Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

jueves, 16 de mayo de 2013

REFLEXIÓN PARA EL TIEMPO DE PENTECOSTÉS


Pentecostés y el Nacimiento de la Iglesia

Jesús había muerto y resucitado. Se había aparecido a muchos de sus fieles amigos y discípulos. Todo ocurrió tal y como lo dijo. Solamente faltaba por cumplirse lo que anunció Juan El Bautista : "Él los bautizará en El Espíritu Santo y en Fuego".

Una vez que Jesús se elevó al cielo le dijo a sus Apóstoles que esperaran la venida del Espíritu Santo y después restauraran el reino davídico, es decir el Reino de Dios. (Mc 11, 9-10)

Ya los Apóstoles ahora con Matías, en reemplazo de Judas, el que traicionó a Jesús, continuaban esperando y orando hasta que fuera la fiesta de Pentecostés (Palabra griega que significa 50) ya que cincuenta días después de la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de Pentecostés, para conmemorar el día en que Dios entregó la Ley a Moisés. Los judíos llegaban  Jerusalén de todas partes del mundo para la celebración de dicha fiesta. Ese día todos los Apóstoles se encontraban reunidos, como se menciona en Hechos 2, 1-4. "Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. Y de repente sobrevino del cielo un ruido, como de un viento que irrumpiere impetuosamente, y llenó toda la casa en la que se hallaban. Entonces se les aparecieron una lenguas como de fuego, que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos. Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los hacía expresarse".

Ahora si se acababa de cumplir finalmente el Bautismo "en el Espíritu Santo y en fuego" que Juan el Bautista había predicho. Esto sucedió justo cuando Jerusalén estaba repleta de fieles de todo el mundo y al producirse aquel ruido en el cielo toda la multitud quedó perpleja porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. (Hechos 2, 5-13)

El derramamiento del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles en Pentecostés supuso un paso significativo en la relación entre Dios y el hombre. Por fin luego de todas las alianzas que hizo Dios con los hombres a lo largo de los siglos, Jesucristo, al ser Dios y verdadero hombre, completó a la perfección esta relación sellando la Nueva Alianza. Con esto Dios nos muestra una  vez más que nunca olvida sus promesas.

El Espíritu Santo fue derramado sobre los Apóstoles para gobernar la Iglesia de Cristo en La Tierra. Al estar presente el Espíritu Santo en la Iglesia desde el día de Pentecostés, la Iglesia continúa siendo el lugar principal en el que Jesucristo se hace presente en el mundo. La Iglesia continúa la misión que Cristo inició en la Tierra y, en este sentido, es un sacramento de salvación en sí misma, como signo e instrumento de la comunión entre Dios y los hombres.


 INVOCACION AL ESPIRITU SANTO

Ven, Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. AMÉN.



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