LA FUERZA DE LA UNIDAD

“Juntos podemos iluminar el mundo”

por Julia Crespo

“Juntos podemos iluminar el mundo, si nuestra vida refleja a Cristo y vivimos en comunión con Él” decía el Papa Francisco en una de sus audiencias generales de los miércoles (12/06/13).El Santo Padre ha explicado el concepto de Pueblo de Dios, a través de una serie de preguntas: “¿Qué quiere decir ser Pueblo de Dios?, ¿Cómo se forma parte de él? ¿Cuál es su ley, su misión y su fin?

A la primera pregunta el Obispo de Roma nos decía- “que Dios no es propiedad de ningún pueblo porque es Él quien nos llama … y esta invitación está abierta a todos, sin distinción, porque la misericordia de Dios quiere la salvación de todos”.

¿Cuál es la ley del pueblo de Dios?-nos continúa diciendo- “Es la ley del amor, amor a Dios y amor al prójimo… que no es un sentimentalismo estéril o algo vago, sino el reconocer Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, al prójimo como un verdadero hermano.

“La misión de este pueblo– ha proseguido el Papa- es llevar mundo la esperanza y la salvación de Dios: la de ser un signo del amor de Dios que nos llama a todos a la amistad con Él” y en su discurso nos remite a “Que hagamos que nuestra vida sea luz de Cristo y juntos iluminemos con la luz del Evangelio toda realidad”.

Vemos claramente que el Plan de Dios es para todos. Jesús así lo manifestó a sus discípulos, dejando claro que no era sólo para los judíos. Su gran anhelo era el de crear una fraternidad universal.

Cuando surgen las dificultades, las dudas y las incertidumbres en la fe, debidas a las divisiones que en la Iglesia se han ido produciendo por cuestiones generalmente de tipo interpretativo y dogmático, ajenas al mensaje evangélico de Jesús, debemos volver a la pureza del origen. Necesitamos volver al espíritu de la Iglesia primitiva y plantearnos desde allí los objetivos y misión de nuestra comunidad cristiana.

¿No resulta chocante que una religión tan extraña, sobre todo para el mundo romano, tuviera tanta capacidad de propagación? ¿Dónde estaba el misterio? Las primeras comunidades cristianas que transformaron el mundo en poco tiempo, atraían sobre todo por su forma de vida. Su modo de convivencia y su caridad atrajeron a personas muy diversas. Su espiritualidad tenía en Jesús muerto y resucitado su centro y su brújula.

Los Hechos de los Apóstoles, nos muestran a la Iglesia de Jerusalén como el paradigma de toda comunidad cristiana: “Los que acogieron la Palabra fueron bautizados. Acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la Comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. Todos los creyentes vivían muy unidos y tenían todo en común. Vendían sus posesiones y repartían sus bienes según las necesidades de cada uno. Acudían al Templo con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar” Hechos 2, 41-42. Así compartiendo la Palabra y también el pan, la iglesia se convierte en fermento de un mundo nuevo donde florece la justicia, la solidaridad y la compasión.

Leyendo el artículo: “el fuego de los primeros cristianos”, podemos desglosar algunos de los elementos básicos en que se sustentaban estas Comunidades

Ofrecer una verdad que transforma: la Buena nueva. Los primeros cristianos eran conscientes de que el Evangelio de Jesús era una buena nueva que había que vivir y proclamar. Por eso la enseñanza de la Palabra hecha por los Apóstoles o sus discípulos era para ellos primordial y acudían asiduamente a escucharla.” Bajo el influjo del Espíritu Santo todos los que entraban a formar parte de la comunidad comenzaban a vivir una vida nueva y santa de fe en Dios y amor fraterno, en medio de sus ocupaciones profesionales, familiares y sociales que causaban admiración entre judíos y gentiles” (Texto Relig. Católica 3º de Casals pgna 176-177) “Dios habitaba en ellos y por eso intentaban buscar la voluntad divina en cada momento, mostrando la misma docilidad que el Hijo a los planes del Padre”.

Crear comunidad ( común-unión). En la iglesia del primer siglo, los cristianos se amaban y cuidaban unos a otros. Todos se sentían hermanos, conscientes del vínculo que los unía entre sí como hermanos de Cristo

Llenarse del Espíritu Santo. Para que nosotros experimentemos el poder del Espíritu Santo como en la Iglesia primitiva, tenemos que convertirnos en la familia que ellos eran y desde la humildad y sencillez abrirnos a su acción. “Se les aparecieron como lenguas de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les movía a expresarse.” (Hechos 2, 3-4 ).

Vivir la Eucaristía. Cuando la Iglesia primitiva se reunía, celebraban la Eucaristía conmemorando la última cena “con alegría y sencillez de corazón”.

Perseverar en la Oración. Era una constante entre los primeros cristianos. Oraban en el Templo, en sus casas, en las diferentes celebraciones comunitarias como el Bautismo, la fracción del pan, la Eucaristía y la imposición de manos para trasmitir el Espíritu Santo.

Utilizar los dones de todos. En la iglesia inicial no había espectadores; todos participaban en proclamar el Evangelio de Jesús, cada uno según el don que había recibido. La vida de piedad era inseparable de un profundo apostolado en lo cotidiano, y lo vivían como su misión fundamental. En algunos casos, los amigos de los primeros cristianos percibían cambios en su modo de vida y los cristianos aprovechaban esta coyuntura para explicar la razón de su esperanza y de su nueva actitud. Compartir según la necesidad. Los cristianos durante el Imperio Romano fueron la gente más generosa del imperio y eran famosos por su desprendimiento. “Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían las posesiones y haciendas, y las distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno.” (Hechos 2, 44-45).

Crecer exponencialmente. “Alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. El Señor añadía cada día al grupo a todos los que entraban por el camino de la salvación.” (Hechos 2,47). La gente veía a los primeros cristianos como extraños, pero les gustaba lo que éstos hacían. Veían el amor que se tenían los unos por los otros, los milagros que ocurrían delante de ellos y la alegría que irradiaban. Querían lo que los cristianos tenían y la Iglesia crecía exponencialmente.

¿Porqué el proyecto comunitario del hermano Charles de Foucauld y en concreto el de nuestra Comunidad de Horeb resulta atractivo? Pienso que fundamentalmente porque en él se mantiene intacto el celo evangélico de las primeras comunidades cristianas. Hoy el Hermano Carlos, ha sido reconocido oficialmente santo y así es presentado por la propia Iglesia, como un modelo posible de vida cristiana y testigo adelantado de una fraternidad universal capaz de religar la gran diversidad humana en una familia.

En nuestro momento histórico, sigue siendo más necesario que nunca vivir acogidos a esa ley del amor misericordioso y compasivo que crea verdadera comunión. Un amor que debe prevalecer por encima de nuestras diferencias, sanar nuestras heridas narcisistas y prepararnos para ser templos del Espíritu Santo. Él nos fortalecerá e impulsará para llevar a cabo nuestra tarea específica, en esa gran familia que es el Pueblo de Dios, y cumplir así nuestra misión de llevar su esperanza y su salvación al mundo.

Julia Crespo

Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld

PUBLICADO EN:

REVISTA HOREB EKUMENE

ISSN 2605 - 3691

OCTUBRE de 2022- Año V - Nº 46

Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld

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