a lo más hondo y vital de la unidad, que es la fe. Tampoco es de recibo que tales crisis azoten más donde antes floreció la fe de los primeros tiempos, con el consiguiente desinterés acaso de quienes, apóstoles de la unidad, deben cuidar con mimo ese extremo. Ni cerrar tampoco los ojos ante el pluralismo de una espiritualidad que se manifiesta de formas diversas. El ecumenismo empieza, y debe terminar, siendo unidad en la pluralidad. El primordial interés de los ecumenistas debe centrarse, por eso, en evangelizar a los ateos y a quienes ni siquiera perciben como vacío la ausencia de Dios en su vida.

En un contexto así, el Papa se ha preocupado de sacar a la palestra lo que más directamente incumbe a los cristianos desde el punto de vista de la fe y la unidad juntas: «A nosotros, los creyentes en Cristo, se nos pide que regresemos a lo esencial, al corazón de nuestra fe, para dar juntos al mundo un testimonio del Dios vivo (...) No tenemos que olvidar lo que nos une, es decir, la fe en Dios, Padre y Creador, que se ha revelado en el Hijo, Jesucristo, difundiendo el Espíritu que vivifica y santifica. Esta es la fe del Bautismo que hemos recibido y es la fe que, en la esperanza y en la caridad, podemos profesar juntos». Cae por su peso en ese «para dar juntos al mundo un testimonio del Dios vivo» la cita implícita del Vaticano II: «a fin de que el mundo se convierta al Evangelio y de esta manera se salve para gloria de Dios» (UR, 1).

El Papa luego tuvo un párrafo primoroso relativo al papel de los diálogos teológicos y de las conversaciones intereclesiales cuando añadió: «A la luz de la prioridad de la fe se entiende, también, la importancia de los diálogos teológicos y de las conversaciones con las Iglesias y las Comunidades eclesiales en que la Iglesia católica está comprometida. Incluso cuando no se entrevé, en un futuro inmediato, la posibilidad del restablecimiento de la comunión plena, unos y otras, brindan la oportunidad de apreciar, al lado de resistencias y obstáculos, riquezas de experiencia, de vida espiritual y de reflexiones teológicas, que estimulan un testimonio cada vez más profundo». Salta a la vista la riqueza que reporta todo posible diálogo teológico.

«La meta del ecumenismo -prosiguió concluyente Benedicto XVI-, es la unidad visible entre los cristianos separados». A esa tarea «tenemos que dedicar todas nuestras fuerzas, pero, asimismo, debemos reconocer que, en último análisis, la unidad es un don de Dios; puede venir solamente del Padre mediante el Hijo, porque la Iglesia es su Iglesia. Con esa perspectiva, es importante invocar del Señor la unidad visible, pero hay que tener en cuenta que la búsqueda de esa meta es relevante para la nueva evangelización». Nótese que dice unidad visible. No se trata, pues, de unidad sin más. Ha de ser visible, o sea que testifique –evangelice- cuanto la unidad cristiana encierra como unidad. De ahí su importancia para la nueva evangelización. Dicha unidad, por otra parte, es don de Dios, no hechura de los hombres. El ecumenismo, en consecuencia, es gracia de Dios. En modo alguno capricho de los hombres.

«El hecho de caminar juntos hacia ese objetivo es una realidad positiva, a condición, sin embargo, de que las Iglesias y Comunidades no se detengan en medio del camino, aceptando las diversidades contradictorias como algo normal o como lo mejor que se puede conseguir. La fuerza presente y activa de Dios en el mundo se hará evidente en la plena comunión en la fe, en los sacramentos y en el ministerio». Dinamismo sin tregua, pues, y compromiso sin condiciones en la superación de las diversidades contradictorias.

Benedicto XVI dirigiéndose a la plenaria del Pontificio Consejo para la unidad de los cristianos: 15/11/12

«La unidad –en resumen- es, por una parte, fruto de la fe, y, por otra, un medio y casi un requisito para anunciar, de forma cada vez más creíble, la fe a los que todavía no conocen al Salvador o que, habiendo recibido el anuncio del Evangelio, casi se han olvidado de este don precioso. El verdadero ecumenismo, reconociendo el primado de la acción divina requiere, ante todo, paciencia, humildad, abandono a la voluntad del Señor. Al final, tanto el ecumenismo como la nueva evangelización, requieren el dinamismo de la conversión, entendido como voluntad sincera de seguir a Cristo y de adherir plenamente a la voluntad del Padre». Ecumenismo y nueva evangelización: he ahí, según el papa Ratzinger, la hoja de ruta en el Año de la fe. La densidad conceptual del discurso es evidente. Su trascendencia, palpable.

por Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, O. S. A.
Teólogo y ecumenista





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