Él viene...
¡Felices Pascuas!
Estos días colocamos en nuestras casas, y ponemos en los lugares públicos, los “belenes”. Así, visualmente, recordamos que en Belén sucedió algo grandioso, impensable: Dios vino a habitar entre nosotros. En la Navidad celebramos que ha ocurrido algo sublime: el Verbo, el mismo Hijo de Dios, se hizo carne (cfr. Jn 1, 14; Lc 1, 35). Él se unió tan inseparablemente con el hombre que el ser humano puede ya entrar en el ámbito divino. Esta es la razón de la existencia; este es el sentido de la vida.
¿Puede ser esto verdad? Pues sí, y es precisamente la verdad que celebramos y deseamos a todos: la felicidad de que ese nacimiento se transforme en un nuevo nacimiento para cada uno de nosotros. Eso es la Pascua, el paso del Señor por nuestra realidad; porque es Navidad cuando el Padre dice:
“Tú eres mi hijo, hoy yo te he engendrado” (Sal 2, 7).
Dios se ha hecho uno de nosotros, para que podamos estar con Él, para llegar a ser semejantes a Él. Ha elegido como signo suyo al Niño en el pesebre (cf. Lc 2, 12).
"Un Niño nos ha nacido en la verdad de nuestra carne; un hijo de nuestra carne se nos ha dado" (cf. Is 9, 6). Es el paso del Señor, o lo que es lo mismo, son las Pascuas. Dios sigue "pasando" por nuestras vidas para llenarla de sentido. Aquí resplandece la verdad. En un pesebre está el Creador de todo y el sentido de todos. Por eso, como los magos adoramos (cf. Mt 2, 11) y como los pastores lo anunciamos (cf. Lc 2, 17).
Hagamos que el Señor "pase" por nuestro medio haciéndole presente en el mundo, en favor de los hombres, con nuestras buenas obras (cf. Ef 2, 10).
Felices Pascuas y Bendiciones en la espera con María.
P. Manuel G. López-Corps
Sacerdote católico romano
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