Pentecostés y el Nacimiento de la Iglesia
Jesús había muerto y resucitado. Se había aparecido a muchos de sus
fieles amigos y discípulos. Todo ocurrió tal y como lo dijo. Solamente faltaba
por cumplirse lo que anunció Juan El Bautista : "Él los bautizará en El
Espíritu Santo y en Fuego".
Una
vez que Jesús se elevó al cielo le dijo a sus Apóstoles que esperaran la venida
del Espíritu Santo y después restauraran el reino davídico, es decir el Reino
de Dios. (Mc 11, 9-10)
Ya los Apóstoles ahora con Matías, en
reemplazo de Judas, el que traicionó a Jesús, continuaban esperando y orando
hasta que fuera la fiesta de Pentecostés (Palabra griega que significa 50) ya
que cincuenta días después de la
Pascua, los judíos celebraban la fiesta de Pentecostés, para
conmemorar el día en que Dios entregó la Ley a Moisés. Los judíos
llegaban Jerusalén de todas partes del mundo para la celebración de dicha
fiesta. Ese día todos los Apóstoles se encontraban reunidos, como se menciona
en Hechos 2, 1-4. "Al cumplirse el día
de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. Y de repente sobrevino
del cielo un ruido, como de un viento que irrumpiere impetuosamente, y llenó
toda la casa en la que se hallaban. Entonces se les aparecieron una lenguas
como de fuego, que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos. Quedaron
todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según
el Espíritu los hacía expresarse".
Ahora si se acababa de cumplir
finalmente el Bautismo "en el Espíritu Santo y en fuego" que Juan el
Bautista había predicho. Esto sucedió justo cuando Jerusalén estaba repleta de
fieles de todo el mundo y al producirse aquel ruido en el cielo toda la
multitud quedó perpleja porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.
(Hechos 2, 5-13)
El derramamiento del Espíritu Santo
sobre María y los Apóstoles en Pentecostés supuso un paso significativo en la
relación entre Dios y el hombre. Por fin luego de todas las alianzas que hizo
Dios con los hombres a lo largo de los siglos, Jesucristo, al ser Dios y
verdadero hombre, completó a la perfección esta relación sellando la Nueva Alianza. Con
esto Dios nos muestra una vez más que nunca olvida sus promesas.
El Espíritu Santo fue derramado sobre
los Apóstoles para gobernar la Iglesia de Cristo en La Tierra. Al estar
presente el Espíritu Santo en la
Iglesia desde el día de Pentecostés, la Iglesia continúa siendo el
lugar principal en el que Jesucristo se hace presente en el mundo. La Iglesia continúa la misión
que Cristo inició en la Tierra
y, en este sentido, es un sacramento de salvación en sí misma, como signo e
instrumento de la comunión entre Dios y los hombres.
INVOCACION AL ESPIRITU SANTO
Ven,
Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en
tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro
trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta
en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira
el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón
enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu
indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, según la fe
de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al
que busca salvarse y danos tu gozo eterno. AMÉN.
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